¿Quién mató a Wissam al-Hasan?
Por: Elias Khoury
Al-Quds al-Arabi
Solo los enemigos políticos de Wissam al-Hasan han dudado del hecho de que el asesino del Jefe de los Servicios de Inteligencia de la Seguridad Interior es el régimen sirio y que su asesinato llega en el contexto de la lucha del régimen sirio para mantenerse.
No voy a preguntar por qué dudaron los enemigos del hombre, de los cuales algunos pidieron que fuera asesinado públicamente y ante las cámaras de televisión, de la identidad del asesino, pues es una tradición libanesa decir que Israel es el asesino de los opositores al régimen sirio en Líbano. Es parte de “las limosnas baratas” que justifican todo en nombre del enfrentamiento con el enemigo israelí.
Lejos de una polémica estéril con la que se han divertido algunos medios de comunicación que han sacado a la luz que este hombre se caracterizaba por ser el mayor cazador de redes de espionaje israelí en Líbano, merece la pena volver a la conocida expresión de Hafez al-Asad sobre las relaciones siro-libanesas y que resumió en su conocida frase “Un único pueblo en dos estados”. Y la verdad es que soy uno de esos a los que esta expresión les maravilla, pues es brillante y expresiva, y resume en apenas cuatro palabras una larga historia.
Pero a la expresión le falta algo, pues el descubrimiento por parte del régimen sirio de la realidad del pueblo único y sus dos Estados se produjo después de que la guerra civil convirtiera a Líbano en un cuasi-Estado. Es decir, el presidente sirio supuso que su expresión justificaba anexar el cuasi-Estado destruido, que es Líbano, con un Estado cohesionado dirigido por un gobernante eterno, que es Siria. Sobre esta base se establecieron las relaciones privilegiadas entre el Estado sirio y el cuasi-Estado libanés, relaciones cimentadas mediante los distintos métodos utilizados por el régimen sirio, entre los que destacaba, por su eficacia, el asesinato político: desde el asesinato de Kamal Junblatt[1] al de René Muawad[2], se perfilaron los jalones políticos de la unidad de dos pueblos en un Estado.
En el pasado, es decir durante la etapa dorada de la hegemonía, cuando el régimen asadiano gozaba de las coberturas saudí y estadounidense, el recurso al arma del asesinato se usaba con mucha precisión. Es decir, el asesinato se hacía en un momento clave, determinando a las víctimas con precisión quirúrgica y no era un instrumento arbitrario. Hafez al-Asad dejó al gobernante de Líbano en aquel entonces, Ghazi Kanaan[3], la misión de cosechar los resultados del asesinato sometiendo a los políticos libaneses haciendo uso de la espada del secuestro y la detención, que afectó a cientos de libaneses y palestinos.
Pero las cosas tomaron un cariz diferente tras el asesinato de Rafik Hariri. Al-Asad hijo no esperaba más que una respuesta libanesa habitual, es decir: miedo, contención y subordinación. Y cuando el levantamiento de los libaneses le obligó a sacar a su ejército de Líbano, decidió convertir el asesinato en una operación quirúrgica para la política general. En ese momento, el asesinato se convirtió en su instrumento principal y cayeron intelectuales, líderes políticos, militares y diputados, víctimas de la transformación de Líbano en una pared de ejecución.
La etapa tras la salida de Líbano exigió nuevas alianzas regionales, una concentración en el discurso de la resistencia y el antiimperialismo, y una provocación de las tensiones sectarias en Líbano al ponerse el chiísmo político, que se convirtió en una fuerza política y militar, en contra del sunnismo político que se quedó, con el asesinato de Rafik Hariri, sin un liderazgo cohesionado. Parecía que la nueva política seguida por Al-Asad hijo tenía éxito, pues Hezbollah logró invertir en su visible victoria en la guerra de julio de 2006 para revertir la ecuación política libanesa y apartar al sunnismo político del poder por medio de una política de siembra del miedo que llegó a la formación del gobierno del señor Nayib Mikati.
