POR LA SENDA DE LA CASQUERÍA

Boicot a Falsimedia
Carlos Tena


Como afirmé hace algunos años, la sana costumbre de adquirir la prensa diaria en ese país llamado España, la suprimí de entre mis deberes cotidianos en lo que atañe a periódicos que ya no son tales, sino Alcázares muy bien confeccionados y defendidos, como El País o El Mundo, desde donde se lanza, de forma torpe y machacona, un discurso repleto de manipulaciones, mentiras y falsedades varias, que deberían lograr que el rubor profesional apareciera no sólo en los redactores responsables, sino en cualquiera de los lectores que tienen la suficiente perspicacia para oler ese cambio sustancial, acaecido en el 90 por ciento de las publicaciones del primer mundo.

Desaparecida la Unión Soviética, Falsimedia se decantó por seguir a las huestes ideológicas herederas del fariseísmo (USA y casi todos sus gobiernos, desde aquel que presidió un enamorado de Franco, el general Eisenhower), ataviados con traje de demócrata a la CIA o FBI, de esos que echan una mano a los milicos para implantar dictaduras sangrientas, que son la mejor prueba de cómo se organizan sistemas sufragistas a lo Uribe, delincuente en sesión continua, narcotraficante en alta definición, asesino no sólo de cientos de civiles, sino de las esperanzas de paz en la amada Colombia, que obedece sin rechistar al factótum de la multinacional Democracia SL, quien desde la Casa Blanca preside los designios de la ultraderecha mundial: Israel, Alemania, Chequia, Austria, Italia, Holanda, Marruecos, Kuwait, etc.


Los ataques injustificados, las excesos de todo tipo, las invenciones (siempre vejatorias hacia los gobiernos que no son del agrado de Washington), llegan a extremos tales que, al menos en mi opinión, están muy cerca del esperpento periodístico, cuando no de la más palpable demostración de la histeria irrefrenable que aqueja a sus directivos y consejeros de administración. Cuando quienes leíamos en los textos de las facultades de periodismo, que un corresponsal, por ejemplo, debe ser veraz, riguroso y objetivo (vamos, que no se le vea el plumero, como a mí, que no tengo que mentir, ni ser corresponsal de Falsimedia para vivir), acerca de los protagonistas de una noticia, creíamos que lo que se vende en los quioscos cumplía esos requisitos mínimos, por lo menos en las narraciones que llegaban desde países lejanos. Recuerdo que un profesor nada progresista de la Escuela de Periodismo en Madrid, como era Bartolomé Mostaza, solía ponernos ejemplos como éste:


“Si un testigo presencial de un hecho dramático, cual puede ser una deflagración de la que como resultado se dieran diez muertos y treinta heridos, encabeza su crónica con el titular 10 victimas mortales y 30 heridos graves por una bomba en... (más el lugar del hecho), pero en la redacción algún listo o él mismo coloca el subtítulo Una de las víctimas es un niño de 7 años que iba a hacer la Primera Comunión (más una foto de grandes dimensiones con miembros humanos esparcidos por el suelo), se está violando el mínimo principio de independencia, mesura y precisión periodísticas, para favorecer únicamente la venta de periódicos, tratando de que los corazones ajenos se estremezcan con la imagen y con el segundo de los titulares”.


Contemplar un ejemplar del diario El País, de hace unas semanas, donde en primera plana aparecen a cuatro columnas y en grandes titulares, las hazañas y foto de un psicópata austriaco, resulta tan espantoso, periodísticamente hablando, como los delitos y torturas de aquel bruto. A El País, cuando menos, se le ha caído la A y ahora es EL PIS.

Otro ejemplo, que El Pis, perdón, El País, El Mundo y los demás amantes de la senda de la casquería reiteran de forma paranoica, es el referido a los acontecimientos que un semanario ya extinto, como fue El Caso, publicitaba, entre el jolgorio de ese sector de la ciudadanía (que debería pasar por una consulta psiquiátrica), y la sonrisa comprensiva de los empresarios (a quienes las desviaciones y patologías de la personalidad sirven a sus intereses espurios), mostrando sus vergüenzas con la naturalidad de una mediocre profesional del strip-tease, aunque los clientes de hace años recordaran que, en el pasado, la vetusta dama era una excelente intérprete de cuplés inteligentes e irónicos, a la que acompañaban entre aplausos una larga lista de escritores de calidad indiscutible; muchos desertaron cuando la cupletera se bajó las bragas ante las exigencias borbónicas, pero otros han firmado en el Libro de Estilo Pestilente porque, al contrario que los directivos de Falsimedia, los sueldos no son despreciables.

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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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