Por: Ricardo Abud
“Acepta las cookies o desaparece": ese ultimátum es la versión del siglo XXI de "paga al señor feudal o abandona las tierras". No exagero. En 2024, el 85% del tráfico web global pasa por servidores de Google, Amazon o Microsoft, según datos de StatCounter. No somos usuarios; somos vasallos de un sistema donde unos pocos castillos digitales controlan el agua (los datos), los caminos (las plataformas) y hasta el aire (la atención).
Cuando el algoritmo es el nuevo decreto real
Shoshana Zuboff lo resumió con crudeza: El capitalismo de vigilancia convirtió la experiencia humana en materia prima". Pero ya hemos superado esa fase. Hoy, cinco corporaciones (Apple, Alphabet, Meta, Amazon, Microsoft) valen más que el PIB de Alemania y Francia juntas. El problema no es su riqueza, sino su poder para dictar reglas:
- Trabajo: Los repartidores de Uber Eats pagan "comisiones" del 30% por el privilegio de ser explotados.
- Política:En 2023, el gobierno de Austria tuvo que pedir permiso a Amazon Web Services para reactivar su sistema de salud tras un ciberataque.
- Vida cotidiana: ¿Intentaste comprar algo fuera de Amazon? El 74% de las búsquedas de productos empiezan (y terminan) allí.
Por qué no habrá vuelta atrás
La irreversibilidad del tecnofeudalismo se esconde en tres trampas perfectas:
1. La adicción institucional: Hospitales, universidades y hasta ejércitos dependen de software privado. Migrar costaría años y billones.
2. La ilusión de libertad: Como los siervos medievales que creían elegir a qué señor servir, hoy "elegimos" entre Instagram o TikTok, pero nunca fuera del feudo.
3. La privatización de la rebeldía: Hasta las críticas a este sistema se monetizan. ¿Hablaste del tecnofeudalismo en Twitter? Elon Musk ya está vendiendo tus tuits como dato de entrenamiento para su IA.
¿Rebelión o resignación?
En “Black Mirror”, un personaje grita: "¡No soy un maldito producto!". Pero la triste verdad es que ya lo somos. La pregunta no es si el tecnofeudalismo es reversible (no lo es en el corto plazo), sino si lograremos crear “comunas digitales"alternativas. Algunos lo intentan: cooperativas de datos en Barcelona, la red social Mastodon, el movimiento “DeGoogle”.
Mientras tanto, cada vez que pulsas “Acepto los términos"sin leerlos, firmas un nuevo pacto de servidumbre. Las catedrales del siglo XXI tienen servidores en lugar de vitrales, y en lugar de rezar, damos “me gusta”
Nota: “Mientras escribo esto, un algoritmo de Meta decide quién leerá estas líneas. No es paranoia: es la cotidianidad del tecnofeudalismo, Yanis Varoufakis lo advirtió en 2023: Las Big Tech ya no compiten; gobiernan. La analogia con el Medioevo no es casual: hoy, los señores son Zuckerberg y Musk, y sus siervos, los millones de usuarios que regalan datos a cambio de ilusiones de conexión. La diferencia es que, esta vez, las cadenas son invisibles!
No hay nada más excluyente que ser pobre.
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