Ganadores y perdedores de las protestas en Rusia
Por: Pável Priánikov,
RIA Novosti
El pasado 10 de marzo acabó toda una serie de acciones de protesta organizadas por la oposición rusa.
Tras ello, los “descontentos” se tomaron una pausa hasta principios de mayo. Es hora por lo tanto de hacer balance de quiénes salieron ganando y perdiendo de los mítines en cuestión.
El principal resultado de las protestas callejeras, llevadas a cabo entre diciembre de 2011 y marzo de 2012 fue la aprobación por parte del ya presidente saliente, Dmitri Medvédev, de un conjunto de propuestas relativas a la reforma del sistema político. Una de las innovaciones clave será la simplificación de los requisitos de registro de los partidos políticos.
Para entrar en el círculo de los partidos oficialmente inscritos, los grupos políticos aspirantes deberán tener entre 500 y 10.000 militantes, como mínimo. El número exacto todavía se desconoce, pero en todo caso será considerablemente inferior a los actuales 50.000 miembros.
Otra posible innovación liberal sería la elección directa de los gobernadores de provincias, así como de los miembros del Consejo de la Federación, encontrándose todavía ambos cambios en la etapa de elaboración.
Al mismo tiempo, la “temporada invernal de protestas” trajo sus frutos personalmente a algunos de sus protagonistas. Entre ellos hay ganadores, perdedores y gente cuya posición no sufrió modificaciones algunas.
Y los ganadores son...
Los principales beneficiarios de las protestas del pasado invierno son los organizadores de los mítines, Vladimir Ryzhkov, Boris Nemtsov y el exprimer ministro de Rusia, Mijaíl Kasiánov, que se mantiene a la sombra de sus compañeros de oficio, pero no por ello deja de ser un importante miembro del equipo.
Tenían, sin lugar a dudas, mucho que disputar a sus aliados de la Liga de Electores y a los numerosos comités organizadores. Basta con acordarse de cómo consiguieron desplazar del liderazgo de las protestas al nacionalista Maxim Martsinkévich, que por cierto ganó vía Facebook la votación popular. Se formularon unas condiciones especiales de la celebración de mítines, lo que forzó a retirarse a Eduard Limónov. Y se le privó del voto al antiguo aliado y en la actualidad rival político Vladimir Mílov, líder del movimiento Elección Democrática.
Esta lucha se desató por el futuro “del principal partido en la oposición”. Además, Ryzhkov y Nemtsov se ganaron la atención del presidente Medvédev y la victoria no tardó en traer ventajas reales: Dmitri Medvédev emplazó al Ministerio de Justicia a “argumentar para el 15 de marzo la renuncia de registro expedida al Partido PARNAS”.
De este modo, solo uno de los partidos pequeños que aspiran a integrarse en la primera línea de la vida política del país, pudo gozar de la atención personal del presidente.
Todo parece indicar que PARNAS (Partido de la Libertad Popular), participará junto con los partidos ya establecidos en las próximas elecciones a la Duma de Estado (Cámara Baja del Parlamento ruso) y en las otros comicios que son en realidad los terceros en importancia en el país: los del Ayuntamiento capitalino, la Duma de Moscú, que se celebrarán en 2014.
Estas elecciones serán también muy importantes para Mijaíl Prójorov, otro beneficiario de las acciones de protesta del pasado invierno, quien consiguió llevar con suma destreza su campaña de 4 meses de duración, sin hacer rabiar al Kremlin ni a las masas en protesta. Los mítines rubricaron su estatus de político principiante. Cayeron en el olvido sus participaciones en subastas de dudoso carácter de los años 90 del siglo pasado, sus vergonzosas aventuras en el balneario francés de Courchevel y demás escándalos. Y aquí lo tenemos, subido a la misma tribuna que aquellas personas que hace años exigían “someterlo a un juicio social”.
Tanto sus correligionarios de las filas de la oposición como los politólogos se precipitaron a declarar el porcentaje reunido por Prójorov, un 8% y casi y el tercer lugar, como muy satisfactorio. Sin embargo, no hubo ningún milagro, el magnate simplemente disfrutó de los votos emitidos por los partidarios de Grigori Yavlinski, los de los electores moderadamente liberales que habían votado en las elecciones parlamentarias a Rusia Justa y algún porcentaje minúsculo de los votantes de Causa Justa.
