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22 septiembre 2008

Terca primavera

(Redeskubriendo América)
Por: Michel Balivo


Hay muchos modos de descubrir algo. Nos dicen que América es un nuevo continente. ¿Para quién, por qué? ¿Acaso no vivía nadie allí cuando llegaron los europeos? Entonces mejor digamos que es un nuevo continente para Europa, el viejo continente. Es su experiencia y su interpretación la que se superpuso a los hechos.

Ellos le pusieron un nombre a esas tierras, a ese continente y a sus habitantes. No sabemos si aquellos habitantes originarios tenían la experiencia de sentirse diferenciados de otro continente y otros habitantes, y comparándose con ellos sintieron la necesidad de darse a si mismos y a su hábitat un nombre genérico.

Del mismo modo podríamos decir que los europeos tomaron algún tipo de conciencia de su propia cultura y economía, de los hábitos y creencias configurados en el ejercicio de vivir dentro de esa condición, al enfrentarla y compararla con la de aquellos habitantes. Creo que ese es un modo más imparcial y ajustado a los hechos, para interpretar los relatos históricos de que disponemos de aquellas circunstancias.

Es decir, más que de los habitantes originarios, aquellos relatos nos hablan de la comparación que los visitantes establecían con sus propios hábitos, son juicios de valores y creencias implícitas y desapercibidas en su mayor parte. Dándose cuenta o no, estaban de algún modo “des-cubriendo”, re-conociendo sus propias culturas ante lo diferente y desconocido.

Por eso, cuando nos cuentan que según su apreciación los habitantes originarios parecían no tener alma, tal vez simplemente nos dicen que no compartían aquella visión de si mismos en el mundo, aquél mito. Tal vez no se sentían separados de su hábitat y no necesitaban por tanto mitos ni ideologías para compensar, explicar y mitigar de algún modo aquella sensación de separación y soledad opresivas.

Por supuesto que no podemos ni pretendemos validar una u otra apreciación. Pero lo que si podemos es darnos cuenta de que aquella visión, aquel modo de estar y sentirse en el mundo, contrastada con la visión que otros tenían de si mismos, fue la que predominó, heredamos y continuamos desarrollando.

Podemos caer en cuenta de que no es ocioso apreciar estos sutiles detalles de cómo opera la siquis, la conciencia humana, porque aún continuamos viviendo, pensando, sintiendo y actuando bajo su condición, sus efectos.

Y así como desde antaño el ser humano intuía un nuevo mundo, una nueva tierra posible, y actuaba bajo su influjo, que es lo mismo que decir que resentía su experiencia del mundo, que se sentía separado e insatisfecho con lo que vivía; seguimos viviendo, intuyendo, intentando y actuando bajo el influjo, casi el hechizo de mitos y sensaciones similares.

Muchos hechos históricos cercanos, cobran un significado totalmente diferente desde esta comprensión o descubrimiento. Por ejemplo en los sesenta irrumpió en todos los ámbitos de humana expresión una brisa fresca, colorida, primaveral, de nuevos tiempos, de vientos de cambio. Las ideas de izquierda, los hippies, los Beatles.

Junto con Mao y la revolución cultural China, Viet Nam, Fidel Castro, El Ché Guevara, Bahía de Cochinos y la revolución Cubana, guerrillas urbanas y suburbanas. Y un toque extra, la entrada de las viejas religiones y las drogas en occidente. ¿Cuál es el nexo, la conectiva entre tan diferentes expresiones? Los eruditos que interpretaron aquellas sacudidas telúricas, se conformaron con decirnos que eran cosas de muchachos y que pronto pasarían volviendo la sensatez.

Pero no pasaron. Y lo que llegó fue la sensatez de los palos, del dolor y el temor al cambio, la bárbara represión de todo lo que significara algo diferente. Hasta las religiones que lograban cierta repercusión eran investigadas, desprestigiadas, satanizadas, ridiculizadas por todos los medios posibles y perseguidas.

No hubo país del continente americano que quedara a salvo de aquella noche de brujas que abortó, ensombreció y tiñó de sangre la naciente primavera. De algún modo fue una vez más el viejo mundo, la vieja cultura, el viejo tropismo encontrándose con lo desconocido, abortando el nuevo mundo posible. El viejo e insatisfactorio mundo persiguiendo mitos y sueños de nuevos mundos felices, pero aterrado ante la posibilidad de encontrarlos y vivirlos realmente.

Solo que esta vez no había nuevos continentes que descubrir físicamente, eran choques de sueños felicitarios que se habían convertido en rígidos intereses, que luchaban entre si por su continuidad a como diera lugar, sin importar si eso implicaba masacrar al ser humano, es decir, deshumanizarse.

