La geopolítica norteamericana y la política de la administración Obama hacia Latinoamérica y Cuba
Por: Jorge Casals Llano*
Ponencia presentada en el III Taller de la Revolución Cubana 1959 – 2010 de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba – Ciudad de La Habana el 13 de abril de 2010. Primero que todo, una brevísima referencia a la geopolítica –categoría poco empleada por la academia cubana- y a la necesidad de incorporarla al análisis que pretendemos realizar.
Y la utilizaremos no en su versión primigenia, la de Kjellén en su “El estado como organismo”, sino en la fascista del “espacio vital”, concebido como el de todo territorio que un país dice necesitar. Y si de espacio que se dice necesitar se trata, al referirnos a los Estados Unidos, basta sólo analizar la expansión de las “trece colonias” hasta la superficie actual, y hasta llamar la atención respecto al “apellido” América que le fuera impuesto a la nación en su nacimiento.
Luego de la anterior aclaración, les propongo un salto hasta el siglo XX. El capitalismo, amenazado por la “superproducción”, abandonó –luego de la crisis del 29– el liberalismo económico para convertirse en regulado (keynesianismo) y pasó después, luego del fracaso del keynesianismo (con la estangflación), al neoliberalismo.
El paso al neoliberalismo fue de necesaria adaptación ya que, paradójicamente, el aumento de la capacidad productiva no dejaba otra opción al capitalismo, atendiendo a su “racionalidad”, que reducir por “insuficientemente lucrativa” su participación en la actividad productiva y, bajo el influjo del gran capital –concentrado cada vez más en las empresas transnacionales–, acuciado por su afán de lucro, desarrolló la “revolución conservadora” de Reagan y trasladó sus “excesos” a la “industria” de las finanzas y la especulación, devenida mucho más lucrativa por los artilugios monetaristas: desregulación, emisiones incontroladas de títulos de valor, fondos derivados (hedge founds), concesiones de préstamos sin respaldo (hipotecas subprime), fluctuaciones de los tipos de cambio de las monedas, manipulaciones de las tasas de interés, de los créditos y de las cotizaciones en las bolsas, haciendo que la especulación, la “economía de casino”, la “financiarización de la economía” se convirtiera en la vía fundamental de obtención de ganancias aunque éstas fueran sólo ficciones contables.
Es así como el capitalismo (productivo) se convirtió en neocapitalismo (especulativo) en el que los papeles y activos distan enormemente (sin que nadie pueda calcular cuánto) de lo que “el mercado” dice que valen. Lo anterior agudizó –hasta niveles insospechados en la época de Marx– la contradicción fundamental del capitalismo entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación, concentrada ésta, cada vez más y a escala cada vez más global, en los grandes especuladores.
El capitalismo especulativo –o si se prefiere, el “reaganomic” y su zaga- funcionó inicialmente y de manera espectacular para beneficio de los EEUU que, convencidos de la existencia de un nuevo “siglo de oro”, llegaron a desentenderse, incluso, de los cada vez mayores déficits comerciales del país hasta afirmar: “los déficits no importan” (R. Reagan, R. Cheney), bajo el supuesto de que el resto del mundo seguiría financiando indefinidamente a la dilapidadora economía norteamericana.
Todo lo anterior hace evidente que la crisis del neoliberalismo –a pesar de ser global- es, primero que todo, la crisis del paradigma estadounidense y del “pensamiento único” globalizado por el “Consenso de Washington”. Ya desde aquí se hace singularmente manifiesta la crisis de ideas respecto a la evolución del capitalismo y sus limitaciones, que hace imposible la comprensión de fenómenos tales como la unicidad y a la vez multiplicidad de la(s) crisis como lo que es(son), fruto legítimo de las leyes del modelo y del propio sistema capitalista.
Al realizar el análisis desde esta óptica, se comprenden en toda su complejidad y consecuencias la(s) crisis actual(es); al propio tiempo que la incapacidad de la teoría económica “oficial” para explicarlas, lo que se desprende del análisis de los planes de rescate y megarrescate (todos) que muestran que la economía “oficial” no ha extraído de la historia del capitalismo sus lecciones o, lo que es peor, que reglas no escritas hacen imposible su interpretación. La situación actual de los que fueran denominados peyorativamente PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España) europeos son prueba suficiente de lo anterior.
Llegamos así a la actual administración Obama, representante de una parte de la élite del poder estadounidense que considera imprescindible hacer cambios –tácticos, no estratégicos- a lo interno y de política exterior de los EEUU para poder extender en el tiempo la hegemonía –dominación de ese país en el mundo. Precisamente lo anterior explica la asunción a la presidencia de este país de un hombre que, en sus discursos de campaña política afirmaba que: “no podemos tener cuatro años más de su (de Bush, j.c.)… filosofía vieja y cansada, que nos llevó a este embrollo" y que, entre sus máximas prioridades de gobierno incluya recortes impositivos “para el 95% de los trabajadores americanos” (sic.), cuyos “ingresos son menores de 250,000 dólares anuales” (sic.), sin ninguna mención a cómo y quién o quienes financiaran todo ello
Repite Obama así la filosofía “que nos llevó a este embrollo” bajo el supuesto de que “los déficits no importan”, aunque ahora seguramente bajo un fundamento teórico nunca demostrado por la práctica económica –la Curva de Laffer- para presupuestos con déficits billonarios (trillonarios si usamos la terminología anglosajona) previstos hasta el 2020.
