Iraq amaneció hoy sin gobierno, tras la aceptación por el Parlamento de la dimisión del primer ministro Adel Abdul-Mahdi junto con su gabinete.
Por Constitución, el presidente Barham Saleh debe ponerse de acuerdo con la bancada mayoritaria en el Congreso para designar un sustituto.
La decisión de Abdel-Mahdi obedece a la retirada de apoyo del líder religioso musulmán chiita, Ali al-Sistani.
Se pronostica un largo proceso para instalar otro gabinete, tomando en cuenta el hemiciclo iraquí de 329 asientos y fragmentado por las diversas tendencias religiosas y políticas.
Una coalición liderada por el clérigo chiita Mutaqa al-Sadr, con 54 escaños, tiene mayoría en el Congreso, pero necesitaría varias alianzas para colocar su candidato en la jefatura de Gobierno.
Otra dificultad en el proceso consiste en que el primer ministro debe ser musulmán chiita y encontrarlo, pues no solo es su confesión lo decisivo, costará trabajo a los diputados.
Y mientras, las protestas antigubernamentales siguen en desarrollo con un saldo de más de 400 civiles muertos, entre ellos una docena de agentes de seguridad.
La renuncia de Abdel-Mahdi y su gobierno, aunque bienvenida por las manifestaciones, no pondrá fin a la sublevación popular que exige un cambio total del sistema político impuesto a partir de 2003 con la invasión y ocupación de una alianza encabezada por Estados Unidos.
Desde el 1 de octubre último, miles de iraquíes protestan en las calles contra un gobierno incapaz de ofrecer prestaciones básicas (agua, electricidad, educación y atención médica), mientras que la corrupción y el saqueo se enseñorean en el escenario nacional.
tgj/arc
Por Constitución, el presidente Barham Saleh debe ponerse de acuerdo con la bancada mayoritaria en el Congreso para designar un sustituto.
La decisión de Abdel-Mahdi obedece a la retirada de apoyo del líder religioso musulmán chiita, Ali al-Sistani.
Se pronostica un largo proceso para instalar otro gabinete, tomando en cuenta el hemiciclo iraquí de 329 asientos y fragmentado por las diversas tendencias religiosas y políticas.
Una coalición liderada por el clérigo chiita Mutaqa al-Sadr, con 54 escaños, tiene mayoría en el Congreso, pero necesitaría varias alianzas para colocar su candidato en la jefatura de Gobierno.
Otra dificultad en el proceso consiste en que el primer ministro debe ser musulmán chiita y encontrarlo, pues no solo es su confesión lo decisivo, costará trabajo a los diputados.
Y mientras, las protestas antigubernamentales siguen en desarrollo con un saldo de más de 400 civiles muertos, entre ellos una docena de agentes de seguridad.
La renuncia de Abdel-Mahdi y su gobierno, aunque bienvenida por las manifestaciones, no pondrá fin a la sublevación popular que exige un cambio total del sistema político impuesto a partir de 2003 con la invasión y ocupación de una alianza encabezada por Estados Unidos.
Desde el 1 de octubre último, miles de iraquíes protestan en las calles contra un gobierno incapaz de ofrecer prestaciones básicas (agua, electricidad, educación y atención médica), mientras que la corrupción y el saqueo se enseñorean en el escenario nacional.
tgj/arc
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