Entrevista a Robert Pollin, economista y asesor de Barack Obama
Por: A Coruña
La Opinión
Asesora a gobiernos, entre ellos el de Obama, es colaborador del comité económico del Congreso de Estados Unidos y analista del sector financiero. El economista Robert Pollin, marxista y abanderado de la llamada 'economía verde', estuvo ayer en la ciudad para dar una conferencia, organizada por la Universidade da Coruña, el Centro de Excelencia Jean Monet y la organización Universidade Invisíbel
Robert Pollin considera que la situación es tan mala que el menor síntoma positivo se interpreta como una recuperación de la economía, pero no hay "brotes verdes" ni mejora y, "si la hay, es muy tenue", dijo ayer en rueda de prensa el economista norteamericano, para quien las inyecciones de dinero público a los bancos son un remedo sólo a corto plazo, ya que ocasionan un déficit púbico "insostenible". "La economía real está muy lejos de la recuperación, no hay signos de que remonte, y el paro continúa creciendo", dijo. Lo que se necesita, a su juicio, son mecanismos de regulación del mercado financiero, que "funciona como un casino": "Ya podemos inyectar el dinero que sea que sin organismos de control será inútil".
Las medidas tomadas por Obama en Estados Unidos son, a su juicio, "muy débiles y decepcionantes" pero comprensibles si se tiene en cuenta la presión a la que está sometido, ya que muchos de sus colaboradores económicos provienen de Wall Street e incluso de los equipos de Clinton y Bush. A su juicio, aunque Obama es más abierto, sus decisiones no dejan de ser una continuación de las tomadas por Bush. En los años treinta, recordó, el presidente Roosveelt "fue directo contra las clases dominantes e implantó unos severos controles que duraron cuarenta años". Obama, señaló, "no ha dado pasos así".
Pollin subrayó la paradoja que supone tratar de sustraerse a la influencia del dólar y, a la vez, cifrar la esperanza de que Estados Unidos "salve" de la crisis a los demás países. Puso en duda que "en diez o quince años nadie se enterase" de la estafa de Madoff: "No importaba a nadie mientras funcionaba y estalló cuando salió mal". El problema, añadió, no es tanto de Madoff como de la ausencia de controles: "Los ejecutivos de Wall Street están para ganar dinero, es el sector público quien tiene que poner los límites y, si no los pone, volverá a pasar". Pollin trajo a colación el derrumbe del símbolo de la economía americana, la General Motors, ahora intervenida por el Gobierno, que puso a miles de trabajadores en la calle: "La cantidad de dinero público inyectado fue mínima comparada con la inyectada a Wall Street, y no echó a nadie", dijo. "El control de la economía actual no está en el sector productivo sino en el financiero. Antes se decía que 'lo que es bueno para General Motors es bueno para América': ahora tenemos que decir que 'lo que es bueno para Wall Street es bueno para América", manifestó Pollin, que, tras la rueda de prensa, accedió a responder algunas preguntas de este periódico mediante un traductor que resumió sus respuestas: "Sé algo de español, viví cinco meses en Perú pero llevo años sin practicarlo y lo hablo muy mal".
-¿Esta es la crisis que pronosticó Carlos Marx?
-No se puede negar que Marx era un gran observador del capitalismo, del comportamiento del mercado financiero y de las crisis. Quizá esta parte del pensamiento de Marx no se aprecia suficientemente pero, cual quiera que sea la ideología, de izquierdas o de derechas, no se puede negar que sus observaciones eran muy acertadas. Marx no pronosticó que el sistema iba a colapsarse y que de ese colapso iba a surgir el socialismo, no fue tan taxativo. En su época no fue entendido porque, pese a que no disponía de todas las herramientas estadísticas de ahora, llegó a conclusiones muy acertadas, y leyendo hoy a Marx se puede aprender mucho más que leyendo al 95% de los economistas actuales.
-Ante una crisis tan profunda, ¿cuáles son los retos a los que debe enfrentarse la izquierda?
