“¡Me voy a mi casa decepcionada! ¡(El autoproclamado) está muerto!”.
La lapidaria frase, expresada en un video viralizado en las redes sociales, fue pronunciada por una desilusionada dama el sábado 16 de noviembre, al término de la enésima y nuevamente frustrada convocatoria a otra “marcha sin retorno”, hecha por el autoproclamado como parte de una agenda en la cual no ha podido cumplir el cometido de derrocar al legítimo y constitucional presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros.
Sumaba un eslabón más en su impresionante cadena de fracasos desde que le fuera encomendada la tarea de encabezar a la extrema derecha criolla para liquidar todo vestigio de la Revolución Bolivariana y colocar las incalculables riquezas de nuestro territorio al servicio de los intereses imperiales.
Cabalgando en el odio de una minoría envenenada por las transnacionales mediáticas y las redes digitales, el “líder” prefabricado, construido sobre una costosa operación de mercadeo, incurrió en el reiterado error de subestimar al chavismo, prometiendo a sus seguidores rápidas salidas del “rrréeegimenn”, estrellándose una y otra vez ante la firmeza de un Gobierno y un pueblo unidos e indoblegables, pese a los cuantiosos recursos puestos a su disposición por el engendro de la Casa Blanca y su camarilla.
Fue anunciando fecha tras fecha, acciones tras acciones, repitiendo como muñeco de ventrílocuo los guiones elaborados desde el Pentágono, bajo la enfermiza obsesión por acabar con las conquistas logradas por el pueblo desde que nuestro comandante Hugo Chávez Frías asumió la Presidencia de la República el 2 de febrero de 1999.
El rosario de reveses ha ido dando paso a un sentimiento de desespero y desolación en las bases opositoras, perdida la credibilidad en un “líder” impuesto desde Washington, a quien, inclusive, han venido convirtiendo en blanco de crudas burlas, atizadas por el inmenso caudal de torpezas acumuladas por el susodicho en menos de un año.
DESCONOCIDO
Hasta este 2019 poco se sabía de este sujeto, a quien el pueblo venezolano, literalmente, primero que el rostro le conoció el desnudo trasero, cuando lo mostró en una “protesta”, junto a otros integrantes de la tristemente célebre “generación de 2007” opositora, desbordada, vapuleada y enmudecida por sus contemporáneos chavistas –liderados por el inolvidable Robert Serra- en aquella sesión efectuada en la Asamblea Nacional el 7 de junio de ese año.
A la Asamblea Nacional (AN) llegó como un nombre más en un listado en aquellas elecciones parlamentarias del año 2015, cuando la oposición, garantizando que la de esos comicios sería “la última cola”, se montó en la criminal ola del desabastecimiento inducido, como adición al bloqueo económico, comercial y financiero iniciado por el gobierno de Barack Obama y su infame decreto declarando a nuestro país “amenaza inusual y extraordinaria”.
Cumplido el objetivo de lograr la mayoría en el Parlamento, su recién juramentado presidente, Henry Ramos Allup, proclamó que “en seis meses” echarían de la Primera Magistratura Nacional a Nicolás Maduro Moros, lo cual, obviamente, no pudieron concretar, pero dejó al desnudo sus intenciones de usar la instancia legislativa como guarida conspirativa.
Como parte de la rotación negociada entre cuatro partidos adueñados del mando opositor, esa Presidencia de la AN en desacato correspondió este año a la célula terrorista-fascista Voluntad Popular, en la cual –dada la inhabilitación de su jefe, Leopoldo López-, optaron por un actor de tercera categoría, carente de escrúpulos, moral, amor por la Patria, pero con una inagotable codicia y una extrema e inocultable mediocridad.
DESESPERADO
Fue este el títere al que los genocidas de Washington ordenaron irse hasta una plaza, donde el 23 de enero –utilizando como papel higiénico la Constitución Nacional y la mayoritaria voluntad del pueblo venezolano expresada en las elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018– se autojuramentó, pretendiendo desencadenar un proceso de desmembramiento del país similar al de Libia, guerra civil incluida.
