El Departamento de Estado deja sin trabajo a bloguero que citó a Wikileaks

El Departamento de Estado deja sin trabajo a bloguero que citó a Wikileaks
Por: Peter Van Buren

Tom Dispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El mismo día en el que más de 250.000 cables no censurados del Departamento de Estado se esparcieron por Internet, por primera vez en los 23 años que llevo de carrera en el Departamento del Estado, fui interrogado por su Buró de Seguridad Diplomática (DS por sus siglas en inglés) y me dijeron que me investigaban por haber revelado presuntamente información confidencial.
¿La evidencia de mi crimen? Un artículo del mes anterior en mi blog que incluía un enlace a un documento de WikiLeaks que ya estaba disponible en otros sitios web.

Mientras estábamos sentados en una pequeña habitación gris, sin ventanas, resplandeciente con un espejo unidireccional, múltiples cámaras montadas en el techo y barras de hierro en la mesa a las cuales se podían sujetar esposas, los dos agentes del DS declararon que la inclusión de ese enlace equivalía a revelar material confidencial. En otras palabras, un enlace a un documento colgado por no se sabe quién en un sitio público en la web disponible en este momento para cualquier persona del mundo, equivalía legalmente a robar un informe de Secreto Máximo, ocultarlo bajo mi abrigo, y entregarlo a un espía chino en un callejón oscuro.

Los agentes quisieron saber quién podía estar colaborando en mi blog (”¡Denos nombres!”), si había donado algún dinero a cuenta de mi futuro libro sobre mi excéntrica tarea de un año del Departamento de Estado en una base militar avanzada en Iraq, y si fuera así a qué obras benéficas, los detalles de mi contrato con mi editor, cuánto dinero (si alguno) me había pagado, y -a propósito- si había “trasferido” de otra manera información clasificada.

¿Había, preguntaron, abierto el sitio de WikiLeaks en casa en mi propio tiempo, en mi propio ordenador? Cada texto en un blog, cada texto en Facebook y cada Tweet de cada empleado del Departamento de Estado, me dijeron, debía ser aprobado previamente por el Departamento antes de su “publicación”. Luego volvieron a convocarme para una segunda entrevista de 90 minutos, diciendo que mi negativa a responder preguntas llevaría a mi despido, no importa la Quinta (o la Primera) Enmienda.

¿Por qué yo? No es que el Buró de Seguridad Diplomático tenga suficiente personal o interés como para monitorear los cientos de blogs, los miles de envíos, y los millones de tweets de personal del Servicio Exterior. La respuesta se encuentra indudablemente en mi nuevo libro: We Meant Well: How I Helped Lose the Battle for the Hearts and Minds of the Iraqi People [Teníamos buenas intenciones: Cómo ayudé a perder la batalla por los corazones y las mentes del pueblo iraquí]. Es obvio que su retrato desnudo de los esfuerzos del Departamento de Estado y de EE.UU. en el trabajo en Iraq ha enojado a alguien, a pesar de que una parte del Departamento aprobó el libro según los procedimientos de aprobación internos hace unos 13 meses. Pasé un año en Iraq dirigiendo un Equipo de Reconstrucción Provincial del Departamento de Estado (PRT) y desgraciadamente sé exactamente de lo que estoy hablando. Que el DS monitoree mi blog es como si un policía de un pequeño poblado detuviera al lado del camino a cada conductor africano-estadounidense: persecución vengativa, selectiva. “Más vale que tengas cuidado aquí”, “oye”, “porque vamos a dar un ejemplo a tu clase de gente”.

Por estúpido que parezca, acusaciones semejantes tienen mucho peso si uno trabaja para el gobierno. El DS puede suspender unilateralmente, y sin ningún derecho a apelación o análisis, tu aprobación de seguridad, y desde todo punto de vista terminar con tu carrera. Los agentes que me interrogaron me recordaron exactamente eso, así como el potencial de enjuiciamiento criminal, y todo por un enlace a un sitio en la web, nada más.