Lo que llama la atención es que los asesinatos cesaron tras el cambio de la ecuación de poder y parecía que Líbano estaba de nuevo volviendo a la situación de cuasi-Estado en la que el Estado eterno de la Siria de al-Asad dominaba. ¿Se puede poner el asesinato de Wissam al-Hasan en este contexto? Muchos analistas han establecido una relación entre el asesinato de al-Hasan y la serie de asesinatos que comenzaron con el de Rafik Hariri: craso error. El nuevo asesinato se enmarca en un contexto distinto radicalmente, porque viene en el marco de la revolución siria. Líbano ya no es el único cuasi-Estado, pues la locura del poder asadiano ha convertido Siria también en un cuasi-Estado, y ahí está la clave. El régimen sirio se dedica a la defensa absoluta de su existencia en el interior de Siria. Su poder se ha reducido de forma palpable en territorio sirio, y parece como quien golpea de forma arbitraria, destruye las ciudades, quema los campos, aplasta las casas y mata sin descanso. Pero es incapaz de ganar y se siente atorado como nunca antes. Sabe en su fuero interno que la salida de miles de sirios y sirias de la prisión de la represión no tiene vuelta atrás. El asesinato de Wissam al-Hasan viene en el contexto de esa guerra. Ya dijo Asad que su caída haría explotar la zona, y quiso llevar sus amenazas a su patio trasero en Líbano, pero no ha podido aún.
El objetivo del régimen sirio hoy no es dominar Líbano como antes, sino recurrir al juego en Líbano para evitar la caída en Siria. Ha intentado reclutar al aparato mediático ideológico de la resistencia y el antiimperialismo ligada a los logros militares de Hezbollah y no lo ha conseguido. Hizo alusión a través de su delegado en la ONU a las violaciones libanesas de las fronteras sirias y no salió bien, recurrió a los enfrentamientos en Jebel Mohsen y Bab al-Tabbana en Trípoli y fracasó, envió los explosivos de Michel Samaha y quedó en ridículo.
El asesinato de Wissam al-Hasan no es una pared de ejecuciones como lo era anteriormente, sino una guerra y hay una diferencia cualitativa entre ambas cuestiones. Lo que el régimen busca es sugerir que es capaz de devolver a Líbano al estadio primero de la guerra civil, por eso mató a Al-Hasan en el contexto de guerra entre los servicios de seguridad, para atemorizar a todos. Quien se atrevió contra el consejero del presidente sirio, Michel Samaha, y le dirigió una acusación a Ali Mamluk debe morir para que se abran de nuevo las puertas ante el juego de chantaje securitario que solo el régimen sirio domina. Sin embargo, el régimen que se dirige hacia el precipicio sabe que sus instrumentos libaneses están oxidados y desgastados, y que sin implicar a Hezbollah en la lucha de forma directa, no habrá lucha. La pregunta que hoy se le dirige a los líderes del partido y a los líderes iraníes, pues la decisión se toma allí y ya no es Damasco más que una de sus plazas, es ¿harán uso los iraníes de la reserva estratégica de fuerza que tienen o sus servicios y su apoyo al régimen sirio desde Líbano se quedará dentro de sus límites actuales?
Un apunte:
Nadie esperaba que la actuación política de las fuerzas del 14 de Marzo, lideradas por Saad Hariri fuera a ser tan frágil y ligera en el funeral popular de Wissam al-Hasan. El discurso de Fuad Siniora[4] fue emotivo y la llamada a derrocar al régimen fue una estupidez. La duda y el vacío de liderazgo, unidos a la mente política atrofiada, llevaron a una claudicación que casi hace perder a las fuerzas de la oposición su capacidad de maniobra política y las hace caer en la trampa que los asesinos de Wissam al-Hasan le pusieron a Líbano.
Líbano no solo sufre de una autoridad gubernamental en la que la mayoría de sus fuerzas se apoyan en el exterior que dominan en parte el aparato oligárquico, sino que también sufre de una oposición que el levantamiento de la independencia le ha dejado en herencia y que se dedica a despilfarrar dicha herencia a diario, debido a su dependencia de otro exterior por un lado y a una terrible ligereza política por otro lado.
Es una vergüenza que se pierda la sangre de las víctimas como se pierde todo en esta nación defectiva.
Notas
[1] Líder druso asesinado en 1977 durante la guerra civil en Líbano.
[2] Presidente de consenso para poner fin a la guerra civil en Líbano.
[3]Hombre fuerte de Siria en Líbano, que cuando estaba siendo investigado por el asesinato de Rafik Hariri en 2005, apareció muerto en su despacho. Supuestamente se había suicidado, pero se baraja que fue un asesinato preventivo porque sabía demasiado.
[4]Uno de los hombres más cercanos al difunto Rafik Hariri, fue primer ministro de Líbano entre 2005 y 2009.
