La Reunión de Altos de Mompié

La Reunión de Altos de Mompié
Tomado de Granma

Enzo Infante Urivazo (Bruno), combatiente del 30 de Noviembre y de la lucha clandestina, era responsable nacional de Propaganda del Movimiento 26 de Julio y fue uno de los 12 compañeros y compañeras que participaron en aquella histórica reunión en la Sierra Maestra el 3 de mayo de 1958, convocada por Fidel. Enzo narra los análisis y las discusiones que allí se hicieron sobre los errores de la huelga del 9 de abril y las relaciones entre los miembros de la Dirección Nacional en el Llano y la Sierra, así como las decisiones que se adoptaron para la conducción político-militar futura de la insurrección, que implicaron la reestructuración de la Dirección Nacional del Movimiento y el cambio de cargos y responsabilidades en la mayor parte de sus miembros, así como la ratificación de la autoridad y el prestigio de Fidel, como Comandante en Jefe del Movimiento y de la lucha armada contra la tiranía


Antes de exponer a ustedes las cuestiones más relevantes que, en mi opinión, tuvo la Reunión de Mompié, quiero referirme a asuntos que pueden ayudar a la comprensión de algunas de ellas; no tanto para los compañeros combatientes que de alguna forma las conocen, sino en particular para los jóvenes y estudiantes.

No me resulta posible hablar como un compañero que simplemente estudia un hecho y luego lo expone, pues no puedo evadir mi condición de participante, y eso, aunque uno no quiera, interviene en el proceso del pensamiento, del análisis y de las valoraciones que se hacen.

En primer lugar, debe señalarse que antes de la Reunión de Mompié se habían producido, durante la lucha contra la tiranía de Batista, varias reuniones en el Movimiento 26 de Julio que alcanzaron elevada trascendencia histórica.

Entre estas pueden destacarse la celebrada en la casa marcada con el número 62 de la calle Factoría, en la Ciudad de La Habana, en junio de 1955, donde quedó establecido el nombre y constituida formalmente la organización; la ocurrida en la finca de Epifanio Díaz, en la Sierra Maestra, el 17 de febrero de 1957, donde se acordó el refuerzo con hombres y armas a la guerrilla y se aprobó un manifiesto de Fidel al pueblo de Cuba; la celebrada también en la Sierra Maestra entre el Comandante Fidel Castro, líder del Movimiento, y Armando Hart, coordinador de la Dirección Nacional, en diciembre de 1957, con motivo de la firma del Pacto de Miami, en el cual Fidel firmó en nombre de la organización la carta de denuncia de ese Pacto; y la ocurrida igualmente en la Sierra Maestra, en marzo de 1958, para analizar la posibilidad de convocar a la huelga general y donde se aprobó el Manifiesto de los 21 puntos, firmado por el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde, Fidel Castro Ruz, y por Faustino Pérez Hernández, delegado de la Dirección Nacional, dando orientaciones al pueblo.

Como vemos, tres de estas reuniones ocurrieron en la Sierra Maestra y una en La Habana.

En segundo lugar, para comprender lo que se le llamó la Sierra y el Llano, es preciso conocer el proceso de integración y desarrollo de la Dirección del Movimiento y el papel desempeñado por Fidel dentro de ella.

Desde la prisión de los moncadistas en la Isla de Pinos, la Dirección del Movimiento, todavía sin nombre, radicó allí, liderada por Fidel; mientras que Haydée Santamaría y Melba Hernández, que se hallaban en libertad, eran las responsables de la Dirección en la calle, es decir en el resto del país.

Esta circunstancia dio inicio a un modo de operar de la Dirección que continuaría después de constituido formalmente el Movimiento y la estadía de Fidel en México y en la Sierra Maestra. De ahí que la prisión y la calle, México y Cuba, la Sierra y el Llano sean los centros de actividad de la Dirección del Movimiento, concebida como centralizada y unida, la cual llevaría todos los hilos principales, con el trabajo coordinado, la armonía de criterios y la comprensión recíproca de todos sus miembros.

Después de la reunión de constitución formal, Fidel Castro, líder del Movimiento, se trasladó a México donde ya se encontraba su hermano Raúl, para organizar la expedición con la cual se proponía reiniciar la lucha armada contra la tiranía, que unida a la huelga general constituían la estrategia trazada.

En la referida Reunión se designó la Dirección que, integrada por Haydée Santamaría, Melba Hernández, Pedro Miret, Jesús Montané, Antonio López, Faustino Pérez, Pepe Suárez, Juan Manuel Márquez, Pedro Aguilera, Armando Hart y Luis Bonito, radicaría en Cuba, cuyo esfuerzo principal consistía en apoyar la futura expedición con fondos y combatientes; organizar el Movimiento en todo el país; preparar el apoyo al desembarco de los expedicionarios y realizar acciones de propaganda y agitación.

