Por: Olmo Albanella
La mentira y el engaño no son algo nuevo en la historia y mucho menos en la lucha de clases. El concepto de “guerra psicológica” surgió como una teoría y un método organizados, definidos y estudiados durante la segunda guerra mundial y perfeccionados durante de la guerra fría, en donde el ejército estadounidense tuvo la iniciativa en su aplicación y le dio su nombre.
La “guerra psicológica” se desarrolló entonces contra la Unión Soviética y sus países “satélite”, pero también en contra de los movimientos revolucionarios que luchaban por el poder en distintas regiones del mundo (América Latina, Asia, África). El imperialismo comenzó a utilizarla como complemento de su estrategia política y militar contrainsurgente, ante la cercana posibilidad de que “uno, dos o tres Vietnam” victoriosos se hicieran realidad, así como para derrocar gobiernos no amigos o para apalancar el poder de aquéllos pro-norteamericanos. Se fue desarrollando en la práctica una doctrina más amplia: la “guerra de baja intensidad”, de la cual la “guerra psicológica” es parte.
La guerra de baja intensidad (GBI) se basa en el “uso limitado de la fuerza para someter al adversario” y tiene como objetivo prevenir, combatir y, en última instancia, eliminar y derrotar cualquier proceso revolucionario o gobierno contrario a los intereses políticos y económicos de la burguesía financiera norteamericana y europea y sus socios regionales. Según indica Patricia Kreibohm de Schiavone: “la gama de actividades del GBI es muy amplia y no implica, necesariamente, el despliegue de tropas y el empleo sistemático de la fuerza armada. Los factores económicos, psicológicos y políticos constituyen partes vitales de la trama estratégica”. (“La doctrina de la Guerra de Baja Intensidad: del intervensionismo norteamericano a la formulación de una nueva categoría de conflicto”. Lda. Patricia Kreibohm de Schiavone) (1).
Pero volvamos a la guerra psicológica. Ésta, en concreto es el empleo de la propaganda y la acción psicológica como métodos para direccionar conductas. Persigue el objetivo del control social, político o militar de una sociedad o grupo dentro de la sociedad, sin recurrir al uso de armas, o en forma complementaria a su uso.
En una contienda armada, la guerra psicológica está destinada a destruir la moral del enemigo para lograr la victoria militar y para ello se emplean dos métodos diferentes: uno el militar y otro el político. El método militar se practica en los campos de batalla, directamente contra el combatiente, mientras que el método político se dirige hacia la retaguardia, básicamente contra la población civil, potencial aliada del combatiente. El periodista francés Denis Boneau, miembro de la sección francesa de la Red Voltaire, en uno de sus artículos para dicha organización, dice:
“Las operaciones psicológicas designan un conjunto muy amplio de actividades que van de la propaganda radial a la tortura y demandan conocimientos profundos sobre las poblaciones a las que van dirigidas. En un documento redactado en 1948, las fuerzas terrestres estadounidenses definen así la «guerra psicológica»: «[Esta] emplea medios físicos o morales diferentes a las técnicas militares ortodoxas, medios que buscan:
Destruir la voluntad y la capacidad combativa del enemigo.
Privarlo del apoyo de sus aliados.
Acrecentar entre nuestras tropas y las de nuestros aliados la voluntad de vencer.
La guerra psicológica utiliza toda arma que pueda influenciar la voluntad del enemigo. Las armas son psicológicas solamente por el efecto que producen y no por su naturaleza misma. Por ello, la propaganda abierta (blanca), secreta (negra) o gris -subversión, sabotaje, asesinatos, operaciones especiales, guerrilla, espionaje, presiones políticas, culturales, económicas y raciales- son consideradas como armas utilizables [en el marco de la guerra psicológica]».
Para llevar a cabo este programa de «guerra psicológica», los servicios secretos reclutan especialistas de las ciencias del comportamiento capaces de inventar la propaganda blanca «simple, clara y repetitiva» y la propaganda negra destinada a sembrar en el campo del adversario «el desorden, la confusión... el terror».” (“Guerra fría psicologica. Las ciencias de la dominación mundial”. Denis Boneau)
En adelante, nos concentraremos principalmente en el aspecto más cotidiano y generalizado a nivel mundial de la guerra psicológica: la“propaganda blanca”.
