El problema de las naciones no reconocidas

El problema de las naciones no reconocidas
Ria Novosti

Exactamente hace dos años junto a las siete naciones, a los territorios o enclaves parcialmente reconocidos o no reconocidos por la comunidad internacional y que se han proclamado independientes se añadieron Abjasia y Osetia del Sur.

El 26 de agosto del 2008 Rusia reconocía oficialmente su independencia. Estos países pasaron a formar parte del grupo de los llamados siete gemelos diferentes, que ya desde hace más de medio siglo viene aumentando con pasmosa periodicidad. Para ellos, nuestra época de grandes avances y grandes cambios ha generado métodos específicos para adaptar los estatutos de soberanía a las necesidades de cada caso. En mayoría de ellos estos métodos funcionan y los países adquieren una forma y un estatus de estabilidad nacional, pero en otros casos, no.

En lo que respecta a Osetia del Sur y a Abjasia, este proceso hoy, a inicios del siglo XXI, presenta unos claros tintes de anacronismo, en el mejor de los casos. Desde siempre ha habido un sustancial retraso entre los progresos técnicos y científicos y el desarrollo político y social. Esto es inevitable, no se puede hacer nada, ya que es parte de las leyes de la naturaleza de la actividad humana. Lo curioso es que la distancia entre ambos procesos no disminuye, más bien parece aumentar con el tiempo; y es extraño, porque ambas tendencias van en la misma dirección y no en direcciones opuestas.

Lo más sorprendente del caso es que muchos de estos pseudopaíses viven, vienen funcionando aparentemente sin grandes problemas durante decenios. Pero en este mundo divido en bloques y en esferas de influencia ya no es posible que un país por separado muestre la iniciativa de reconocer estas nuevas formaciones soberanas y les ayude en el difícil periodo de incubación hacia el estado de países de plenos derechos. Son tiempos muy delicados para estas naciones, donde todos los procesos relativos a su soberanía y a su identidad son tan inestables que se puede venir abajo en cualquier momento. Son países que deben ser puestos en reposo (acudiendo a términos de la obstetricia) para evitar que sufran un aborto como tales.

Hay más territorios de este tipo de los que podría parecer. Y todos ellos como conjunto, y como elementos individuales, desestabilizan el panorama legal internacional. Son una fuente de constantes conflictos y guerras que comprometen la estabilidad internacional e incluso acaban por resultar una carga para aquellos países que les han servido de apoyo en el surgimiento de su identidad nacional.

Esto no es en absoluto una acusación hacia los pueblos que intentan separarse, o lo han hecho ya, de la metrópolis o de antiguos centros de poder. En realidad, no hay ninguna culpa en sus deseos de mejorar sus condiciones de vida y de elegir sus propios destinos. Sencillamente, son víctimas de juegos políticos de gran alcance que provocan que pueblos antaño unidos se fragmenten y se separen (Yugoslavia, años 90), adquiriendo la independencia y el reconocimiento internacional, aunque sea de forma parcial. En algunas ocasiones, como en el caso de Kosovo, esto ocurre saltándose las normas y las resoluciones de la ONU. En lo que respecta a Abjasia y a Osetia de Sur, según el punto de vista de Rusia, todo se ha hecho de acuerdo con las leyes internacionales, aunque muchos no están de acuerdo con esta opinión.

A día de hoy, Kosovo ya ha sido reconocido por 69 países, mientras que Abjasia y Osetia de Sur, solamente por cuatro miembros de la ONU (Rusia, Nicaragua, Venezuela y Nauru), más Transnistria.

El Derecho Internacional no es un acelerador de partículas, ni tampoco es cirugía a corazón abierto. Aquí es imposible, y además no es necesaria, la precisión matemática. De todo su arsenal, siempre se puede elegir el instrumento legal más adecuado a la situación geopolítica dada (histórica, diplomática, militar, territorial, etc.) que, por otra parte, siempre es mutable, nunca es igual. Lo que conlleva a múltiples interpretaciones de momentos y estados relativos.