Durante todo el período de exilio en México no hubo reuniones de esta Dirección Nacional con Fidel, solo contactos personales con algunos de sus miembros, la mayoría de los cuales fueron y se quedaron para integrarse a la expedición. Fidel, por su lado, no solo se ocupaba de preparar militarmente esta, sino que dirigía y orientaba toda la actividad política y organizativa del Movimiento desde la tierra azteca. En esta etapa deja de formar parte de la Dirección en Cuba Luis Bonito, y se incorporaron Mario Hidalgo, Aldo Santamaría, Carlos Franqui y Frank País.

La primera reunión de la Dirección Nacional en la Sierra Maestra a la que nos referimos con anterioridad se llevó a cabo dos meses y medio después del desembarco y una luego de que los revolucionarios realizaron el primer combate victorioso de La Plata.

El encuentro se celebró en ocasión de la entrevista del Comandante Fidel Castro con el periodista norteamericano Herbert Matthews, del diario The New York Times, en el que se divulgó posteriormente al mundo la presencia beligerante de Fidel y sus compañeros en la Sierra Maestra, y revistió gran importancia, pues en ella se analizaron los hechos ocurridos, la situación del Movimiento, las experiencias ganadas; se ratificó la estrategia de lucha armada y huelga general, se acordó el refuerzo con hombres y armas a la guerrilla, la reorganización y el fortalecimiento del Movimiento en todo el país y aprobó un manifiesto de Fidel al pueblo de Cuba.

En aquellos momentos la guerrilla era la expresión máxima pero incipiente de la lucha armada, a la que había que fortalecer y ampliar para garantizar la vigencia de la línea y el desarrollo del aparato militar de la Revolución, pero también era necesario que la organización recaudara fondos, acopiara armas y explosivos, seleccionara nuevos combatientes, avituallara la guerrilla, realizara propaganda, sabotajes y organizara la lucha obrera, estudiantil y de sectores profesionales y de capas medias de la población, para que la insurrección popular y la huelga pudieran hacerse efectivas en su momento.

Liderados por Frank País, los miembros de la Dirección Nacional, que radicaban fuera de la Sierra Maestra, Faustino Pérez, Haydée Santamaría, Carlos Franqui y Armando Hart se dedicaron a la tarea, con el consenso de Fidel que se mantenía al frente de la guerrilla en las montañas, desde donde ejercía la dirección del Movimiento, pues la orientación política y militar de este, dependía de su talento, autoridad y prestigio.

Los trabajos organizativos iniciados a partir de aquel encuentro tuvieron expresión coherente en el proyecto que Frank País, que se desempeñaba por entonces como ejecutivo único, presentó a Fidel, en su condición de dirigente máximo, cuatro meses después, en su carta de 7 de julio de 1957, veintitrés días antes de su muerte, en la cual proponía la estructura que debían tener las direcciones nacional y provinciales del Movimiento y la participación en ellas del sector obrero y de la Resistencia Cívica; también el bosquejo de cómo se organizaría la huelga y sus respectivos comités nacional y provinciales.

Según el proyecto, la Dirección Nacional se integraba por: Coordinador y responsables de Finanzas, Acción, Propaganda, Obrero y Resistencia Cívica, más los seis coordinadores provinciales y un delegado de la Sierra Maestra (Celia), total 13 miembros. Las direcciones provinciales tendrían la misma composición: un coordinador y cinco responsables de frentes.

Esta estructura se puso en práctica tras la muerte de Frank País, bajo la dirección de Armando Hart como coordinador nacional y mantuvo su vigencia hasta la reunión de Mompié.

Mientras vivió, Frank dirigió desde Santiago de Cuba el apoyo logístico del Ejército Revolucionario de la Sierra Maestra y la reorganización del Movimiento en el resto del país, de pleno acuerdo con Fidel, las atribuciones que este le había asignado y las relaciones por correspondencia que sostenían regularmente.

Este vínculo estrecho y profundo entre lo que ya existía como realidad objetiva: la Sierra y el Llano eran posibles no solo por la comprensión que tenía Frank del curso de la guerra, del papel que en ella desempeñaba la guerrilla y el de Fidel como líder indiscutido de la Revolución, sino además, por la formidable red de comunicaciones y abastecimientos creada por Celia Sánchez desde Manzanillo, la cual facilitaba la relación.

En mi opinión, después de la muerte de Frank, este vínculo nunca fue igual.

La lucha práctica que afrontaron los combatientes, cada núcleo en su escenario, permitió a sus autores ganar experiencia y madurez sobre los métodos y medios que empleaban y los propósitos que perseguían, formándose cada uno la idea de cómo alcanzar la victoria.

