Mis Blogs

31 diciembre 2012

Ningún cerco detendrá la búsqueda del amor y la libertad

Comandante Rolando Morán (Quetzaltenango, 29 de diciembre de 1929 - Ciudad de Guatemala 11 de septiembre de 1998) es el nombre de guerra de Ricardo Arnoldo Ramírez de León, uno de los líderes fundadores de la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), y comandante en jefe del EGP, Ejército Guerrillero de los Pobres.
Hoy, en un aniversario de su natalicio y de la Firma de la Paz en Guatemala, se evoca su pensamiento y su gran legado de revolucionario cabal.
A lo largo de su vida militante fue sumamente respetado y reconocido por el conjunto de la comunidad de revolucionarios de Guatemala, una comunidad que integra experiencias en todas sus facetas y expresiones y que, evidentemente, trasciende los cauces de las conformaciones políticas que han ido cristalizando en Guatemala en estructuras partidarias.
No es fácil convocar tanto reconocimiento en tiempos tan complejos como los vividos la segunda mitad del siglo pasado en el campo revolucionario. Rolando Morán lo logró sin pretenderlo. Explicitar este rasgo es de suma importancia hoy día por el desconocimiento que existe del perfil y estatura de los dirigentes revolucionarios de Guatemala; y por la necesidad de referentes que viene requiriendo las fuerzas de izquierda en ese país.
Este reconocimiento se extendió hacia otros procesos del continente con los que siempre compartió sus experiencias, elaboraciones teóricas y proyectos políticos.
También se puede afirmar que en la medida que se fueron abriendo los estrechos cauces políticos del pasado en Guatemala, forzados en gran medida por la presión de la guerra popular encabezada por las organizaciones que integraron la URNG, la lucha social, cívica y diplomática, Rolando Morán fue ganando entre gobernantes y otros líderes políticos un respeto y una interlocución extraordinaria como hacen constar diferentes testimonios. Ese respeto lo fue construyendo desde la profundidad de su pensamiento, la persistencia y autenticidad de su compromiso, la entrega definida a la defensa de los intereses de la población explotada y segregada en todos los ámbitos; y por su aporte especial a la unidad de las fuerzas revolucionarias.
En un país donde los liderazgos y las formaciones políticas son tan volátiles e inconsistentes, desprovistas de ideologías coherentes, moldeadas de acuerdo con las conveniencias e intereses, marcadas por la corrupción y el mercantilismo la irrupción en el medio político de un liderazgo y una ética a toda prueba, como la que representaba Rolando Morán, no es extraño que generara ese respeto, reconocimiento, aun en medio de posiciones políticas e ideológicas encontradas y distantes.
Ninguna fuerza revolucionaria se gana este respeto, crece y se enraíza en la población si se acomoda, recuesta o subordina de manera abierta o encubierta a partidos políticos que tienen su centro en otros intereses; y si renuncia a la construcción de un sujeto político propio desde una intensa participación popular.
Luis Cardoza y Aragón escribió en su obra maestra El Río (1986) “Rolando Morán tuvo la visión temprana y perspicaz de la crisis de los partidos en Guatemala”. Esto le llevó permanentemente a la búsqueda de otras formas de lucha en tiempo de las dictaduras militares. Parecía que presintiera el deterioro del sistema de partidos políticos en la Guatemala de hoy.
En la actualidad un gobierno conservador dirigido en gran medida por cuadros del ejército pretende reestructurar un voraz modelo neoliberal que siga extrayendo los bienes naturales del país y de sus comunidades. Este modelo no logró entronizarse en el país en la década de los ochenta -como era el designio de Washington- gracias a la lucha pertinaz de las organizaciones guerrilleras y populares. Hoy, en la etapa de la postguerra, no es posible dejar a un lado las grandes lecciones que dirigentes como Rolando Morán pusieron sobre la mesa de trabajo para abordar en profundidad nuevos paradigmas del desarrollo en el país, surgidos en buena medida de los Acuerdos de Paz.
No es posible desconocer la floración de actores emergentes en diferentes territorios y la decisión con que defienden sus derechos irrenunciables y resisten a los nuevos y agresivos despojos que enfrentan las comunidades.
(Tomado de Centro “Rolando Morán”)


UKAPI, EL VENADO
“El fuego rodeó aquél pedazo y, de repente, vimos con sorpresa que de un rincón salió desesperada una venada con su cría. Con seguridad había esperado escondida creyendo que el fuego se alejaría. La pobre no sabía qué hacer y su cervatillo apenas podía seguirla. Ella vio un lugar donde las llamas eran menos altas y saltó. Pero el cervato metió la pezuñita entre dos rocas y se quedó trabado. La madre, del otro lado de la cortina de llamas, se quedó paralizada sin saber que hacer. Nosotros veíamos aquella escena también paralizados. Yo no pude más.”
“…Después de estar varios meses en la hortaliza, Ukapi se convirtió en un joven venado muy hermoso y arisco. Se acercaba a la malla cuando me veía llegar pero se mantenía un poco alejado, alerta y desconfiado. Éramos amigos, pero de lejos. Se le formó la primera cornamenta y los grandes ojos se le pusieron de color avellana.”
“…Pasaron otros varios meses y una mañana brumosa, cuando le llevaba su porción de maíz y sal, me extrañó no ver a Ukapi en el cerco. Lo busqué por todos lados, pero no lo encontré. No estaba. Vi entonces que la alambrada estaba aplastada en una de sus esquinas: la que daba al bosque cercano. Adiviné lo que había pasado. Ukapi se había sentido ya venado hecho y derecho y un buen día decidió irse al bosque a vivir su vida de ciervo. Como era primavera, posiblemente también había sentido la necesidad de una compañera y de la libertad.
Me quedé mirando hacia el bosque y dije para mí: Ciao Ukapi; ¡así se hace! ¡Que ningún cerco te detenga en la búsqueda del amor y de la libertad!”
Rolando Morán
Ricardo Ramírez de León
Historias de animales para mis hijos, 1973.
Editorial Gente Nueva, La Habana, 2002.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario