Azerbaiyán asumirá esta semana y por los próximos tres años la presidencia del Movimiento de Países No Alineados (Mnoal), un hito histórico cuyo escenario será la legendaria y a la vez moderna capital de la nación azerí.
En la XVIII Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, que tendrá lugar aquí entre el 25 y 26 de octubre, el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, recibirá el mandato que desde 2016 desempeña el jefe de Estado de Venezuela, Nicolás Maduro.
Bakú ya es capital del Mnoal, pues esta ciudad milenaria, apetecida por más de un conquistador, acoge las reuniones preparatorias a la cita de mandatarios, incluida la de cancilleres de los 120 países miembros que comenzó hoy.
Y lo hace en su condición de puente entre dos continentes, Europa y Asia. También como un importante puerto en el Mar Caspio y la capital de un país en cuyos dos tercios de su geografía existen importantes yacimientos de petróleo y gas.
Azerbaiyán limita al este con el mar Caspio, al norte con Rusia, al noroeste con Georgia, al oeste con Armenia y al sur con Irán.
Los orígenes de Bakú se remontan al siglo VI después de Cristo, aunque solo se tiene constancia escrita de su existencia desde el 885 de la misma era. La mayor parte de su historia perteneció a Persia, pero otros invasores la hicieron suya no sin fuerte resistencia.
El primer pozo petrolífero fue perforado mecánicamente en el suburbio Bibi-Heybat de Bakú en 1846, pero antes otros fueron excavados manualmente. La exploración de petróleo a gran escala comenzó en 1872, cuando las autoridades imperiales rusas subastaron a capitalistas extranjeros las tierras ricas en el oro negro.
Entre ellos se encontraban las empresas de los hermanos Nobel junto con las familias von Börtzell-Szuch y Rothschild. A principios del siglo XX casi la mitad de la producción mundial de crudo se extraía en la capital azerbaiyana.
La 'Ciudad Vieja', en el centro histórico y urbanístico, es Patrimonio Mundial de la Unesco desde el año 2000. Aquí destacan la Torre de la Doncella y el Palacio de los Shirvanshahs.
Afuera de las añejas paredes se levanta la urbe moderna, cuyas calles y edificios se extienden hacia la parte alta de las colinas que delimitan la bahía de Bakú, y desde donde soplan tiempos nuevos y retos para el Movimiento de Países No Alineados.
jha/ool
En la XVIII Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, que tendrá lugar aquí entre el 25 y 26 de octubre, el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyev, recibirá el mandato que desde 2016 desempeña el jefe de Estado de Venezuela, Nicolás Maduro.
Bakú ya es capital del Mnoal, pues esta ciudad milenaria, apetecida por más de un conquistador, acoge las reuniones preparatorias a la cita de mandatarios, incluida la de cancilleres de los 120 países miembros que comenzó hoy.
Y lo hace en su condición de puente entre dos continentes, Europa y Asia. También como un importante puerto en el Mar Caspio y la capital de un país en cuyos dos tercios de su geografía existen importantes yacimientos de petróleo y gas.
Azerbaiyán limita al este con el mar Caspio, al norte con Rusia, al noroeste con Georgia, al oeste con Armenia y al sur con Irán.
Los orígenes de Bakú se remontan al siglo VI después de Cristo, aunque solo se tiene constancia escrita de su existencia desde el 885 de la misma era. La mayor parte de su historia perteneció a Persia, pero otros invasores la hicieron suya no sin fuerte resistencia.
El primer pozo petrolífero fue perforado mecánicamente en el suburbio Bibi-Heybat de Bakú en 1846, pero antes otros fueron excavados manualmente. La exploración de petróleo a gran escala comenzó en 1872, cuando las autoridades imperiales rusas subastaron a capitalistas extranjeros las tierras ricas en el oro negro.
Entre ellos se encontraban las empresas de los hermanos Nobel junto con las familias von Börtzell-Szuch y Rothschild. A principios del siglo XX casi la mitad de la producción mundial de crudo se extraía en la capital azerbaiyana.
La 'Ciudad Vieja', en el centro histórico y urbanístico, es Patrimonio Mundial de la Unesco desde el año 2000. Aquí destacan la Torre de la Doncella y el Palacio de los Shirvanshahs.
Afuera de las añejas paredes se levanta la urbe moderna, cuyas calles y edificios se extienden hacia la parte alta de las colinas que delimitan la bahía de Bakú, y desde donde soplan tiempos nuevos y retos para el Movimiento de Países No Alineados.
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