Un año después del éxito de La Plata, los combatientes de la Sierra Maestra estaban convencidos de que la lucha armada directa contra el enemigo podía extenderse a otras regiones y dominar al país por esa vía, habiendo iniciado la expansión de la lucha guerrillera con la creación del II y el III Frentes, y el envío de un grupo guerrillero a operar en los llanos del río Cauto.

En tanto, los del Llano consideraban que el grado de organización alcanzado por los sectores obrero y de Resistencia Cívica y las milicias urbanas, unido a los triunfos del ejército revolucionario del Movimiento, había creado condiciones en la población para convocar la huelga general que apoyada por acciones de sabotaje técnico y de lucha armada en las ciudades acabaría por derrotar a la tiranía.

Sin proponérselo nadie, al afrontar los problemas, se fue creando una situación en la cual la Dirección Nacional resolvía toda clase de asuntos, excepto los críticos en extremo que había que consultar con Fidel, de modo que en la práctica era ella la que dirigía la organización y la lucha en todo el país, menos las operaciones militares en la Sierra Maestra. Esta situación que en ocasiones creaba incomprensiones y recelos fue abordada en la también antes señalada reunión de marzo de 1958, ocurrida en Alto de Naranjo, en la Sierra Maestra, donde se informó de los trabajos realizados por la Dirección Nacional en el Llano y se esclarecieron algunas cuestiones, acordándose actuar con mayor integración y coordinación entre esta y la de la Sierra.

Además, se decidió redactar y publicar el Manifiesto al pueblo, de fecha 12 de marzo, firmado por el Comandante Fidel Castro Ruz, en su condición de Comandante en Jefe de las Fuerzas Rebeldes, y Faustino Pérez, como delegado de la Dirección Nacional. En este documento se señala, entre otras cuestiones, el plan final de lucha que culminaría el proceso insurreccional mediante la huelga general.

Conforme a lo acordado por la Dirección Nacional en esta reunión, los compañeros del Llano convocaron la huelga en el momento que consideraron más apropiado, cuyo proceso y resultados ya fueron expuestos aquí con anterioridad.

Pero nos parece oportuno señalar que el fracaso de la huelga no solo puso en crisis la concepción de la toma del poder en las ciudades por esa vía, como sostenía la Dirección del Llano, sino que, consiguientemente, significó un aprieto para los miembros de esta, quienes la habían sustentado y puesto en práctica.

Así, fracasada la Huelga, golpeado duramente el movimiento revolucionario en las ciudades y con la Dirección del Llano en situación inconveniente, las fuerzas armadas de la tiranía preparaban, con el apoyo abierto del gobierno norteamericano, una ofensiva militar en gran escala contra el bastión más fuerte e importante que quedaba a la insurrección: el ejército revolucionario del 26 de Julio que operaba en la Sierra Maestra y en el II Frente Oriental Frank País, en un intento por liquidar la Revolución.

Se imponía tomar las medidas pertinentes para fortalecer el aparato de dirección de la organización y decidir qué hacer. Fidel Castro, como Comandante Jefe del Ejército Revolucionario del Movimiento 26 de Julio sabía lo que se proponía el enemigo y preparaba sus fuerzas para contener primero, derrotar y desalojar después de la Sierra a las tropas de la tiranía. Para eso había mandado concentrar en la Sierra a los hombres del comandante Juan Almeida, del III Frente, y a los del comandante Camilo Cienfuegos que operaban en los llanos del río Cauto, los cuales se unirían a los de las columnas I y IV, al mando de Fidel y el Che respectivamente, y a las tropas de Crescencio Pérez, para defender el alto de la Sierra, donde se encontraban la Comandancia, la Radio Rebelde, la escuela de reclutas, el hospital y las principales dependencias de que disponía su ejército.

En tanto, el comandante Raúl Castro Ruz se mantenía en su zona del II Frente y en los alrededores de Santiago de Cuba, en la Sierra de la Gran Piedra, se encontraba la Columna José Tey, formada recientemente por René Ramos Latour (Daniel), comandante en jefe de las milicias del Movimiento en el Llano, con milicianos de Santiago de Cuba que habían atacado el cuartelito de Boniato, en la madrugada del 9 de abril para apoyar la huelga, sin lograr tomarlo.

El 28 de abril, unos días antes de la reunión de Mompié, esta tropa, bajo el mando de Belarmino Castilla Mas (Aníbal), con el grado de comandante, había atacado y tomado el cuartel de Ramón de las Yaguas, en el municipio de El Caney y ocupado más de 70 armas. En aquellos momentos esta fuerza no se encontraba subordinada a ninguno de los tres frentes: el Primero y el Tercero de la Sierra Maestra comandados por Fidel Castro y Juan Almeida, ni al del II Frente Frank País, dirigido por el comandante Raúl Castro.

