Los recursos de Lukashenko para vencer en las presidenciales de Bielorrusia sin el apoyo de Moscú
Por: Dmitri Bábich,
RIA Novosti
A medida que la campaña electoral en Bielorrusia se aproxima a su recta final, el actual presidente y candidato favorito, Alexander Lukashenko, se esfuerza en solucionar el problema más acuciante del país eslavo.
Es decir, sacar al país del aislamiento político que amenaza con convertirse también en aislamiento económico. Con ese objetivo, Lukashenko se entrevistó el pasado martes con la presidenta de Lituania, Dalia Gribauskaite, tras lo cuál, hizo una serie de propuestas en caminadas a “la independencia energética” de Rusia.
Da la impresión que la visita de la presidenta lituana a Minsk contó con el visto bueno de la Unión Europea (UE), (Lituania es miembro de la UE desde 2004). Durante las conversaciones, Lukashenko expuso varios proyectos, que sin querer, recuerdan los planes globales del líder soviético Nikita Jruschov.
Como por ejemplo, el transporte del petróleo venezolano a Bielorrusia a través de los puertos lituanos a cambio de alimentos de producción bielorrusa que se enviarían a Venezuela. Hace poco, se conmemoró otro aniversario más de la Crisis de los Misiles y precisamente durante la misma, Jruschov intentó poner en práctica un plan semejante, proponiendo abastecer de todos los productos necesarios a Cuba, a pesar de los miles de kilómetros de distancia.
Otro proyecto atrevido de Lukashenko es la construcción en Bielorrusia, en cooperación con Lituania, de una central nuclear que anteriormente debía construirse con la ayuda de la Agencia de Energía Atómica de Rusia (“Rosatom”). Teniendo en cuenta que Lituania sigue afectada por el cierre de su central nuclear de Ignalina, construida por los “ocupantes soviéticos”, no cabe esperar una rápida realización de este proyecto.
En su momento, Jruschov emprendió la construcción de las primeras centrales nucleares en la Unión Soviética con la única diferencia de que el líder comunista contaba con todo el potencial económico e industrial de la URSS y contaba con los científicos que habían creado la bomba atómica.
Lukashenko no cuenta con ninguna de las dos cosas, pero en su lucha por permenecer en el poder parece estar dispuesto a vencer, como decía el célebre militar ruso, Alexander Suvórov, “más por la maña que por la fuerza”.
La presidenta de Lituania expresó sus dudas acerca de la capacidad de los puertos de su país para transportar 10 millones de toneladas de petróleo venezolano al año, cifra mencionada por Lukashenko. No obstante, la señora Gribauskaite pudo encontrar muchas palabras alentadoras para el líder bielorruso, sobre todo de cara a las futuras elecciones presidenciales. Palabras que Lukashenko no había oído desde 1996, de boca de los escasos huéspedes occidentales que lo visitan.
“Esperamos que después de las elecciones, Bielorrusia llegue a ser un país más abierto donde se respeten los derechos humanos. Lituania, junto con toda la Unión Europea pone muchas esperanzas tanto en Bielorrusia como en las elecciones presidenciales. Europa estará dispuesta a reconocer unos comicios abiertos, siempre que Usted sepa demostrarlo”, señaló Gribauskaite.
La Unión Europea lleva sin “depositar muchas esperanzas en Lukashenko” desde 1996, cuando el líder bielorruso recurrió a la organización de un referéndum para poder prorrogar su estancia en la presidencia. Desde aquel momento, la actitud de la UE hacia Bielorrusia ha sido extremadamente negativa, con débiles brotes de simpatía en los períodos de enfrentamientos entre Minsk y Moscú.
Y, de repente, estamos presenciando un cambio radical de postura: incluso se espera que el gobierno liderado por Lukashenko “defienda los derechos humanos”. Semejante idealismo no han demostrado ni los líderes del Partido Comunista de Rusia, reconocidos y apasionados simpatizantes del presidente bielorruso.
Lo más probable es que Lukashenko interprete el “mensaje” lanzado por Gribauskaite como una señal de apoyo por parte de la UE. Y parcialmente tendrá razón: en principio la UE está dispuesta a revisar su postura y brindar a Lukashenko su reconocimiento al “un mal menor” en comparación con la Unión entre Rusia y Bielorrusia.
No es ningún secreto, que a los funcionarios europeos les asusta menos la existencia de un régimen dictatorial que el resurgimiento de una unión entre las ex repúblicas soviéticas, por muy efímera que sea.
No obstante, Lukashenko no debería precipitarse a cantar victoria. En primer lugar, porque “las garantías extraoficiales” de la UE y de la OTAN también demasiado efímeras. Tanto Slobodan Milosevic, como Radován Karadzic gozaron durante cierto tiempo de esas garantías y, sin embargo, acabaron en la cárcel de La Haya.
Y hasta hace poco en la UE era considerado de buen gusto comparar a Lukashenko con Milosevic y se los comparaba a menudo. En segundo lugar, porque la UE difícilmente podría proveer a Bielorrusia con las fuentes de energía y con dinero en cantidades suficientes.
En el presupuesto de la Unión Europea no hay ningún capítulo que diga “para el apoyo de los regímenes anti-rusos”; pero sí que hay algunos del tipo: “para la adaptación de la legislación de tal país a los estándares europeos”, “para el desarrollo de las instituciones democráticas”, etc. No se puede estar seguro de que los recursos asignados para estos objetivos favorezcan a los de 10 millones de habitantes de Bielorrusia.
Y, además, existe el peligro de dejarse llevar y acabar de verdad con una legislación acorde con los estándares europeos y con unas instituciones democráticas; cosa que a Lukashenko le haría todavía menos gracia que a la UE una nueva Unión Soviética. Por lo tanto, es de esperar que próximamente Bielorrusia recibirá de Occidente más palabras que dinero.
Al mismo tiempo, el líder bielorruso se tendrá que enfrentar a sus problemas con Rusia, que son problemas muy concretos. El portavoz del Consorcio de Gas de Rusia “Gazprom”, Andrei Kruglov, informó recientemente de que el precio del gas ruso destinado a Bielorrusia podría alcanzar en 2011 los 220 dólares por 1.000 m3.
Para finales de este año el precio se elevará hasta los 185 dólares, lo que supone un precio muy alto para la industria bielorrusa. En los últimos años, Minsk ha gozado de descuentos en sus compras de gas ruso: el 30% en 2008, el 20% en 2009 y el 10% en 2010. Y el año que viene, debido a los ataques de Lukashenko contra los dirigentes de Rusia, el descuento podría desaparecer del todo.
Entonces, la única esperanza de Lukashenko será el apoyo de los países occidentales, que en este caso deberán ignorar sus propias normas y estándares democráticos. En estas elecciones presidenciales, por ejemplo, de los candidatos a presidente uno ya está fuera de competición y otros seis luchan desesperadamente por reunir las 100.000 firmas necesarias, mientras que Lukashenko hace tiempo que ya tiene su millón de firmas.
Por otra parte, no es nada sorprendente, porque uno de los miembros más activos de su campaña es, casualmente, el Ministro de Educación de Bielorrusia, Alexander Radkov. Así que, los maestros y el personal de los centros de estudios superiores a la hora de votar no se lo tendrán que pensar dos veces. A la UE le costará trabajo reconocer estos comicios como democráticos, sin minar considerablemente su propio prestigio.
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