Como un ladrón, el fascismo
Por: Salvador Capote
¿Es posible un golpe fascista en Estados Unidos? –Yo diría que no, pues el repudio sería inmediato y universal. Pero a veces perdemos de vista que el fascismo puede infiltrarse gradualmente, sutilmente, inadvertido, como un ladrón en la noche, y puede manifestarse en formas muy diferentes, sin cruces gamadas ni camisas pardas.
Para Robert O. Paxton (1) premiado en 2009 con la “Legion d’honneur” por sus estudios sobre la Francia de Vichy, el fascismo del futuro no tiene que parecerse al fascismo clásico en sus manifestaciones externas y símbolos. Un fascismo americano –según el profesor emérito- sería religioso, antinegro y antiislámico (2).
“Cuando el fascismo llegue a América, vendrá envuelto en la bandera y portando una cruz”. Estas palabras, escritas por el Premio Nobel de Literatura (1930) Sinclair Lewis, toman un carácter terriblemente profético cuando se observa la unión que se establece, a partir del periodo presidencial de Ronald Reagan entre la derecha fundamentalista religiosa en ascenso y los movimientos ultraconservadores.
La mentalidad fascista de los dirigentes comienza a manifestarse con Richard Nixon. Interrogado por su responsabilidad en Watergate, Nixon argüía que en el área de las actividades criminales el presidente es immune. Recordemos su famosa frase: “Si el presidente lo hace, significa que no es ilegal” (3). El presidente puede ordenar o aprobar cualquier fechoría en nombre de la “seguridad nacional” o del “privilegio ejecutivo”. Con George W. Bush esta mentalidad fascista alcanza niveles más peligrosos al mezclarse con ideas mesiánicas. Bush autorizaría la tortura y la instalación de prisiones secretas en diversas partes del mundo, ignoraría la Convención de Ginebra y mentiría en relación con los análisis de inteligencia y los motivos de la guerra. Se consideraría guiado por Dios y por encima de la ley.
El panorama económico y social de Estados Unidos es bastante sombrío y crea la atmósfera necesaria para el avance del fascismo. En aras de la globalización, fábricas y empleos se trasladan (“outsourcing”) a zonas del mundo donde la mano de obra es barata, las exigencias fiscales menores y los controles ambientales prácticamente no existen. Las ejecuciones hipotecarias de millones de hogares hacen trizas el sueño americano, los fondos de pensiones colapsan, el desempleo se mantiene en cifras elevadas, y la corrupción política se entroniza.
Mientras se amplía la brecha económica entre ricos y pobres se excluye de impuestos a los ricos y a las corporaciones, se eliminan o reducen los programas de asistencia social, se ponen en vigor leyes como la Ley Patriota que invalidan los derechos civiles de los ciudadanos, y Estados Unidos se presenta como el país del mundo con mayor número de hombres y mujeres encerrados en sus prisiones.
El imperio en acción emprende guerras preventivas en las cuales mueren cientos de miles de seres humanos, guerras que no pueden ser ganadas, cuyo costo es impagable y que arrastran consigo los restos de prestigio de la nación. La retórica de los derechos humanos suena hueca y carente de sentido ante las cárceles secretas y la tortura de prisioneros. Los déficits colosales se convierten en enfermedad crónica presupuestaria y la deuda nacional se acerca a la astronómica cifra de 17 trillones de dólares.
Para Michael Parenti, uno de los más importantes analistas políticos norteamericanos, la agenda socioeconómica del Partido Republicano no es muy diferente de la que en Italia y Alemania imponían Mussolini y Hitler: “liquidar los sindicatos, mantener bajos los salarios, imponer un monopolio ideológico derechista sobre los medios, abolir los impuestos de las corporaciones y de los ricos, eliminar las regulaciones diseñadas para la seguridad del obrero y del consumidor y para la protección del medio ambiente, privatizar las empresas públicas, explotar las áreas naturales protegidas, cancelar los servicios sociales y descalificar y deslegitimizar a los que se oponen a tales medidas” (4).
El miedo es la principal herramienta del fascismo para atrapar el alma política de las masas. Del miedo al comunismo durante la guerra fría se pasa al miedo al terrorismo islámico. El ciudadano debe sacrificar sus derechos civiles como gesto “patriótico” para salvar a la nación. Todo se justifica y se oculta en nombre de la “seguridad nacional”.
De acuerdo con Gramsci, para ejercer su dominio la clase gobernante no necesita utilizar la fuerza. Este papel lo desempeñan las instituciones de socialización (familias, Iglesias, escuelas, partidos, etc.) que conforman una hegemonía cultural. Se logra de este modo que las clases inferiores adopten la cosmovisión de la clase dominante y se considere normal el sometimiento.