Añadieron también que incluso escribir sobre el interrogatorio que sufrí, como lo estoy haciendo ahora, podría convertirse en acusaciones de “interferencia con una investigación gubernamental”. Etiquetaron documentos de rutina utilizados en mi interrogatorio como “Confidenciales de mantenimiento del orden” para castigarme si los colocaba en línea. ¿Quién sabe en qué medida semejantes cosas pequeñas pueden amenazar realmente la seguridad de EE.UU.? ¿Son tan peligrosas estas palabras, o es tan frágil nuestra nación como para que una crítica legítima se convierta en un delito a mano armada?

Pensemos un poco en este asunto de la revelación de información clasificada, incluso si el Departamento de Estado no lo hace. Cada sitio web incluye enlaces a otros sitios. Así funciona la web. Si uno incluye un enlace, digamos, a un artículo de CNN sobre Libia, uno no está “revelando” esa información, ya está allí. Uno solo dice: “Échele un vistazo a esto”. Es como recomendar un artículo de interés en el periódico al sujeto que va sentado a tu lado en el autobús. (Hay que tener cuidado, sin embargo, si es un artículo del New York Times o del Washington Post. Podría citar algo de WikiLeaks y podrías estar poniendo en peligro la seguridad nacional.)

Seguridad en el Departamento de Estado: hamburguesas y barro
La seguridad y el Departamento de Estado son tan compatibles como las hamburguesas y el barro. Con el paso de los años, el Departamento ha filtrado como un zapato viejo. Una de las violaciones más divertidas de la seguridad tuvo lugar cuando una persona desconocida entró a la oficina exterior del secretario de Estado y agarró una pila de documentos clasificados. Del vasto tesoro de laptops clasificados desaparecidos a micrófonos ocultos hallados en salas de conferencia seguras, desde importantes funcionarios intercambiando secretos en Viena a altos diplomáticos perdiendo el tiempo con espías en Taiwán, incluso la lista a disposición del público es larga y desagradable.

Por cierto, nada se compara con lo que la historia registrará indudablemente como el derrame más significativo de material confidencial de todos los tiempos, la descarga de cientos de miles de cables que ahora están a la vista en WikiLeaks y sus sitios espejo que crecieron como callampas. El Buró de Seguridad Diplomática (un oxímoron como ninguno) supuestamente debe proteger a nuestros diplomáticos estadounidenses que protegen secretos de Estado, y con el transcurrir del tiempo tampoco lo han hecho muy bien.

El Departamento de Estado y su DS nunca se responsabilizaron por su parte de la pérdida de todos esos cables, nunca reconocieron sus propios errores o medidas porosas de seguridad. Nadie será jamás despedido en el Departamento debido a WikiLeaks, con la excepción posible, en algún momento, de mi persona. En su lugar, el Departamento se sumó al atraco federal del soldado Bradley Manning, la persona que supuestamente copió los cables en un CD de Lady Gaga mientras estaba sentado en el desierto iraquí.

El hecho de que todos esos cables hayan estado disponibles electrónicamente para todos, desde el secretario de Estado a un humilde soldado del ejército, fue el resultado de una torpe decisión después del 11-S a los máximos niveles del Departamento de Estado a fin de compensar rápidamente deficiencias en el compartimiento de información. En el intento de complacer a una Casa Blanca furiosa de Bush, el Departamento pasó de compartir casi nada a compartir casi todo de un día para otro. Lanzaron toda su biblioteca al intranet clasificado del gobierno, SIPRnet, poniéndola a disposición de cientos de miles de empleados federales de todo el mundo. No suele ser una buena idea hacer que información clasificada esté tan disponible, cuando no se puede controlar quién tiene acceso a ella fuera de tu propia organización. Las agencias de inteligencia y los militares ciertamente no hicieron algo semejante en SIPRnet, antes o después del 11-S.

