Por Nubia Piqueras Grosso *
Panamá (Prensa Latina) Durante varios días de noviembre, el mes de la Patria en Panamá, estudiantes de universidades públicas y privadas se apoderaron de la emblemática plaza Cinco de Mayo para protestar contra las reformas constitucionales.
Justo al lado de la estatua de Mahatma Gandhi (1869-1948), el padre de la independencia india del colonialismo británico, cientos de jóvenes se congregaron para protagonizar el suceso social más trascedental de 2019 en Panamá y el más grande visto tras las luchas estudiantiles por recuperar el canal y la soberanía del país.
En medio de una efervescencia continental, los jóvenes panameños abandonaron las redes sociales para enfrentar la represión policial y liderar las manifestaciones pacíficas, a las que se sumaron profesionales y sociedad civil en general, en contra de un paquetazo inconsulto que pretende modificar la Carta Magna, que data de 1972.
Aunque no tienen un consenso sobre el método para cambiar la Constitución, los universitarios desconfían de unas reformas en manos de los diputados, de ahí que algunos apoyen una asamblea constituyente paralela y los más radicales, una originaria, explicó José Luis Paniza, dirigente de la Universidad Santa María la Antigua (USMA).
'La reforma no es la forma', decía una de las pancartas que portaron jóvenes panameños por esos días aciagos de noviembre, en alusión al rechazo generado por el paquetazo en importantes sectores de la sociedad, por considerarlo antidemocrático e impopular para triunfar en un referendo.
En conferencia de prensa, previo al juzgamiento de los primeros 93 detenidos bajo el supuesto delito de alteración de la convivencia pacífica, un grupo de jóvenes cuestionaron la 'forma apresurada y hasta poco incluyente' en que el Parlamento llevó el proceso, 'poniendo intereses personales por encima de los intereses del país'.
Descartaron que la idea del diálogo sea a través del Consejo de la Concertación para el Desarrollo, brazo creador de las propuestas, pues consideran que este mecanismo no representa a todos los sectores y 'la Constitución es la norma más importante del país, que debe tomar en cuenta a todas las personas'.
Al referirse a la actuación policial ante las manifestaciones, los líderes estudiantiles repudiaron el 'excesivo uso de la fuerza' y las 'detenciones ilegales, arbitrarias y violentas' que vulneraron el derecho a la protesta consagrado en la Constitución y las normas internacionales.
'Ningún joven está preparado para salir a la calle a recibir golpes, perdigones o arrestos, pero nosotros con dignidad estamos en pie de lucha pensando en el pueblo panameño y dispuestos a salir a las calles para defender nuestros puntos de vista', expresó Mónica Sánchez, una de las abogadas de los aprehendidos.
'Se les insultó, se usó gas pimienta, fuerza y todo eso fue innecesario porque muchos de los jóvenes tenían las manos levantadas o en el piso', dijo la exdiputada y decana de la facultad de Derecho de la USMA, Ana Matilde Gómez, quien cuestionó el manejo de los expedientes y la falta de mediación para los conflictos.
Ante esta realidad, el presidente de la República, Laurentino Cortizo, dejó de mirar desde las gradas y tomó las riendas para aplacar la rebelión juvenil; y aunque en un mensaje a la nación volvió a dar un espaldarazo al trabajo de la Concertación Nacional, reconoció que nadie tiene el monopolio de las reformas constitucionales, promesa hecha durante su campaña electoral.
'Ningún panameño debe sentirse excluido, el proceso de reforma está en desarrollo, nadie tiene el monopolio de las reformas. Los convoco a participar con respeto, pues el único dueño de las reformas es el pueblo', dijo.
Pero más allá del simple capricho de unos pocos jóvenes, como intentaron ver las protestas, no es difícil dilucidar las verdaderas razones del estallido social: desgaste político, corrupción, alto costo de la vida, desigualdad, pobreza y desempleo, pese al galopante crecimiento económico, entre muchos otros males.
CHILE, ¿EL EJEMPLO A IMITAR?
Al igual que Chile, influenciador tal vez de las manifestaciones en el Istmo, Panamá es el líder económico en su región (Centroamérica), pero también uno de los 10 países más desiguales del mundo, pese a tener cuatro millones de habitantes.
Según un artículo del diairo La Estrella de Panamá, en ambas naciones ninguna de las constituciones vigentes fueron formuladas por la población y en el caso de la istmeña fue reformada en cuatro ocasiones: 1978, 1983, 1994 y 2004, razón por la cual muchos alegan que 'no aguanta un parche más'.
