Crisis alimentaria: Tiempo de las vacas flacas.

Crisis alimentaria: Tiempo de las vacas flacas.
Obed Juan Vizcaíno Nájera.


"Denles ustedes de comer"
(San Juan 14: 16.)

El Mundo enfrenta ahora la crisis alimentaria más profunda y peligrosa de todos los tiempos. Sí, llegamos casi a los tiempos de las vacas flacas en toda su expresión de las palabras bíblicas.

Aunque tenemos que reconocer que algunos países en diferentes partes del mundo no han tenido la oportunidad de vivir los tiempos de vacas gordas.
Lo más lamentable de todo esto, es que esta grave crisis de escasez de alimentos se debe, primordialmente, al alto grado de desarrollo que han alcanzado, sobre todo algunos países del mal denominado "Primer Mundo". El destino proyectado de los alimentos que actualmente se producen, es el de producir biocombustibles, para satisfacer la gran demanda de las economías noratlanticas y de las maquinarias de guerra de las grandes potencias militares del mundo.

Jamás en la historia de la humanidad, se había producido tantos alimentos en todo el mundo, pero la ambición de las grandes potencias de mantener activas las grandes maquinarias industriales y de guerra que sustenten su hegemonía en el medio oriente y ahora en América latina, dejan sin alimento a los operarios de las mismas.

Recordemos aquellas palabras de Jesús, que no son otra cosa que una premonición profética, cuando dice: "¿Qué padre es capaz de darle a un hijo una piedra cuando le pida pan, o de darle un alacrán cuando le pida un pescado?". Estos son los tiempos en los cuales las grandes potencias mundiales llegan al exceso de arrebatar de la boca de los pueblos menos desarrollados tecnológicamente, los alimentos básicos para sobrevivir y le entregan una herencia horrible de hambre, sufrimiento y muerte.

¿Qué dice la Iglesia ante esta crisis alimentaria que es casi inminente en el mundo?

La Iglesia podría lanzar una respuesta acorde a su Misión en el mundo, o podría evadir esta situación alegando, desde un fundamentalismo insensible, cumplimientos de profecías bíblicas del final de los tiempos. Algunas veces sentimos que la Iglesia no dice nada. Quizás ha estado optando irresponsablemente, por un silencio criminal que la podría poner del lado de los Judas y los cómplices, llegará el momento en el cual quiera lavarse las manos en la pileta del asistencialismo, para silenciar su conciencia.

Algunos grupos cristianos ven, en la crisis alimentaria que se avecina, el cumplimiento de profecías apocalípticas por causa del pecado de la gente y su rebeldía. Se olvidan que la gran lucha de Dios, en el libro del Apocalipsis, es contra todo un imperio humano, político económico, militar, material, que entraba en una grave crisis política y moral, como está entrando en crisis el actual imperio.

La Iglesia debe responder con contundencia a esta grave crisis alimentaria que amenaza a nuestro mundo, debe hacerlo de manera firme y en honor a la justicia que predica, denunciando las pretensiones imperialistas y neocolonialistas de las grandes potencias noratlánticas, de arrebatar a los pueblos su derecho a alimentarse y a vivir con dignidad.

La única respuesta ética que debe tener por ahora la Iglesia, debe ser la condena al uso irracional y no legislado de los alimentos como fuente de carburantes distinta a los combustibles fósiles. Denunciando que todo intento de deshumanizar el destino de las fuentes de alimentos, es un atentado a la imagen misma de Dios que está presente en todos y cada uno de los seres humanos.


¿Quienes son los culpables?

Las grandes potencias industriales y militares del mundo desarrollado, son culpables de toda esta crisis alimentaria, al impulsar la deforestación de grandes extensiones de Selvas y bosques para convertir estas en tierras de cultivos de ciclos cortos de producción, agotando de manera acelerada los pocos nutrientes naturales que tienen estos suelos. Esto ha impulsado la desertificación de inmensas cantidades de tierras que en un tiempo fueron grandes extensiones de selvas y bosques, y que nos protegían de manera eficaz y natural del calentamiento global.

Frente a todas estas situaciones, la iglesia no ha levantado con fuerza su voz profética y de denuncia, quizás porque en la mayoría de los casos, estos sectores industriales, financieros y económicos, que irresponsablemente conducen al mundo a su peor crisis alimentaria, son los dueños absolutos de las voluntades de gobiernos e instituciones y de muchos sectores de las jerarquías eclesiales. En el caso de nosotros y nosotras, en la Iglesia evangélica, estos sectores en su gran mayoría provienen de países de tradición protestante que han hecho trabajo "misionero" entre nosotros en siglos y décadas pasadas.

