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21 octubre 2019

El Guasón y la turbulencia latinoamericana

Por José Negrón Valera

La frase que abre este análisis es una adaptación libre a la frase escrita en el diario de Arthur Fleck, personaje de la película 'El guasón'. El magnífico guion de Todd Philips narra el tránsito por los oscuros laberintos de la insania mental, pero también sirve para describir a la perfección los hervideros invisibles del malestar colectivo.

"Lo peor de tener una enfermedad social es que el 'establishment' espera que te comportes como si no la tuvieras”.

Me refiero a esas sociedades espejismo que los medios corporativos de difusión bautizan como 'milagros económicos' y la corporatocracia define como 'verdaderos oasis'.

En la ciudad gótica de Philips, las ratas gigantes como metáfora de degradación, se apoderan de las calles. El desempleo es la norma, la brecha entre la élite y las clases desposeídas es avergonzante, las injusticias se acumulan, y además un velado sentimiento de desesperanza lo cubre todo.

Tamaña descripción funciona con cualquier ciudad latinoamericana, europea o norteamericana tocada por la lógica del liberalismo económico y que se resume a: perseguir el interés individual y acumular capital a cualquier costo.

"¿Soy solo yo o el mundo se está volviendo cada vez más loco?"

Vivimos en un planeta cuyos recursos son limitados. Sin embargo, el modelo económico de producción-consumo, se comporta como si nada fuese nunca a agotarse. El 99% de la riqueza se concentra en el 1% de la población, y más de 800 millones de seres humanos sufren de hambre en el mundo.  Además, dicho modelo se mercadea como parte de la naturaleza humana, algo que siempre ha estado allí, a pesar de no tener más de 200 años de existencia. El sentido común naturalizó la desigualdad y es absolutamente 'ético' que aún el día de hoy existan monarquías y rescates bancarios, desahucios y exención de impuestos para los más ricos.

Un patrón de civilización que concentra la riqueza y distribuye la pobreza, no puede ser catalogado de otra cosa sino de 'enfermo' y 'fallido'.

"¿Has visto cómo son las cosas allá afuera, Murray? ¿Alguna vez dejas el estudio? Todos solo gritan y se gritan el uno al otro. Ya no hay nadie civilizado. Nadie se pone en el lugar del otro. ¿Crees que hombres como Thomas Wayne alguna vez piensan en ponerse en mi lugar? ¿Ser otra persona aparte de ellos mismos? Ellos no. ¡Piensan que nos sentaremos allí y lo tomaremos todo, como buenos chicos! ¡Que no seremos hombres lobo y nos volveremos locos!", señala Arthur Fleck, en la película.

La dirigencia del modelo enfermo acusa de la debacle de sus países al extranjero. Arguyen una conspiración de carácter altamente secreta que busca instaurar el socialismo en la tierra. Pelean con fantasmas o al menos es la pose para los medios de comunicación. Evitan mirar directamente a los ojos y reconocer que ningún pueblo va a aceptar la imposición del modelo neoliberal de manera dócil.

Chile, por ejemplo, fue el laboratorio donde se ensayó hace más de cuarenta años lo que Naomi Klein llamó la doctrina del shock. Una operación que implicaba una serie sucesiva de choques (golpes de Estado, terror, medidas económicas e intervenciones militares) con el fin de controlar a la población borrando "las mentes y los cuerpos de las personas y volviéndolos a crear desde cero".
 Explica Klein que "solo cuando una sociedad vive aterrada y obligada a pensar meramente en su supervivencia, puede aprobar medidas que le son claramente perjudiciales". Necesitaban del terror porque nadie acepta de rodillas un modelo que privilegie a las élites por encima de las grandes mayorías.

Chile "se salvó de ser Venezuela" gracias a Pinochet: la atrevida publicación de un diario
¿Cuánta pasividad puede soportar el cuerpo social de un país como Chile donde lo han privatizado todo, o Colombia, dónde en menos de tres años han asesinado a 600 personas? ¿O de una sociedad como Argentina, cuya decisión política de votar a la derecha los ha condenado de nuevo a transitar el penoso camino del endeudamiento internacional?

Podrán tardar en despertar. El temor que se les ha inoculado los aletargará, no obstante, la vocación de justicia y equilibrio siempre buscará un cauce.
 El insano complot

Desde que Thierry Meyssan declarara en una entrevista pública que Estados Unidos hace muchísimo tiempo tiene un plan para avanzar en la destrucción de los Estados nación, la realidad no ha cesado de mostrarnos pruebas al respecto.