Las elecciones de la pasada década demostraron que entre el 7% y el 9% del electorado apoyan infaliblemente a los liberales. De haber participado en los comicios Grigori Yavlinski, descalificado por la Comisión Electoral Central por irregularidades en la recogida de firmas, Prójorov habría ganado dos o tres veces menos votos, consiguiendo el penúltimo lugar de todos los candidatos.
De modo que la victoria de Mijaíl Prójorov no es definitiva, todavía le tocará la difícil lucha contra otros representantes del bando liberal, Yavlinski, Nemtsov, Causa Justa... Y posteriormente deberá demostrar su potencial político en las elecciones al Ayuntamiento de la capital.
Otro ganador de las protestas es Sergei Udaltsov, quien logró pasar de ser un activista callejero y marginal a una importante parte de la imagen del Partido Comunista de Rusia y una figura independiente que es honrada en ocasiones con reuniones personales con el presidente del país.
Es posible que el movimiento Frente de los Trabajadores de Rusia (ROT Front), liderado por Udaltsov, también llegue a ser un partido oficialmente registrado. En todo caso, en la reunión con Medvédev se le presentó como “coordinador del ROT Front”.
Decían las malas lenguas que esta agrupación de extrema izquierda sería legalizada para poder arrebatarle al Partido Comunista (PC) a sus electores más radicales y no faltó quienes vieron en Udaltsov al sucesor del líder del PC, Guennadi Ziugánov.
Los que no sacaron nada
En el seno de la oposición no oficial muchos califican las actividades del Gobierno como “régimen sangriento”. Sin embargo, ninguno de estos amantes de desenmascarar a las autoridades ha sufrido persecución propia de un régimen sangriento. Más bien al contrario, si analizamos la composición del Comité Organizador desde sus inicios hasta el día de hoy, llegaremos a la conclusión de que el régimen actual del país es muy pacifista: ningún promotor de las protestas perdió su puesto de trabajo ni fue enviado a la cárcel.
Más aún, se les invita a las cadenas estatales y se los transforma en personajes de moda. En otras palabras, todo sigue como estaba.
Y en el mejor de los casos la parte liberal de los descontentos podría contar con un sitio en la estructura burocrática del partido de Mijaíl Prójorov que parece estar a punto de nacer. En ese caso su presencia en la tribuna ante el frío resultará ser una buena inversión en el futuro político.
También hubo perdedores
En primer lugar, perdieron aquellos que intentaron imponer sus condiciones al Comité Organizador. Por sus intentos de implantar principios democráticos en las actividades del 'Politburó liberal' se les negó el acceso a este “grupo selecto”.
Fue eso lo que echó a perder al belicoso escritor Eduard Limónov, quien en diciembre exigía que los mítines se organizaran más cerca del Kremlin y se dedicaba a promover diálogo en el Comité Organizador. Fue en vano. Como resultado, fue en todos los sentidos desplazado a un margen de la calle. A los miembros de su organización Otra Rusia no les queda otra opción que seguir acudiendo con puntualidad todos los últimos días del mes a la Plaza Triunfálnaya y acabar dispersados con violencia por los policías.
Perdieron también los numerosos grupos nacionalistas que buscaban legalizar su estatus. Cedieron ante la presión del Comité Organizador, hacia el que anteriormente habían emitido venenosas críticas. Y suprimiendo en los nombres de sus organizaciones el obligatorio adjetivo “ruso”, pasaron a llamarse “nacional-demócratas”, suspendiendo temporalmente la persecución de sus enemigos declarados, los antifascistas.
La maniobra no dio los resultados deseados. Primero el Comité Organizador descartó a los representantes más radicales, liderados por el arriba mencionado Maxim Martsinkévich. Posteriormente, tomó la decisión de no incluir en la lista oficial de los presos políticos, entregada al presidente Medvédev, algunos “ídolos” de los nacionalistas, por ejemplo, Nikita Tíjonov y Evguenia Jasis, acusados de haber asesinado al abogado de los antifascistas Stanislav Markélov y a la periodista Anastasia Babúrova.