Algunos días después del fallido intento de huelga, Faustino Pérez y Marcelo Fernández habían acordado en La Habana que este último acudiera a la Sierra Maestra y expusiera a Fidel Castro el proceso, sus resultados y la valoración que del fracaso hacían los compañeros de la Dirección Nacional.

Yo estuve también conforme con esta idea y fui a Santiago de Cuba con Marcelo para reunirnos con Vilma Espín y con René Ramos Latour, miembros de la Dirección Nacional que radicaban en aquella ciudad, cuyos criterios y valoraciones debía tener Marcelo en cuenta para el informe que haría a Fidel.

En la casa marcada con el no. 664 de la calle General Portuondo, entre las de Moncada y Calvario, domicilio de la familia O¢ Fallon, donde Vilma se guarecía, nos reunimos con ella una mañana alrededor del 20 de abril, sin la presencia de René Ramos Latour (Daniel), quien no se encontraba en la ciudad, pues permanecía alzado en la zona de la Gran Piedra, al frente de la recién creada Columna José Tey.

Ante la ausencia de Daniel, Marcelo planteó la necesidad de su presencia en la reunión, dada su responsabilidad como miembro de la Dirección Nacional, jefe de Acción y de las milicias del Movimiento y miembro del Comité Nacional de Huelga, pues sus criterios y valoraciones eran de suma importancia. Vilma y yo coincidimos con él y se acordó que Marcelo, en su carácter de coordinador nacional, fuese hasta donde se encontraba Daniel y le convenciera de dejar el mando de la Columna a otro compañero y regresar para reasumir sus responsabilidades. Así se hizo. Marcelo fue hasta donde Daniel y al segundo día volvimos a reunirnos en el mismo lugar, ahora con la presencia de Daniel.

Marcelo volvió a leer el proyecto de informe que tenía elaborado en el que se señalaban como causas del fracaso: la falta de la debida organización de los cuadros del Movimiento, la forma sorpresiva de la convocatoria, la escasez de material bélico imprescindible, el error de considerar un papel pasivo a los obreros en la huelga y dificultades en las comunicaciones. Daniel estuvo de acuerdo, incluso en que Marcelo fuera a la Sierra a informar a Fidel.

Entonces, Vilma planteó que en su opinión Marcelo no debía ir solo y propuso que yo lo acompañara y así se decidió.

No puedo precisar con exactitud el día que Marcelo y yo fuimos de Santiago a Manzanillo en avión, por la mañana, pero debe haber sido el 23 de abril. Allí nos recogieron y llevaron a una casa donde almorzamos y esperamos hasta pasadas las cuatro de la tarde.

Luego, en un jeep Willy verde, un compañero nos trasladó a la arrocera de Poyán; y en el fondo de esta, frente a una modesta y típica casa de madera y zinc nos bajamos. Al atardecer, en una camioneta manejada por José Aljibay (Pepito), al que acompañaba un muchacho joven, hijo de la familia de la casa, al que llamaban Millo, emprendimos el viaje hacia la Sierra, en unión del compañero que nos había llevado hasta la arrocera. Pasadas las 8 de la noche llegamos a las Vegas de Jibacoa, donde se encontraban Fidel, Celia, Che, Pedrito Miret y el grupo que había venido de Costa Rica en una nave aérea, así como otros jefes rebeldes convocados por Fidel a una reunión de carácter militar.

Después de los saludos de rigor y que Fidel hubiera conversado con la otra persona que había subido con nosotros asuntos referentes al ganado que en días anteriores había sido acarreado hacia la Sierra en previsión de los abastecimientos que necesitarían la población civil y los rebeldes durante el periodo de resistencia a la ofensiva enemiga, Fidel nos invitó a participar de la reunión con los jefes militares. En esta, frente a unos mapas desplegados sobre una mesa de madera e iluminados por unos faroles, Fidel explicó la idea general de la defensa del territorio rebelde señalando los caminos de acceso y los escalones de defensa que se establecerían en cada uno, el tipo de trincheras, huecos o túneles que había que construir; el método de comunicaciones telefónicas por alambres y todo lo concerniente al sistema defensivo que se emplearía. Después expuso el tiempo que creía que duraría la campaña y dijo que tras la derrota de las tropas de la tiranía, los rebeldes invadirían el territorio del país hasta ganar la guerra. Yo, que venía del llano duramente golpeado estaba azorado oyendo todo aquello.