Para apuntalarlo, por la vía de la extorsión le fabricaron el reconocimiento “de más de 50 países” –como todavía insisten en repetir las corporaciones mediáticas, para “autoreanimarlo”- y le otorgaron multimillonarios recursos, incluyendo los expoliados al Estado y pueblo venezolano, como los de la refinería Citgo, valorada en más de 13 mil millones de dólares.
Comenzaron así los desesperados intentos del mandadero imperial por cumplir con las órdenes recibidas.
Con todo el aparataje económico, propagandístico y de gobiernos lacayos a su disposición, pretendieron invadir nuestra Patria el 23 de febrero, bajo el camuflaje de una “ayuda humanitaria”, que entraría “sí o sí”, según fanfarroneó en aquel momento, antes de chocar estrepitosamente contra la dignidad del Gobierno y venezolanas y venezolanos que no permitieron tal intrusión. La historia recogió en aquella oportunidad otra de sus infelices frases: “Para nosotros, los muertos son una inversión”.
Luego, llegaría el frustrado golpe de Estado del 30 de abril y una hemorragia de fallidas convocatorias a “marchas sin retorno”, cada vez menos concurridas, como la desoladora -para ellos- del 16-N.
Simultáneamente, también se colgó una bien ganada fama de inepto y voraz depredador de los dineros correspondientes a nuestro pueblo, como los de Citgo, Monómeros y otros activos del Estado venezolano en el exterior, además del escándalo de la apropiación de los fondos de la “ayuda humanitaria” destinada a militares que, luego de traicionar su juramento ante nuestra Patria, fueron abandonados por él y sus secuaces en Cúcuta, casi en estado de mendicidad.
Para colmo, también se destaparon sus íntimos vínculos con la terrorífica banda narcoparamilitar “Los Rastrojos”, a la cual les prometió el control de nuestras fronteras.
CONTRADICCIONES
El fracaso del 16-N fue tan sonoro que hasta un corresponsal del diario The Miami Herald -virulento medio antichavista- Mauricio Febres, reconoció en su cuenta en Twitter:
“A esta hora 12:00m en Venezuela, ya se ve el fracaso del llamado. Muchas zonas vacías, otras poca gente y la mayor concentración en los puntos claves, la gente quejándose de Guaidó. Esto, mas que delicado, es triste”.
Por su parte, el periodista venezolano Clodovaldo Hernández, ante la cadena de fiascos del autoproclamado, sostiene que “la base opositora tiene una contradicción estructural interna muy fuerte. Una parte de ella es partidaria de una ruptura violenta, sin diálogo ni elecciones. La otra cree que hay que derrotar al chavismo en las urnas y que eso es perfectamente posible porque se perciben como mayoría. Guaidó es, de manera evidente, del primer bloque, por su origen (Voluntad Popular) y por sus ejecutorias desde que fue entronizado como líder por los estrategas de la operación de cambio de régimen. Lo que ha sucedido este año es que él no ha llenado las expectativas de ese segmento de la oposición al que pertenece, porque no ha llegado tan lejos como ellos hubiesen querido y, al mismo tiempo, con sus acciones y omisiones se ha alejado más y más del sector electoralista que en realidad nunca se ha sentido representado por él (y por Leopoldo López, su jefe político), y si al principio lo respaldó fue porque se vendió la ilusión de una salida rápida”.
Hernández, varias veces ganador del Premio Nacional de Periodismo, añade que “para el ala pirómana, Guaidó ha sido blandengue o, peor aun, un colaboracionista soterrado del Gobierno. El ala moderada, en cambio, ve que su única propuesta es repetir los ensayos violentos que ya han fracasado con saldos muy trágicos. Su relación personal con elementos muy peligrosos del hampa (caso “Los Rastrojos”) ha disminuido sus apoyos entre la gente que quiere cambiar el Gobierno, pero no a cualquier costo”.
Por eso, el títere imperial, en opinión del analista, “llega a estas alturas del año con los apoyos mermados en ambas alas opositoras. Eso puede explicar la escasa capacidad de convocatoria que ha mostrado. También se debe considerar el peso que tiene, en el plano interno, el punto oscuro del aprovechamiento indebido de los fondos que han recibido por diversos conceptos. Me parece que la gente común opositora tiene claro que él y sus ‘embajadores’ y ‘funcionarios’ son una camarilla que se está enriqueciendo fabulosamente a expensas de una supuesta lucha política”.
