Crimea como un ejemplo de pacifica convivencia étnica

Crimea como un ejemplo de pacifica convivencia étnica
Por: Serguei Markedonov,
RIA Novosti.


Las relaciones ruso-ucranianas pasan por un período de franca mejoría. Nunca, en toda la etapa post-soviética, las posiciones de ambos países han llegado a estar tan cercanas. El referente de esta mejora viene marcado por los acuerdos firmados recientemente en Járkov por los presidentes de Rusia y Ucrania, que prorrogan hasta el año 2042 la permanencia de la Flota rusa del Mar Negro en el puerto ucraniano de Sebastópol (que supone el 70 % de toda la infraestructura al servicio de la Flota rusa del Mar Negro).

No obstante, a menudo sucede que la solución a un complicado problema, lejos de llevar a una estabilidad completa, genera toda una serie de cuestiones que precisan ser atendidas. Entre las cuales se puede citar la situación política y étnica en la Península de Crimea. Allí, a diferencia de lo ocurrido en Abjasia, Osetia del Sur, el Alto Karabaj y Transnistria, no se han llegado a producir conflictos armados ni a proclamarse de facto Estados independientes.

Muchos otros problemas como la repatriación de los tártaros de Crimea, deportados por Stalin a Asia Central en 1944, "la cuestión de la tierra" y la creación de organismos de poder alternativos están todavía en un estado latente. En este sentido no hay que pasar por alto la reacción de los líderes del movimiento nacionalista de los tártaros de Crimea a los acuerdos de Járkov.

Y la reacción ha sido negativa pero mesurada. A pesar de que el discurso de esta organización es ya de sobra conocido y se centra en desenmascarar los "apetitos imperialistas" de Rusia, conviene hilar más fino e intentar comprender los motivos que guían a sus líderes, así como su potencial y recursos. Un buen entendimiento en esta esfera serviría para fortalecer las relaciones entre Rusia y Ucrania, porque las fuerzas nacionalistas descontroladas pueden acabar teniendo efectos contraproducentes.

Para Vasvi Abduraimov, responsable del Centro de tecnologías aplicadas de la información de Crimea, la península ya no es hoy lo que era históricamente, es decir, parte del Janato de Crimea ni vasallo del Imperio Otomano. No obstante, la nueva realidad, que supone la soberanía de Ucrania y la existencia de una mayoría étnica rusoparlante que simpatiza abiertamente con Rusia y, en muchos casos, de nacionalidad rusa, parece pasar desapercibida por muchos líderes del movimiento de los tártaros de Crimea. En su momento, optaron por formular la idea de que Crimea es propiedad colectiva de la etnia tártara, que debe gozar de un derecho de dominio económico y político en esta "su tierra". De esta declaración de intenciones derivan la creación de organismos de poder propios y el intento de contraponer la soberanía y la autogestión local a las estructuras oficiales de Crimea y de Ucrania.

La comunidad tártara en Crimea vive encerrada y aislada. Su modo de vida lo describe brillantemente el publicista Valeri Vyzhutovich: "El turista ruso conoce las ciudades de Alupka, Sudak y Feodosia, pero no llega a ver pueblos como Maryino. Yo sí que he estado allí. Está situado encima de una colina; los enclenques arbolillos tras las verjas de alambre no consiguen tapar siquiera los escasos 600 m2 de terreno que le corresponden a cada propietario, ni las variopintas casas por ellos habitadas. Hay cerca de 300 poblaciones como ésta que albergan a los 260.000 tártaros. Las palabras "reserva" o "gueto" sonarían ofensivas, por lo que las autoridades prefieren la eufemística fórmula de "asentamiento compacto".

