Israel, una sociedad enferma

Israel, una sociedad enferma
Lidón Soriano
en Rebelión

La parte israelí no deja de sorprenderme. La semana pasada pase unos días en Tel Aviv, visitando a mi amiga Charo, de la que tanto aprendo, que trabaja y vive alli; la otra noche estuve cenando en casa de mis queridos MIkado y Lia y la otra tarde tuvimos una reu, los compas de la nueva brigada, con el fundador de la organizacion israelí ‘Breaking the silence’, Yehuda Shaul.

Desde que empecé a pasar parte de mi estancia en Palestina entre la población israelí, muchas de las dudas y lagunas que tenía desaparecieron. Igual que pienso que quien no conoce Gaza, esa pequeña parcela de terreno, no conoce plenamente Palestina, no por su espacialidad, sino por su ‘especialidad’. También pienso que es fundamental conocer la parte atacante, conocer a la sociedad israelí, en su día a día, en sus diferentes vertientes: colonos, ultraortodoxos, hippies, trabajadores y mendigos para tener un claro y completo cuadro de lo que sucede sobre el terreno. Y lo que es más importante, puede darnos pistas sobre como enfocar el problema y sobre como diseñar las estrategias más efectivas para acercarnos a su realidad e intentar aportar nuestro granito de arena a la legítima causa palestina.

Creo que tan importante como no perder la perspectiva regional y global a la ahora de abordar el conflicto israelopaletino, es conocer la idiosincrasia de las dos partes implicadas y sus realidades cotidianas sobre el terreno. Desde hace unos años gran parte de la polémica de lo que acontece en Palestina deriva en discusiones sobre la corrupción del gobierno de la Autoridad (autoridad??) Palestina, o sobre las confrontaciones entre Fatah y Hamas e invertimos horas y horas en criticar el machismo de su sociedad, su involución o su estructura social. Ese desvío del foco de la cuestión de lo realmente importante, es obviamente intencionado y desde luego no debería hacernos perder de vista el objetivo real de nuestro trabajo: el apoyo incondicional a la legítima causa palestina. Que poco se conoce sobre la sociedad israelí y que poco se habla de ella en los medios de comunicación convencionales. Y desde luego cuando se habla de ella, suele ser para ensalzar su ‘western way of life’, su modernidad y su ‘democracia’, nunca para criticar sus contradicciones, su hetereogeneidad y descohesion social, su crisis económica rampante, la corrupción de su clase política, el fundamentalismo religioso que discrimina de una forma brutal a las mujeres, su sistema de castas interno. No, nunca se muestra a la sociedad israelí como lo que es, una sociedad enferma y lo que es peor, enferma de raíz, enferma desde el momento de su concepción, a nivel conceptual, ideológico y físico.

La sociedad israelí vive ensimismada, encerrada en sí misma, nada hay mas allá de su propio ombligo, que además consideran el centro del universo. En los discursos más progresistas, más de izquierdas, incluso algunos antiocupación TT 67, históricamente la estrategia ha sido y sigue siendo negar la existencia del otro, en este caso la existencia de los y las palestinas. Todo el debate y las discusiones giran en torno a como el conflicto les afecta (a los israelíes) como cambiar su situación (la de los israelíes), como superar los síndromes posttraumaticos que el servicio militar ha causado en ellos (los israelíes). Ilustrativo de este último paradigma es la película ‘Vals con Bashir’. En ella se muestra el sufrimiento de los soldados israelíes por lo que se vieron ‘obligados’ a hacer durante la primera invasión al Líbano de 1982, por supuesto en el film se les exculpa, intentando justificar lo injustificable y sobre todo centrándose en el sufrimiento de los soldados israelíes ante las atrocidades que la milicia falangista llevó a cabo, como si ellos no hubieran participado de forma activa en las masacres de Shabra y Chatila. Aunque desde otra perspectiva y con otro fondo y motivación, también me resulta interesante el comentario de Yehuda Shaul sobre los motivos de creación de su organización. El comentaba que su objetivo al fundar ‘Breaking the silence’ no es solucionar el conflicto, ni siquiera acabar con la ocupación, sino la necesidad de hacer algo por sí mismo, por ‘expiar’ las culpas por las brutalidades cometidas durante su servicio militar. Obviamente sus motivaciones no le quitan legitimidad, ni minusvaloran su acción, pero si resultan cuanto menos significativas en el contexto en el que se desarrollan.

Otro ejemplo de este egocentrismo que invisibiliza al otro, unido a la esquizofrenia de una vida que de alguna manera y en diferentes situaciones les obliga a relacionarse con la parte que intentan invisibilizar, es el cambio que ha experimentado el parlamentario del partido Meretz, Yosi Sarid.