En el último mitin, celebrado en la calle Nuevo Arbat, a los representantes del bando nacionalista no siquiera se les concedió palabra, muestra inequívoca de que el Comité Organizador iba a prescindir de ellos.
De modo que los nacionalistas acabaron al margen de la vida política del país, en el nivel más bajo de la oposición no oficial, rechazados tanto por los descontentos mejor establecidos como por las autoridades.
A ninguno se le invitó a la reunión con el presidente Dmitri Medvédev ni a entrevistas de las cadenas principales. Sus “presos políticos” se siguen considerando simples asesinos. El Artículo 282 del Código Penal, que estipula condena por actividades extremistas y al que los nacionalistas se suelen referir como “Artículo ruso” y usarlo para medir el grado de la dedicación a su causa, no fue suprimido. Al mismo tiempo, parte de sus partidarios más radicales está indignada por su cooperación con los “enemigos de Rusia”.
Las protestas callejeras radicales también salieron perdiendo. El proceso judicial iniciado por el caso del grupo punk Pussy Riot en realidad es muy significativo. La prisión preventiva y una posible condena a hasta 7 años por una acción de mal gusto de gente no demasiado inteligente ni demasiado educada ofrecen una dramático contraste con un caso casi similar conocido bajo el nombre de “caso Samodúrov y Eroféev”. Hace cinco años organizaron una exposición que ofendía los sentimientos de los cristianos. Sin embargo, se les aplicó la “fórmula blanda” del Artículo 282 y únicamente se les impusieron multas.
El caso Pussy Riot es un aviso a la oposición no oficial de que a partir de ahora solo se podrá protestar en fechas y sitios acordados y bajo la dirección de determinados líderes. Salirse de estos límites equivaldrá a buscarse problemas, de modo que esta gente sólo tiene dos opciones: someterse al Comité Organizador o a la presión de los órganos de mantenimiento de orden público y de la Justicia.
Por: Pável Priánikov,
RIA Novosti
El pasado 10 de marzo acabó toda una serie de acciones de protesta organizadas por la oposición rusa.
Tras ello, los “descontentos” se tomaron una pausa hasta principios de mayo. Es hora por lo tanto de hacer balance de quiénes salieron ganando y perdiendo de los mítines en cuestión.
El principal resultado de las protestas callejeras, llevadas a cabo entre diciembre de 2011 y marzo de 2012 fue la aprobación por parte del ya presidente saliente, Dmitri Medvédev, de un conjunto de propuestas relativas a la reforma del sistema político. Una de las innovaciones clave será la simplificación de los requisitos de registro de los partidos políticos.
Para entrar en el círculo de los partidos oficialmente inscritos, los grupos políticos aspirantes deberán tener entre 500 y 10.000 militantes, como mínimo. El número exacto todavía se desconoce, pero en todo caso será considerablemente inferior a los actuales 50.000 miembros.
Otra posible innovación liberal sería la elección directa de los gobernadores de provincias, así como de los miembros del Consejo de la Federación, encontrándose todavía ambos cambios en la etapa de elaboración.
Al mismo tiempo, la “temporada invernal de protestas” trajo sus frutos personalmente a algunos de sus protagonistas. Entre ellos hay ganadores, perdedores y gente cuya posición no sufrió modificaciones algunas.
Y los ganadores son...
Los principales beneficiarios de las protestas del pasado invierno son los organizadores de los mítines, Vladimir Ryzhkov, Boris Nemtsov y el exprimer ministro de Rusia, Mijaíl Kasiánov, que se mantiene a la sombra de sus compañeros de oficio, pero no por ello deja de ser un importante miembro del equipo.
Tenían, sin lugar a dudas, mucho que disputar a sus aliados de la Liga de Electores y a los numerosos comités organizadores. Basta con acordarse de cómo consiguieron desplazar del liderazgo de las protestas al nacionalista Maxim Martsinkévich, que por cierto ganó vía Facebook la votación popular. Se formularon unas condiciones especiales de la celebración de mítines, lo que forzó a retirarse a Eduard Limónov. Y se le privó del voto al antiguo aliado y en la actualidad rival político Vladimir Mílov, líder del movimiento Elección Democrática.