Eso es lo característico cuando un sistema de creencias se graba y acumula carga en memoria, al punto de imponerse a toda percepción y sensibilidad presente. Lo viviente pierde entonces relevancia frente al imperio de la poderosa inercia del hábito, de las creencias dominantes. A eso justamente le llamamos dogmatismo, fundamentalismo

Sin importar de que tipo de hábitos y creencias se trate, porque todos tienen en común que a cierto grado de carga se superponen y bloquean la sensibilidad, lo humano, saturan, sobrecargan, sobretensan y sugestionan la conciencia con ensueños compensatorios al elevado nivel de tensión y/o sufrimiento mental que experimentan.

Empujándola a perseguir fantasmales ideales de felicidad que cada vez la sumergen más en su mundo ensimismado y mítico, cegándola, haciéndole imposible abrir su conciencia, su mirada nuevamente a la sencillez del mundo perceptual y presente.

Pasaron los años y las décadas, y los conocedores elevaron una vez más su voz para decirnos que el fantasma del comunismo había demostrado su inoperancia y se desmoronaba. La historia y las ideologías habían agotado su función al conducirnos al “sueño americano” que ahora imperaba sin oponentes visibles. Habíamos llegado al “mundo feliz”.

Sin embargo, parece que la fuerza o inercia de una dirección acumulativa de hechos, tiene su propia lógica. Y entre la densa neblina de mitos, ideologías y ensueños con que la conciencia humana cubre y adorna el paisaje, la economía del sueño americano se desmorona. Los Lynch y los Brother del intangible libre mercado quiebran estrepitosamente.

Mientras, el no intervencionista gobierno nacionaliza monstruosas empresas e inyecta miles de millones de dólares difíciles hasta de imaginar. Las burbujas especulativas y los billetes verdes sin respaldo no han podido ni podrán levantar una economía cada vez menos productiva y más endeudada, empantanada en mil millonarias guerras financiadas por el tercer mundo, por los países subdesarrollados y emergentes según la terminología de moda.

Como dice Eros Ramazzotti en el Sueño Americano, “todo tiene un precio, cada dios un cielo, cada sueño un tiempo en que debes despertar”. Y así América Latina despierta, pese a todos los esfuerzos y barbarie para impedirlo y continuar con el modelo parásito y especulativo de vida.

Rusia, el ineficiente y desmoronado país comunista, pero también el mayor reservorio de gas de quien depende toda Europa, viene a hacer maniobras y reponer combustible en Venezuela. China, India, Irán, Viet Nam, Korea, Bielorrusia, despiertan también de su sueño histórico, de su hipnosis cultural, y como América se abren al mundo con una aún tímida y rudimentaria visión multipolar o pluricéntrica en lugar del viejo cuento de la descentralización.

Una nueva visión de intercambios económicos justos, solidarios, que incluyen transferencia de tecnología, trae una fresca brisa más fácil de respirar para todas esas economías hasta ahora chantajeadas y explotadas, con condiciones siempre favorables a los que imponen sus intereses, privilegios y reglas de juego, que asfixian crecientemente al planeta hasta volverse insobrellevables para la especie y el ecosistema.

En Bolivia, el presidente recién refrendado con 67% de los votos sufre una guerra de cuarta generación, un golpe de estado disfrazado para incendiar el país y hacerlo ingobernable en un nuevo baño de sangre, para abortar una vez más la terca primavera que insiste en florecer fuera de tiempo. Tiempo que para los intereses dominantes sería nunca, como ilustra la alegoría del nacimiento del nuevo rey del mundo, que los reyes imperantes siempre mandan a matar.

Pero esta vez, la enésima vez, se encuentra con la respuesta solidaria de Venezuela que expulsa también al embajador norteamericano y convoca junto con los demás presidentes una reunión urgente de UNASUR, con solo 48 horas de preaviso. Seis años antes Venezuela pasó por la misma aventura, y solo Cuba y Fidel Castro levantaron la voz mientras los demás mandatarios miraban asustados o indiferentes como todo acontecía.

Treinta y cinco años y unos días antes moría, se inmolaba Salvador Allende luego de años de boicot frente al mismo silencio del continente y el mundo. Una vez más solo Fidel Castro levantaba la voz y llamaba aquello por su nombre. Y como las paradojas recurrentes de la historia, allí, en Chile, presidente protémpore de la UNASUR, en el Palacio de la Moneda, donde la presidenta Bachellet remozó la oficina del mártir, se realizó la urgente reunión.

Por primera vez en su historia, Latinoamérica habló en voz alta y pudo escuchar su propia voz y comenzar a reconocerse. Porque hasta entonces solo arrastraba las pesadas cadenas y grilletes de una silenciosa y vergonzosa, oprobiosa historia de colonialismo feudal y esclavitud. Pero alguna vez debía llegar a la madurez de edad, o al menos a la adolescencia, y aún con gallos y temblores de voz aflautada, emitir sus primeras opiniones en sociedad, entre adultos. Porque solo a los que viven entre mitos, sueños, concepciones virtuales o ideologías, se les ocurre que un organismo pueda vivir eternamente niño e ingenuo, sojuzgado por sus mayores.