Me impresionó la seguridad con que Fidel hablaba y la certidumbre de que sus ideas se harían realidad. Era como si predijera lo que iba a ocurrir. Esa fue la más impactante impresión que había tenido jamás y que recordé siempre, sobre todo, meses después cuando hallándome en la prisión, nos llegaban las noticias de la invasión de Camilo y Che hacia Las Villas, primero, y el despliegue de otras columnas rebeldes, después.

Al día siguiente por la mañana, Fidel nos atendió. Dijo que no creía que el informe de Marcelo sería suficiente y que él consideraba que debía reunirse toda la Dirección Nacional. Marcelo bajó solo al otro día, portando una carta que Fidel le enviaba a Faustino y las instrucciones para convocar al resto de la Dirección. Yo me quedé allí pues no tenía objeto que bajara. Hasta que el encuentro se produjera, pedí permiso a Fidel y me fui con Húbert Matos a La Plata, donde se preparaba la defensa de la Comandancia. De allí, con un guía proporcionado por este, fui hasta Mompié el día de la reunión adonde llegué como a las doce del día. La reunión había comenzado desde temprano en la mañana y todavía se discutía sobre la huelga.

Lugar, fecha y participantes

La tertulia se llevaba a cabo en un pequeño bohío, en el Alto de Mompié, en la ya legendaria Sierra Maestra, al sur de la antigua provincia de Oriente, y duró todo el día 3 de mayo de 1958 y hasta la madrugada del día 4.

En el encuentro participaron doce personas: Fidel Castro Ruz, líder del Movimiento 26 de Julio, Comandante en Jefe del Ejército Revolucionario, de la expedición del yate Granma y del Asalto al Cuartel Moncada; los también miembros de la Dirección Nacional del Movimiento: Haydée Santamaría Cuadrado (Carín), combatiente del Moncada, del 30 de Noviembre, de la clandestinidad e integrante de la guerrilla en aquellos momentos; Faustino Pérez Hernández (Ariel), expedicionario del Granma y coordinador del Movimiento en la provincia de La Habana; René Ramos Latour (Daniel), combatiente guerrillero y clandestino, responsable nacional de Acción y comandante en jefe de las milicias del Movimiento en el Llano; Celia Sánchez Manduley (Aly), combatiente del 30 de Noviembre, de la clandestinidad y de la Sierra Maestra, responsable de Abastecimiento de la guerrilla y delegada de esta ante la Dirección Nacional del Llano; Vilma Espín Guillois (Débora), combatiente del 30 de Noviembre y de la lucha clandestina, coordinadora del Movimiento en la provincia de Oriente; Marcelo Fernández Font (Zoilo), combatiente clandestino y coordinador nacional del Movimiento; David Salvador Manso (Mario), combatiente clandestino y responsable nacional Obrero; y Enzo Infante Urivazo (Bruno), combatiente del 30 de Noviembre y de la lucha clandestina, responsable nacional de Propaganda. Además, los no miembros de la Dirección Nacional del Movimiento: Ernesto Guevara de la Serna (Che), expedicionario del Granma, combatiente guerrillero y comandante jefe de la Columna 4 del Ejército Revolucionario, Antonio Torres Chadebau (Ángel), combatiente clandestino y miembro de la Dirección Nacional Obrera del Movimiento; y Luis M. Buch Rodríguez (Mejías), combatiente clandestino y responsable de Relaciones Públicas del Movimiento en La Habana.

Principales asuntos debatidos

Según mis recuerdos y la información contenida en documentos y escritos, los asuntos principales abordados y debatidos por los integrantes de la reunión estuvieron relacionados con la huelga, las relaciones entre el Llano y la Sierra, las milicias, el estado organizativo del Movimiento, la línea a seguir, sobre la unidad, la reestructuración de la Dirección Nacional, la importancia de Radio Rebelde, el exilio y las posibilidades que ofrecía Venezuela, así como la resistencia a la ofensiva enemiga, su derrota y la extensión posterior de la guerra.

Al analizarse la huelga se señaló la falta de preparación suficiente, sobre todo del aparato del Frente Obrero Nacional (FON), que no facilitó la incorporación de otros sectores políticos a sus comités de huelga, en desconocimiento del segundo Manifiesto firmado por Fidel llamando a la unidad y declarando al FON como el organismo obrero para dirigir aquella; documento fechado el 26 de marzo, al que se le dio publicidad en todas las provincias menos en La Habana.

Se le formularon críticas a David Salvador por haber realizado enfoques e informaciones incorrectas y subestimado al movimiento obrero, por su actitud sectaria que pretendía obligar a los demás movimientos revolucionarios a seguir a la zaga del 26 de Julio, cuya aparente poderosa organización obrera se había desbaratado en el momento de la acción, en fin, por su negativa a la participación del Partido Socialista Popular (PSP) en la organización de la huelga.

