¡Llegó la hora!
Por: Martín Guédez
La vanguardia de una Revolución triunfante debe tener un profundo sentido del momento histórico. Debe tener profunda conciencia de los valores éticos de su lucha. Está obligada a discernir con claridad cual es el enemigo, cuáles sus armas y cuáles son las propias.
El enemigo no tiene debilidades de conciencia. Está claro y jamás se dejará atraer por ofertas revestidas de sus propios valores egoístas. La masa intermedia y confundida, desclasada y manipulada, jamás podrá ser conquistada o atraída a su propio campo de segmento explotado con las “armas melladas” del sistema capitalista.
Atraerlos sólo por medio de logros y conquistas materiales (carro, neveras, lavadoras, turismo, etc., etc.) es tan frágil como levantar una casa sobre la arena de la playa (¡Libia, Libia, cómo grita en el desierto!) Bastará un ligero cambio en esas condiciones para que vuele –hasta por costumbre- a los brazos de sus amos sempiternos. Ante el éxodo –siempre doloroso, como lo es todo parto- de una sociedad egoísta de milenios a una sociedad amorosa, incógnita y nueva, siempre encontrará razones para acordarse de “las cebollas de Egipto”, siempre tendrá razones suficientes para elegir el retorno a la esclavitud, en cierta forma placentera.
La conversión al hombre y la mujer nuevos exige de convicciones profundas en la necesidad irrefragable de conquistar el paraíso de la igualdad y la justicia a cualquier costo, aún el de la vida misma, enfrentando poderosas fuerzas en Venezuela y en el mundo. Un pueblo con convicciones firmes no es víctima de las manipulaciones de su enemigo ancestral. Tiene conciencia de quien es el lobo, de cual es su naturaleza, de sus mañas y ardides, y estará siempre dispuesto a defender aquello en lo que cree a cualquier precio.
Nos vienen tiempos difíciles. Serán tiempos de prueba. O somos “luz del mundo y sal de la tierra” o somos acero templado al fuego, o la molienda inclemente nos conducirá, blandengues y confundidos –como a la caña- a ser bagazo para alimentar a los cochinos.
Este tiempo, habida cuenta de las lecciones que nos ofrece la historia, es tiempo de firmeza heroica alrededor del líder que encarna y personifica nuestras ideas y esperanzas. No podemos ser el pueblo que –miserablemente engañado- construya un nuevo Gólgota o un nuevo San Pedro Alejandrino. La inmensa capacidad para el engaño del poderoso enemigo no puede volver a confundirnos. Debemos librar el combate desde la pureza de nuestras ideas. Leales hasta el glorioso sacrificio a nuestras convicciones y nuestro líder que las encarna.
“Dios concede la victoria a la constancia”, ante los mil y un recovecos y propuestas que aparecerán como mala yerba en virtud de la condición de salud del líder, tanto de los tanques de pensamiento de la contra poderosa como de las corrientes reformistas dentro de nuestro propio campo (recordar teorías como las "del hiperliderazgo", "un necesario paso al costado de Chávez", "con sólo un líder no podemos", etc., etc.) estamos obligados, como nunca y como siempre, a dar la batalla en el campo de nuestras ideas. Estamos obligados a ser, alegre y profundamente, leales a Chávez “Vacilar es perdernos”, pongamos sin vacilación la piedra angular de la libertad, de la igualdad, de la humanidad, del socialismo y alcanzaremos el largamente esperado triunfo. Sin un milímetro menos. Que cada revolucionari@ entregue lo mejor de sí mismo para dar razones para la vida del Comandante. Cualquier otra propuesta disfrazada de engañosos teoricismos es traición a la Revolución.
¡PATRIA SOCIALISTA O MUERTE!
¡CON CHÁVEZ, RESTEADOS HASTA LA VIDA!
¡VENCEREMOS!
Por: Martín Guédez
La vanguardia de una Revolución triunfante debe tener un profundo sentido del momento histórico. Debe tener profunda conciencia de los valores éticos de su lucha. Está obligada a discernir con claridad cual es el enemigo, cuáles sus armas y cuáles son las propias.
El enemigo no tiene debilidades de conciencia. Está claro y jamás se dejará atraer por ofertas revestidas de sus propios valores egoístas. La masa intermedia y confundida, desclasada y manipulada, jamás podrá ser conquistada o atraída a su propio campo de segmento explotado con las “armas melladas” del sistema capitalista.
Atraerlos sólo por medio de logros y conquistas materiales (carro, neveras, lavadoras, turismo, etc., etc.) es tan frágil como levantar una casa sobre la arena de la playa (¡Libia, Libia, cómo grita en el desierto!) Bastará un ligero cambio en esas condiciones para que vuele –hasta por costumbre- a los brazos de sus amos sempiternos. Ante el éxodo –siempre doloroso, como lo es todo parto- de una sociedad egoísta de milenios a una sociedad amorosa, incógnita y nueva, siempre encontrará razones para acordarse de “las cebollas de Egipto”, siempre tendrá razones suficientes para elegir el retorno a la esclavitud, en cierta forma placentera.
La conversión al hombre y la mujer nuevos exige de convicciones profundas en la necesidad irrefragable de conquistar el paraíso de la igualdad y la justicia a cualquier costo, aún el de la vida misma, enfrentando poderosas fuerzas en Venezuela y en el mundo. Un pueblo con convicciones firmes no es víctima de las manipulaciones de su enemigo ancestral. Tiene conciencia de quien es el lobo, de cual es su naturaleza, de sus mañas y ardides, y estará siempre dispuesto a defender aquello en lo que cree a cualquier precio.
Nos vienen tiempos difíciles. Serán tiempos de prueba. O somos “luz del mundo y sal de la tierra” o somos acero templado al fuego, o la molienda inclemente nos conducirá, blandengues y confundidos –como a la caña- a ser bagazo para alimentar a los cochinos.
Este tiempo, habida cuenta de las lecciones que nos ofrece la historia, es tiempo de firmeza heroica alrededor del líder que encarna y personifica nuestras ideas y esperanzas. No podemos ser el pueblo que –miserablemente engañado- construya un nuevo Gólgota o un nuevo San Pedro Alejandrino. La inmensa capacidad para el engaño del poderoso enemigo no puede volver a confundirnos. Debemos librar el combate desde la pureza de nuestras ideas. Leales hasta el glorioso sacrificio a nuestras convicciones y nuestro líder que las encarna.
“Dios concede la victoria a la constancia”, ante los mil y un recovecos y propuestas que aparecerán como mala yerba en virtud de la condición de salud del líder, tanto de los tanques de pensamiento de la contra poderosa como de las corrientes reformistas dentro de nuestro propio campo (recordar teorías como las "del hiperliderazgo", "un necesario paso al costado de Chávez", "con sólo un líder no podemos", etc., etc.) estamos obligados, como nunca y como siempre, a dar la batalla en el campo de nuestras ideas. Estamos obligados a ser, alegre y profundamente, leales a Chávez “Vacilar es perdernos”, pongamos sin vacilación la piedra angular de la libertad, de la igualdad, de la humanidad, del socialismo y alcanzaremos el largamente esperado triunfo. Sin un milímetro menos. Que cada revolucionari@ entregue lo mejor de sí mismo para dar razones para la vida del Comandante. Cualquier otra propuesta disfrazada de engañosos teoricismos es traición a la Revolución.
¡PATRIA SOCIALISTA O MUERTE!
¡CON CHÁVEZ, RESTEADOS HASTA LA VIDA!
¡VENCEREMOS!
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