A día de hoy hay dos teorías para el reconocimiento de la soberanía de las naciones: la declarativa y la fundacional. Las dos son aplicables al caso de Kosovo, Abjasia y Osetia del Sur. Sin embargo, los recovecos legales son tan alambicados que un buen equipo de juristas puede estirarlos o contraerlos hasta hacerlos transparentes o totalmente oscuros, según la conveniencia. Lo mismo, como demuestran los debates en la ONU, se puede decir de las resoluciones de esta organización.

Los partidarios de la soberanía declarativa están convencidos de que para un pleno reconocimiento es necesario tener un territorio determinado, una población estable, un gobierno y una capacidad de relación clara a nivel de estado con otros países. Los partidarios de la teoría fundacional piensan que para ser considerados como país únicamente es necesario el reconocimiento por otros países, basta con uno solo. Esta postura fue mencionada por el presidente ruso, Dmitri Medvedev, para ilustrar el caso de Abjasia y Osetia del Sur, aunque hay que puntualizar que el presidente no es uno de sus defensores.

El problema está en que esta especie de comunidad de gemelos desiguales se ve muy alterada por el ejemplo de Kosovo y de Abjasia. Por ejemplo, en el caso de Cataluña, y en medio de la crisis económica que azota a todos los países de la UE, se han enardecido los antiguos deseos de separarse de España.

Cataluña es la zona económicamente más pujante de esta nación y no está de acuerdo en que la obliguen (el gobierno español tiene un régimen de economía presupuestaria) a financiar otras regiones tradicionalmente menos activas.

Entre los países parcialmente reconocidos hay ejemplos de naciones de gran solera en la comunidad internacional con muchos años de soberanía e incluso miembros de la ONU. Armenia, por ejemplo, todavía no ha sido reconocida por Pakistán (en señal de apoyo a Azerbaiyán por la disputa del enclave de Alto Karabaj), Corea de Norte no ha sido reconocida por Japón, ni por Corea del Sur. Turquía no ha reconocido a Chipre aún, mientras que un total de 20 miembros de la ONU (toda la comunidad musulmana y algunos países africanos) no consideran a Israel como un país legal. Hay otros casos de países que no han adquirido un pleno reconocimiento en el mundo: Taiwán, Alto Karabaj, Somalia, Transdnistria, la República Turca de Chipre del Norte, la Autoridad Nacional Palestina, la República Democrática del Sahara Occidental. Liechtenstein y la República Checa y Eslovaquia no se reconocen mutuamente debido a disputas territoriales en el seno de las familias nobiliarias de estos países.

La cifra de territorios con movimientos autonómicos y problemas de separatismo en el mundo es increíblemente grande. La mayor parte de los cuales se encuentran en Europa, con un total de 28. La extensión geográfica abarca desde Albania a Alemania, pasando por Bélgica, España, Portugal, Francia, Gran Bretaña, Suecia, Holanda, Finlandia...

África figura en la segunda posición con 24 focos separatistas; Asia, en la tercera con 20. En América Central y del Sur el número total alcanza los 21 puntos conflictivos, e incluso en la zona del Caribe hay quienes están deseando separarse de la metrópolis opresora.

Hasta el 2009, en Rusia había algunas repúblicas autónomas muy en desacuerdo con su estatus dentro del seno de la Federación de Rusia.

En La Haya tiene su sede la así llamada Organización de las Naciones y Pueblos no Reconocidos (The Unrepresented Nations and Peoples Organization (UNPO), que une a todas las nacionalidades, de alguna manera ofendidas y perjudicadas en su soberanía. Hasta el 2009, a esta organización pertenecían las comunidades rusas de Komi y Mari-El; hasta el 2008, Chuvashia e Ingushetia y hasta 1998, Bashkiria. Afortunadamente, esto es ya cosa del pasado.
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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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