El despertar: indignarse, pero ¿cómo?
El movimiento de resistencia contra el desmantelamiento del Estado de bienestar se originó en Europa, pero se ha extendido a todos los continentes y está a punto de emerger en México.
Stéphane Hessel, pensador de 93 años, conmovió a millones con una sola palabra: ¡indígnense! Su requisitoria está dirigida a la clase media europea surgida después de la Segunda Guerra Mundial cuyos derechos están amenazados por la codicia sin límites de las elites financieras. En México, los gobiernos siempre han estado acotados por oligarquías. Nunca hemos gozado de un verdadero estado de bienestar. Nuestra indignación deviene del empeoramiento de una forma de vida, de una decadencia que se agrava cada día.
El movimiento de los indignados tiene una clara originalidad. No es una iniciativa revolucionaria. Es radicalmente no violento y democrático. En México tendría una versión pacífica y aunque no sería en el primer momento electoral podría animarse y fortalecerse por la politización inevitable de la contienda por la Presidencia de la República.
En Europa y en Estados Unidos las luchas de resistencia tienen poderosos antecedentes. En México no se había presentado. La resistencia y la organización popular son una respuesta a la permanencia de un régimen corrupto heredero del viejo PRI y usufructuado por éste, por el PAN y por grupos, partidos y corrientes oligárquicas.
Hasta hoy la indignación de los mexicanos no se ha manifestado en la ocupación masiva de los espacios públicos. La forma en que emerge es la de una organización popular que crece en forma silenciosa y astuta en todo el país, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, y que apuesta, como lo sostiene Armando Bartra, a democratizar la democracia, a convertir a la democracia en un instrumento del bienestar colectivo y la redistribución del ingreso.
Además de esta fuerza política han aparecido otros movimientos de indignación colectiva ante la ineptitud del gobierno para enfrentar el empobrecimiento, la violencia y los abusos. El movimiento de Javier Sicilia es muy interesante. También la de empresarios y profesionistas de Coahuila que exigen la anulación de los créditos con los Bancos para hacerle frente a la deuda multimillonaria (casi 34 mil millones) que les dejó Humberto Moreira. También lo son las redes sociales que se organizan para frenar la voracidad de Televisa y sus ataques a los derechos a la información y la libre expresión. Y su capacidad para presionar y chantajear a instituciones.
Pero como Hessel advirtió, la indignación no será suficiente, tampoco las manifestaciones espectaculares, se requiere para que puedan triunfar estas iniciativas que sus adherentes se comprometan y, sobre todo, que se organicen. Sin comprometerse, organizarse y conectarse este impulso radical y pacífico, tan necesario para todos se estancaría y sería manipulado.
(Tomado de La Jornada)
El movimiento de resistencia contra el desmantelamiento del Estado de bienestar se originó en Europa, pero se ha extendido a todos los continentes y está a punto de emerger en México.
Stéphane Hessel, pensador de 93 años, conmovió a millones con una sola palabra: ¡indígnense! Su requisitoria está dirigida a la clase media europea surgida después de la Segunda Guerra Mundial cuyos derechos están amenazados por la codicia sin límites de las elites financieras. En México, los gobiernos siempre han estado acotados por oligarquías. Nunca hemos gozado de un verdadero estado de bienestar. Nuestra indignación deviene del empeoramiento de una forma de vida, de una decadencia que se agrava cada día.
El movimiento de los indignados tiene una clara originalidad. No es una iniciativa revolucionaria. Es radicalmente no violento y democrático. En México tendría una versión pacífica y aunque no sería en el primer momento electoral podría animarse y fortalecerse por la politización inevitable de la contienda por la Presidencia de la República.
En Europa y en Estados Unidos las luchas de resistencia tienen poderosos antecedentes. En México no se había presentado. La resistencia y la organización popular son una respuesta a la permanencia de un régimen corrupto heredero del viejo PRI y usufructuado por éste, por el PAN y por grupos, partidos y corrientes oligárquicas.
Hasta hoy la indignación de los mexicanos no se ha manifestado en la ocupación masiva de los espacios públicos. La forma en que emerge es la de una organización popular que crece en forma silenciosa y astuta en todo el país, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, y que apuesta, como lo sostiene Armando Bartra, a democratizar la democracia, a convertir a la democracia en un instrumento del bienestar colectivo y la redistribución del ingreso.
Además de esta fuerza política han aparecido otros movimientos de indignación colectiva ante la ineptitud del gobierno para enfrentar el empobrecimiento, la violencia y los abusos. El movimiento de Javier Sicilia es muy interesante. También la de empresarios y profesionistas de Coahuila que exigen la anulación de los créditos con los Bancos para hacerle frente a la deuda multimillonaria (casi 34 mil millones) que les dejó Humberto Moreira. También lo son las redes sociales que se organizan para frenar la voracidad de Televisa y sus ataques a los derechos a la información y la libre expresión. Y su capacidad para presionar y chantajear a instituciones.
Pero como Hessel advirtió, la indignación no será suficiente, tampoco las manifestaciones espectaculares, se requiere para que puedan triunfar estas iniciativas que sus adherentes se comprometan y, sobre todo, que se organicen. Sin comprometerse, organizarse y conectarse este impulso radical y pacífico, tan necesario para todos se estancaría y sería manipulado.
(Tomado de La Jornada)
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