Trilogía del Árbol, Parte (I, II, III)

Parte I: Mito de Arguaney y Tikire
Mito arahuaco. Redacción: Arnulfo Poyer Márquez


Araguaney era una princesa muy bella, que fue pretendida por el jefe Tikire, enamorado de por vida de la joven arahuaca, a la que por fin conquistó para que fuese su compañera y madre de su descendencia. Toda la montaña Arahuac se puso al corriente de la arriesgada elección, ya que algunos dioses también pretendían a la muchacha, por la que dictaron a los shamanes su amenaza de un futuro muy peligroso si la muchacha accedía su belleza a algún mortal.

Tal era su belleza.

Pero ningún augurio podría ser más fuerte que el amor, pensaba Tikire. Sucedió que después de la ceremonia de matrimonio, Tikire llevó a su mujer donde el shamán Guamache, quien le recomendó hacer una ofrenda en la parte más alta de la montaña al dios Yaya, para lo cual tenía que trasladarla escondida de los dioses pretendientes, que ya estarían acechándolos para vengarse de la desobediencia. Así lo hizo Tikire y para no ser visto por las divinidades condujo a su mujer por el río Arahuac (río Aragua), sin percatarse que el manso río había pactado con los dioses pretendientes por temor a represalias contra él. En el camino escondió a Mapanare, la hechicera envidiosa, para emboscar a Tikire, que, en el apuro no se percató de la presencia de su enemiga, que tampoco era diestra en el ataque durante el día. Y en un recodo, sin previo aviso, lanzó su picada mortal, alcanzando a la bella chica. Tikire en su desesperación cargó a su desposada y ascendió la montaña lo más rápido que pudo, sin percibir que los dioses pretendientes para adelantarse a los deseos del cacique, sembraron de ramas espinosas el camino ribereño para frenar su anhelo. Las ramas laceraban a la moribunda princesa, mientras su amado corría sin notar el desangre de su querida Araguaney. Al llegar a la cumbre, la noche profunda envolvía a la tierra dormida. Fue cuando dio con el desenlace que él mismo había provocado, tanto por las nupcias prohibidas, como por las múltiples heridas que habían desfigurado a su joven esposa durante el ascenso. Lloró desconsolado, implorando en vano el regreso a la vida de su mujer.

Dicen que los dioses discutieron su propio comportamiento, Yaya, dios supremo, los obligó enmendar el error bajo amenaza de quitarles la inmortalidad por meterse en asuntos terrenales. Para colmo, tanto Tikire, como el shamán también habían muerto del dolor, éste último porque sabía de antemano la trágica suerte que se iba a desencadenar.

Y sucedió que la única salida que pudieron aportar fue regresar cada año el amor de los trágicos enamorados caídos, en la floración del árbol donde los encontraron muertos. Y desde entonces cada año florea el árbol del color amarillo, el color y árbol preferido de Yaya, símbolo del amor en la nación arahuaca. Guamache corrió con la misma suerte, y desde entonces, en su honor, los árboles espinosos fueron castigados a conocer dos veces al año el amor prodigándoles de su color preferido.

Trilogía del Árbol

Parte II: Olivo

Olivo



Si hay alguien que sabe de chismes, ese soy yo, pero no sé qué domino más, si de chismes u olvidar las vainas. Ando regando todo por ahí en el tiempo que aún no distingo si fue durmiendo o en vigilia que me pasan las cosas. Lo cierto es que ni siquiera sé si soy de este mundo. Un día me contó un hermano que Dios pasó una pea por aquí de siete días y del ágape tuvo que dejar por ahí en unos matorrales cerca del mar las pepitas digeridas de aceitunas que de seguro se habría comido en la Gloria de donde dicen que soy originario, de otra manera no puedo explicar cómo es que ustedes van tan rápido o yo muy lento, al punto que siento escozor tirarme una siesta, porque siempre me pierdo de unos acontecimientos que trastornan mi observación, por eso es que aún me pregunto cómo es eso que un día estaban de túnica y al rato andaban de corbatas y ese ratito mío descuidaíto, abarca en ustedes centenares de muchísimos años. Claro, casi todo en ustedes es inverosímil. Lo cierto es que entre un amanecer y atardecer de un día de los míos, ocurre en diez de los de ustedes. Creo que es la pelota donde me pusieron a vivir, gira muy rápido.