Fuente original: http://traduccionsiria.blogspot.com.es/2012/10/quien-mato-wissam-al-hasan.html?spref=fb
Por: Elias Khoury
Al-Quds al-Arabi
Solo los enemigos políticos de Wissam al-Hasan han dudado del hecho de que el asesino del Jefe de los Servicios de Inteligencia de la Seguridad Interior es el régimen sirio y que su asesinato llega en el contexto de la lucha del régimen sirio para mantenerse.
No voy a preguntar por qué dudaron los enemigos del hombre, de los cuales algunos pidieron que fuera asesinado públicamente y ante las cámaras de televisión, de la identidad del asesino, pues es una tradición libanesa decir que Israel es el asesino de los opositores al régimen sirio en Líbano. Es parte de “las limosnas baratas” que justifican todo en nombre del enfrentamiento con el enemigo israelí.
Lejos de una polémica estéril con la que se han divertido algunos medios de comunicación que han sacado a la luz que este hombre se caracterizaba por ser el mayor cazador de redes de espionaje israelí en Líbano, merece la pena volver a la conocida expresión de Hafez al-Asad sobre las relaciones siro-libanesas y que resumió en su conocida frase “Un único pueblo en dos estados”. Y la verdad es que soy uno de esos a los que esta expresión les maravilla, pues es brillante y expresiva, y resume en apenas cuatro palabras una larga historia.
Pero a la expresión le falta algo, pues el descubrimiento por parte del régimen sirio de la realidad del pueblo único y sus dos Estados se produjo después de que la guerra civil convirtiera a Líbano en un cuasi-Estado. Es decir, el presidente sirio supuso que su expresión justificaba anexar el cuasi-Estado destruido, que es Líbano, con un Estado cohesionado dirigido por un gobernante eterno, que es Siria. Sobre esta base se establecieron las relaciones privilegiadas entre el Estado sirio y el cuasi-Estado libanés, relaciones cimentadas mediante los distintos métodos utilizados por el régimen sirio, entre los que destacaba, por su eficacia, el asesinato político: desde el asesinato de Kamal Junblatt[1] al de René Muawad[2], se perfilaron los jalones políticos de la unidad de dos pueblos en un Estado.
En el pasado, es decir durante la etapa dorada de la hegemonía, cuando el régimen asadiano gozaba de las coberturas saudí y estadounidense, el recurso al arma del asesinato se usaba con mucha precisión. Es decir, el asesinato se hacía en un momento clave, determinando a las víctimas con precisión quirúrgica y no era un instrumento arbitrario. Hafez al-Asad dejó al gobernante de Líbano en aquel entonces, Ghazi Kanaan[3], la misión de cosechar los resultados del asesinato sometiendo a los políticos libaneses haciendo uso de la espada del secuestro y la detención, que afectó a cientos de libaneses y palestinos.
Pero las cosas tomaron un cariz diferente tras el asesinato de Rafik Hariri. Al-Asad hijo no esperaba más que una respuesta libanesa habitual, es decir: miedo, contención y subordinación. Y cuando el levantamiento de los libaneses le obligó a sacar a su ejército de Líbano, decidió convertir el asesinato en una operación quirúrgica para la política general. En ese momento, el asesinato se convirtió en su instrumento principal y cayeron intelectuales, líderes políticos, militares y diputados, víctimas de la transformación de Líbano en una pared de ejecución.
La etapa tras la salida de Líbano exigió nuevas alianzas regionales, una concentración en el discurso de la resistencia y el antiimperialismo, y una provocación de las tensiones sectarias en Líbano al ponerse el chiísmo político, que se convirtió en una fuerza política y militar, en contra del sunnismo político que se quedó, con el asesinato de Rafik Hariri, sin un liderazgo cohesionado. Parecía que la nueva política seguida por Al-Asad hijo tenía éxito, pues Hezbollah logró invertir en su visible victoria en la guerra de julio de 2006 para revertir la ecuación política libanesa y apartar al sunnismo político del poder por medio de una política de siembra del miedo que llegó a la formación del gobierno del señor Nayib Mikati.