Las feministas burguesas están luchando para conseguir derechos políticos: también aquí nuestros caminos se separan: para las mujeres burguesas, los derechos políticos son simplemente un medio para conseguir sus objetivos más cómodamente y más seguramente en este mundo basado en la explotación de los trabajadores. Para las mujeres obreras, los derechos políticos son un paso en el camino empedrado y difícil que lleva al deseado reino del trabajo.
La guerra por otros medios: la guerra desde los medios
No es un secreto para nadie que varias cosas se nos ocultan desde los grandes medios, o no están cubiertas como para que podamos hacer un análisis seguro o aproximado de los distintos sucesos. Los noticieros abundan en noticias de catástrofes, robos, violaciones, escándalos, muertes, “curiosidades” y trivialidades que finalmente son mucho humo, puro ruido y nada más. (Ni qué hablar de los programas de “entretenimineto”, telenovelas, reality shows, etc., cuyos contenidos parecieran pensados para causar el más severo entumecimiento cerebral en los espectadores).
Inevitable que empecemos a sospechar de una “visión” tan sesgada de la realidad. Esta “visión” tendenciosa no es, sin embargo, patrimonio exclusivo de los grandes medios de comunicación, sino que es compartida por el estado y difundida mediante sus aparatos ideológicos. Y es que, aunque con matices que varían en cada país y cada gobierno, ambos, estado y grandes medios, persiguen el mismo interés: la preservación de la burguesía en el poder y el desarme ideológico de las masas para garantizarla.
Ya sea para entretenernos y distraernos, desinformarnos o intimidarnos, esa mentira organizada dirigida contra nosotros tiene el objetivo de dominarnos utilizando diversas tácticas (división, dispersión y amenaza) y todos los medios, recursos e inteligencia puestos a su alcance.
¿Qué tienen en común la famosa campaña por la “gripe A”, las armas de “destrucción masiva” en Irán, el “narcoterrorismo” de las FARC, la “máquina de hacer terremotos” que operó en Haití hace un par de años, la “filtración” de Wikileaks, el “terrorismo musulmán” y la repetida idea de la “invencibilidad del poderío armamentístico y nuclear” de EEUU? Simplemente son mentiras o deformaciones de la realidad que elabora el enemigo y que buscan, como ya hemos dicho, confundirnos, paralizarnos y dividirnos, para mantener y profundizar su dominación material sobre nosotros. Otro ejemplo concreto y a la orden del día son las campañas sobre la “inseguridad” y el “delito” que la burguesía ha sembrado en todo el mundo, campañas que sientan la base para implementar legislaciones represivas de “mano dura”, la criminalización de la protesta y de la pobreza. A gran escala, la burguesía también utiliza la “inseguridad” para justificar guerras y masacres: sin ir más lejos, el autoatentado a las Torres Gemelas y la propaganda imperialista que le siguió tuvieron como objetivo sembrar la paranoia dentro de grandes sectores del pueblo norteamericano, preparando así el terreno para el ataque y la invasión a los países “enemigos” de Medio Oriente.
Los métodos más generales que utiliza la “propaganda blanca” son:
Persuasión: suministran información y emiten opinión de tal modo que reconstruyamos los hechos de la noticia según los intereses de quien la emite. Por ejemplo, vemos como ante cada reclamo o conflicto, supongamos gremial, nos quieren persuadir a nosotros y al resto de la población de que los nuestros métodos son violentos, que generan “conflictividad social”, que con nuestras medidas tomamos de rehén a la gente, etc., como si reclamar por nuestros derechos fuera un delito y nosotros unos delincuentes.
Sugestión: apelan a nuestros sentimientos pasando por alto lo racional. A través de símbolos, persiguen generarnos empatía o antipatía con personas, grupos, políticas, etc. En este método son expertos los gobiernos populistas, que en su discurso y su propaganda se valen de emblemas, tradiciones y lenguajes populares para encubrir el objetivo de continuar beneficiando a los grupos económicos en el poder. Evo Morales exaltando la cultura aymará, Cristina Fernández evocando las luchas de los 70, Lula da Silva apelando a su pasado de obrero -a la vez que aseguran la dominación burguesa-, son ejemplos elocuentes.
Compulsión: aquí también, y sobre todo, apelan a lo inconsciente, exacerbando el miedo y el terror. La propaganda hecha en este sentido busca que vivamos en un estado de “defensa paranoica”, que nos impida tomar la iniciativa en la vida. Ya hemos mencionado las campañas de inseguridad ante la “delincuencia” y el “terrorismo”... Otro ejemplo más específico en nuestro país puede ser la propaganda oficial que expresa, a veces velada y otras explícitamente, que cualquier crítica, reclamo u oposición a las políticas gubernamentales allana el camino a la “derecha” y propicia un futuro golpe de estado en la Argentina.
