El auge de las importaciones, la crisis industrial, el empresariado improductivo y el gobierno…
Por: Manuel Sutherland*
“Es fácil ver que todo el movimiento revolucionario encuentra necesariamente tanto su base empírica como científica en el desarrollo de la propiedad privada; para ser preciso de la economía. (…) Su desarrollo [economía] –producción y consumo- es el reflejo sensorial del movimiento de toda la producción, desde ahí, es decir, la realización o la realidad del hombre.”
Carlos Marx
En nuestro país crecen con vigor los ingresos petroleros. Aunque el dólar estadounidense ha sufrido una fuerte depreciación (un dólar de 1975 compra mucho más que un dólar actual), las entradas por concepto de exportación de petróleo son cuantiosas, pero no parecen reflejarse en la producción nacional de manera significativa. ¿Qué pasa con la renta petrolera que parece diluirse? ¿Puede la administración popular e incluso en el mejor de los casos, honesta, de la renta petrolera cimentar la base de la revolución socialista? Veamos.
La década de 1990 se caracterizó por precios del petróleo realmente bajos; un decenio de bajo crecimiento que apareció bajo la faz del Caracazo que sembró de incertidumbre el panorama productivo de los años subsiguientes. Siendo 2002 y 2003 años de renta baja, ya para el 2004 se experimenta un salto enorme (39% de incremento en las exportaciones) y empieza un ciclo de bonanza petrolera, con la salvedad ya mencionada con anterioridad. En el gráfico -a continuación- se muestra basado en las cifras oficiales el movimiento de las exportaciones e importaciones, destacando el período de gran crecimiento entre 2003 y 2008.
Gráfico 1: Exportaciones versus importaciones en Venezuela
Es debatible el uso que se le ha dado en nuestra historia a la renta petrolera y el afán de usarla para gastos de naturaleza improductiva. De la misma forma, es “incomprensible” la no utilización de la renta en un plan nacional de industrialización masiva que necesita el país para dejar atrás lastres tecnológicos y dependencias técnicas en los más diversos sectores. Aunque para nosotros la deuda social debe reconocerse y honrarse, la forma no estriba en la particular transferencia unilateral directa, sino en la creación de espacios productivos donde se puedan desarrollar las potencias laborales de los millones de trabajadores que pululan en nuestra tierra. La administración popular de la renta en Venezuela a través de mecanismos históricos como la ampliación del gasto público, la hipertrofia del Estado capitalista y la enorme sobrevaluación de nuestra moneda, sólo pueden avivar el rezago productivo y estimular un grotesco crecimiento de la importación en todas las esferas.
En la tabla siguiente vemos de forma resumida los datos principales del gráfico, que demuestran los altísimos porcentajes de crecimiento de las variables estudiadas en la época del boom de la renta:
Tabla 1:
El insólito crecimiento de las importaciones, no se corresponde con ninguna necesidad productiva nacional y no tiene ninguna relación con la formación bruta de capital fijo, que desde los años de 1975 viene en franco declive.
La centralidad del incremento en las importaciones del país, dividido en el sector público (importaciones de alimentos, plantas eléctricas etc.) y el empresariado (importación de bienes manufacturados y alimentarios) se deben a la sobrevaluación del tipo de cambio y a la pérdida enorme de productividad de la industria nacional, imbuida en un proceso en el cual la inversión brilla por su escasez. Así, con viejas maquinarias y costos laborales y administrativos mucho más altos que en países vecinos, la producción venezolana viene en caída libre y el gobierno a sabiendas de la incapacidad del empresariado local, ha optado por la importación directa de los bienes de consumo inmediato, cuya escasez pudiera restarle una cantidad importante de votos.
Las nacionalizaciones parciales no han tocado los resortes productivos centrales de la economía local. En su mayoría se han orientado a recompensar a la burguesía local, por maquinaria obsoleta o por empresas cuya rentabilidad (sin esclavizar a sus trabajadores) es una quimera. La poca voluntad de concentrar y centralizar de manera efectiva la propiedad industrial en un órgano de decisión que pueda nuclear las actividades de cada unidad de producción de acuerdo a un plan productivo, hace que los cambios en las empresas nacionalizadas, sean diminutos. De hecho, como en otros artículos hemos resaltado, luego de 13 años de gobierno bolivariano, al menos el 70% del PIB sigue estando (según las Cuentas Nacionales del BCV) en manos del sector privado.
La impresentable negación a abrir espacios sólidos para que la clase obrera participe en la gestión, administración y toma de decisiones en la empresa; muestra que la perspectiva que se tiene en cuanto a la “liberación de la clase obrera” mediante el dominio de sus facultades productivas, parece no estar en los planes de la dirección gubernamental, que ha preferido importar los productos más ridículamente fáciles de producir en el país, que ya hemos mencionado anteriormente: leche líquida, pollos y hasta viviendas familiares. Sin comentarios.
El rol parasitario de la burguesía local: su papel alienador e improductivo A pesar de que ha disminuido sensiblemente en número, la clase capitalista es –por lógica- más fuerte y ha consolidado su papel explotador. ¿Cómo es el mecanismo? Las tasas de productividad de la economía venezolana son muy bajas. Altos salarios (en comparación con el sudeste asiático), mercado pequeño, obsolescencia tecnológica, ser víctimas de la acumulación originaria y el atraso científico, son causantes de la baja productividad nacional y de la falta de competitividad internacional. Eso, impulsado por el uso rentístico del provento petrolero, hace que la vía expedita para que nuestros empresarios hagan fortuna sea la importación de mercancías baratas y su venta en el mercado local a altos precios.