También Hernández, sobre lo que está ocurriendo con este mandadero imperial, apunta que “el problema inicial es que se trata de un líder creado en laboratorios de imagen política, sin un sustrato real. Podría haber ‘pegado’ si tuviese algunos recursos discursivos o de carisma, pero carece de ellos. El segundo problema es la falla estructural a la que me referí antes, que produce una gran tensión para cualquier dirigente opositor y ha sido corrosiva para él, por el hecho de no ser un líder de verdad, sino un invento. El formato de acción que adoptó (o le ordenaron adoptar), sobre la base de la creación de expectativas con plazos determinados (y muy cortos) lo obligaba a mostrar resultados concretos. Al no lograrlos, la frustración ha ido aumentado. Cada vez que fija una fecha y no ocurre lo esperado, crece la decepción”.
Clodovaldo Hernández adiciona que al autoproclamado “le ha faltado determinación para encabezar personalmente ciertas movilizaciones. La más reciente de ellas fue la de los estudiantes a Fuerte Tiuna, en la que pudo haber estado presente. Eso ha reforzado la convicción (con base en los hechos de 2014 y 2017), de que estos líderes de VP y Primero Justicia envían a las bases al sacrificio para luego victimizarse y sacar réditos políticos”.
No obstante, el periodista llama a no confiarse con este individuo:
“-Uno de los mayores errores, tal vez el mayor, que ha cometido repetidamente la derecha desde el mismo 4 de febrero de 1992 ha sido subestimar al adversario político. Mal hacen los chavistas que imitan ese error. Debe tenerse en cuenta que en estas grandes operaciones políticas, dirigidas por los tanques pensantes de Estados Unidos y sus agencias de inteligencia, no hacen falta grandes lumbreras ni líderes extraordinarios para derrocar a un gobierno progresista e iniciar un proceso de exterminio de sus cuadros. Basta asomarse a la ventana y mirar al vecindario para entender esto. Incluso, mientras menos brillante es la persona elegida para ese tipo de trabajos, parece ser más eficiente, sobre todo si se considera que estos ‘cambios de régimen’ requieren de elementos que aparezcan durante las etapas de transición (sangrientas y antidemocráticas en extremo) y que luego puedan ser desechados”.
BUFONADAS
La gravedad del daño causado a la Nación por ese “gusano despreciable” –como con implacable puntería lo calificó el pasado 10 de agosto el presidente Nicolás Maduro Moros, al cierre de la marcha en contra de las sanciones imperiales-, es tal vez solo comparable en magnitud, paradójicamente, con su desmesurada mediocridad y torpeza, lo cual le ha valido señalamientos y burlas de los más variados calibres y desde todos los sectores.
Hasta el usualmente comedido constituyente Hermann Escarrá Malavé, en declaraciones ofrecidas a Venezolana de Televisión analizando el descalabro del 16-N, puntualizó que dicho sujeto es “un arlequín de los nuevos tiempos y con muy poco sentido del ridículo, pero con una muy clara e inequívoca intención de que es el momento de hacer dinero robando“.
En la misma dirección, con otras municiones, una ciudadana identificada como Yill (@yillibustos, disparó en su cuenta en Twitter:
“No le queda vergüenza al mequetrefe de @jguaido, descansa los fines de semana, y entre semana también. Cada vez tendrá menos guaidolovers que le sigan su circo sin pan”.
Convertido no solo en títere, sino también en bufón de la casa imperial, el autoproclamado marcha por ahí, deambulante, colgando en sus espaldas un cartel con los dos primeros versos de Payaso, la magistral pieza del mexicano Fernando Maldonado, inmortalizada por su coterráneo Javier Solís: “…En cofre de vulgar hipocresía/ ante la gente oculto mi derrota”, a la espera de que sus amos imperiales le retiren el pulmón artificial y pongan el último clavo en su ataúd político.