Otra herramienta importante del fascismo es la adjudicación de todos los males a un chivo expiatorio. En la Alemania nazi este papel lo desempeñaron los judíos. En el fascismo moderno norteamericano desempeñarán este papel, alternativamente, los negros, los latinos, los pobres, los inmigrantes indocumentados, los militantes de izquierda.
El fascismo, por tanto, vestido con traje cortado a la medida de las circunstancias, se asoma ya al paisaje político estadounidense. El movimiento obrero fue desarticulado. Menos de un 7 % de los trabajadores privados está organizado en sindicatos. Los grupos disidentes fueron aplastados. Más de treinta miembros del movimiento Panteras Negras perecieron durante la represión de los años 70 y cientos fueron condenados por los tribunales. En las cárceles de Estados Unidos hay prisioneros políticos que pertenecen al movimiento independentista de Puerto Rico, objetores de conciencia que se niegan a participar en las guerras del imperio, pacifistas, miembros de organizaciones de izquierda radical, chicanos, indios, ambientalistas, miles de inmigrantes indocumentados, defensores de los derechos civiles, y cinco patriotas cubanos condenados injustamente a inconcebibles condenas.
No obstante, el pueblo norteamericano no se resigna. Para sorpresa de muchos, el movimiento “Occupy” estremece los cimientos de Wall Street. Este fin de semana, una coalición de organizaciones que se oponen a la guerra realiza grandes manifestaciones en Chicago con motivo de la cumbre de la OTAN. ¿Creará la crisis económica, financiera y social la necesaria resistencia del pueblo trabajador? –Seguramente. Y es posible, además, que la misma opresión fascista abra las puertas al camino de una auténtica revolución. Pero este camino será cruento, largo, pedregoso y cuesta arriba.
(1) Robert O. Paxton: “The Anatomy of Fascism”, Knopf, New York, 2004.
(2) Podríamos añadir “antiinmigrante”.
(3) “If the President does it, that means it’s not illegal.” Entrevista con David Frost en 1977.
(4) Michael Parenti: “Dirty Truths”, City Lights Books, San Francisco, 1996, p. 42.
Por: Salvador Capote
¿Es posible un golpe fascista en Estados Unidos? –Yo diría que no, pues el repudio sería inmediato y universal. Pero a veces perdemos de vista que el fascismo puede infiltrarse gradualmente, sutilmente, inadvertido, como un ladrón en la noche, y puede manifestarse en formas muy diferentes, sin cruces gamadas ni camisas pardas.
Para Robert O. Paxton (1) premiado en 2009 con la “Legion d’honneur” por sus estudios sobre la Francia de Vichy, el fascismo del futuro no tiene que parecerse al fascismo clásico en sus manifestaciones externas y símbolos. Un fascismo americano –según el profesor emérito- sería religioso, antinegro y antiislámico (2).
“Cuando el fascismo llegue a América, vendrá envuelto en la bandera y portando una cruz”. Estas palabras, escritas por el Premio Nobel de Literatura (1930) Sinclair Lewis, toman un carácter terriblemente profético cuando se observa la unión que se establece, a partir del periodo presidencial de Ronald Reagan entre la derecha fundamentalista religiosa en ascenso y los movimientos ultraconservadores.
La mentalidad fascista de los dirigentes comienza a manifestarse con Richard Nixon. Interrogado por su responsabilidad en Watergate, Nixon argüía que en el área de las actividades criminales el presidente es immune. Recordemos su famosa frase: “Si el presidente lo hace, significa que no es ilegal” (3). El presidente puede ordenar o aprobar cualquier fechoría en nombre de la “seguridad nacional” o del “privilegio ejecutivo”. Con George W. Bush esta mentalidad fascista alcanza niveles más peligrosos al mezclarse con ideas mesiánicas. Bush autorizaría la tortura y la instalación de prisiones secretas en diversas partes del mundo, ignoraría la Convención de Ginebra y mentiría en relación con los análisis de inteligencia y los motivos de la guerra. Se consideraría guiado por Dios y por encima de la ley.
El panorama económico y social de Estados Unidos es bastante sombrío y crea la atmósfera necesaria para el avance del fascismo. En aras de la globalización, fábricas y empleos se trasladan (“outsourcing”) a zonas del mundo donde la mano de obra es barata, las exigencias fiscales menores y los controles ambientales prácticamente no existen. Las ejecuciones hipotecarias de millones de hogares hacen trizas el sueño americano, los fondos de pensiones colapsan, el desempleo se mantiene en cifras elevadas, y la corrupción política se entroniza.