A Faustino Pérez se le criticó por su falta de perspectiva al creer en la posibilidad de tomar la Capital del país por las milicias, sin valorar adecuadamente las fuerzas de la tiranía, por su concepción errónea para concebir y desencadenar la huelga, por la falta de realismo al analizar las premisas y condiciones de su preparación, por admitir la posición sectaria obrera.

A René Ramos Latour se le imputaba no solo la falta de visión que le llevó a compartir los criterios sobre la posibilidad de realizar acciones efectivas con las milicias del Llano, sino la concepción de aquellas como tropas paralelas a las de la Sierra, sin entrenamiento ni moral de combate y sin pasar por el riguroso proceso de selección de la guerrilla. Se le criticó el sistema de grados militares otorgados por él como comandante en jefe de las milicias, según el reglamento de estas implantado sin la consulta y aprobación del mando del Ejército de la Sierra. Fidel expresó que para ser comandante, un combatiente tenía que haber estado un año en campaña y no podía aceptarse la asignación de grados sin el correspondiente aval. Asimismo, señaló la falta de coordinación y subordinación de las milicias con las fuerzas guerrilleras que operaban en zonas del III Frente al mando del comandante Juan Almeida, de quien se expresó en términos muy elogiosos, comparándolo con Antonio Maceo, situación esta que creaba una dualidad de mando inaceptable e inconveniente a la dirección de las operaciones militares.

Se refirió, además, a la creación de una columna guerrillera sin consulta y consentimiento del mando del Ejército Revolucionario, la que recientemente había efectuado el ataque y toma del cuartel de Ramón de las Yaguas, con la ocupación de más de 70 armas, dirigida por el comandante Belarmino Castilla Mas (Aníbal), cuyos grados otorgados por Daniel reconoció, pero ratificó que no podían otorgarse estos grados sin la aprobación de la Comandancia de la Sierra. Hizo referencia a la distribución del armamento que se obtenía y señaló los equipos ocupados por el enemigo para la apertura de un segundo frente, lo que generó una fuerte discusión con Daniel sobre este punto.

Todas estas cuestiones abordadas en un clima tenso, demostraban la existencia de discrepancias en la Dirección Nacional, entre los elementos del Llano y los de la Sierra y la necesidad de tomar medidas para superarlas.

El tratamiento de los otros asuntos se hizo en un ambiente de menor tensión. Marcelo Fernández (Zoilo), en su carácter de coordinador nacional, informó la participación del Movimiento en la huelga en las provincias y municipios importantes, así como la situación de la organización en el Llano; y explicó sobre la Resistencia Cívica, su constitución y organización, forma de trabajo, sus componentes y su ampliación y fortalecimiento. Se valoró el trabajo del coordinador y Marcelo manifestó su disposición de aceptar cualquier determinación sobre su actuación.

Luis Buch, responsable de Relaciones Públicas del Movimiento en La Habana, que estaba al tanto de estas cuestiones, hizo un informe sobre el comité del exilio, y la posición débil de Mario Llerena, su presidente, quien al parecer tenía aspiraciones personales e interfería con Manuel Urrutia, propuesto por el Movimiento para ocupar la presidencia de la República en un futuro gobierno provisional revolucionario. Buch también informó sobre las desviaciones de grupos del Movimiento en el exilio dirigidos por Arnaldo Goenaga Barrón, Ángel Pérez Vidal y Pablo Díaz y de sus viajes a Caracas, primero con la intención de explorar las posibilidades de la emigración cubana en Venezuela de ayudar a la lucha en Cuba, y la segunda con Raúl Chibás y Manuel Urrutia quienes participaron, el 24 de febrero de 1958, de la llamada Cena de la Libertad, con motivo de la celebración del Grito de Baire, a la que asistieron personalidades revolucionarias y políticas venezolanas y exiliados dominicanos y cubanos; y en la que se recaudaron miles de bolívares para la causa de Cuba. Asimismo, habló de las grandes posibilidades de obtener recursos bélicos en Venezuela, según conversaciones sostenidas con Fabricio Ojeda, presidente de la junta patriótica que organizó la huelga general que logró derrocar al dictador Pérez Jiménez, y quien decía contar para este ofrecimiento con el consentimiento personal de Wolfgang Larrazábal, presidente de la junta de gobierno establecida en Venezuela.

Faustino Pérez informó acerca del envío de dinero por parte de los exiliados cubanos en Venezuela y expresó su opinión favorable para brindarle atención especial a la organización del Movimiento 26 de Julio en ese país, así como seguir atentamente las posibilidades de ayuda bélica que se ofrecían.

Otros asuntos fueron tratados en la medida en que se relacionaban con los planteamientos que se hacían sin que se abordaran como temas establecidos en su agenda.