Esta lucha se desató por el futuro “del principal partido en la oposición”. Además, Ryzhkov y Nemtsov se ganaron la atención del presidente Medvédev y la victoria no tardó en traer ventajas reales: Dmitri Medvédev emplazó al Ministerio de Justicia a “argumentar para el 15 de marzo la renuncia de registro expedida al Partido PARNAS”.
De este modo, solo uno de los partidos pequeños que aspiran a integrarse en la primera línea de la vida política del país, pudo gozar de la atención personal del presidente.
Todo parece indicar que PARNAS (Partido de la Libertad Popular), participará junto con los partidos ya establecidos en las próximas elecciones a la Duma de Estado (Cámara Baja del Parlamento ruso) y en las otros comicios que son en realidad los terceros en importancia en el país: los del Ayuntamiento capitalino, la Duma de Moscú, que se celebrarán en 2014.
Estas elecciones serán también muy importantes para Mijaíl Prójorov, otro beneficiario de las acciones de protesta del pasado invierno, quien consiguió llevar con suma destreza su campaña de 4 meses de duración, sin hacer rabiar al Kremlin ni a las masas en protesta. Los mítines rubricaron su estatus de político principiante. Cayeron en el olvido sus participaciones en subastas de dudoso carácter de los años 90 del siglo pasado, sus vergonzosas aventuras en el balneario francés de Courchevel y demás escándalos. Y aquí lo tenemos, subido a la misma tribuna que aquellas personas que hace años exigían “someterlo a un juicio social”.
Tanto sus correligionarios de las filas de la oposición como los politólogos se precipitaron a declarar el porcentaje reunido por Prójorov, un 8% y casi y el tercer lugar, como muy satisfactorio. Sin embargo, no hubo ningún milagro, el magnate simplemente disfrutó de los votos emitidos por los partidarios de Grigori Yavlinski, los de los electores moderadamente liberales que habían votado en las elecciones parlamentarias a Rusia Justa y algún porcentaje minúsculo de los votantes de Causa Justa.
Las elecciones de la pasada década demostraron que entre el 7% y el 9% del electorado apoyan infaliblemente a los liberales. De haber participado en los comicios Grigori Yavlinski, descalificado por la Comisión Electoral Central por irregularidades en la recogida de firmas, Prójorov habría ganado dos o tres veces menos votos, consiguiendo el penúltimo lugar de todos los candidatos.
De modo que la victoria de Mijaíl Prójorov no es definitiva, todavía le tocará la difícil lucha contra otros representantes del bando liberal, Yavlinski, Nemtsov, Causa Justa... Y posteriormente deberá demostrar su potencial político en las elecciones al Ayuntamiento de la capital.
Otro ganador de las protestas es Sergei Udaltsov, quien logró pasar de ser un activista callejero y marginal a una importante parte de la imagen del Partido Comunista de Rusia y una figura independiente que es honrada en ocasiones con reuniones personales con el presidente del país.
Es posible que el movimiento Frente de los Trabajadores de Rusia (ROT Front), liderado por Udaltsov, también llegue a ser un partido oficialmente registrado. En todo caso, en la reunión con Medvédev se le presentó como “coordinador del ROT Front”.
Decían las malas lenguas que esta agrupación de extrema izquierda sería legalizada para poder arrebatarle al Partido Comunista (PC) a sus electores más radicales y no faltó quienes vieron en Udaltsov al sucesor del líder del PC, Guennadi Ziugánov.
Los que no sacaron nada
En el seno de la oposición no oficial muchos califican las actividades del Gobierno como “régimen sangriento”. Sin embargo, ninguno de estos amantes de desenmascarar a las autoridades ha sufrido persecución propia de un régimen sangriento. Más bien al contrario, si analizamos la composición del Comité Organizador desde sus inicios hasta el día de hoy, llegaremos a la conclusión de que el régimen actual del país es muy pacifista: ningún promotor de las protestas perdió su puesto de trabajo ni fue enviado a la cárcel.