A juicio del abogado constitucionalista Miguel Bernal, los mayores beneficiarios hoy en Panamá son la élite económica que domina las telecomunicaciones, los puertos y el ferrocarril, entre otros servicios y sectores claves del desarrollo.
Paralelo, la calidad de la enseñanza pública también fue afectada, a raíz del apoyo creciente de los últimos gobiernos a la educación particular, con el consiguiente aumento de matrículas y mensualidades cada año, sin que en muchos casos represente mejores conocimientos.
Por otra parte, la escasez de profesionales y el desabastecimiento de recursos es el pan nuestro de cada día en los sistemas estatales de salud, frente al privado que los absorbe y peor aún, que se aprovecha de la deficiencia para abultar sus bolsillos ante la necesidad de los más humildes.
Al respecto, Roger Barés, del Comité de Protección al Paciente y a Familiares en Panamá, señaló en marzo último que los distribuidores tratan de desabastecer las instalaciones de la Caja del Seguro Social y del Ministerio de Salud para obligarlos a comprar medicamentos e insumos a precios más altos. Lo cierto es que desde Panamá miran con preocupación a Chile, pero además de lamentar o condenar los hechos violentos, observan como se desmorona un paradigma de desarrollo a imitar por los centros criollos del poder económico.
Tácitamente lo reconoció un artículo del diario de derecha La Prensa, cuya primera línea esbozó: 'Se nos descuadernó el modelo'.
Un análisis reciente de las causas de la explosión social en la nación austral publicado en un medio local, incrementó tales preocupaciones por constituir un retrato de la situación socio-político-económica de Panamá, encabezada por el triste récord de ser el sexto país más desigual del mundo, por encima de Chile (séptimo).
Si bien la presión popular, en especial de los jóvenes, obligó a retirar artículos como el 99 y 104, que pretendían eliminar el rol fiscalizador de las universidades estatales y crear subsidios a las privadas, el paquete de reformas sigue en curso y en espera de la segunda legislatura que inicia el 2 de enero de 2020.
Y aunque las aguas al parecer alcanzaron su nivel en este cierre de 2019, no son pocos los que auguran otro despertar de la conciencia joven, cuando el momento del debate en la Asamblea Nacional llegue a su clímax.
arb/npg
*Corresponsal jefa de Prensa Latina en Panamá.
Panamá (Prensa Latina) Durante varios días de noviembre, el mes de la Patria en Panamá, estudiantes de universidades públicas y privadas se apoderaron de la emblemática plaza Cinco de Mayo para protestar contra las reformas constitucionales.
Justo al lado de la estatua de Mahatma Gandhi (1869-1948), el padre de la independencia india del colonialismo británico, cientos de jóvenes se congregaron para protagonizar el suceso social más trascedental de 2019 en Panamá y el más grande visto tras las luchas estudiantiles por recuperar el canal y la soberanía del país.
En medio de una efervescencia continental, los jóvenes panameños abandonaron las redes sociales para enfrentar la represión policial y liderar las manifestaciones pacíficas, a las que se sumaron profesionales y sociedad civil en general, en contra de un paquetazo inconsulto que pretende modificar la Carta Magna, que data de 1972.
Aunque no tienen un consenso sobre el método para cambiar la Constitución, los universitarios desconfían de unas reformas en manos de los diputados, de ahí que algunos apoyen una asamblea constituyente paralela y los más radicales, una originaria, explicó José Luis Paniza, dirigente de la Universidad Santa María la Antigua (USMA).
'La reforma no es la forma', decía una de las pancartas que portaron jóvenes panameños por esos días aciagos de noviembre, en alusión al rechazo generado por el paquetazo en importantes sectores de la sociedad, por considerarlo antidemocrático e impopular para triunfar en un referendo.
En conferencia de prensa, previo al juzgamiento de los primeros 93 detenidos bajo el supuesto delito de alteración de la convivencia pacífica, un grupo de jóvenes cuestionaron la 'forma apresurada y hasta poco incluyente' en que el Parlamento llevó el proceso, 'poniendo intereses personales por encima de los intereses del país'.
Descartaron que la idea del diálogo sea a través del Consejo de la Concertación para el Desarrollo, brazo creador de las propuestas, pues consideran que este mecanismo no representa a todos los sectores y 'la Constitución es la norma más importante del país, que debe tomar en cuenta a todas las personas'.
Al referirse a la actuación policial ante las manifestaciones, los líderes estudiantiles repudiaron el 'excesivo uso de la fuerza' y las 'detenciones ilegales, arbitrarias y violentas' que vulneraron el derecho a la protesta consagrado en la Constitución y las normas internacionales.
