LOS ANDES SE ESTREMECEN
EEUU quiere crear y gobernar el caos en América Latina
Antonio Maira
inSurGente.- "Una guerra civil en Bolivia se extenderá rápidamente al Perú, a Ecuador, a Colombia y Venezuela, a Cuba, e inmediatamente después a toda América Latina, Centroamérica, el Caribe y México. Washington es totalmente indiferente al sufrimiento humano, y parece dispuesto a “crear el caos” para gobernar los recursos económicos y humanos del continente a su antojo. El neonazismo bushiano –que comparten McCain y, al parecer, Hillary Clinton- es, en realidad, la política común de la oligarquía que gobierna su país y el mundo sin intervención popular alguna. Hay, sin embargo, algunas diferencias importantes entre los dos modelos de dominación –el “republicano” y el “demócrata”-, y, sobre todo, de sus circunstancias. Pero también hay una terrible inercia hacia la guerra y un pánico creciente al estallido de la crisis económica dentro de los EEUU(...)".
Una guerra civil en Bolivia se extenderá rápidamente al Perú, a Ecuador, a Colombia y Venezuela, a Cuba, e inmediatamente después a toda América Latina, Centroamérica, el Caribe y México. Washington es totalmente indiferente al sufrimiento humano, y parece dispuesto a “crear el caos” para gobernar los recursos económicos y humanos del continente a su antojo. El neonazismo bushiano –que comparten McCain y, al parecer, Hillary Clinton- es, en realidad, la política común de la oligarquía que gobierna su país y el mundo sin intervención popular alguna. Hay, sin embargo, algunas diferencias importantes entre los dos modelos de dominación –el “republicano” y el “demócrata”-, y, sobre todo, de sus circunstancias. Pero también hay una terrible inercia hacia la guerra y un pánico creciente al estallido de la crisis económica dentro de los EEUU.
Bush en una versión más brutal de la política imperial que elaboró conceptos estratégicos, militares, políticos y de soberanía imperial durante la presidencia de Bill Clinton.
Nada ha dicho Condoleezza Rice que no hubiese divulgado antes Madeleine Albright. La Secretaria de Estado del presidente demócrata –un personaje clave del Consejo de Seguridad Nacional-, inventó todos los conceptos que escupió con una petulancia fascista el presidente Bush y sus responsables de política exterior y defensa: rogue states, estados fracasados, terrorismo internacional, proliferación de armas de destrucción masiva.
Ningún desprecio a la legalidad internacional ha superado a la intervención de la OTAN en el ataque a Yugoslavia -violando las resoluciones expresas del Consejo de Seguridad y las negociaciones de paz en curso-; y a la doctrina: “lo hacemos sin autorización del Consejo de Seguridad pero siguiendo el espíritu de las Naciones Unidas”, con la que Clinton y su OTAN justificaron el ataque a un país que no podía defenderse.
Bush le dio una forma más brutal al criterio de “soberanía imperial” negando toda relevancia a la ONU si no obedecía sin rechistar a los EEUU. “Las resoluciones del Consejo de Seguridad que se resistan a las intenciones y a la voluntad de Washington, no son relevantes”, repetía una y otra vez el brutal Bush, incapaz de comprender y manejar las “sutilezas” verbales del William Clinton.
Tampoco ha superado Bush el “criterio racial” de Clinton, que sonreía a los “papanatas” europeos, pero era muy capaz de matar de hambre y de enfermedades a una buena parte de toda una generación infantil de Iraq.
Niños invisibles, desde la altura civilizada de aquel presidente de los EEUU que se atrevió a definir a los “EEUU y a sus aliados de la OTAN” como “comunidad internacional” condenando a la periferia salvaje a todos los demás países del mundo, una inmensa humanidad de miles de millones de personas.
Tanto Clinton como los dos Bush jugaron a fondo la baza de la guerra.
La diferencia es que Clinton jugaba a la estrategia de “cero bajas propias” y “algunos centenares” de bajas enemigas –en realidad, las que fuesen necesarias-, bajo la forma de “daños colaterales” que pagaban preferentemente los civiles no combatientes. Bill era partidario de trasladar la responsabilidad moral a la “providencia divina”.
Clinton jugaba también al enmascaramiento del genocidio: destrucción de infraestructuras sanitarias y bombardeos continuos a Iraq durante sus ocho años de presidencia. Algunos cientos de miles de niños que endosaron la cifra estadística de “mortalidad infantil” que creció de manera espectacular durante los casi diez año de embargo y bombardeos continuos.
A Bush no le importa enterrar cadáveres por cientos de miles, y llenar Iraq de fosas comunes –multiplicando, centenares de veces, las que llevaron a la horca a Sadam Husseim.
Bush prefiere pulverizar a las víctimas entre los enormes impactos de las bombas de la aviación o de los misiles, o envolverlas en gas amarillo e incandescente del fósforo.
El presidente demócrata era un vendedor sonriente de “daños colaterales” y “golpes quirúrgicos”, que contaba con sus aliados para ocultar la ferocidad y para meter los cadáveres visibles debajo de la alfombra.
Bush ha multiplicado el ensañamiento y el terror empleando en Iraq métodos tan brutales como los empleados por los nazis en Polonia o en la Unión Soviética. Como ellos abrió campos de concentración sin trámite legal alguno. Los nazis emplearon “milicias locales” y unidades especiales –policiales o militares- de la Gestapo; Bush ha empleado masivamente mercenarios que matan por dinero y que no están sujetos a jurisdicción alguna.
Ambos compartieron el Código Hiroshima; Clinton con un puro en la boca, Bush con un cuchillo entre los dientes.
La diferencia principal entre los dos métodos de hacer la guerra está en la capacidad de resistencia de los vencidos.
Si no hubiese habido resistencia en Iraq y en Afganistán, Bush pasaría a la historia imperial del expolio como un “pacificador”, “democratizador” y “civilizador” de pueblos.
La otra diferencia es que la enorme prepotencia de la oligarquía estadounidense llevó a los “asesores pentagonales” de Bush a realizar cálculos erróneos. Los EEUU se han metido en un callejón sin salida. La vuelta atrás es inevitable pero también “inaceptable”.
La senadora Clinton repite ahora que “está dispuesta” a borrar a Irán del mapa.
Los héroes cinematográficos de los Clinton fueron, sin duda, Buch Cassidy y Sundance Kid. Ahora están con Capitán América.
El de Bush fue Rambo. Ahora es Terminator.
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