La Crisis de los alimentos que se avecina, no es la consecuencia de una baja producción mundial de los productos necesarios e imprescindibles para la alimentación. Esta crisis está surgiendo, en un momento en el cual se producen, gracias a la tecnología y a los fertilizantes, más alimentos de origen vegetal, que son la base primaria de la cadena alimenticia. Las grandes potencias han decidido irresponsablemente, destinar la mayor parte de estos alimentos a la producción de combustibles que alimentarían a las grandes maquinarias industriales y militares, olvidándose de las grandes masas de personas que se verán afectadas por esta grave crisis de alimentos en todo el mundo.

Para producir unos cientos litros de etanol, se necesita una gran cantidad de de hectáreas sembradas de maíz, soya, caña de azúcar u otros productos agrícolas, mas un gasto considerable de otros combustibles fósiles, que hagan viable todo el proceso de refinación de los biocombustibles. Esto, por ahora, echa por el suelo la teoría de una mejor rentabilidad de los biocombustibles frente a los combustibles fósiles.

Lógicamente, esto amenaza la capacidad de alimentarse de cualquier familia en el mal llamado "tercer mundo", en América latina, Asia y África. Por la misma cantidad de maíz que se alimentarían unas sesenta personas en un mes, se producirían aproximadamente unos insignificantes cuatrocientos litros de biocombustibles.

Los tiempos de las vacas flacas ya están presentes en nuestro mundo, porque los han acelerado las políticas económicas, financieras y militares, de las grandes potencias noratlánticas y la renuencia de estas a suscribir aquellos pactos y convenios de defensa del medio ambiente. Recordemos lo que dijo una vez Mahatma Ghandi: "La tierra tiene todo lo que todo mundo necesita para vivir, pero no tiene todo lo que el mundo ambiciona".

O nos convertimos en parte de la solución o somos cómplices del hambre.

Es el momento que la Iglesia levante su voz, en contra del perverso deseo de convertir a los alimentos que el mundo consume, en biocombustibles. Es el momento que la Iglesia debe proponer y apoyar proféticamente, a aquellos modelos de economías sustentables, que por años han predicado grupos de creyentes y no creyentes, que creen en la posibilidad de un Mundo Otro, que cada día se vuelve más imprescindible y urgentemente necesario.

Solo los modelos de producción y de economías solidarias y sustentables, podrán salvar al mundo, en este tiempo de grave crisis alimentaria. La iglesia no puede seguir casada con aquellos principios y procedimientos del capitalismo que ha centrado toda su acción en el consumismo y en la explotación del hombre por el hombre. La Iglesia no debe seguir promoviendo los antivalores de la idolatría del Consumismo, del liberalismo y del Capitalismo salvaje.

Es el momento ideal para que la Iglesia de Jesucristo, pueda superar las divisiones denominacionales y confesionales, y presentar un frente común, que se oponga firmemente, a esta grave e injusta crisis alimentaria que nos trae la política de producción de biocombustibles de parte de las grandes potencias noratlanticas, en su gran mayoría países muy "cristianos" y muy "practicantes" de su Fe.

El Consejo mundial de Iglesias, y las otras organizaciones y alianzas denominacionales, deben establecer un frente unido, que pueda, como el José del Antiguo Testamento, dar respuestas efectivas al problema de la grave crisis alimentaria que se nos viene encima. Como Iglesias, no somos ni tenemos la solución a esta grave crisis que amenaza a la humanidad, pero tenemos una voz profética que debe ser oída como voz de Dios, denunciando la injusticia y anunciando la urgencia de la construcción de Un Mundo Otro, Necesario e Imprescindible. Debemos sumarnos aquellos grupos que hacen su mejor esfuerzo por salvar al mundo. Debemos identificarnos plena y radicalmente con aquellos que han de sufrir el mayor impacto alrededor del mundo de esta crisis alimentaria, los pobres.

Este es el tiempo preciso de la Unidad de la Iglesia, del verdadero Ecumenismo. Debemos unirnos de verdad más allá de lo protocolar, para dar una respuesta profética, verdaderamente efectiva, a la grave e inminente crisis de los alimentos a nivel mundial, creada por las grandes potencias noratlánticas. Debemos unirnos, "para que el mundo crea".

Obed Juan Vizcaíno Nájera.
Maracaibo-Venezuela.


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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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