Cuando veo a los chicos sembrar semillitas de aceitunas, me alegra mucho que lo hagan, aunque estoy al tanto que serán mayores cuando yo empiece a florear y echar frutos, y claro, de aquellas semillitas se habrán olvidado, pero no ellas de ustedes que los fotografiaron para siempre, aunque sepan que fueron libélulas humanas las que tuvieron ese gesto, porque no antes de 40 años –de ustedes- nos viene la primera cosechita de las codiciadas aceitunitas, dígame, ¡cuarenta años ja ja! Lo que para nosotros es producir desde nuestra más tierna infancia.

Cómo me encanta el mar, aunque a veces practico el extreme. Me encanta el extreme. Siempre se preguntan cómo me las arreglo para resolver el ahorro del agua. De ahí que creo que vengo de otro planeta, si no es la mismísima Gloria como dije, puesto que aquí hay tanta agua pero se evapora muy rápido, y pareciera que sólo yo conozco las maneras del ahorro, del ahorro y de más ahorro, por lo que prefiero hacerme el loco y ponerme a meditar cuando pegan esos solazos, silbo con la brisa mis oscuras hojitas y se alegran los campos porque soy su referencia de resistencia cuando el sol retuesta las de ellos en el solsticio, cerca del desierto. Creen que no me doy cuenta, de donde creo que provengo no es una estrella sino algún sistema binario… o ternario, pero aquí no es del sol, sino de ustedes que debo estar alerta.

Aunque viéndolo bien, ustedes no son alerta para mí. Claro, me parecen que son unos carajitos que nunca aprenden y recién cuando empiezan a comprender, ya son viejitos y se acercan a mí con pipas en la boca, admirando mi vitalidad que se los traga, libélulas arrogantes. Y tan fácil que es aprender de lo que tienen a diario, a su diario; con las maravillosas abejitas que rondan cada mañana cosquilleando las hojas, cuánto alegran su visita, ¡hum! Y cuando siembran panales en mis ramas he probado cada néctar que se hace inolvidable en mi vívida existencia. Esas son otras que de seguro entraron coleadas en los siete días que hablé al principio.

Muchos se han equivocado conmigo dizque fui el fulano árbol de la ciencia del bien y del mal, y no el manzano, de sabrosa carne, bueno, me defiendo y lo defiendo: a nosotros no nos metan en su paquete chileno. No sé qué mata habría sido, a lo mejor ninguna, pero ustedes arman su berrinche con cuentitos y lo ven a uno como urinario de perros. Va sié. Primero que todo ya yo estaba por estos mundos cuando el Edén dejó de serlo, aguantaba soberano sol mientras en el Paraíso todo era rosas sin espinas y magnolias de eterno perfume. Desde aquí escuchaba los cuchicheos de los enamorados cuando tomaban el te a las cinco en tacitas chinas “Paradise”. Sin embargo ¿a dónde fueron a parar cuando el edecán Miguel los expulsó a punta de plan por ese rabo? Aquí mi amor, bajo la sombra de papito el olivito. Casi agarraron una insolación ese día, estuvieron durmiendo toda la tarde y al levantarse, todavía me acuerdo, la primera discusión en el mundo:

- Huy pero usted está desnuda.

- ¿Y qué me dice usted insolente que no me quita los ojos de encima?

- Mami pero es que estás buenís… Ejem, digo ¡Señora pero cómo se atreve a provocarme aquí en público!

- ¡Pues se va de aquí usted y sus tres patas, antes de que empiece a gritar!

- Pues no sé adónde, porque en este peladero de chivos lo más seguro que tengo es esta mata.

- ¡La mata! Gritaron los dos y acto seguido me empezaron a pelar como oveja de turcos. ¡Qué brutos! Porque al día siguiente ya no tenían la sombra que podía proveerles y dejaron calvas a mis ramas olivitas. Cómo no voy acordarme de esa trasquilada, y de paso se fueron hartos de aceitunas. Por ahí iban dejando las ramitas que se les caían y que de la vergüenza. Yo te aviso. Vergüenza con gustito porque hoy no cabe la gente en este mundo con todo y la pena que les da el verse desnudos. ¡Ja! Qué tal si no.

