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03 agosto 2009

La lucha de Obama por los servicios de salud: Waterloo o dilución

La lucha de Obama por los servicios de salud: Waterloo o dilución
Por: Bill Moyers y Michael Winship

Progreso Semanal

Las presiones se convirtieron en empujones al fin en Washington a medida que la batalla por los servicios de salud pasó de fuego aislado de francotiradores al combate total.

Si todo les parece a ustedes que se hace cada vez más confuso, bienvenidos al club. Es difícil ver lo que está sucediendo a través del humo de los disparos.

Los republicanos tienen en su mira a algo más que la reforma de los servicios de salud –quieren que Obama sufra una derrota tan aplastante que ponga a la administración de rodillas y devuelva al Partido Republicano el control del Congreso en las elecciones del año próximo. Según palabras del Senador Jim DeMint, “Si somos capaces de detener a Obama, será su Waterloo. Lo destruirá”.

El “Waterloo” de la metáfora de DeMint no es, por supuesto, el éxito de Abba en 1974, sino la batalla en 1815 que terminó con el dominio de Napoleón Bonaparte como emperador de Francia –una derrota humillante y un punto de giro de la historia europea. Derechistas como Glenn Beck ven a Obama como la reencarnación de Napoleón, un emperador popular al que hay que detener.

Esto es lo que Beck dijo en su programa de televisión del lunes 20 de julio: “Les digo que este individuo es peligroso. Nunca ha perdido. El no comprenderá… como ‘¿Quién eres tú para cuestionarme?’ Oigan, este tipo es ahora casi un presidente imperial. Cuando empiece a perder y la gente comience a cuestionarlo y a pegarlo a la pared, no va a saber cómo reaccionar”.

La estrategia republicana es casi idéntica a la manera en que ellos convirtieron los servicios de salud en un Waterloo para Bill y Hillary Clinton en 1993. Entonces uno de sus principales propagandistas, William Kristol, instó a su partido a bloquear cualquier plan de servicios de salud por temor de que los demócratas fueran percibidos como “los generosos protectores de los intereses de la clase media”. Ahora está diciendo al Partido Republicano que “disparen a matar… tírenle con todo… clávenle una estaca en el corazón… Tenemos que comenzar de cero”.

Los republicanos van tan hombro con hombro que cuando el estratega Alex Castellanos emitió un memorando en el que delineaba su plan de batalla, el presidente del Partido Michael Steele repitió grandes segmentos palabra por palabra en un discurso en el Club Nacional de la Prensa en Washington. Cuando le hicieron una pregunta que lo sacó del guión, relacionada con los servicios de salud, Steele respondió: “Yo no hago política”.

Mientras los republicanos abrían fuego, los representantes de los grandes negocios atacaron también y tronaron sus cañones cabilderos y publicitarios. Uno de ellos la Cámara de Comercio, anunció una gran campaña de mítines, y anuncios en prensa e Internet para aplastar el plan de la Casa Blanca de una opción pública competitiva que permita a los consumidores escoger entre un plan gubernamental y los seguros privados de salud. En estados claves donde los miembros del Congreso aún están en la cerca, las ondas aéreas están vibrando con comerciales en televisión dirigidos a alejar los corazones y las mentes de cualquier cambio que pueda amenazar las ganancias.

El Presidente Obama rechazó la metáfora de Waterloo y montó una gran contraofensiva. Pero el Presidente ya ha tropezado con trampas cazabobos y campos minados colocados por miembros de su propio partido, exacerbados cuando la Oficina Congresional del Presupuesto reportó que los planes de reforma, en vez de controlar los costos, llevarían la deuda nacional a la estratósfera.

Mientras tanto, los seguidores que quieren destruir el actual sistema a favor de un cambio fundamental están observando con tristeza a través de la niebla de la guerra a un campo de batalla en total desorden. Ellos temen que debido al deseo de la Casa Blanca de lograr que el Congreso apruebe un proyecto de ley –cualquier proyecto–, llegue a estar tan comprometido, tan dispuesto a favor de los grandes intereses, que sea menos un Waterloo que algo muy debilitado, una dilución del cambio que ellos esperaban que fuera lo que necesita Estados Unidos.

Las grandes compañías farmacéuticas ya están tan complacidas con lo que les han prometido que han traído de vuelta a Harry y Louise –los personajes de ficción que protagonizaron los anuncios de TV que ayudaran a torpedear el plan de Clinton de servicios de salud –pero esta vez están a favor de la reforma.

Según la Associated Press, el grupo comercial de la industria farmacéutica,

PhRMA (Investigaciones y Manufactura de Fármacos de Estados Unidos) y la compañía farmacéutica Pfizer “reportaron que habían gastado en cabildeo durante el segundo trimestre de este año más dinero que otros organizadores de servicios de salud”. ($6,2 millones por parte de PhRMA y $5,6 millones por parte de Pfizer.)

“Incluyendo su último informe, hasta ahora PhRMA ha gastado este año $13,1 millones en cabildeo. Pfizer reportó $11,7 millones en gastos de cabildeo en 2009″.

Esta es parte de la razón, como escribieron recientemente en The Wall Street Journal

Alicia Mundy y Laura Meckler, por la que “la industria farmacéutica, a la cual durante su campaña el Presidente Barack Obama prometió ‘enfrentarse’, está obteniendo casi todo lo que quiere en la reforma de los servicios de salud”.

El artículo describe “una cadena de victorias” arrancadas al Comité Senatorial de Finanzas por parte de los cabilderos de las compañías farmacéuticas, incluyendo medidas de no reducción de costos, nada de permitir medicamentos más baratos desde Canadá a través de la frontera, y ninguna negociación directa del gobierno federal con las compañías farmacéuticas para disminuir los precios de los medicamentos de Medicare.

Y eso no es todo. El Comité de Salud del Senado está concediendo a la industria biotecnológica protección monopólica contra la competencia de los medicamentos genéricos durante 12 años después de su salida al mercado.

No es de extrañar que el costo de la reforma siga aumentando cada vez más. ¿Será que Harry y Louise están más felices porque en esta oportunidad están en el negocio?

Bill Moyers es el director editorial y Michael Winship el redactor principal del programa semanal de asuntos públicos “Bill Moyers Journal,” que se transmite los viernes por la noche por PBS (Sistema Público de Transmisión). Revise los horarios locales de transmisión o comentarios en The Moyers Blog enwww.pbs.org/moyers. La productora editorial Rebecca Wharton fue responsable de la investigación.


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