El Simón de tempestades
Por: Hugo Chávez Frias
Julio desde siempre
Entró el mes de julio. Siempre fue, desde los días ya lejanos de aquella infancia bonita, como un mes medio mágico. Con julio llegan a la sabana los grandes aguaceros.
“Huele a viento de agua”, decía la mamá Rosa. Y allí venía el diluvio que nos regalaba aquel olor a tierra mojada. Se estremecían las grandes ramas del matapalo y crujían las entrañas del monte. Con julio llegaba el fin del año escolar, la boleta con las notas y los besos de la maestra Tomasa o Annedis, o Egilda, aquella diosa de los ojos de embrujo. Con julio llegaban las vacaciones con sus largas partidas de pelota de goma en la calle larga, a veces incluso bajo la lluvia. Y los paseos a la isla que forma el río Boconó con su madre vieja. Y las leyendas del Silbón que venía por los caminos de Guanarito, más allá del río que baja de la montaña trujillana.
Y los cuentos en las noches largas, cundidas de zancudos con la orquesta inolvidable de las ranas, los sapos y los grillos del monte. Fue una de esas noches cuando oí por vez primera, en la voz de la mamá Rosa, los cuentos de un tal Zamora y una llamada guerra de los cinco años. Otra noche de aquellas, estando con mi madre Elena, oí que Antonio Guevara hablaba de un tal Maisanta.
Uno es de todos los días. Pero yo soy de julio. El 28 nací, teniendo por techo las palmas de la sabana y más allá, como regalo, una madrugada de “fiero chubasco”.
Desde allá vengo, pues, y solo quería recordarlo con estas líneas domingueras, no sé por qué.
Será porque julio llegó marcando fuerte el paso en la batalla grande por la Patria, esta batalla por la Independencia, que tiene también en el 5 de julio cita suprema y deuda con la historia.
El nuevo fantasma
No está exenta de una fina ironía aquella frase de Carlos Marx, en el famoso Manifiesto de 1848: “Un fantasma recorre Europa: El fantasma del comunismo”.
Ciento sesenta años después, las burguesías de este continente, utilizando sus bárbaras instituciones, sus inmorales medios de comunicación, sus centros de estudio, sus intelectuales inorgánicos y sin alma, han creado un nuevo fantasma y lo han puesto a recorrer todo este continente. Ahora no lo llaman comunismo. Ni siquiera socialismo. Le han dado el nombre de Chavismo.
Y una nueva “santa jauría” se ha coaligado para acabar con la amenaza. Se le condena desde las jerarquías católicas, se le utiliza como arma en campañas electorales, se le esgrime como razón para bloquear procesos de integración comercial, se le usa para atemorizar sociedades pequeñoburguesas y para tratar de chantajear gobiernos, se le toma como excusa para desestabilizar países enteros… Y ahora, más recientemente, ha sido el fundamento para derrocar a través de un brutal golpe de estado, al presidente de Honduras, José Manuel Zelaya.
Y detrás de toda esa gran operación no puede estar otra mano que la del imperio yanqui y su inmensa legión de sectas burguesas conformadas por lo más florido del pitiyanquismo.
El Lázaro colectivo
Pero la verdad es otra. Lo que se ha venido levantando con inmensa fuerza en América Latina y el Caribe no es para nada un fantasma, afortunadamente. Es un poderoso movimiento, producto del despertar de ese Lázaro colectivo que son los pueblos del continente.
Lo que sí es cierto es que el epicentro de esas fuerzas telúricas tiene a Venezuela como nido, como manantial, como volcán.
La Revolución, la Independencia.
Por ello, hombre, mujer, joven que me lees este domingo 12 de julio, nuestro compromiso con el paso de los años no hace sino crecer, crecer y crecer…
Como crecen los maizales, ya a punto de espigar por estos días…
Como crecen los ríos de la sabana con las corrientes que bajan de los andes, el Boconó, el Portuguesa, el Apure, el Arauca, el Capanaparo…
Como crecen nuestros hijos, nuestras hijas, nuestros nietos, nuestras nietas…
Te llamo entonces a tí que lees estas líneas, los llamo entonces a ustedes; los invito a redoblar el paso, a profundizar el conocimiento, a fortalecer la conciencia, a ratificar diariamente el compromiso…
Para decirlo con Bolívar: “A no dar descanso a nuestros brazos ni reposo a nuestras almas…”
El objetivo supremo, lo sabemos, es la Independencia.
¡El camino, que nadie lo dude un instante, es la Revolución!
¡La bandera es el Socialismo!
¡El líder es Simón Bolívar!
El Simón de julio con sus truenos y sus rayos, con sus aguaceros y tempestades, con sus verdes y espigados maizales…
Y por qué no decirlo, también con sus nostalgias de mil inviernos sin retorno.
¡Patria, socialismo o muerte!
¡Venceremos!
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