La semana pasada, la empresa Peking University Founder Group se saltó el pago de bonos por un valor de 284 millones de dólares, hecho que no pasó desapercibido en China, dado que la mayor parte de sus accionistas son representantes del brazo financiero de uno de las mejores y más antiguas universidades del país asiático.
Este no ha sido un caso aislado. La compañía comercial Tewoo Group ha sido la primera en saltarse el pago a los inversionistas extranjeros en dos décadas. Controlada por el Gobierno de la ciudad china de Tianjin, esta compañía está en apuros por haber acumulado una deuda de 1.250 millones de dólares.
Se avecina un tsunami de vencimientos
La tendencia a endeudarse cada vez más surgió en China durante la época de expansión económica producida luego de la crisis del 2008. En aquel entonces, los acreedores mundiales estaban listos para echarles mano en busca de grandes retornos. Ahora, mientras los plazos de pago van venciendo, los empresarios chinos no logran encontrar recursos para pagar sus deudas debido a la peor desaceleración económica registrada en casi tres décadas.
Este año, las corporaciones chinas no han pagado a sus acreedores casi 20.000 billones de dólares. Si bien este monto parece ser bastante pequeño en términos del tamaño de la economía china, las deudas no han parado de crecer.
"Estamos esperando que las bancarrotas aumenten. Hay muchas otras empresas que están operando en un ambiente muy difícil", comentó a The New York Times el experto en créditos de S&P Global, Christopher Lee.
Los analistas de S&P Global calcularon que, en total, las empresas chinas deberán pagar a los acreedores extranjeros unos 90.000 millones de dólares el año que viene y en 2021 tendrán que afrontar el vencimiento de bonos por un valor de 110.000 millones. Mientras tanto, a los inversores domésticos les deberán unos 694.600 millones de dólares en 2020 y unos 706.000 millones en 2021.
¿Será capaz Pekín de prevenir un desastre?
Al día de hoy, las autoridades chinas tienen que solucionar un difícil rompecabezas: determinar a qué empresas no deberán permitir declararse en quiebra y a cuáles sí.
El Gobierno central ya ha pasado a endurecer el control sobre su sistema financiero y muy a menudo interviene con el objetivo de rescatar a las compañías y preservar sus empleos. Asimismo, deja que otras pasen a hacerse insolventes para dar una lección a las demás de que endeudarse demasiado no es una buena idea. Esta es la razón por la que muchos gobiernos locales experimentan una falta de recursos financieros para poder "ayudar a su excampeones", destaca el medio estadounidense.
Además, hace dos años, los funcionarios chinos empezaron a abordar el problema desde otro frente, tomando medidas drásticas sobre el sector bancario en la sombra, cuyas plataformas opacas habían estado vinculando a los prestatarios con los acreedores en busca de otorgar créditos por altos intereses.
Tras endurecer el control sobre el sistema financiero, China se puso en la cuerda floja porque la reducción del volumen de créditos contribuyó a que se desacelera su crecimiento económico. A pesar de eso, el medio estadounidense concluye que Pekín todavía es capaz de lanzar más recursos para poder solucionar los problemas emergentes y disminuir la amenaza de un colapso financiero perturbador.
Sputnik
Este no ha sido un caso aislado. La compañía comercial Tewoo Group ha sido la primera en saltarse el pago a los inversionistas extranjeros en dos décadas. Controlada por el Gobierno de la ciudad china de Tianjin, esta compañía está en apuros por haber acumulado una deuda de 1.250 millones de dólares.
Se avecina un tsunami de vencimientos
La tendencia a endeudarse cada vez más surgió en China durante la época de expansión económica producida luego de la crisis del 2008. En aquel entonces, los acreedores mundiales estaban listos para echarles mano en busca de grandes retornos. Ahora, mientras los plazos de pago van venciendo, los empresarios chinos no logran encontrar recursos para pagar sus deudas debido a la peor desaceleración económica registrada en casi tres décadas.
Este año, las corporaciones chinas no han pagado a sus acreedores casi 20.000 billones de dólares. Si bien este monto parece ser bastante pequeño en términos del tamaño de la economía china, las deudas no han parado de crecer.
"Estamos esperando que las bancarrotas aumenten. Hay muchas otras empresas que están operando en un ambiente muy difícil", comentó a The New York Times el experto en créditos de S&P Global, Christopher Lee.
Los analistas de S&P Global calcularon que, en total, las empresas chinas deberán pagar a los acreedores extranjeros unos 90.000 millones de dólares el año que viene y en 2021 tendrán que afrontar el vencimiento de bonos por un valor de 110.000 millones. Mientras tanto, a los inversores domésticos les deberán unos 694.600 millones de dólares en 2020 y unos 706.000 millones en 2021.
¿Será capaz Pekín de prevenir un desastre?
Al día de hoy, las autoridades chinas tienen que solucionar un difícil rompecabezas: determinar a qué empresas no deberán permitir declararse en quiebra y a cuáles sí.
El Gobierno central ya ha pasado a endurecer el control sobre su sistema financiero y muy a menudo interviene con el objetivo de rescatar a las compañías y preservar sus empleos. Asimismo, deja que otras pasen a hacerse insolventes para dar una lección a las demás de que endeudarse demasiado no es una buena idea. Esta es la razón por la que muchos gobiernos locales experimentan una falta de recursos financieros para poder "ayudar a su excampeones", destaca el medio estadounidense.
Además, hace dos años, los funcionarios chinos empezaron a abordar el problema desde otro frente, tomando medidas drásticas sobre el sector bancario en la sombra, cuyas plataformas opacas habían estado vinculando a los prestatarios con los acreedores en busca de otorgar créditos por altos intereses.
Tras endurecer el control sobre el sistema financiero, China se puso en la cuerda floja porque la reducción del volumen de créditos contribuyó a que se desacelera su crecimiento económico. A pesar de eso, el medio estadounidense concluye que Pekín todavía es capaz de lanzar más recursos para poder solucionar los problemas emergentes y disminuir la amenaza de un colapso financiero perturbador.
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