T/ Jimmy López Morillo
F/ Archivo CO
La lapidaria frase, expresada en un video viralizado en las redes sociales, fue pronunciada por una desilusionada dama el sábado 16 de noviembre, al término de la enésima y nuevamente frustrada convocatoria a otra “marcha sin retorno”, hecha por el autoproclamado como parte de una agenda en la cual no ha podido cumplir el cometido de derrocar al legítimo y constitucional presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros.
Sumaba un eslabón más en su impresionante cadena de fracasos desde que le fuera encomendada la tarea de encabezar a la extrema derecha criolla para liquidar todo vestigio de la Revolución Bolivariana y colocar las incalculables riquezas de nuestro territorio al servicio de los intereses imperiales.
Cabalgando en el odio de una minoría envenenada por las transnacionales mediáticas y las redes digitales, el “líder” prefabricado, construido sobre una costosa operación de mercadeo, incurrió en el reiterado error de subestimar al chavismo, prometiendo a sus seguidores rápidas salidas del “rrréeegimenn”, estrellándose una y otra vez ante la firmeza de un Gobierno y un pueblo unidos e indoblegables, pese a los cuantiosos recursos puestos a su disposición por el engendro de la Casa Blanca y su camarilla.
Fue anunciando fecha tras fecha, acciones tras acciones, repitiendo como muñeco de ventrílocuo los guiones elaborados desde el Pentágono, bajo la enfermiza obsesión por acabar con las conquistas logradas por el pueblo desde que nuestro comandante Hugo Chávez Frías asumió la Presidencia de la República el 2 de febrero de 1999.
El rosario de reveses ha ido dando paso a un sentimiento de desespero y desolación en las bases opositoras, perdida la credibilidad en un “líder” impuesto desde Washington, a quien, inclusive, han venido convirtiendo en blanco de crudas burlas, atizadas por el inmenso caudal de torpezas acumuladas por el susodicho en menos de un año.
DESCONOCIDO
Hasta este 2019 poco se sabía de este sujeto, a quien el pueblo venezolano, literalmente, primero que el rostro le conoció el desnudo trasero, cuando lo mostró en una “protesta”, junto a otros integrantes de la tristemente célebre “generación de 2007” opositora, desbordada, vapuleada y enmudecida por sus contemporáneos chavistas –liderados por el inolvidable Robert Serra- en aquella sesión efectuada en la Asamblea Nacional el 7 de junio de ese año.
A la Asamblea Nacional (AN) llegó como un nombre más en un listado en aquellas elecciones parlamentarias del año 2015, cuando la oposición, garantizando que la de esos comicios sería “la última cola”, se montó en la criminal ola del desabastecimiento inducido, como adición al bloqueo económico, comercial y financiero iniciado por el gobierno de Barack Obama y su infame decreto declarando a nuestro país “amenaza inusual y extraordinaria”.
Cumplido el objetivo de lograr la mayoría en el Parlamento, su recién juramentado presidente, Henry Ramos Allup, proclamó que “en seis meses” echarían de la Primera Magistratura Nacional a Nicolás Maduro Moros, lo cual, obviamente, no pudieron concretar, pero dejó al desnudo sus intenciones de usar la instancia legislativa como guarida conspirativa.
Como parte de la rotación negociada entre cuatro partidos adueñados del mando opositor, esa Presidencia de la AN en desacato correspondió este año a la célula terrorista-fascista Voluntad Popular, en la cual –dada la inhabilitación de su jefe, Leopoldo López-, optaron por un actor de tercera categoría, carente de escrúpulos, moral, amor por la Patria, pero con una inagotable codicia y una extrema e inocultable mediocridad.
DESESPERADO
Fue este el títere al que los genocidas de Washington ordenaron irse hasta una plaza, donde el 23 de enero –utilizando como papel higiénico la Constitución Nacional y la mayoritaria voluntad del pueblo venezolano expresada en las elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018– se autojuramentó, pretendiendo desencadenar un proceso de desmembramiento del país similar al de Libia, guerra civil incluida.