El Departamento de Estado no restringió el acceso. Una vez que entrabas lo podías ver todo. No había ninguna salvaguarda para preguntar por qué alguien en el ejército en Iraq en 2010 necesitaba ver informes de Islandia de los años ochenta. Incluso dentro de su propia organización el Departamento de Estado exige que sus empleados se “suscriban” a los cables clasificados por tópico, creando un registro de lo que ves y limitando el acceso según la necesidad justificable. Un sujeto que trabaja en temas comerciales con Marruecos puede tener que explicar por qué pidió informes político-militares de Chile.

La mayoría de los sitios de pornografía pagada limitan la cantidad de datos que pueden bajarse. El Departamento no. Una vez que esos cables estuvieron disponibles en SIPRnet, no se implementaban alarmas o restricciones para que los usuarios de bajo nivel no pudieran bajar simplemente terabytes de datos confidenciales. Si se mantenían algunos registros de actividad, no parece que alguien los haya controlado.

Unos pocos cables clasificados del Departamento de Estado incluyen fuentes, detalles sobre de quién o cómo se reunió la información. Esos datos de fuentes permiten que un lector informado juzgue la veracidad de la información; ¿fue la fuente sobre los planes nucleares de un país un vendedor callejero o un alto oficial militar? A pesar de que a veces la naturaleza de la protección de las fuentes era asunto de vida o muerte (aunque hay quien argumenta que es exagerado decirlo), el Departamento simplemente descargó sus cientos de miles de cables en línea sin censurarlos, dejando los nombres de fuentes, todos rosaditos y desnudos al sol.

Y de nuevo la historia muestra que la seguridad técnica no es el juego del Departamento, lo que significa que el alboroto de WikiLeaks es menos una sorpresa en su contexto. Por ejemplo, en 2006, informes noticiosos indicaron que los sistemas informáticos del Departamento fueron masivamente hackeados por locos por la informática chinos. En 2008, revelaciones de datos del Departamento condujeron a una trama de hurto de identidad que solo se descubrió mediante un arresto fortuito por policías de Washington D.C. Antes de clausurarse en 2009, el fisgoneo en registros de pasaportes privados fue una popular actividad interna en el Departamento de Estado, ampliamente conocida e informalmente aceptada. En 2011, contratistas que utilizaron identidades falsas parece que descargaron 250.000 antecedentes médicos de empleados del Departamento de Estado, incluidos los míos.

Desear no es una estrategia, la esperanza no es un plan
A pesar de sus propias deficiencias, el Departamento de Estado y su Buró de Seguridad Diplomática adoptan la siguiente posición: si cerramos los ojos con suficiente fuerza, no habrá un WikiLeaks. (El resumen matutino de noticias en el Departamento incluye el siguiente mensaje: “Debido a la clasificación de seguridad de numerosos documentos, el Apéndice Diario no incluirá noticias generadas por cables filtrados por el sitio web WikiLeaks”.)

El corolario de una posición semejante es evidentemente algo como: ya que no castigaremos a nuestra propia gente de la seguridad técnica ni a los mandamases que aprobaron todo el sistema defectuoso para comenzar, y la maldita Primera Enmienda no nos permite que castiguemos al New York Times, castiguemos a uno de nuestros propios empleados por leer, crear enlaces y discutir cosas en la web, y mientras lo hacía, escribir un relato de primera mano y crítico del desastroso, aunque a veces ridículo, proyecto estadounidense en Iraq.

Es lo que hacen los matones frustrados, se concentran en personas cuando piensan que se pueden salir con la suya al golpearlas. ¿La ventaja de todo esto? Se libran de un “buscapleitos” y la gente del Buró de Seguridad Diplomática puede afirmar que “hace algo” respecto al goteo de WikiLeaks que continúa mientras ellos hacen trampas. Por cierto, también congela la libertad de expresión, y envía un mensaje a otros empleados sobre el coste de hablar explícitamente.

Ahora bien, ¿tiene algún sentido algo semejante? Solo dentro del mundo de la Seguridad Diplomática, e históricamente siempre lo ha tenido.