La sobrevaluación del bolívar es una herramienta que permite al empresariado local la absorción de renta y toda clase de negocios parasitarios muy lucrativos. La baratura de las divisas es una bendición para la consolidada burguesía importadora que puede comprar mercancías baratas en el extranjero y vender caro acá. Como los dólares estadounidenses son entregados a esa élite burguesa, ésta puede comprar un DVD en 30 billetes verdes y revenderlo en Bs. 387, guardando para sí una “modesta” ganancia de 200%. Así, la burguesía se embolsilla gracias a nuestro petróleo (administrado en la economía capitalista) miles de millones de bolívares sin producir, a fuerza de especulación pura y dura. Ojo, ni siquiera hablamos de los multimillonarios negocios de compra y venta de dólares en el mercado paralelo.
Si nuestra burguesía local (venezolanos y extranjeros dueños de medios de producción y expropiadores de plusvalía en el territorio nacional) no produce casi nada y no exporta casi nada, ¿de dónde saca los dólares? Fácil, del petróleo. Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) es la que genera el 96% de las divisas que al país ingresan. Por ello, las actividades de servicios, comercio, finanzas, comunicaciones, como vías de apropiación de la riqueza petrolera, poseen valores muy altos en el PIB y están en manos de la burguesía.
En el gráfico 2 que viene continuación, se muestra (en la barra oscura) el grotesco nivel de las importaciones de bienes y servicios del empresariado local, en contraste con las míseras exportaciones privadas no petroleras (en la barra clara). En el clímax de esta desproporción, vemos que la burguesía local en el 2008 importó (sola-solita) más de 45 mil millones de dólares estadounidenses y apenas exportó cinco mil millones de dólares (cifra que bajó a 1.800 millones de dólares para el año 2010). En otros vocablos, la burguesía importa nueve veces más de lo que exporta. Su parasitismo consiste en importar barato y revender bien caro.
Gráfico 2: Datos de una burguesía improductiva, importadora y especuladora
Es evidente que cualquier esperanza en un empresario “patriótico”, productivo o que pueda aportar al progreso económico e industrial en el país, es absolutamente reaccionaria. Quienes crean en una posible colaboración productiva de esta burguesía local, a todas vistas incapaz (por sus condiciones materiales estructurales) de desarrollar las fuerzas productivas o de encabezar ciertos avances en los procesos de acumulación de capital, están creyendo en sueños imposibles y están retrasando las luchas contra la alienación y por el socialismo.
Me preguntaba una señora que estaba muy consternada al escuchar las cifras que traigo a colación, sobre el sempiterno: ¿Qué hacer? Claro, de antemano me decía: “No podemos hacer la revolución socialista, no hay capacidades para ello”. Aunque en el imaginario local se comprenda que el gobierno bolivariano no tienes las potencias facultativas para emprender la Revolución Socialista, aún se cree que la acción progresista del gobierno de parar a la ultraderecha filo fascista y distribuir con becas y asistencias sociales la renta petrolera, es suficiente para paliar los problemas estructurales que nos aquejan. Obviamente es imprescindible decir que es imposible superar problemas intrínsecos del capitalismo, sin destruir de raíz las relaciones sociales de producción que lo sostienen.
El inicio de la revolución socialista que prende las luces hacia el túnel que conduzca a la desalienación, pasa por la destrucción del papel alienante, improductivo y retardatario de nuestra burguesía local. Eso sólo se puede lograr abrogando de tajo el poder económico-político de la clase capitalista, o sea, revirtiendo el proceso de alienación que consolidó el poder explotador de la clase capitalista que a diario nos expolia.
¿Qué hacer? Dos medidas necesarias
Aunque el panorama luzca lúgubre, hay un par de acciones interesantes que se podrían llevar a cabo con inteligencia y voluntad política, que podría permitir plantearse un posible salto cuantitativo de gran importancia en la solución de problemas acuciantes como: La producción y la Industrialización planificada. Debatir sobre estas dos medidas administrativas nos podría dar algunas luces en relación a políticas económicas realmente efectivas. Tenemos:
1. Concentración y centralización de toda la propiedad estatal por ramas productivas, bajo dirección y planificación democrática. Allí los obreros estatales bajo la impronta científica de un plan, tendrían un papel central en la toma de decisiones de las empresas. Decimos, ¿Es eficiente y eficaz que haya varias productoras y distribuidoras de alimentos…en vez de una sola?
2. Construir una CENTRAL ÚNICA DE IMPORTACIÓN, a la cual deban acudir todas las personas naturales y jurídicas para realizar los trámites de importación bajo este ente único, que podría realizar compras a escala (obtener mejores precios), abaratar las importaciones (destruir el fraude con la importación de cajas vacías con dólares CADIVI) y a la vez cobrar impuestos diferenciados que permitan ganar dinero para la inversión productiva en bienes de consumo superior y abaratar mercancías de primera necesidad para la población.
Sobre estas medidas escribiremos con mayor detalle en estos días.
PD: Buena parte de este análisis se encuentra en mi libro: La Alienación en el trabajo, La esclavitud asalariada, que trata de éste y otros temas, desde una perspectiva dialéctica y materialista. Libro de edición propia, se vende por pedido y en cineforos, conferencias y actividades de formación política.
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Asociación Latinoamericana de Economía Política Marxista (ALEM)
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