Más aún, se les invita a las cadenas estatales y se los transforma en personajes de moda. En otras palabras, todo sigue como estaba.
Y en el mejor de los casos la parte liberal de los descontentos podría contar con un sitio en la estructura burocrática del partido de Mijaíl Prójorov que parece estar a punto de nacer. En ese caso su presencia en la tribuna ante el frío resultará ser una buena inversión en el futuro político.
También hubo perdedores
En primer lugar, perdieron aquellos que intentaron imponer sus condiciones al Comité Organizador. Por sus intentos de implantar principios democráticos en las actividades del 'Politburó liberal' se les negó el acceso a este “grupo selecto”.
Fue eso lo que echó a perder al belicoso escritor Eduard Limónov, quien en diciembre exigía que los mítines se organizaran más cerca del Kremlin y se dedicaba a promover diálogo en el Comité Organizador. Fue en vano. Como resultado, fue en todos los sentidos desplazado a un margen de la calle. A los miembros de su organización Otra Rusia no les queda otra opción que seguir acudiendo con puntualidad todos los últimos días del mes a la Plaza Triunfálnaya y acabar dispersados con violencia por los policías.
Perdieron también los numerosos grupos nacionalistas que buscaban legalizar su estatus. Cedieron ante la presión del Comité Organizador, hacia el que anteriormente habían emitido venenosas críticas. Y suprimiendo en los nombres de sus organizaciones el obligatorio adjetivo “ruso”, pasaron a llamarse “nacional-demócratas”, suspendiendo temporalmente la persecución de sus enemigos declarados, los antifascistas.
La maniobra no dio los resultados deseados. Primero el Comité Organizador descartó a los representantes más radicales, liderados por el arriba mencionado Maxim Martsinkévich. Posteriormente, tomó la decisión de no incluir en la lista oficial de los presos políticos, entregada al presidente Medvédev, algunos “ídolos” de los nacionalistas, por ejemplo, Nikita Tíjonov y Evguenia Jasis, acusados de haber asesinado al abogado de los antifascistas Stanislav Markélov y a la periodista Anastasia Babúrova.
En el último mitin, celebrado en la calle Nuevo Arbat, a los representantes del bando nacionalista no siquiera se les concedió palabra, muestra inequívoca de que el Comité Organizador iba a prescindir de ellos.
De modo que los nacionalistas acabaron al margen de la vida política del país, en el nivel más bajo de la oposición no oficial, rechazados tanto por los descontentos mejor establecidos como por las autoridades.
A ninguno se le invitó a la reunión con el presidente Dmitri Medvédev ni a entrevistas de las cadenas principales. Sus “presos políticos” se siguen considerando simples asesinos. El Artículo 282 del Código Penal, que estipula condena por actividades extremistas y al que los nacionalistas se suelen referir como “Artículo ruso” y usarlo para medir el grado de la dedicación a su causa, no fue suprimido. Al mismo tiempo, parte de sus partidarios más radicales está indignada por su cooperación con los “enemigos de Rusia”.
Las protestas callejeras radicales también salieron perdiendo. El proceso judicial iniciado por el caso del grupo punk Pussy Riot en realidad es muy significativo. La prisión preventiva y una posible condena a hasta 7 años por una acción de mal gusto de gente no demasiado inteligente ni demasiado educada ofrecen una dramático contraste con un caso casi similar conocido bajo el nombre de “caso Samodúrov y Eroféev”. Hace cinco años organizaron una exposición que ofendía los sentimientos de los cristianos. Sin embargo, se les aplicó la “fórmula blanda” del Artículo 282 y únicamente se les impusieron multas.
El caso Pussy Riot es un aviso a la oposición no oficial de que a partir de ahora solo se podrá protestar en fechas y sitios acordados y bajo la dirección de determinados líderes. Salirse de estos límites equivaldrá a buscarse problemas, de modo que esta gente sólo tiene dos opciones: someterse al Comité Organizador o a la presión de los órganos de mantenimiento de orden público y de la Justicia.
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