El “embrollo”, también desde el punto de vista teórico y conceptual, se hace aun mayor cuando un Nobel de economía, Paul Krugman, plantea repetidamente que “es el momento de la política fiscal”, y que “hay que concentrarse en resolver la crisis, no en el déficit presupuestario” (sic., sic.).
De manera que llegamos al agotamiento del modelo neoliberal –y del paradigma estadounidense –sin que exista un modelo alternativo capaz de imponerse. Y si, como dice Fidel: “… el sistema actual es insostenible, porque se sustenta sobre leyes ciegas, caóticas, ruinosas y destructivas de la sociedad y la naturaleza” (1999); al propio tiempo, la crisis: “… consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados” como nos señala Gramsci. Se instaura así una crisis del modelo de hegemonía – dominación en el que “lo viejo” busca mantenerse con las políticas de “libre comercio” e instituciones como el FMI, el Banco Mundial y la OMC a escala global y sus “replicas” a escala continental, la OEA, el BID, las bases militares y, al interior de los países, la ideología del consumismo.
Mientras tanto, “lo nuevo”, que tiene a su favor –es un decir- la crisis de la financiarización y, por ello mismo, la inestabilidad global, debe luchar para imponerse contra las estructuras creadas por la “economía de casino” y el “libre comercio” al propio tiempo que contra la ideología del capitalismo impuesto por el “american way of life” y el “american dream” aun consolidada.
¿Y en América Latina?
A pesar de que más de uno de mis colegas considera que América Latina no constituye en la actualidad una prioridad para la nación del norte obviando, según mi modesta opinión, al menos dos aspectos esenciales. El primero es que aun cuando sea para la poderosa nación del norte la prioridad vigésima sus acciones tienen para el subcontinente la prioridad primera; el segundo, que en la misma medida que el imperio se debilita aumenta su importancia estratégica para los EEUU, que sigue considerando a la región su “traspatio trasero”, desafortunadamente para ella, “tan lejos de dios y tan cerca de los EEUU”. Y precisamente porque no son pocos los que consideran que América Latina no es prioridad hoy para EEUU es que se hace necesario el estudio de esta relación tanto en su devenir histórico como en los eventos más o menos recientes para poder discernir entre el discurso y el decurso de los acontecimientos, esto último si, nadie lo discute, de excepcional importancia para el subcontinente latinoamericano.
Y si desde antes de la agudización de la crisis sistémica –ocurrida a partir de la que se denominó inicialmente crisis de las hipotecas subprime- había ocurrido una expansión de gobiernos progresistas, de un muy amplio diapasón, en el subcontinente- Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Uruguay, Honduras, Paraguay –el conservadurismo recuperó su capacidad de respuesta y, luego del golpe de estado de Venezuela de abril de 2002, pasó a la contraofensiva utilizando su inmenso poder económico y mediático para recuperar su poder en la región, el más claro ejemplo, aunque no el único, fue el cruento derrocamiento, ya durante la administración Obama, del gobierno legítimo de Manuel Zelaya en Honduras. Ninguna duda cabe, la crisis del modelo de hegemonía– dominación de los EEUU en el continente perdurará largo tiempo en el subcontinente y la lucha entre “lo viejo” –el liberalismo y el neoliberalismo- y “lo nuevo” los gobiernos post-neoliberales se manifestará de las más diversas formas.
¿Y Cuba?
Si asumimos como valedera la afirmación de que América Latina es prioritaria para los debilitados EEUU (aún en el vigésimo lugar), debemos concluir que también lo es Cuba (aun cuando sea en el trigésimo), lo que es cierto desde los tiempos de la “doctrina Monroe” y “la fruta madura”, aunque solo sea porque la administración Obama no podrá cambiar la imagen de los EEUU frente al progresismo en la región mientras exista el ejemplo de Cuba. De manera que, a manera de conclusión, podríamos afirmar que la actual administración norteamericana es continuidad de sus antecesoras (desde el punto de vista estratégico, considerando lo que considera parte de su “espacio vital”) con cambios tácticos de prioridades y estilo.
Se trata de que los EEUU no pueden mantener en las actuales condiciones la política de “cow boy” de W. Bush; para la actual coyuntura cuentan con la imagen de Obama y el “smart power”. No tengo dudas de que parte de la misma es la actual campaña mediática contra nuestro país, las becas concedidas a estudiantes cubanos, la autorización sin restricciones de remesas, de los viajes a los nacidos en Cuba residentes en los EEUU y hasta “las tonterías” que de vez en vez dice Obama respecto a nuestro país. Sepamos pues “discernir entre el discurso y el decurso de los acontecimientos”
Muchas Gracias
*Dr. Jorge Casals Llano, Profesor Titular ISRI
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