Mientras se amplía la brecha económica entre ricos y pobres se excluye de impuestos a los ricos y a las corporaciones, se eliminan o reducen los programas de asistencia social, se ponen en vigor leyes como la Ley Patriota que invalidan los derechos civiles de los ciudadanos, y Estados Unidos se presenta como el país del mundo con mayor número de hombres y mujeres encerrados en sus prisiones.
El imperio en acción emprende guerras preventivas en las cuales mueren cientos de miles de seres humanos, guerras que no pueden ser ganadas, cuyo costo es impagable y que arrastran consigo los restos de prestigio de la nación. La retórica de los derechos humanos suena hueca y carente de sentido ante las cárceles secretas y la tortura de prisioneros. Los déficits colosales se convierten en enfermedad crónica presupuestaria y la deuda nacional se acerca a la astronómica cifra de 17 trillones de dólares.
Para Michael Parenti, uno de los más importantes analistas políticos norteamericanos, la agenda socioeconómica del Partido Republicano no es muy diferente de la que en Italia y Alemania imponían Mussolini y Hitler: “liquidar los sindicatos, mantener bajos los salarios, imponer un monopolio ideológico derechista sobre los medios, abolir los impuestos de las corporaciones y de los ricos, eliminar las regulaciones diseñadas para la seguridad del obrero y del consumidor y para la protección del medio ambiente, privatizar las empresas públicas, explotar las áreas naturales protegidas, cancelar los servicios sociales y descalificar y deslegitimizar a los que se oponen a tales medidas” (4).
El miedo es la principal herramienta del fascismo para atrapar el alma política de las masas. Del miedo al comunismo durante la guerra fría se pasa al miedo al terrorismo islámico. El ciudadano debe sacrificar sus derechos civiles como gesto “patriótico” para salvar a la nación. Todo se justifica y se oculta en nombre de la “seguridad nacional”.
De acuerdo con Gramsci, para ejercer su dominio la clase gobernante no necesita utilizar la fuerza. Este papel lo desempeñan las instituciones de socialización (familias, Iglesias, escuelas, partidos, etc.) que conforman una hegemonía cultural. Se logra de este modo que las clases inferiores adopten la cosmovisión de la clase dominante y se considere normal el sometimiento.
Otra herramienta importante del fascismo es la adjudicación de todos los males a un chivo expiatorio. En la Alemania nazi este papel lo desempeñaron los judíos. En el fascismo moderno norteamericano desempeñarán este papel, alternativamente, los negros, los latinos, los pobres, los inmigrantes indocumentados, los militantes de izquierda.
El fascismo, por tanto, vestido con traje cortado a la medida de las circunstancias, se asoma ya al paisaje político estadounidense. El movimiento obrero fue desarticulado. Menos de un 7 % de los trabajadores privados está organizado en sindicatos. Los grupos disidentes fueron aplastados. Más de treinta miembros del movimiento Panteras Negras perecieron durante la represión de los años 70 y cientos fueron condenados por los tribunales. En las cárceles de Estados Unidos hay prisioneros políticos que pertenecen al movimiento independentista de Puerto Rico, objetores de conciencia que se niegan a participar en las guerras del imperio, pacifistas, miembros de organizaciones de izquierda radical, chicanos, indios, ambientalistas, miles de inmigrantes indocumentados, defensores de los derechos civiles, y cinco patriotas cubanos condenados injustamente a inconcebibles condenas.
No obstante, el pueblo norteamericano no se resigna. Para sorpresa de muchos, el movimiento “Occupy” estremece los cimientos de Wall Street. Este fin de semana, una coalición de organizaciones que se oponen a la guerra realiza grandes manifestaciones en Chicago con motivo de la cumbre de la OTAN. ¿Creará la crisis económica, financiera y social la necesaria resistencia del pueblo trabajador? –Seguramente. Y es posible, además, que la misma opresión fascista abra las puertas al camino de una auténtica revolución. Pero este camino será cruento, largo, pedregoso y cuesta arriba.
(1) Robert O. Paxton: “The Anatomy of Fascism”, Knopf, New York, 2004.
(2) Podríamos añadir “antiinmigrante”.
(3) “If the President does it, that means it’s not illegal.” Entrevista con David Frost en 1977.
(4) Michael Parenti: “Dirty Truths”, City Lights Books, San Francisco, 1996, p. 42.
0 comentarios:
Publicar un comentario