Lo que ocurre en Latinoamérica estaría incompleto sino lo vemos a través del mapa estratégico del Pentágono, propugnado por Thomas Barnett, reseñado por Meyssan en dicha entrevista.

En resumen, el mapa divide el mundo en dos bloques, el núcleo, compuesto por naciones integradas al modelo geopolítico estadounidense, donde el orden reinaría. Y la brecha, o la zona de caos social e institucional.
 En este último lugar, se ubican los países suramericanos que actualmente están sumergidos en severas crisis sociales: Chile, Ecuador, Venezuela, Colombia, Haití, Honduras, Guatemala, entre otros.

La desintegración de Unasur, aupada por el Departamento de Estado y apoyada por los gobiernos de derecha de la región, así como la desarticulación del Consejo de Defensa Suramericano, completa el plan de turbulencia social para Suramérica.

No les interesa la estabilización, la integración de los pueblos, el estado de bienestar. Naciones fuertes implican más controles, más resguardo de soberanía territorial y de protección de sus recursos energéticos. Las transnacionales occidentales no quieren alcabalas, contralorías, quieren acceso a los minerales estratégicos, a las fuentes de energía. El modelo Libia cómo brújula estratégica.

Venezuela y el espejo latinoamericano

Existen enormes diferencias en torno a la naturaleza de las protestas sociales registradas en Suramérica. En Venezuela por ejemplo, los disturbios callejeros registrados en los años 2014 y 2017 fueron financiados y asesorados directamente por Washington. El objetivo: instalar un Gobierno neoliberal en la nación suramericana.

Mientras en Ecuador luchaban por liberarse del Fondo Monetario Internacional, en Venezuela las protestas buscaban entronizar en el poder a liderazgos políticos, que entregarían el país a dicho organismo.

Sin embargo, esta realidad no libra a Venezuela de mostrar ciertos rasgos que resultan preocupantes y a los que debe prestarse mucha atención.

En el Pentágono percibieron hace tiempo que era imposible derrotar al chavismo si no se lograba menguar el nivel de bienestar social y económico alcanzado. La estrategia de guerra económica y multidimensional avanzó en esa dirección.

El deterioro sistémico del modo de vida del venezolano, donde encontramos señales de debilitamiento de las instituciones gubernamentales producto de la deserción por los bajos salarios, baja calidad en la prestación de los servicios públicos básicos, hiperinflación, ha producido sus efectos sociales.

El que no haya protestas masivas en las calles de Caracas o de otras ciudades no implica ausencia de problemas. Deben atenderse “los micromotivos y su influencia en el macro comportamiento”. Nada es desestimable, por más pequeño que parezca.
 Responder de manera efectiva a la precarización del salario de los trabajadores y deslastrarse de la costumbre de evaluar el país sobre la base de la realidad particularísima de Caracas es una prioridad. En este sentido, el caso del estado fronterizo del Zulia debe ser atendido al más alto nivel.

Quizá rotar el gabinete ministerial por el interior del país puede revitalizar la acción gubernamental. A pesar de que el PSUV tiene sus estructuras regionales, el imaginario de la población responde al sistema presidencial del país. Si el ataque es contra el Estado nación la respuesta debe ser nacional.
Los ejercicios de soberanía llevados adelante por la FANB han sido acertados en este aspecto.

El general en jefe, Padrino López, ha atendido el llamado hecho por el presidente Nicolás Maduro y ha logrado convertirse en un factor de cohesión de la institución castrense. Su posición ha permitido mantener la paz y estabilidad del país en momentos dónde la única opción que le queda a Estados Unidos en Venezuela es dividir a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
 ​En resumen, si el Gobierno bolivariano quiere verse en el espejo latinoamericano, debe convertir la empatía en la palabra que transversalice la gestión pública. Aferrarse a la acepción más originaria del concepto, el de simpatía, el de "sufrir juntos". Es decir, si hemos de resistir lo haremos todos en las mismas condiciones, si hemos de avanzar lo haremos todos en la misma dirección.

Max Manwaring, profesor de estrategia militar del Instituto de Estudios Estratégicos del Ejército de Estados Unidos, lo advertiría de la siguiente forma:

"A menos que una sociedad perciba que su Gobierno trata los asuntos de seguridad personal, bienestar y desarrollo socioeconómico de manera justa y efectiva, el potencial de las fuerzas internas o externas para desestabilizar y subvertir un régimen es considerable. Los regímenes que ignoran esta lección a menudo se encuentran en una crisis de Gobierno".

Así de crudo, así de simple.


Fuente: https://mundo.sputniknews.com/firmas/201910211089048613-el-guason-y-la-turbulencia-latinoamericana/

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