Acuerdos principales adoptados

El más importante acuerdo consistió en la reestructuración de la Dirección Nacional. En lo adelante, un ejecutivo, desde la sede de la Columna Uno, en la Sierra Maestra, asumiría toda la dirección política y militar de la Revolución, a cuyo frente se encontraría Fidel Castro Ruz, designado secretario general del Movimiento y Comandante en Jefe de todas las fuerzas, incluidas las milicias.

El ejecutivo de la Dirección Nacional lo integrarían el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Faustino Pérez Hernández (Ariel), René Ramos Latour (Daniel), David Salvador Manso (Mario), los tres últimos separados de sus cargos anteriores, y Carlos Franqui (Castel).

Faustino y Daniel se reincorporarían al Ejército Rebelde con los grados de comandantes, luego que ambos entregaran los asuntos de sus respectivas responsabilidades en el Llano. Daniel debía enviar la Columna José Tey al territorio del II Frente Frank País y subordinarla al comandante Raúl Castro Ruz.

Consecuentemente, se decidió que la línea de la lucha armada directa, extendiendo la guerra hacia otras regiones para dominar el país por esa vía, sería la que se aplicaría y estaría dirigida militar y políticamente por Fidel en su doble condición. La huelga se mantenía como estrategia final y sería convocada oportunamente.

La dirección bélica de las milicias en las ciudades y de las fuerzas rebeldes en los campos quedaría unificada bajo el mando del estado mayor del Ejército Revolucionario que tendría como Comandante en Jefe a Fidel Castro y radicaría en la Sierra Maestra, desde donde trazaría los planes de acción que se desarrollarían en los campos y ciudades, para realizar un trabajo más homogéneo y eficaz. En consecuencia, los aparatos de dirección provinciales, municipales y locales del Movimiento se subordinarían a los jefes militares rebeldes en las zonas y frentes donde estos operasen.

Para dirigir específicamente la acción de milicias, el estado mayor delegaría en un comandante del Ejército Revolucionario que ostentaría el cargo de delegado nacional de Acción y que radicaría en La Habana.

Con vistas a rechazar la ofensiva de las fuerzas de la tiranía, todos debían realizar el mayor esfuerzo para hacer llegar a la Sierra Maestra armas, equipos, medicinas, ropas, botas y otros medios necesarios a los combatientes, por los canales de la organización, con la consigna: ¡Todos a rechazar la ofensiva militar de la tiranía!

Para facilitar el transporte de estos medios, se acordó permitir el tráfico por carreteras y ferrocarril a los transportes civiles, no así a los militares.

Asimismo, la Radio Rebelde sería el órgano de información principal del Movimiento, desde su sede de la Comandancia General de la Sierra Maestra y serviría no solo para divulgar las acciones militares, orientar a los militantes y al pueblo, sino también como medio de comunicaciones militares y con el exterior. Para hacerse cargo de estas tareas, Fidel orientó que se mandara a buscar a Carlos Franqui, quien se encontraba en el extranjero.

También se acordó que todo lo relacionado con el envío de armas o la decisión sobre estas, así como las relaciones exteriores del movimiento correrían por cuenta del secretario general. Relacionado con la cuestión del envío de armas, Fidel solicitó que le mandaran a Pancho González, coordinador del Movimiento en Pinar del Río, quien había traído desde México la expedición de El Corojo.

Otro acuerdo importante fue el cambio de nombre del Ejército Revolucionario del Movimiento 26 de Julio por el de Ejército Rebelde, para que los militantes de cualquiera de las organizaciones revolucionarias que luchaban contra la tiranía pudieran ingresar en sus filas, como expresión de unidad entre todos los combatientes.

Se ratificó que todos los sectores obreros tenían derecho a participar en los comités de huelga, como había sido señalado por Fidel Castro en su llamamiento del 26 de marzo de 1958 y que el Frente Obrero Nacional (FON) debía ser un organismo de unidad de todos los sectores obreros, como había sido concebido.

Respecto a la unidad con los demás sectores y grupos que combatían a Batista, se mantuvo la tesis de que debían coordinarse en la base los esfuerzos de todas las organizaciones revolucionarias, sin que por ello hubiera que constituir un organismo único, ratificándose el planteamiento de la Carta de Fidel Castro del 14 de diciembre de 1957 que dice: La Dirección Nacional está dispuesta a hablar en Cuba con los dirigentes de cualquier organización oposicionista, para coordinar planes específicos y producir hechos concretos que se estimen útiles al derrocamiento de la tiranía, lo que equivalía a decir que había que ir a la Sierra a tratar estos asuntos.

Además se decidió estudiar la posibilidad de permitir la reanudación de las actividades docentes en los planteles secundarios, previa la aprobación favorable de los dirigentes del Frente Estudiantil Nacional (FEN).