Por ejemplo, el DS confiscó fenomenalmente las diapositivas en colores reproducidas en el Foreign Service Journal mostrando una copia abierta de uno de los documentos de inteligencia más delicados del gobierno, pero solo después de que las fotos se publicaron y distribuyeron a miles. De la misma manera, el DS convirtió en un crimen la toma de fotos del gigantesco complejo de la embajada de EE.UU. en Bagdad, pero solo después de que la firma de arquitectura colocó bosquejos de la embajada en línea; una busca en Google todavía revelará muchas de esas imágenes; otros que sirvieron en Iraq las han colocado en sus páginas desprotegidas en Facebook.

Imaginad lo siguiente: empleados del Departamento todavía están protegidos por un firewall para que no vean sitios en la web que publican algo o simplemente escriben y se refieren a documentos de WikiLeaks, incluido TomDispatch.com, que publica este artículo. (Eso, por su parte, significa que mis colegas en el Departamento no podrán leerlo excepto a escondidas.)

En el vientre de la bestia
De vuelta a aquella habitación sin ventanas, enfrenté a los dos agentes del DS que trataban de jugar torpemente el juego de policía medio malo y el completamente malo. Una vez más me recordaron mi obligación de proteger información confidencial, e ignoraron con esmero mi respuesta: que yo tomo ciertamente muy en serio esa obligación, lo suficiente de hecho como para distinguir entre una verdadera revelación y una caza de brujas.

Mientras alzaban la voz y emprendían un desagradable contacto visual como dice que lo hagan cualquier manual 101 de Interrogatorio, uno casi podía imaginar los cientos de miles de cables no censurados que volaban físicamente alrededor de nosotros, dirigiéndose -¡paf! ¡puf! ¡paf!- hacia la web. A pesar de toda la farsa al estilo de Hollywood y el hosco entorno, el estilo de interrogatorio fue menos al estilo de Estado policial o de 1984 que una comedia negra al estilo de Brasil.

A fin de cuentas, sin embargo, no es un chiste. He sido bloguero desde abril, pero mi reunión con los agentes del DS tuvo lugar de alguna manera solo una semana antes de la fecha de publicación de mi libro. Días después de mi segundo interrogatorio, el Principal Secretario Adjunto de Estado escribió a mi editor exigiendo pequeñas modificaciones de mi libro -que ya se había enviado a las librerías- para evitar “daño a la seguridad de EE.UU.”. Una demanda: eliminar una viñeta basada en una escena de la versión cinematográfica de Black Hawk derribado.

El enlace a WikiLeaks todavía está en mi blog. El Buró de Seguridad Diplomática declinó mi oferta escrita de eliminarlo, lo que ciertamente es una indicación de cuán importante es mi castigo: el verdadero enlace importaba poco. Tal vez pierda mi empleo por el intento del Departamento de Estado de convertirnos a todos en mini-Bradley Mannings y así garantizar la seguridad de EE.UU.

No estamos hablando de gente inmersa o particularmente conocedora de los puntos más refinados de la ironía. A pesar de ello, ¿puede afirmar alguien que no haya ironía en la forma del Departamento de emprender regularmente cruzadas por los derechos de blogueros en el exterior ante todo tipo de opresión gubernamental, atribuyendo a sus voces a la Primavera Árabe, mientras persiguen a uno de sus propios blogueros dentro del país por no decir nada que no fuera totalmente verídico?

El mejor consejo que mis amigos en Seguridad Diplomática pueden ofrecer, que yo sepa, es: cierra bien la puerta una vez que la vaca salga del establo, luego pega a tu mujer como castigo. No hizo nada malo, pero se lo merecía, ¿y no te sientes mejor ahora?

Peter Van Buren pasó un año en Iraq como Funcionario del Servicio Exterior del Departamento de Estado, sirviendo como Jefe de Equipo de dos Equipos de Reconstrucción Provincial (PRT). Ahora en Washington, escribe sobre Iraq y Medio Oriente en su blog We Meant Well. Su nuevo libro: We Meant Well: How I Helped Lose the Battle for the Hearts and Minds of the Iraqi People (The American Empire Project, Metropolitan Books), fue publicado hoy.
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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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