Para apuntalarlo, por la vía de la extorsión le fabricaron el reconocimiento “de más de 50 países” –como todavía insisten en repetir las corporaciones mediáticas, para “autoreanimarlo”- y le otorgaron multimillonarios recursos, incluyendo los expoliados al Estado y pueblo venezolano, como los de la refinería Citgo, valorada en más de 13 mil millones de dólares.
Comenzaron así los desesperados intentos del mandadero imperial por cumplir con las órdenes recibidas.
Con todo el aparataje económico, propagandístico y de gobiernos lacayos a su disposición, pretendieron invadir nuestra Patria el 23 de febrero, bajo el camuflaje de una “ayuda humanitaria”, que entraría “sí o sí”, según fanfarroneó en aquel momento, antes de chocar estrepitosamente contra la dignidad del Gobierno y venezolanas y venezolanos que no permitieron tal intrusión. La historia recogió en aquella oportunidad otra de sus infelices frases: “Para nosotros, los muertos son una inversión”.
Luego, llegaría el frustrado golpe de Estado del 30 de abril y una hemorragia de fallidas convocatorias a “marchas sin retorno”, cada vez menos concurridas, como la desoladora -para ellos- del 16-N.
Simultáneamente, también se colgó una bien ganada fama de inepto y voraz depredador de los dineros correspondientes a nuestro pueblo, como los de Citgo, Monómeros y otros activos del Estado venezolano en el exterior, además del escándalo de la apropiación de los fondos de la “ayuda humanitaria” destinada a militares que, luego de traicionar su juramento ante nuestra Patria, fueron abandonados por él y sus secuaces en Cúcuta, casi en estado de mendicidad.
Para colmo, también se destaparon sus íntimos vínculos con la terrorífica banda narcoparamilitar “Los Rastrojos”, a la cual les prometió el control de nuestras fronteras.
CONTRADICCIONES
El fracaso del 16-N fue tan sonoro que hasta un corresponsal del diario The Miami Herald -virulento medio antichavista- Mauricio Febres, reconoció en su cuenta en Twitter:
“A esta hora 12:00m en Venezuela, ya se ve el fracaso del llamado. Muchas zonas vacías, otras poca gente y la mayor concentración en los puntos claves, la gente quejándose de Guaidó. Esto, mas que delicado, es triste”.
Por su parte, el periodista venezolano Clodovaldo Hernández, ante la cadena de fiascos del autoproclamado, sostiene que “la base opositora tiene una contradicción estructural interna muy fuerte. Una parte de ella es partidaria de una ruptura violenta, sin diálogo ni elecciones. La otra cree que hay que derrotar al chavismo en las urnas y que eso es perfectamente posible porque se perciben como mayoría. Guaidó es, de manera evidente, del primer bloque, por su origen (Voluntad Popular) y por sus ejecutorias desde que fue entronizado como líder por los estrategas de la operación de cambio de régimen. Lo que ha sucedido este año es que él no ha llenado las expectativas de ese segmento de la oposición al que pertenece, porque no ha llegado tan lejos como ellos hubiesen querido y, al mismo tiempo, con sus acciones y omisiones se ha alejado más y más del sector electoralista que en realidad nunca se ha sentido representado por él (y por Leopoldo López, su jefe político), y si al principio lo respaldó fue porque se vendió la ilusión de una salida rápida”.
Hernández, varias veces ganador del Premio Nacional de Periodismo, añade que “para el ala pirómana, Guaidó ha sido blandengue o, peor aun, un colaboracionista soterrado del Gobierno. El ala moderada, en cambio, ve que su única propuesta es repetir los ensayos violentos que ya han fracasado con saldos muy trágicos. Su relación personal con elementos muy peligrosos del hampa (caso “Los Rastrojos”) ha disminuido sus apoyos entre la gente que quiere cambiar el Gobierno, pero no a cualquier costo”.
Por eso, el títere imperial, en opinión del analista, “llega a estas alturas del año con los apoyos mermados en ambas alas opositoras. Eso puede explicar la escasa capacidad de convocatoria que ha mostrado. También se debe considerar el peso que tiene, en el plano interno, el punto oscuro del aprovechamiento indebido de los fondos que han recibido por diversos conceptos. Me parece que la gente común opositora tiene claro que él y sus ‘embajadores’ y ‘funcionarios’ son una camarilla que se está enriqueciendo fabulosamente a expensas de una supuesta lucha política”.