Como esa tengo infinidad de historias, algunas me las atribuyen a sabiendas que nada tengo que ver con el suceso en marras, pero no sé qué me ven porque no ando pregonándome en agencias, y si es por la frutita, las hay más jugosas, por ahí escuché una vez que a mi sombra llega la inspiración. Pues van a tener que llenar hasta los polos de olivos, porque inspiración es lo que les falta. No paran de pelear. Qué vaina más rara, me toman de ejemplo de paz, y el ejemplo de mí es lo menos que acatan. ¿Qué tal si Dios no echa su defecadita aquel día? Ya serían cenizas, de eso estoy convencido, miren que de algo sirve meditar de vez en cuando. Pero ustedes no agarran mínimo. De símbolo me tienen, pero de mi amor, puro adorno.

Recuerdo aquel castigo que les tiró el Comandante celestial porque en verdad es que ustedes son perversos cuando quieren serlo, bueno, lo cierto es que fue a mi sombra que aquel santo varón, casi sobrinito mío, se le designó salvar lo que pudiera, y fue a mi sombra que diseñó el primer barco carguero del mundo; carguero-trasatlántico para más detalles, primera clase para todo el mundo. A mi sombra caballero. Aquello fue un desbarajuste, pero el Jefe sabía lo que hacía con el hermano, por eso eligió al viejito, que era tremendo experto en hipnotismo –eso no lo dicen las escrituras-, y fue así como recogieron aquel tropel de animales, las matas en porrones, macetas, hicieron emparedados, arepitas pelonas, hasta que arrancaron los aguaceros, el Jefe les mandó más palos de agua que los que recibe el Amazonas, y seguiditos, aquello fue el niño, la niña, la suegra y la familia Telerín. A mi lado pasó el Jefe y sólo me ordenó aguantar la respiración cuando me tocara hacerlo. Cuando vi que las aguas arroparon todo, conmigo adentro fue que entendí el mensaje y me dije, “no es cotorra, el Jefe está hablando en serio”. Empecé hacer yoga “¡Auuuummm” para aguantar porque sabía que El no me iba a dejar desamparado. Cómo será que vi tiburones con intenciones de meterse a vegetarianos si proliferarían olivos bajo las aguas. Y yo, ¡qué va mijitos! Agarren pa’allá, confórmense con lo que encontraron que no fue poco, hasta que pararon los aguaceros y tuve que estirar las ramitas para poder respirar y ¡zuas! Una paloma despelucó la ramita llevándosela consigo, la prueba de que se había conseguido tierra para vivir. Imagínense desde entonces me tienen como símbolo de la paz. Menos mal que todo se puso en calma en cosa de días y fue a mi lado que se transformó el sitio como el primer muelle internacional Dios Santo, vieran cómo bajó de todo de ese barco, y el Noé dándoles reglas:

-Tú por ahí, te despiertas mañana, tú agarra para allá, pasado mañana te toca, tu, tu y tu se van para arriba, la otra semana se despiertan, todos iban hipnotizaditos, porque si no, cómo alimenta a esa cantidad de hermanos, y cada uno se iba con bultitos de plantas, aquello parecía el taller de San Nicolás.

Tampoco crean que es que voy a echar los cuentos de los cuentos, porque sólo me pidieron una ojeada en honor a LA PAZ, EL AMOR y a la VOLUNTAD de hacer, aunque no estoy en capacidad de nacer en latitudes de siempre calor, los trópicos, pero mis frutos, mi aceite y bendiciones que lleguen hasta ellos.

Todo alimento que de mi se acompañe les provea las más altas prosperidades, lo digo sin aspavientos. Que por cierto, hablando de amor, paz y alimento, recuerdo el banquete aquel donde el hermano Sócrates soltó tremendo discurso, y no solo el discurso, todos escuchamos y unimos bendiciones para que nunca se olvidara, sino que fue allí en Grecia donde me eligieron con el hermano laurel, como para señalar lo más alto de la victoria o de la sabiduría.