UNASUR no permitirá otro Allende asesinado para sumarlo a su lista de mártires. La cuenta ya está completa y los gritos del silencio ya ensordecen. Que cesen las inútiles expectativas de golpes de estado disfrazados, donde los gorilas ahora son civiles o los que convinieren. No se lo permitirá. Que cesen los intentos de jugar con el hambre del pueblo y masacrarlo, ya no habrá más impunidad ni se negociará con mercenarios criminales de lesa humanidad que han vendido su humanidad.

Si es necesario se enviará comida y combustible, todo lo que haga falta. El sueño de seudo democracias con manos manchadas de sangre ha llegado a su fin. La violencia y la barbarie están cada vez más acorraladas y puestas en evidencia a la vista de todos. Ni en Venezuela ni en Bolivia han habido las esperadas respuestas violentas del gobierno para propiciar esa masacre que justificaría intervenciones extranjeras.

Por tanto como dice el presidente Chávez, los mandatarios están en el horno histórico a elevadas temperaturas que los van forjando, templando. Los pueblos se van haciendo obligatoriamente cada vez más concientes de las condiciones a las que han vivido sometidos, haciendo inútiles todos sus esfuerzos y justas expectativas de mejorar sus formas de vida.

Si las revoluciones son verdaderas, si incluyen al pueblo y son del pueblo y para el pueblo, se abrirán camino. Si solo son disfrazados juegos de intereses elitescos infiltrando los ingenuos intentos de cambio, irán una vez más a parar a las cloacas de la historia. Pero esta vez la primavera de los 60´s no se convertirá en moda, en nostálgica añoranza.

Ni la condición acumulativa histórica social ni el ecosistema lo toleraría. Por eso una nueva sensibilidad, una nueva conciencia despierta, y por mucho que se parezcan las circunstancias genéricas, la condición global las hace inéditas. Por tanto también las respuestas serán inéditas, sobre todo serán no violentas, por lo cual la violencia se ahogará en si misma, arrastrando consigo todos los vestigios del viejo orden.

Pueden hacerse todos los viejos trucos, malabarismos y prestidigitaciones para que lo mismo de siempre continúe. Pero no se puede engañar a la vida, solo nos engañamos nosotros mismos. La condición y el ritmo de vida ya cambiaron, lo único que continúa igual son los fantasmas de la memoria que aún creen vivir en un mundo inexistente ya.

Los fuerza o inercia de una dirección de hechos acumulada y acelerada histórica socialmente, no camina junto con los mitos, sueños o ideologías. Tiene sus propias leyes o principios. Hay un tiempo, un ritmo de hechos difusos, lentos, de pobre carga y poder transformador, en que como dice la Biblia, la paja y la maleza, la mala hierba puede ir junto con el trigo.

Pero llegado el tiempo, el fruto maduro y alimenticio se cosecha y separa del vicio. Uno se acumula en silos para beneficio y alegría del la vida, como premio al esfuerzo realizado, al conocimiento que toda actividad conlleva. El otro se quema y deshecha porque en nada a la vida aprovecha.

La vida, lo viviente sigue su eterno camino de ascenso, de experiencia y aprendizaje, de paz y riqueza gradualmente alcanzadas. Y los sueños y fantasmas de violencia, temor, del mal, de lo oscuro, son reconocidos y extirpados de la conciencia que despierta aliviada del mal sueño, de la pesadilla del tiempo para llegar a un hogar que parece alejarse a medida que se avanza.

Hoy el gran logro será reconocer los mitos a la base de toda cultura, como lo que superpone nuestra mirada sugestionada al paisaje, como lo que interponen nuestros sentimientos sobrecargados entre tú y yo, como lo que perseguimos y esperamos encontrar pero que solo está en nuestros elevados sistemas de tensión traducidos a sueños compensatorios.

Por eso, cuanto más creemos avanzar en el tiempo hacia esos objetivos que supuestamente nos harán felices, más y más tensos, frustrados y violentos nos sentimos y en consecuencia actuamos. Más y más sufre nuestra alterada, alienada conciencia, más y más nos alejamos entre nosotros y de nosotros mismos.

Revolucionarse entonces para América, o como sea que decida nombrarse a si misma al alcanzar su mayoría de edad y tomar sus propias decisiones, es reconocer su propia alma o despertar del alma que le quisieron vender, que como adhesiva piel le superpusieron a sangre y fuego, como heredera de una problemática ajena, que no le era propia.

Es acercarse a si misma, redescubrirse en su propia desnudez, no determinada por condiciones impuestas. Es hablar y escuchar su propia voz, buscar y encontrar sus propias soluciones, liberándose de la pesada carga de un sueño ajeno. Un nuevo mito ha de nacer, está siendo parido por la conciencia americana. Cuanto más concientes seamos de estarlo trayendo y actuando bajo su influjo, mayor libertad y paz traerá cual regalo al mundo.


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