Miente, miente, que algo quedará
En una noticia, crónica, análisis de un tema o hecho sensacional que está en boca de todos, podemos encontrar:
La filtración: aquí la fuente que filtra la noticia es de dudoso origen o se trata de un emisario oculto cuya existencia es difícil de comprobar. Aquí encontramos a los “voceros oficiales”, las confesiones “off the record” o las simples “fuentes anónimas”.
La mentira: centrándose en aspectos secundarios, se manipulan los hechos de tal forma que el sentido del suceso cambia completamente. Por ejemplo, en la toma de terrenos de Villa Soldati que desembocó en el asesinato de tres personas, las causas reales de la falta vivienda nunca fueron tratadas. En cambio, sobraron explicaciones y “análisis” que mencionaban conspiraciones de los partidos burgueses, peleas entre vecinos, arreglos punteriles, etc.; hasta se abrió desde los medios el xenófobo debate sobre la responsabilidad de los inmigrantes, por el sólo hecho de ser tales.
La omisión: silencian todo lo que no les conviene que sea de conocimiento público y masivo. Así nos quieren hacer creer no existen los conflictos en este sistema, mucho menos los conflictos que afectan directamente a nuestra clase. El hueco gigante que dejan con la desinformación es llenado con la “sana” e “instructiva” distracción de los programas de paparulos, de célebres parásitos denominados “mediáticos”, los “Gran Hermano”, Tinelli y sus sagas anuales, etc.
Sobreinformación: nos dan tanta información sobre un tema, que terminan por confundirnos y desorientarnos. Un caso notorio lo vemos cuando “informan” sobre economía y atosigan con cifras, siglas, estadísticas, y palabreríos técnicos que nadie entiende y que, de fondo, no dicen nada. Otro caso emblemático fueron las famosas “filtraciones” de Wikileaks: 91 mil documentos a desclasificar, que no aportan nada que no supiéramos, todavía son el pasatiempo de prestigiados “analistas” y siguen dando letra a las secciones internacionales de los principales diarios del mundo.
Descontextualización: es el recurso por excelencia de la prensa burguesa, que jamás lo abandona. Los hechos son separados de su contexto social y aparecen como reacciones aisladas, espontáneas y pasajeras, o, por el contrario, como hechos absolutos o formas de vida. Un ejemplo del primer caso lo constituyen los casos de muerte de mujeres a manos de sus parejas; la prensa se cuida muy bien de mostrarlos como “accidentes” o “crímenes pasionales” y, a la vez que tienen un lindo caso sensacionalista y “policial” para darle manija por un par de días, no hablarán jamás de la violencia de género sistemática, fomentada incluso por los medios, que se cobra cientos de vidas por año en el país. Un ejemplo del segundo caso puede ser perfectamente la festejada y difundida “filantropía” burguesa: ahora resulta que Bill Gates o George Soros son amantes de la humanidad porque donan parte de su fortuna a “causas de bien”… y claro, los grandes medios no repararán jamás en los negocios millonarios, evasiones de impuestos y estafas que hay detrás de sus “donaciones” o “beneficencias”, sin contar, por supuesto, que su fortuna fue hecha en base a la explotación de millones de trabajadores en todo el planeta.
Con lo escrito hasta aquí, deseamos aportar las herramientas mínimas que nos permitan ser críticos con los medios masivos, con las noticias que circulan en internet, con los discursos de gobierno. Esperamos poder ampliar la información y el análisis en otra ocasión. Estamos convencidos/as, como decía el comandante Ernesto Che Guevara mientras cerraba sus dedos pulgar e índice, que “al imperialismo no debemos creerle ni un tantico así”. Tenemos que perder la ingenuidad ante nuestro enemigo y saber que la verdad y la consecuencia son virtudes de nuestra clase, pero la burguesía no ha sido ni será dueña jamás de esos valores, ya que su dominación está basada materialmente en el robo y simbólicamente en el engaño. Su prensa, sus periodistas, sus aparatos ideológicos y sus voceros, entonces, no serán nunca menos.
1) La guerra de baja intensidad. Francisco Pineda
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