'Ningún joven está preparado para salir a la calle a recibir golpes, perdigones o arrestos, pero nosotros con dignidad estamos en pie de lucha pensando en el pueblo panameño y dispuestos a salir a las calles para defender nuestros puntos de vista', expresó Mónica Sánchez, una de las abogadas de los aprehendidos.
'Se les insultó, se usó gas pimienta, fuerza y todo eso fue innecesario porque muchos de los jóvenes tenían las manos levantadas o en el piso', dijo la exdiputada y decana de la facultad de Derecho de la USMA, Ana Matilde Gómez, quien cuestionó el manejo de los expedientes y la falta de mediación para los conflictos.
Ante esta realidad, el presidente de la República, Laurentino Cortizo, dejó de mirar desde las gradas y tomó las riendas para aplacar la rebelión juvenil; y aunque en un mensaje a la nación volvió a dar un espaldarazo al trabajo de la Concertación Nacional, reconoció que nadie tiene el monopolio de las reformas constitucionales, promesa hecha durante su campaña electoral.
'Ningún panameño debe sentirse excluido, el proceso de reforma está en desarrollo, nadie tiene el monopolio de las reformas. Los convoco a participar con respeto, pues el único dueño de las reformas es el pueblo', dijo.
Pero más allá del simple capricho de unos pocos jóvenes, como intentaron ver las protestas, no es difícil dilucidar las verdaderas razones del estallido social: desgaste político, corrupción, alto costo de la vida, desigualdad, pobreza y desempleo, pese al galopante crecimiento económico, entre muchos otros males.
CHILE, ¿EL EJEMPLO A IMITAR?
Al igual que Chile, influenciador tal vez de las manifestaciones en el Istmo, Panamá es el líder económico en su región (Centroamérica), pero también uno de los 10 países más desiguales del mundo, pese a tener cuatro millones de habitantes.
Según un artículo del diairo La Estrella de Panamá, en ambas naciones ninguna de las constituciones vigentes fueron formuladas por la población y en el caso de la istmeña fue reformada en cuatro ocasiones: 1978, 1983, 1994 y 2004, razón por la cual muchos alegan que 'no aguanta un parche más'.
A juicio del abogado constitucionalista Miguel Bernal, los mayores beneficiarios hoy en Panamá son la élite económica que domina las telecomunicaciones, los puertos y el ferrocarril, entre otros servicios y sectores claves del desarrollo.
Paralelo, la calidad de la enseñanza pública también fue afectada, a raíz del apoyo creciente de los últimos gobiernos a la educación particular, con el consiguiente aumento de matrículas y mensualidades cada año, sin que en muchos casos represente mejores conocimientos.
Por otra parte, la escasez de profesionales y el desabastecimiento de recursos es el pan nuestro de cada día en los sistemas estatales de salud, frente al privado que los absorbe y peor aún, que se aprovecha de la deficiencia para abultar sus bolsillos ante la necesidad de los más humildes.
Al respecto, Roger Barés, del Comité de Protección al Paciente y a Familiares en Panamá, señaló en marzo último que los distribuidores tratan de desabastecer las instalaciones de la Caja del Seguro Social y del Ministerio de Salud para obligarlos a comprar medicamentos e insumos a precios más altos. Lo cierto es que desde Panamá miran con preocupación a Chile, pero además de lamentar o condenar los hechos violentos, observan como se desmorona un paradigma de desarrollo a imitar por los centros criollos del poder económico.
Tácitamente lo reconoció un artículo del diario de derecha La Prensa, cuya primera línea esbozó: 'Se nos descuadernó el modelo'.
Un análisis reciente de las causas de la explosión social en la nación austral publicado en un medio local, incrementó tales preocupaciones por constituir un retrato de la situación socio-político-económica de Panamá, encabezada por el triste récord de ser el sexto país más desigual del mundo, por encima de Chile (séptimo).
Si bien la presión popular, en especial de los jóvenes, obligó a retirar artículos como el 99 y 104, que pretendían eliminar el rol fiscalizador de las universidades estatales y crear subsidios a las privadas, el paquete de reformas sigue en curso y en espera de la segunda legislatura que inicia el 2 de enero de 2020.
Y aunque las aguas al parecer alcanzaron su nivel en este cierre de 2019, no son pocos los que auguran otro despertar de la conciencia joven, cuando el momento del debate en la Asamblea Nacional llegue a su clímax.
arb/npg
*Corresponsal jefa de Prensa Latina en Panamá.
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