Lo que llama la atención es que los asesinatos cesaron tras el cambio de la ecuación de poder y parecía que Líbano estaba de nuevo volviendo a la situación de cuasi-Estado en la que el Estado eterno de la Siria de al-Asad dominaba. ¿Se puede poner el asesinato de Wissam al-Hasan en este contexto? Muchos analistas han establecido una relación entre el asesinato de al-Hasan y la serie de asesinatos que comenzaron con el de Rafik Hariri: craso error. El nuevo asesinato se enmarca en un contexto distinto radicalmente, porque viene en el marco de la revolución siria. Líbano ya no es el único cuasi-Estado, pues la locura del poder asadiano ha convertido Siria también en un cuasi-Estado, y ahí está la clave. El régimen sirio se dedica a la defensa absoluta de su existencia en el interior de Siria. Su poder se ha reducido de forma palpable en territorio sirio, y parece como quien golpea de forma arbitraria, destruye las ciudades, quema los campos, aplasta las casas y mata sin descanso. Pero es incapaz de ganar y se siente atorado como nunca antes. Sabe en su fuero interno que la salida de miles de sirios y sirias de la prisión de la represión no tiene vuelta atrás. El asesinato de Wissam al-Hasan viene en el contexto de esa guerra. Ya dijo Asad que su caída haría explotar la zona, y quiso llevar sus amenazas a su patio trasero en Líbano, pero no ha podido aún.
El objetivo del régimen sirio hoy no es dominar Líbano como antes, sino recurrir al juego en Líbano para evitar la caída en Siria. Ha intentado reclutar al aparato mediático ideológico de la resistencia y el antiimperialismo ligada a los logros militares de Hezbollah y no lo ha conseguido. Hizo alusión a través de su delegado en la ONU a las violaciones libanesas de las fronteras sirias y no salió bien, recurrió a los enfrentamientos en Jebel Mohsen y Bab al-Tabbana en Trípoli y fracasó, envió los explosivos de Michel Samaha y quedó en ridículo.
El asesinato de Wissam al-Hasan no es una pared de ejecuciones como lo era anteriormente, sino una guerra y hay una diferencia cualitativa entre ambas cuestiones. Lo que el régimen busca es sugerir que es capaz de devolver a Líbano al estadio primero de la guerra civil, por eso mató a Al-Hasan en el contexto de guerra entre los servicios de seguridad, para atemorizar a todos. Quien se atrevió contra el consejero del presidente sirio, Michel Samaha, y le dirigió una acusación a Ali Mamluk debe morir para que se abran de nuevo las puertas ante el juego de chantaje securitario que solo el régimen sirio domina. Sin embargo, el régimen que se dirige hacia el precipicio sabe que sus instrumentos libaneses están oxidados y desgastados, y que sin implicar a Hezbollah en la lucha de forma directa, no habrá lucha. La pregunta que hoy se le dirige a los líderes del partido y a los líderes iraníes, pues la decisión se toma allí y ya no es Damasco más que una de sus plazas, es ¿harán uso los iraníes de la reserva estratégica de fuerza que tienen o sus servicios y su apoyo al régimen sirio desde Líbano se quedará dentro de sus límites actuales?
Un apunte:
Nadie esperaba que la actuación política de las fuerzas del 14 de Marzo, lideradas por Saad Hariri fuera a ser tan frágil y ligera en el funeral popular de Wissam al-Hasan. El discurso de Fuad Siniora[4] fue emotivo y la llamada a derrocar al régimen fue una estupidez. La duda y el vacío de liderazgo, unidos a la mente política atrofiada, llevaron a una claudicación que casi hace perder a las fuerzas de la oposición su capacidad de maniobra política y las hace caer en la trampa que los asesinos de Wissam al-Hasan le pusieron a Líbano.
Líbano no solo sufre de una autoridad gubernamental en la que la mayoría de sus fuerzas se apoyan en el exterior que dominan en parte el aparato oligárquico, sino que también sufre de una oposición que el levantamiento de la independencia le ha dejado en herencia y que se dedica a despilfarrar dicha herencia a diario, debido a su dependencia de otro exterior por un lado y a una terrible ligereza política por otro lado.
Es una vergüenza que se pierda la sangre de las víctimas como se pierde todo en esta nación defectiva.
Notas
[1] Líder druso asesinado en 1977 durante la guerra civil en Líbano.
[2] Presidente de consenso para poner fin a la guerra civil en Líbano.
[3]Hombre fuerte de Siria en Líbano, que cuando estaba siendo investigado por el asesinato de Rafik Hariri en 2005, apareció muerto en su despacho. Supuestamente se había suicidado, pero se baraja que fue un asesinato preventivo porque sabía demasiado.
[4]Uno de los hombres más cercanos al difunto Rafik Hariri, fue primer ministro de Líbano entre 2005 y 2009.
Fuente original: http://traduccionsiria.blogspot.com.es/2012/10/quien-mato-wissam-al-hasan.html?spref=fb
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