-La cuestión es qué precisa la izquierda para revivir. España tiene un gobierno que se llama a sí mismo socialista y en realidad no hace políticas socialistas, como ocurre con casi todos los gobiernos socialistas. Yo creo que en la agenda de la izquierda debe estar la regulación de los mercados financieros como uno de los asuntos básicos. En un artículo publicado en la New Left Review en 1995 yo ya denunciaba que la izquierda no tenía ningún análisis sobre este asunto; ni bueno ni malo, ninguno. Es fundamental que la izquierda se plantee la necesidad de poner los mercados financieros al servicio de la actividad productiva, del empleo y de las políticas de bienestar. En los años cuarenta, la socialdemocracia tenía dos objetivos fundamentales, el pleno empleo y el estado del bienestar. A mi juicio, estos objetivos hay que revitalizarlos y los mercados financieros deben ponerse también al servicio de esta idea. La izquierda debe pensar también en la integración global -como decía Marx, 'proletarios de todos los países, uníos'- y prestar especial atención a asuntos como la inmigración o la situación de los obreros en los países pobres. Integrar a los trabajadores de todo el mundo debe ser clave para la izquierda. La cuestión no está en nacionalizar o no. Aunque en algunos casos puede ser importante, no es el asunto principal y no resuelve todos los problemas. Aunque determinados sectores lleguen a ser públicos, va a seguir existiendo un sector privado que debe de ser regulado.
-Usted llegó a decir que si de esta crisis no salía una nueva versión de la socialdemocracia no saldría nunca.
-Efectivamente, estamos viviendo un momento histórico. En 1993, tanto yo como otros colegas, advertíamos de los problemas que se avecinaban y nadie prestó atención y ahora que el sistema está colapsado en la izquierda está calando la idea de la importancia de una regulación del sistema financiero. Esta es la oportunidad para que estas cuestiones ocupen el centro del debate. Hay gente que piensa que como Obama ganó las elecciones, la izquierda ganó y ya está. Yo tengo cierta simpatía por Obama y lo apoyé pero yo no veo que Obama represente a la izquierda. Obama puede ser presionado para que vire hacia la izquierda pero, en ese caso, lo que se necesitan son movimientos sociales fuertes que le obliguen a ese giro a la izquierda porque si no Wall Street lo hará ir a la derecha. Obama, a fin de cuentas, es un político, y un político ambicioso, e irá hacia donde le empujen.
-Usted sostenía que, cuanto más dinero recibiese Obama en la campaña electoral de agentes de Wall Street, más presionado se sentiría a la hora de gobernar.
-Wall Street dio mucho dinero a Obama durante su campaña. En su currículo figura cierto activismo en su comunidad, pero no hay que olvidar que también se encargó de cultivar determinadas relaciones en el mundo empresarial y financiero y nunca fue considerado un candidato serio hasta que tuvo el apoyo de esos sectores. Por otro lado, esto significaba que estos sectores no lo consideraban un candidato peligroso. Evidentemente, si comparamos a Obama con Bush, que a parte de ser de derechas no es muy inteligente, Obama es un presidente responsable y sabe que tiene que responder a la presión de sindicatos, movimientos sociales y a todos los sectores que lo apoyaron. Alguna gente ahora se siente un poco decepcionada y dice que se está vendiendo. Obama es un político y los políticos se venden, a veces cambian de opinión y, como político, responde a las presiones. Es un político más honesto y más inteligente que la media y no cabe duda de que siente ciertas simpatías por la izquierda, la prueba es que yo mismo estoy en el Comité para el estímulo económico y escribí parte de su programa de economía verde.
-Contra la dependencia energética, España se plantea de nuevo la energía nuclear.
-Es curioso que en España haya esa discusión, cuando en los foros que se debate la economía verde España aparece como un país puntero en el mundo en tecnología eólica con el que Estados Unidos pretende competir y se considera lejos del nivel español. Antes de invertir en nuevas centrales nucleares hay campos donde se puede actuar de inmediato para ahorrar energía y con escaso coste económico como en la eficiencia energética de edificios, apostando por el transporte público, como ya hace España, o mejorando la red eléctrica. Son actuaciones poco costosas que solucionarían el problema como una central nuclear nueva. Pero las centrales nucleares no resuelven las necesidades energéticas, tienen una vida limitada y no son seguras. Si se va a gastar tanto dinero, sería mejor apostar por soluciones permanentes e invertir en energías renovables.
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