Al proponer que Rusia se sume al G7, el presidente estadounidense Donald Trump tenía como objetivo garantizar el apoyo de Moscú en la lucha contra China, opina el economista Ken Moak en su artículo para Asia Times.
En la cumbre del G7 en Biarritz, Trump propuso que Rusia se reincorporara al club de los 'países más ricos' porque, en su opinión, la participación de Moscú es esencial para solucionar los problemas globales.
"Pero por alguna razón, no mencionó a China, que está posiblemente más conectada con el mundo y mejor equipada para tratar problemas agudos como las distorsiones financieras y comerciales y el cambio climático", escribe Ken Moak.
El intento del líder estadounidense de acercarse a Moscú apunta a una oposición contra Pekín. Según el analista, Trump espera que la presencia de Rusia en la mesa de negociaciones del G7 "fortalezca su posición en la lucha contra el gigante asiático", porque "hasta ahora las guerras comerciales y tecnológicas contra China no han logrado arruinar la economía china ni sus avances tecnológicos".
Si esto es cierto, Trump quedará "amargamente desilusionado". El autor recuerda que Occidente ya ha tratado de aplicar esa técnica y no le salió nada. Cuando el presidente de Rusia era Borís Yeltsin, el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, invitaron a Rusia al G7 y lo reformatearon en el G8. Los líderes anglo-estadounidenses creían que gracias a la participación de Moscú podrían lograr el dominio completo del mundo, tanto económico como militar, observa Ken Moak.
Pero el plan no salió como los dos líderes lo esperaban: el G7 no cumplió con sus promesas de ayudar económicamente para reactivar la economía de Rusia ni de negarse a la expansión de la OTAN a Europa Oriental.
"En lugar de ayudar a la economía rusa a recuperarse, el G7 intentó apoderarse de sus vastos recursos, en particular el petróleo y el gas. En lugar de no ampliar la OTAN, la Alianza intentó aumentar su presencia en Europa del Este, en particular en los países satélites de la antigua Unión Soviética", comenta el economista.
Tras la retirada de Yeltsin y la designación de Vladímir Putin como presidente, Moscú logró recuperar la economía "gracias a la buena suerte y unas reformas efectivas". Sin embargo, el país dejó de jugar según las reglas establecidas por el G7, señala el analista.
Esto condujo finalmente a un conflicto entre Rusia y Occidente, que acusó a Rusia de "anexar" Crimea y "desestabilizar" Ucrania. No obstante, el autor duda de la culpa de Rusia en estos eventos.
"No debemos olvidar que la abrumadora mayoría de los crimeos apoyó el regreso de Crimea a Rusia", enfatiza el analista y añade que según algunos informes, la situación en Ucrania fue sacudida por la OTAN, que "fue acusada de sustituir al presidente democráticamente elegido por un líder prooccidental de extrema derecha", argumenta el analista.
En este contexto, Ken Moak supone que las relaciones entre Rusia y la alianza occidental liderada por Estados Unidos podrían resultar irreparables. Simplemente "no hay razón para creer que Rusia alguna vez confiará en Occidente y Estados Unidos", señala.
Mientras tanto, "la relación ruso-china parece estar floreciendo":
Son solo algunos ejemplos, observa el economista. Según el autor, Rusia logró superar las sanciones estadounidenses en gran parte gracias a una alianza con China. "No hay razón para creer que Rusia se unirá a la campaña anti-China de Trump", afirma.
"Si Trump realmente quiere lograr la paz y la estabilidad económica en todo el mundo, debería animar al G7 que trabaje más estrechamente con China y Rusia", concluye Ken Moak.
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En la cumbre del G7 en Biarritz, Trump propuso que Rusia se reincorporara al club de los 'países más ricos' porque, en su opinión, la participación de Moscú es esencial para solucionar los problemas globales.
"Pero por alguna razón, no mencionó a China, que está posiblemente más conectada con el mundo y mejor equipada para tratar problemas agudos como las distorsiones financieras y comerciales y el cambio climático", escribe Ken Moak.
El intento del líder estadounidense de acercarse a Moscú apunta a una oposición contra Pekín. Según el analista, Trump espera que la presencia de Rusia en la mesa de negociaciones del G7 "fortalezca su posición en la lucha contra el gigante asiático", porque "hasta ahora las guerras comerciales y tecnológicas contra China no han logrado arruinar la economía china ni sus avances tecnológicos".
Si esto es cierto, Trump quedará "amargamente desilusionado". El autor recuerda que Occidente ya ha tratado de aplicar esa técnica y no le salió nada. Cuando el presidente de Rusia era Borís Yeltsin, el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, invitaron a Rusia al G7 y lo reformatearon en el G8. Los líderes anglo-estadounidenses creían que gracias a la participación de Moscú podrían lograr el dominio completo del mundo, tanto económico como militar, observa Ken Moak.
Pero el plan no salió como los dos líderes lo esperaban: el G7 no cumplió con sus promesas de ayudar económicamente para reactivar la economía de Rusia ni de negarse a la expansión de la OTAN a Europa Oriental.
"En lugar de ayudar a la economía rusa a recuperarse, el G7 intentó apoderarse de sus vastos recursos, en particular el petróleo y el gas. En lugar de no ampliar la OTAN, la Alianza intentó aumentar su presencia en Europa del Este, en particular en los países satélites de la antigua Unión Soviética", comenta el economista.
Tras la retirada de Yeltsin y la designación de Vladímir Putin como presidente, Moscú logró recuperar la economía "gracias a la buena suerte y unas reformas efectivas". Sin embargo, el país dejó de jugar según las reglas establecidas por el G7, señala el analista.
Esto condujo finalmente a un conflicto entre Rusia y Occidente, que acusó a Rusia de "anexar" Crimea y "desestabilizar" Ucrania. No obstante, el autor duda de la culpa de Rusia en estos eventos.
"No debemos olvidar que la abrumadora mayoría de los crimeos apoyó el regreso de Crimea a Rusia", enfatiza el analista y añade que según algunos informes, la situación en Ucrania fue sacudida por la OTAN, que "fue acusada de sustituir al presidente democráticamente elegido por un líder prooccidental de extrema derecha", argumenta el analista.
En este contexto, Ken Moak supone que las relaciones entre Rusia y la alianza occidental liderada por Estados Unidos podrían resultar irreparables. Simplemente "no hay razón para creer que Rusia alguna vez confiará en Occidente y Estados Unidos", señala.
Mientras tanto, "la relación ruso-china parece estar floreciendo":
- el comercio está creciendo rápidamente;
- los dos países están realizando ejercicios militares con frecuencia y regularidad;
- la inversión china en Rusia está aumentando;
- Rusia está construyendo su red de telecomunicaciones 5G con equipos de Huawei.
Son solo algunos ejemplos, observa el economista. Según el autor, Rusia logró superar las sanciones estadounidenses en gran parte gracias a una alianza con China. "No hay razón para creer que Rusia se unirá a la campaña anti-China de Trump", afirma.
"Si Trump realmente quiere lograr la paz y la estabilidad económica en todo el mundo, debería animar al G7 que trabaje más estrechamente con China y Rusia", concluye Ken Moak.
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