La justicia no huye en moto


Hace par de horas que se viralizó un video de Caraota Digital que muestra a Luisa Ortega Díaz huyendo en una moto de Parque Carabobo, el cual es, en mi opinión, uno de los momentos más bochornosos de la historia nacional. En el pasado, tan lleno de tensiones y traiciones como el presente, no he logrado referir una escena donde un personaje que haya ocupado un cargo en el que se requiere ser tan valiente salga con tanta cobardía.

Pues si bien, en todos los espacios me he reservado hacer valoraciones personales sobre Ortega Díaz porque pienso que para eso están los tribunales, tanto los del sistema de justicia como los de la historia, considero que en esa escena cabe más de una pregunta urgente.

El momento histórico que vivimos, tan complejo, tan variante, nos lleva a reflexionar qué nos dice sobre el sistema de justicia que la que hasta hace pocas horas era la titular de la acción penal en el país salga, en ruidosa violación a la normativa de tránsito, huyendo.

La justicia es una virtud de la República, un propósito del alma buena y una apuesta compleja. Lo justo no es lo mismo según se vea y se pertenezca a uno o a otro mundo. Para un obrero la justicia es el salario, para un empresario la ganancia, para un preso la celeridad, para la madre de un asesinado, la severidad… pero creo que en esa diversidad de opiniones y visiones hay que aprovechar un punto de encuentro nacional y es el hecho de sentir que lo que viene siendo, formal e institucionalmente llamado justicia, no es justo.

No era justo en 1998 y por eso se reformuló en la Constitución bolivariana y no es justo todavía. Sostengo que la justicia debemos plantearla desde la perspectiva más amplia posible y entender que no seremos un país más justo tan sólo en los límites políticos del tema. Por ello, antes consideré que una Ley de Amnistía, además viciada por tantos aspectos como la que se discutió en el 2016 le haría un magro favor a la sociedad pero ahora pienso que debemos cuidarnos de circunscribirnos a la necesidad, sentida y gritada, de castigo por los más recientes hechos.

Ghandi decía “ganamos justicia más rápidamente si hacemos justicia a la parte contraria”pensamiento que si adoptamos nos llevará al valiente trabajo de tomar todas las víctimas en su condición de humanos, dotados entonces de una misma dignidad y estatuto jurídico, lo que hará de los autores de los hechos que les hirieron, igualmente responsables, por lo que cometieron. Sin que a unos se les olvide o que a otros se les proteja.

La justicia respecto a estos hechos ha de ser ejemplarizante, dialógica, restaurativa del estado previo a los acontecimientos y libre de retaliaciones y venganzas. Si logramos esta meta aportaremos al país parte de lo que necesita pero tan sólo podremos sentir que iniciamos el largo camino de reconstruir jurídicamente la justicia.

La última frase la escribo a propósito pues hay que construir nuevamente la justicia y esto nos llevará a sortear un segundo riesgo que es considerar que una mejor justicia se logrará con tan sólo reasignar los responsables de los roles en el proceso judicial.

La injusticia misma está anclada en los procesos y allí, radica el terrible problema de los linchamientos y otras formas de hacer justicia por mano propia. Tenemos que buscar qué entiende el pueblo como justo, qué  odia de lo que existe y cómo las víctimas sienten que se verían compensados los más diversos delitos y abusos a los que han sido sometidas.

Quiero en esto aferrarme a una idea de mi profesor JF Akandji-Kombé quien, pensando en el derecho de su país, recordaba como premisa fundamental para el Derecho Constitucional, que debemos saber que somos capaces de producir un pensamiento jurídico propio y que este es el único que será capaz de mejorar nuestras sociedades. Por ello, a la hora de repensar la justicia tenemos que escuchar a los presos, a las  víctimas, a los jueces, a los fiscales, a los defensores, a los transeúntes e incluso atrevernos a mirarnos fuera de las vías férreas que pensaba Calamandrei, debían ser el sistema de justicia.

Este problema, que si nos referimos a algunos informes internacionales es el mayor y más longevo de los males que sufre Venezuela no fue obviado por el Comandante Chávez, quien lo usó como una bandera para la Constituyente de 1999 y que al ver que los frutos no fueron los esperados  continuó exigiendo cambios. Por ello dijo en el 2007 “la impunidad es el cáncer mas grave que nosotros tenemos, porque no hay temor a las leyes ni a los tribunales cuando reina la impunidad”

¿Cómo construir ese temor, el temor de un aparato de justicia que funciona y borrar el terror a un sistema de justicia que violenta derechos de quienes le son sometidos? Esa es la pregunta que ha de contestarse. La criminología ya lo alerta, esto no es un problema del monto de las penas. Las personas no le temen al castigo fuerte sino al castigo probable. Es un asunto más de la articulación que de las consecuencias.

ANA CRISTINA BRACHO

@anicrisbracho
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