El “Síndrome de Juanes”
Por: Jorge Mier Hoffman
En 1973 en la ciudad de Estocolmo, en Suecia, ocurrió un robo de un banco frustrado por la policía, donde los delincuentes mantuvieron a los rehenes durante 6 días. Al entregarse los captores, las cámaras de televisión mostraron, con asombro, el momento en que una de las víctimas besaba a uno de los delincuentes.
Desde entonces, el “Síndrome de Estocolmo” se utiliza para identificar una respuesta psicológica que genera una amistad entre una víctima y un delincuente
El pasado domingo 20 de septiembre del 2009, las agencias de noticias del mundo se disputaban la transmisión de un Concierto en Cuba titulado por su organizador, el cantante colombiano Juanes, como “Paz sin Frontera”… Por vez primera, un encuentro musical había unido en una misma expectativa a dos campos antagónicos como lo son lo político y lo cultural, en lo que hasta ese momento era “Una Frontera sin Paz”. La Cuba comunista se abría al mundo artístico capitalista, donde artistas de ambos bando hablarían el idioma universal de la música.
Tal fue la expectativa que generó este memorable encuentro, que por vez primera el arte ocupó la atención mundial, sólo comparable con lo sucedido en el 2002, cuando CNN transmitió en vivo el criminal bombardeo de la ciudad de Bagdad por cohetes estadounidenses ¡¡¡Pero esta nueva expectativa no era de muerte sino de vida!!! ya que ese día en la Habana Cuba, las balas eran las notas musicales disparadas por un ejército de músicos, todos uniformados de blanco, empuñando sus armas devastadoras: guitarras eléctricas, trompetas y tumbadoras, que harían más ruido que los estruendos bombardeos que nos tienen acostumbrado los Estados Unidos. El mundo entero esperaba con impaciencia la cuenta regresiva, en que sonarían un discurso que no necesitaría interprete, puesto que se trataba del lenguaje universal del arte, cuyas notas musicales son capaces de domar a las bestias, tal cual nos recuerda la fábula del Flautista de Hamelín, que con sus melodías ahuyentaba a las ratas de un pueblo de Alemania.
Mientras el escenario se montaba en la Habana Cuba, en la Calle 8 de Miami, los cubanos anticastristas estacionaron una aplanadora gigante que pulverizaría los discos de Juanes, Olga Tañón, Miguel Bosé, Ismael Rivera, y de todos los artistas visitantes que actuarían en el memorial Concierto… Por su parte Juanes ocupaba la atención mundial en un debate entre afectos y detractores, que, no obstante sus posturas irreconciliables, tenían en común el nombre de Juanes ocupando toda la prensa mundial, cuya iniciativa había dejado perplejo a los más connotados publicistas… Hasta el Presidente Obama hizo un alto a sus planes de guerra en Irak y Afganistán, para referirse al Concierto de Juanes, como “Un Concierto que no hace ni bien ni mal a las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos”
¡¡¡Qué más podía pedir Juanes!!!
Juanes había logrado captar la atención de un planeta, y su gesto de llevar la “Paz” a todos los rincones de conflicto mundial, con seguridad lo incluiría en la Lista de filántropos de la sociedad que buscan afanadamente el “Premio Nobel de la Paz”… Pero cuando todo brillaba en su futuro, apareció, lo que yo he llamado:
¡¡¡El Síndrome de Juanes!!!
Como la respuesta psicológica de un individuo que desecha aquello por lo que tanto había luchado
Y como había sido anunciado, al mediodía comenzó el esperado Concierto. Los músicos cubanos estuvieron a la altura del compromiso de llevar al mundo la “Paz sin Frontera”…. El maestro Silvio Rodríguez no hizo uso de sus larga lista de composiciones antiimperialista que descarnas la realidad del capitalismo avasallante, ni tampoco interpretó otras letras de singular contenido poético pero de profundo contenido crítico como “la Canción del Elegido: quien iba matando canallas con su cañón de futuro”… En fin, la trova cubana respetó la audiencia mundial que esperaba un Concierto balanceado, imparcial, comedido y de altura musical, que no inclinara la balanza de la tendencia política, y por el contrario, reafirmara la hermandad que nos une a los seres humanos, sin importar las tendencias políticas y las diferencias de clases… es decir, un Concierto sin frontera, sin color político y sin color de piel… Repito… es lo que hubiera disparado a Juanes al estrellato del Premio Nobel… Un éxito histórico garantizado que no supo aprovechar, y que tiró al vacío de la insensatez y la imbecilidad cuando entonó una canción monótona, torpe e inoportuna para un anfitrión que le abrió sus puertas, como nunca antes en 60 años: “Una isla en el medio del mar llamada Libertad” a dúo con Miguel Bosé, quien se ha manifestado un capitalista furibundo y crítico de los movimientos revolucionarios del continente, que dejó un mal gusto en la audiencia y en los asistentes a la “Gran Plaza de la Revolución”; y para finalizar unas expresiones toscas y fuera de tono de Juanes, que clamaban por un coro de voces que nunca apareció, cuando gritó a la multitud: “Queremos una Cuba Libre”
Este torpe final sólo se explica si Juanes se refería a la bebida “Cuba Libre” que se hace con Ron y Coca-Cola que tanto disfrutaba papá con un toque de limón, ante el calor del Concierto; porque si a lo político se refería, el pasado, presente y futuro de Cuba es asunto de los cubanos y de nadie más; y por lo tanto su inoportunas palabras nos volvieron a la realidad para recordarnos que, "No hay Paz en la Frontera"
En todo caso, lo que le sucedió a Juanes ese domingo en la Plaza de la Revolución, es el miedo al éxito, como una respuesta psicológica de un individuo que desecha aquello por lo que tanto había luchado, y que yo he llamado: “El Síndrome de Juanes"
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