ELLOS RESISTIERON Y VENCIERON. NIÑOS DEL LENINGRADO BLOQUEADO
Martes, 27 de Enero de 2009
ELLOS RESISTIERON Y VENCIERON. NIÑOS DEL LENINGRADO BLOQUEADO
Fuente: The Voice of Russia
La II Guerra Mundial es el período más trágico de la historia del siglo XX. Fueron años horrendos, en los que la gente era objeto de pruebas inverosímiles. En la retahíla de estos acontecimientos un lugar especial corresponde al bloqueo de Leningrado (hoy San Petersburgo).
Durante 900 días con sus noches las tropas fascistas alemanas mantuvieron sitiada la ciudad del Neva. Hoy es difícil imaginarse cómo unas personas pudieran someter a otras a una existencia insoportable, haciéndoles morir de hambre y cañoneando a los ciudadanos inermes e inocentes. A causa e los bombardeos, del frío y de la inanición (la ración diaria en diciembre de 1941 era de 125 gramos de pan por persona) perecieron cientos de miles de personas. Pero la urbe resistió y sobrevivió. El 27 de enero se cumple el 65º aniversario de la ruptura definitiva del bloqueo de Leningrado.
Con cada año que pasa quedan menos testigos de aquellos horribles 900 días. Muchos de aquellos que sobrevivieron cuentan de mala gana de aquellos tiempos. Preferiríamos olvidar pesadilla que habíamos sufrido, dicen ellos, pero la memoria no nos da sosiego.
Valentina Maxímova era niña cuando comenzó el bloqueo de la ciudad. Su padre se fue a la guerra, la hija se quedó con su madre. Esta última se negó a enviar a su única hija al interior del país, temía perderla, además la chica era demasiado pequeña, tenía apenas 5 años. Ya en las primeras semanas de incursiones de la aviación germana la familia perdió su hogar. El edificio en el que moraban fue destruido por una bomba y ellas se vieron obligadas a buscar otra vivienda. Me salvé de milagro, cuenta Valentina Maxímova. Mamá estaba en el lugar de trabajo desde la mañana hasta la noche, no se permitía llevarla consigo, ni había con quién dejarla. Por esto la madre, al salir, cerraba a la hijita en el cuarto. Durante los bombardeos la chica se escondía debajo de la cama o detrás de la estufa, mientras que la madre imploraba a Dios que un proyectil no fuera a parar a la casa en la que se encontraba la hija. En su casa durante el bloqueo vivían tan solo adultos que de día trabajaban y a la chica le era peligroso salir sola a la calle.
De los recuerdos más emotivos de mi infancia: siempre tenía hambre. Siempre lloraba y decía a mamá que quería comer, quería mantequilla y pan. Entretanto, la madre recibía tan solo una cartilla de racionamiento como obrera y otra infantil que significaba una porción mínima de pan. Mamá secaba pan, traía agua del río Fontanka y la hervía en la estufa. Lanzábamos en la estufa piezas de muebles y libros. Mamá metía en agua caliente varias galletas de pan y así recibíamos una “sopa”. Muy rara vez añadíamos un poquito de granos, de avena que mamá se las ingeniaba para lograr para mí en algún lugar.
Los leningradenses no gustan de recordar lo que comían por entonces: cola de carpintero, correas de cuero que se cocía, en verano hierbas. Valentina Maxímova relata cómo su madre hacía de hierba algo parecido a croquetas añadiéndole un poco de pan y agua. Por el sabor era una hierba común y corriente, pero se podía comerla.
La madre se colocó en un comedor, en la cocina, donde mondaba patata. Todos estaban enterados de que tenía una hijita y le permitieron montar sin esmero. Ella traía a casa un poco de mondas y preparaba “croquetas”. Su sabor era horrible, hasta ahora lo recuerdo.
Hoy es difícil imaginarse cómo las personas pudieron sobrevivir en condiciones tan infrahumanas. A la pregunta de cómo lo alcanzaron, prácticamente todos, entre ellos Valentina Maxímova, responden: nos ayudábamos mutuamente.
En nuestra casa vivía tía Dusia que cosía uniforme para soldados. Tenía un hijo dos años menor que yo. Y como quiere que hacía ropa para el ejército, soldados a veces le traían un poco de avena destinada para caballos, o bien un tarro de carne en conserva o cualquier otra cosa. Y ella, antes de sentar a su hijo a la mesa, lo enviaba a llamarme a mí para alimentarnos a los dos. Para mí era una segunda mamá. Así crecí yo, gracias a la bondad de las personas. Pero, todos sufrimos mucho.
Valentina Maxímova no recuerda el 27 de enero de 1944, cuando fue levantada definitivamente el bloqueo de Leningrado. En este tiempo estaba hospitalizada junto con su madre. El hambre no pasó sin huella. Por fortuna las dos se recuperaron. Hoy Valentina Maxímova es una de las pocas personas que sobrevivieron a los 900 días de bloqueo. Tiene un solo deseo: que tal pesadilla no se repita nunca más.
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