Junto al ejecutivo que radicaría en la Comandancia de la Columna Uno, en la Sierra Maestra, se acordó constituir una delegación de la Dirección Nacional con sede en Santiago de Cuba, que facilitaría las comunicaciones con las provincias, puesto que las direcciones provinciales y municipales del movimiento se mantendrían.

La delegación de la Dirección Nacional estaría formada por Marcelo Fernández Font como delegado nacional de Coordinación y los delegados nacionales de Finanzas, Manuel Suzarte Paz (Martín); Obrero, Antonio Torres Chadebau (Ángel); y de Propaganda, Arnol Rodríguez Camps (Fernando); y el de Acción, comandante Delio Gómez Ochoa (Marcos), quien radicaría en La Habana. Por su parte, el secretario general nacional del Movimiento de Resistencia Cívica (MRC) no formaría parte de la Dirección del Movimiento y estaría en contacto con la delegación y en especial con el delegado nacional de Coordinación. Las direcciones provinciales y municipales quedarían integradas como antes por: 1 coordinador y responsable de Acción, Finanzas, Obrero y Propaganda. El secretario general provincial o municipal del MRC estaría en contacto con las direcciones respectivas y en especial con los coordinadores.

Enzo Infante Urivazo (Bruno), que venía actuando como responsable nacional de Propaganda, fue designado como nuevo coordinador provincial de La Habana.

Haydée Santamaría Cuadrado (Carín), responsable nacional de Finanzas, fue designada para hacerse cargo de esta actividad en el exilio, como delegada especial del ejecutivo de la Dirección Nacional, para residir en Miami y trabajar junto a Raúl Chibás.

A Luis Buch, conocedor de las actividades del exilio, se le encomendó trasladarse con Haydée al extranjero para ayudar a esta y trabajar con Urrutia y Llerena con vistas a suavizar las relaciones entre ellos, y establecer las comunicaciones en clave entre el exilio y la Sierra Maestra.

Fidel redactaría una carta a los emigrados y exiliados reconociendo al comité del exilio como único organismo del Movimiento 26 de Julio en el exterior, con vistas a lograr la unidad y disciplina de todos.

Fidel instruyó para que Aldo Santamaría Cuadrado, recientemente liberado del presidio de Isla de Pinos, tras cumplir su condena, pasara a la Sierra Maestra para incorporarse al Ejército Rebelde.

Se encomendó al delegado nacional de Coordinación, dar a conocer los resultados y acuerdos, lo que hizo Marcelo Fernández en su Circular de Organización de 9 de mayo de 1958.

Conclusiones

La Reunión de Mompié resultó de extraordinaria importancia para el curso posterior de la lucha contra la tiranía, por los análisis y discusiones que allí se hicieron sobre los hechos del 9 de abril y las relaciones entre los miembros de la Dirección Nacional en el Llano y la Sierra; las decisiones que se adoptaron para la conducción político-militar futura de la insurrección, que implicaron la reestructuración de la Dirección Nacional del Movimiento y el cambio de cargos y responsabilidades en la mayor parte de sus miembros, así como la ratificación de la autoridad y el prestigio del Comandante Fidel Castro Ruz, como líder del Movimiento y de la lucha armada contra la tiranía.

Resultó, además, una extraordinaria lección para los revolucionarios allí congregados de cómo se analizan críticamente los problemas y errores, mediante el planteamiento crudo de estos, el razonamiento lógico y exhaustivo y la concepción amplia de las soluciones, de modo que los implicados lograran comprenderlos y admitir como justas las decisiones que se tomaron.

De ella salió el movimiento revolucionario más fortalecido, con mayor experiencia y unidad y con la perspectiva de la victoria que se obtendría ocho meses después, cuando tras extender la guerra a todo el país, el Ejército Rebelde, como vanguardia de la Revolución, logró derrotar al ejército de la tiranía, con el apoyo del pueblo, expresado en la huelga general y tomar Santiago de Cuba, Santa Clara y La Habana.

Si importancia de primer orden tuvo la reunión de Factoría 62, en La Habana, en junio de 1955, prioridad semejante cabe a la de Mompié. La primera, por propiciar la fusión de factores y voluntades para reiniciar la lucha armada final; la segunda, por haber reordenado las fuerzas y definido acertadamente el camino para alcanzar la victoria.

El Comandante Ernesto Che Guevara calificó esta Reunión como decisiva. En tanto que Faustino Pérez la definió como el análisis crítico exhaustivo y profundo de las deficiencias y errores cometidos, las decisiones y los cambios que se consideraron convenientes, la más completa disciplina y la unidad mas sólida, criterios estos que yo también comparto.


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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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