Durante toda su vida publica política, el Sr Sarid, no trabajo buscando la resolución justa del conflicto, no impulso iniciativas basadas en las Resoluciones de la o­nU, no se salió ni un ápice de las consignas sionistas de su partido, que no es otra cosa que política de Estado, pues que nos quede muy claro que las políticas de limpieza étnica que llevan implementando los sucesivos gobiernos israelíes, no responden a unas consignas propias de cada partido sino que son simple y claramente una política de Estado. El sionismo les impregna a todos ellos y nada hay fuera de el. Sin embargo el Sr. Sarid una vez retirado del panorama político se está dedicando a escribir y a denunciar a través de sus escritos tanto las paranoias y esquizofrenias de su sociedad como las políticas de destrucción del entramado social, político y económico que el gobierno israelí lleva a cabo con la población palestina, a la que parece que empieza a conceder la posibilidad de existir con entidad propia.

Como sucede en muchas ocasiones, los políticos cuando realmente tienen capacidad de decisión y de actuación callan y acatan la voz del amo, acallando sus conciencias a base de buenos sueldos a fin de mes y de perpetuarse en el poder. Cuando ya dejan de tener esa capacidad y como forma de expiar sus culpas sacan a pasear su conciencia, quizá con la idea de conseguir el reconocimiento publico de su bondad, convirtiéndose en adalides de las causas justas. A buenas horas, mangas verdes.

Otro ejemplo de ese desconocimiento intencionado de la sociedad israelí hacia sus vecinos, sobre cuya tierra se asienta su estado, es la conversación que tuve con una camarera en Tel Aviv. Había estado viviendo en Costa Rica y hablaba español y como no había mucha gente, tras servirme el café se sentó a mi lado. Le pregunte lugares que podía visitar haciéndole ver que no conocía el país. Me fue explicando las bondades de Tel Aviv, Haifa, Eilat, Jerusalén. Ni la menor mención a Nazaret, ni por supuesto a ninguna ciudad de los territorios del 67.

Tres veces le pregunte por la ciudad Belén y todas las veces ponía cara de no entender, preguntándome si eso estaba en Israel. Tras tenerle que explicar donde estaba, me dijo que ni se me ocurriera ir, que era superpeligroso. Le pregunte si había estado alguna vez y me miro con ojos incrédulos, como si le hubiera preguntado si había subido alguna vez al Everest con un tanga de leopardo y me dijo: ‘claro que no!’ Ni yo, ni nadie que conozca. Y así es, efectivamente, el común de los mortales en Israel, no conoce y lo que es peor, no quiere conocer que sucede a escasos kilómetros de su casa. Como decía Yehuda Saul, no escucha y lo que es peor, no quiere escuchar, lo que algunos soldados cuentan cuando, arrepentidos, vuelven de cometer atrocidades en los territorios ocupados palestinos, negándolo si llega a sus oídos o haciendo ver que son casos puntuales, cuando como nos decía Yehuda son practicas de humillación y tortura cotidianas cometidas por todos los soldados. La sociedad israelí se niega a mirarse al espejo porque sabe que lo que vería le avergonzaría y perder esa supremacía moral, que creen tener, les da, sencillamente, pánico.

Tel Aviv de Belén esta a una hora aproximadamente y en Belén a parte de las referencias cristianas, también hay importantes referencias judías como la tumba de Raquel. Su ignorancia entre la población israelí no hace sino corroborar la escasa relación histórica entre el judaísmo y el sionismo. Punto que considero de vital importancia a la hora de trabajar el conflicto israelopalestino, pues el sionismo siempre intenta confundir los conceptos, acusándonos de esa forma de antisemitismo, cuando cualquiera que se precie, debería saber que en sus inicios los grandes rabinos expulsaron de la comunidad judía a los padres del sionismo, considerándoles como ‘hegem’, algo así como excomulgados. Romper esta dualidad me parece realmente importante, pues eso acabaría con muchas de sus justificaciones y excusas.

Y sobre todo, a todas las personas que trabajamos en el mundo de la solidaridad, nos ayudaría a percibir a los creyentes judíos igual de bien o de mal que a los creyentes cristianos, musulmanes o budistas, centrando nuestra acción contra la filosofía sionista, sin olvidar que ni todos los judios son sionistas, ni todos los sionistas, judíos. Acabar con esa dualidad y con el monopolio del victimismo en la forma de holocausto, debería ser una de nuestras prioridades, debiendo para ello cuidar muy mucho nuestro lenguaje y nuestras acciones. Nuestro objetivo no es atacar ninguna religión, es sencillamente denunciar y atacar al sionismo como movimiento mesianiconacionalista, racista e imperialista.

Lidón Soriano



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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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