Cuando Ucrania se declaró independiente, además del problema de la determinación de su propia identidad nacional, las autoridades afrontaron un foco latente de separatismo étnico de doble vertiente en Crimea. Por una parte, la mayoría rusa en esta península del mar Negro abogaba por una unión con Rusia. En este sentido, hay que recordar que para los rusos Crimea es una parte muy importante de su pasado y de su identidad como nación. Con la incorporación de Crimea en 1783, el Imperio Ruso obtiene una salida al mar Negro, así como una inmejorable oportunidad para controlar la seguridad de su frontera meridional, además de la apertura a unas fabulosas posibilidades económicas.

La conquista de Crimea hizo posible un fuerte crecimiento económico y demográfico, permitiendo a Rusia alcanzar un papel clave en la política internacional. Crimea se convirtió así en el símbolo del ascenso de Rusia. Crimea es también la referencia a la Conferencia de Yalta de 1945; es la Flota rusa del mar Negro y Sebastópol; es, por último, el destino de un antiguo peregrinaje de nuestra élite artística. Éste es el motivo de la hipersensibilidad de la memoria histórica de nuestros compatriotas en Crimea y de todos los ciudadanos de Rusia. Es muy posible que Crimea llegue a convertirse para los rusos en lo que son Lvov y Vilnius para los polacos; Samarcanda y Bujará para los tayikos; Kosovo para los serbios y Ararat para los armenios.

La otra vertiente del problema se centra en la problemática del movimiento nacionalista de los tártaros de Crimea que siempre se ha mostrado bastante agresivo no sólo respecto a los rusos, sino también respecto a los ucranianos. En la primera etapa de su constitución como Estado independiente, las autoridades ucranianas prestaron apoyo a este movimiento nacionalista anti-ruso, pero no tardaron en darse cuenta de lo erróneo de su política. Los acontecimientos de finales de los años 90 demostraron que, para los nacionalistas tártaros, no había ninguna diferencia entre los funcionarios ucranianos y los partidarios de la autonomía rusa.

En cualquier caso, la situación en la península es complicada, pero está lejos de ser dramática. Afortunadamente, Crimea no ha tenido que pasar por la tragedia de los enfrentamientos armados. La existencia en su territorio de varios proyectos nacionales -incluido el ucraniano, promovido desde Kiev- priva al mosaico conflictivo de su habitual gama bicolor. En Crimea se han logrado fraguar fórmulas de compromiso, aunque muchas veces a un nivel informal y lejano a los clásicos modelos jurídicos.

El movimiento de los tártaros de Crimea es, por otro lado, bastante heterogéneo. Entre sus líderes hay quienes han podido percibir todas las ventajas de participar en la política ucraniana y sus posibles dividendos. Hay también quienes se declaran partidarios de la pureza étnica; sin olvidar a los representantes de la religiosidad islámica, contrarios a cualquier movimiento de orientación laica.

En este sentido, Crimea podría representar una alternativa a los conflictos étnicos de la zona euroasiática. Es un ejemplo de convivencia pacífica y de solución a las disputas interétnicas. El carácter cooperador de las actuales relaciones ruso-ucranianas podría ayudar a conseguir este objetivo. La permanencia de la Flota rusa del Mar Negro en Sebastópol (incluso lejos de su óptimo estado de conservación) es una importante señal para los posibles planes militares de los radicales. La Flota, sin embargo, sería una eventual demostración de fuerza. Sin embargo, lo mejor sería negociar una mejor solución para la "cuestión de la tierra" que está provocando conflictos precisamente debido a la falta de transparencia. Dicho problema podría ser solucionado por Ucrania, en colaboración directa los propietarios de los terrenos, que son mayoritariamente ciudadanos de Rusia. La creación de unos procedimientos claros y transparentes para las transacciones inmobiliarias y de terrenos rústicos resultaría clave no sólo para la parte moderada del movimiento de los tártaros de Crimea, sino también para toda la población, lejana a las rencillas políticas de todo tipo.

Y lo imprescindible para que este guión pueda llevarse a vías de hecho, es un buen ambiente de cordialidad entre Kiev y Moscú.

Serguei Markedonov es subdirector del Instituto de Análisis Político y Militar.
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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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