Día de acción de gracias, I’m the quarterback.


Por: Ricardo Abud

La crisis venezolana no es un fenómeno unidimensional, sino el resultado de una compleja concatenación de factores políticos, económicos y sociales.

La hiperinflación, que llegó a niveles cercanos al 130,000% en 2018, destruyó el poder adquisitivo de familias enteras. La escasez de alimentos, medicinas y servicios básicos se convirtió en una realidad cotidiana que obligó a millones a considerar la migración como única salida.

El colapso económico se entrelaza con una crisis política caracterizada por:

  • Polarización extrema
  • Debilitamiento de instituciones democráticas
  • Restricciones a libertades fundamentales
  • Persecución a opositores

La migración venezolana es una de las crisis humanitarias más graves de nuestra época. Más de siete millones de venezolanos han abandonado su país en busca de un futuro que les ha sido negado. Esta diáspora no es solo un fenómeno demográfico; es un grito desesperado de un pueblo que ha visto cómo sus sueños se desvanecen entre el colapso económico, la represión política y el desmantelamiento de las estructuras sociales. La responsabilidad de esta tragedia recae en una clase política que, en lugar de liderar con visión y empatía, ha optado por el autoritarismo y la corrupción.


Detrás de cada estadística hay familias enteras que han tenido que reconstruir sus vidas. Profesionales, trabajadores, estudiantes y personas de todas las edades se han visto forzados a dejar atrás no solo un territorio, sino también sus raíces, sus recuerdos y sus proyectos de vida.


Han sido muchos los países que han acogido a nuestros connacionales, unos de mejor manera otros, en algunos casos han sido maltratados, segregados, la xenofobia ha llegado a alcanzar límites inimaginables. En este contexto vemos como cada uno de nuestros amigos, familiares han tenido que sortear ese proceso como lo ha sido la migración. 

 

A pesar de las adversidades, la comunidad venezolana ha demostrado una capacidad extraordinaria de adaptación. Muchos migrantes han conseguido insertarse laboralmente, contribuir a las economías de sus países de acogida y mantener viva su identidad cultural.

Las madres venezolanas, en particular, han sido pilares fundamentales. Han transmitido valores de esperanza, trabajo y dignidad a sus hijos, enseñándoles que la migración no es una derrota, sino una oportunidad de reconstrucción. 


Es así como cuando observamos a través de un video y fotos que envían a sus familiares en Venezuela, cómo van adquiriendo en este caso nuestros nietos y no estas culturas e idiomas diferentes al natal, vemos cómo se desenvuelven juzgando el futbol americano, donde unos se creen el quaterback y otros el running back y así van perdiendo nuestros juegos iconicos y nuestra identidad. Vemos cómo nuestros hijos e hijas en un día que no nos pertenece como lo es el día de acción de gracia, lo celebran pero sin olvidar nuestras costumbres y comienzan la lucha para que sus hijos e hijas ( los nietos de alguien ) aprendan la letra del burrito sabanero y otros villancicos tan nuestros. 


A pesar de esta adversidad, en ese contexto las madres venezolanas han sido un símbolo de resistencia y fortaleza. Al igual que las abuelas que enseñan a sus nietos después de un partido de fútbol, estas mujeres han transmitido valores de perseverancia y amor incondicional. Son las que, a pesar de la separación, mantienen vivas las tradiciones y la esperanza en sus familias. Su papel en la comunidad va más allá de lo familiar; son las que sostienen a la sociedad en sus momentos más oscuros, enseñando a las nuevas generaciones que, aunque la situación sea adversa, siempre hay una razón para luchar.


Es ahí cuando entendemos el daño tan grande que le han hecho a nuestro país, resquebrajando  la familia como núcleo central de la sociedad. En el juego del fútbol americano, el quarterback es quien dirige el equipo, toma decisiones críticas y, en última instancia, es responsable del éxito o fracaso del juego. Los líderes de Venezuela, sin embargo, han actuado como jugadores egoístas, priorizando sus intereses sobre los del equipo que supuestamente representan. La frase "I’m the quarterback" se convierte en un eco vacío cuando se observa la realidad: han fallado en llevar al país hacia un futuro mejor. En lugar de unir y motivar, han fomentado la división y el caos, dejando a sus ciudadanos en un estado de vulnerabilidad extrema.


Entre tanto quieren reducir a la migración venezolana y reducirlas a cifras y estadísticas sin analizar las graves consecuencias que al mediano y largo plazo acarrearán 


La migración venezolana es un fenómeno humano que requiere:

  • Políticas migratorias con enfoque humanitario
  • Reconocimiento de derechos
  • Integración respetuosa
  • Comprensión de las complejidades geopolíticas


El éxodo venezolano es un testimonio de la capacidad humana para reinventarse frente a la adversidad. Más allá de los análisis políticos, son historias de familias que han apostado por la esperanza, que han elegido la vida por encima del desespero. La migración no es un problema, es una realidad que nos interpela como sociedad y nos desafía a construir comunidades más inclusivas y solidarias. Es un llamado urgente a la acción y a la reflexión sobre las consecuencias de las decisiones políticas. Para los millones de venezolanos que buscan un futuro mejor, la historia de su patria debe ser contada, y sus luchas, reconocidas. Es hora de que los responsables de esta crisis sean llamados a rendir cuentas y que se construya un futuro donde la esperanza y la dignidad sean accesibles para todos.


No hay nada más excluyente que ser pobre. 

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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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