Aunque, en honor a la verdad, algunas arrancadas dolieron porque no merecían las ramitas los galardonados, siempre lo hemos sabido. La trampa también fue premiada a punta de coronas de olivos, bastones de olivo, símbolos de olivo que sólo enaltecían a algunos truhanes.

Sin embargo, acompañé en el dolor aquel varón que sería traicionado después de haber presentido en el jardín de Getsemaní la tortura que le recaería por simplemente proponer amor la esencia de todo. Honor que nos hizo que fuese en ese jardín que aún hoy lo recordamos ¿cuánto más tendría que hacerse para que eso sea regla del común?. La verdad que doy mi larga existencia a cambio de que eso se haga real un día cercano, que viva yo como libélula. Pasa también que ustedes no aprenden, ¿pero ni con castigos? Provoca hacer huelga de aceitunas, con dormir quinientos años me basta, y si me agarran para leño, tranquilo, corro el riesgo, cuidado si no son más sabios esos hermanos de trascendencia más corta, ardiendo su esencia para la Esencia del Todo.

Y por favor, déjenme ya en paz, estoy harto de blasonerías y usos monetarios donde algunos escudos me tienen de voceros de pueblos que ni me conocen, ¿creen que no me doy cuenta? Ya perdí la memoria de cuántos de ellos me tienen representándolos para sus fechorías y engaños al pueblo, y de las monedas, mejor ni hablemos… Estoy pensando muy bien lo de la huelga, si Dios no hace algo lo haré yo por mi cuenta, después de todo provengo de Otras Latitudes. Las Naciones Unidas, imagínense ese emblema, todo el planeta envuelto en ramas de olivo, el colmo de la raya, ¿tú has visto? De lo menos que tienen es que estén unidas, y de paso “naciones”. Yo no estoy aquí para ser símbolo de paz que no existe, de escudo donde a lo mejor los dos contrincantes me tienen de emblema, de ser aceite costoso para los pobres de la tierra, y de paso pobres, no entiendo papa, puesto que yo no habito en terrenos tipo A o tipo B, como dije, practico el extreme, qué fastidio repetirlo, estoy en tierras donde si se le saca “tipo” al suelo, creo que es “M” porque es tierra malísima y de paso en guerra mucha de ella.

En definitiva, y para terminar, piénsenlo bien hermanos, si esto termina en otro diluvio, a mí no es a quien perjudicarían, ya pasé una prueba en Grecia, con bosques que se han chamuscados enteritos, y miren, los olivos renacemos nuevitos como si nada hubiera pasado. Dudo que ustedes sobrevivan algo similar. Pero claro, mientras lleguen las abejitas haciendo panales, la vida es espeluznante de bella, deliciosa sin discriminaciones, y bueno, este es mi testimonio. Por ahora, déjenme tranquilo que voy a dormir la siesta un ratito, por aquí estaré hasta que el Jefe lo permita.


Trilogía del Árbol

Parte III: Padre Mangle


Padre Mangle que estás en las orillas de los mares bahías ensenadas,

Santificadas sean tus ramas raíces, prolijas de cantos, graznidos y macanas

Como nadie en tantos sistemas siderales a la redonda.

Venga tu reino de plumas y nácar al nuestro cargado de llantos y marcas.

Se haga la voluntad de tu mano verde fuego poderoso en tierra, agua y aire,

Como en el alma de pescadores.

Danos como siempre el pan exuberante de tus nichos

A tanta criatura que amamantas.

Qué ofensa puedes perdonar si eres más probo que un asceta

Más inocente que un lactante tú, eterno y activo recién nacido

Que todo lo comprende, maestro de almas entumecidas.

Querido Padre no nos abandones ni permitas seamos tentados

De más egoísmo, sé parte de nuestra liberación también mangles

Fortaleciendo raíces en nuestros dedos de nido.

Alejes el mal de tus circuitos por toda la vida

Padre Mangle que por fin sea de esa manera.


Investigación: ARNULFO POYER MÁRQUEZ
* Existe una versión del mito con caballos, de confección obviamente más reciente. Ésta pertenece al estado Aragua
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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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