También Hernández, sobre lo que está ocurriendo con este mandadero imperial, apunta que “el problema inicial es que se trata de un líder creado en laboratorios de imagen política, sin un sustrato real. Podría haber ‘pegado’ si tuviese algunos recursos discursivos o de carisma, pero carece de ellos. El segundo problema es la falla estructural a la que me referí antes, que produce una gran tensión para cualquier dirigente opositor y ha sido corrosiva para él, por el hecho de no ser un líder de verdad, sino un invento. El formato de acción que adoptó (o le ordenaron adoptar), sobre la base de la creación de expectativas con plazos determinados (y muy cortos) lo obligaba a mostrar resultados concretos. Al no lograrlos, la frustración ha ido aumentado. Cada vez que fija una fecha y no ocurre lo esperado, crece la decepción”.
Clodovaldo Hernández adiciona que al autoproclamado “le ha faltado determinación para encabezar personalmente ciertas movilizaciones. La más reciente de ellas fue la de los estudiantes a Fuerte Tiuna, en la que pudo haber estado presente. Eso ha reforzado la convicción (con base en los hechos de 2014 y 2017), de que estos líderes de VP y Primero Justicia envían a las bases al sacrificio para luego victimizarse y sacar réditos políticos”.
No obstante, el periodista llama a no confiarse con este individuo:
“-Uno de los mayores errores, tal vez el mayor, que ha cometido repetidamente la derecha desde el mismo 4 de febrero de 1992 ha sido subestimar al adversario político. Mal hacen los chavistas que imitan ese error. Debe tenerse en cuenta que en estas grandes operaciones políticas, dirigidas por los tanques pensantes de Estados Unidos y sus agencias de inteligencia, no hacen falta grandes lumbreras ni líderes extraordinarios para derrocar a un gobierno progresista e iniciar un proceso de exterminio de sus cuadros. Basta asomarse a la ventana y mirar al vecindario para entender esto. Incluso, mientras menos brillante es la persona elegida para ese tipo de trabajos, parece ser más eficiente, sobre todo si se considera que estos ‘cambios de régimen’ requieren de elementos que aparezcan durante las etapas de transición (sangrientas y antidemocráticas en extremo) y que luego puedan ser desechados”.
BUFONADAS
La gravedad del daño causado a la Nación por ese “gusano despreciable” –como con implacable puntería lo calificó el pasado 10 de agosto el presidente Nicolás Maduro Moros, al cierre de la marcha en contra de las sanciones imperiales-, es tal vez solo comparable en magnitud, paradójicamente, con su desmesurada mediocridad y torpeza, lo cual le ha valido señalamientos y burlas de los más variados calibres y desde todos los sectores.
Hasta el usualmente comedido constituyente Hermann Escarrá Malavé, en declaraciones ofrecidas a Venezolana de Televisión analizando el descalabro del 16-N, puntualizó que dicho sujeto es “un arlequín de los nuevos tiempos y con muy poco sentido del ridículo, pero con una muy clara e inequívoca intención de que es el momento de hacer dinero robando“.
En la misma dirección, con otras municiones, una ciudadana identificada como Yill (@yillibustos, disparó en su cuenta en Twitter:
“No le queda vergüenza al mequetrefe de @jguaido, descansa los fines de semana, y entre semana también. Cada vez tendrá menos guaidolovers que le sigan su circo sin pan”.
Convertido no solo en títere, sino también en bufón de la casa imperial, el autoproclamado marcha por ahí, deambulante, colgando en sus espaldas un cartel con los dos primeros versos de Payaso, la magistral pieza del mexicano Fernando Maldonado, inmortalizada por su coterráneo Javier Solís: “…En cofre de vulgar hipocresía/ ante la gente oculto mi derrota”, a la espera de que sus amos imperiales le retiren el pulmón artificial y pongan el último clavo en su ataúd político.
T/ Jimmy López Morillo
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