La infamia como último recurso
Por: Ramiro Lizondo Díaz
Rebelión
Hace unos días en dos periódicos del mismo grupo mediático (El Deber, Los Tiempos), la periodista Lupe Cajías escribió una columna de opinión titulada "Demasiada presencia venezolana". En dicha nota y después de alabar hipócritamente los lazos de hermandad históricos y culturales entre Bolivia y Venezuela, Cajías abre los ojos de todos los bolivianos y alerta al mundo de un virus altamente peligroso: las tendencias a la intromisión en los asuntos internos del gobierno venezolano.
¿Pruebas? Las obras de ampliación de la Embajada Bolivariana en el barrio paceño de Obrajes, la presencia de militares de la Fuerza Binacional (que han tenido la intolerable intromisión de ayudar a construir el dique que evita la inundación de Trinidad, entre otras cosas) y el chisme infame de la presencia de represores venezolanos en la marcha indígena del Tipnis (¡el masking había sido "made in Caracas", según los delirios de Cajías!). La dizque periodista finaliza menospreciando la soberanía y la política exterior de su-nuestro propio país al añadir sin rubor (y otra vez sin pruebas) que la Cancillería obedece a Hugo Chávez y que el "maltrato" a los medios de comunicación también son órdenes venezolanas. Cajías finaliza su nota con un deseo "inocente" que llama al alboroto: "cuidado que en Bolivia se despierten esos lamentables sentimientos antivenezolanos como en Libia. De "yanques go home" a "boinas rojas fuera de acá."
En un escenario de lucha de clases intenso como el que vive Bolivia, no debería sorprendernos opiniones como la de la señora Cajías. La forma mentirosa y desleal como se refiere a dicha "presencia venezolana exagerada" repele mucho.
Para no redundar en sus falaces argumentos, es bueno destacar su lógica clase mediera cargada de prejuicios y oportunismos, incapaz de ver en una acción desinteresada como la de la Fuerza Binacional que apoya en casos de desastres, reacondicionamiento vial, construcción de diques, en el caso del Beni redujo notablemente las inundaciones de poblaciones afectadas años atrás por las lluvias, acontecimientos que justifican sobradamente la presencia de estos soldados del ALBA que realizan una acción solidaria entre pueblos hermanos.
El esfuerzo de crear nuevos espacios de integración en los que prevalezcan los principios de solidaridad, complementariedad, reciprocidad, conllevan un trabajo de concertación social, política y económica muy compleja. Uno de esos intentos es precisamente el de la integración de América Latina a través de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América -Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA - TCP). Una integración no basada en la explotación y el saqueo.
En el marco de este esfuerzo, se han iniciado diferentes programas entre los que se destacan la creación de empresas Grannacionales en sectores estratégicos como el de alimentos o energía que aporten a la seguridad, soberanía alimentaria y energética, tal como manda nuestra propia Constitución. Asimismo el apoyo al desarrollo de infraestructura de caminos misiones médicas (Batallón 51), la Fuerza Binacional, programas culturales-educativos que tienen que ver con la alfabetización y la post-alfabetización, la asistencia técnica y el desarrollo de una nueva arquitectura financiera regional entre otros logros que tienen diferentes niveles de alcance y que le han permitido al país posicionarse de mejor manera en el contexto regional.
Los resultados alcanzados sobrepasan la retórica, legitima además, de nuestra revolución. Todos los indicadores económicos y sociales muestran el avance a pesar de la forma a veces caótica en la que se implementa. Pero ninguna revolución es un conjunto homogéneo como se lo concibe desde la teoría, es una construcción creativa y cotidiana, llena de contradicciones, éxitos y fracasos.
Estas clases medias conservadoras -Cajías sólo es una expresión esperpéntica y amanuense de ellas- siempre han estado coqueteando con el poder de uno u otro lado para asegurar su reproducción y sus miserias. En su tragedia siempre su paradigma ha sido Occidente, reivindicando sus orígenes perdidos que no logran reflejarse frente a un espejo, dando tumbos para agradar al que creen que será el próximo poderoso. Pero, para su pesar, los indios gobernarán por mucho tiempo contando con el apoyo fraterno y solidario de otros pueblos, de gobiernos hermanos que conforman esta avanzada emancipadora en América Latina y el Caribe. Mientras tanto, trabajamos para que pronto llegue el día en que nuestro país, en reciprocidad, comparta y entregue igual o más de lo que recibe.
* Ramiro Lizondo Díaz es Director Ejecutivo. Consejo Monetario Regional del SUCRE
Por: Ramiro Lizondo Díaz
Rebelión
Hace unos días en dos periódicos del mismo grupo mediático (El Deber, Los Tiempos), la periodista Lupe Cajías escribió una columna de opinión titulada "Demasiada presencia venezolana". En dicha nota y después de alabar hipócritamente los lazos de hermandad históricos y culturales entre Bolivia y Venezuela, Cajías abre los ojos de todos los bolivianos y alerta al mundo de un virus altamente peligroso: las tendencias a la intromisión en los asuntos internos del gobierno venezolano.
¿Pruebas? Las obras de ampliación de la Embajada Bolivariana en el barrio paceño de Obrajes, la presencia de militares de la Fuerza Binacional (que han tenido la intolerable intromisión de ayudar a construir el dique que evita la inundación de Trinidad, entre otras cosas) y el chisme infame de la presencia de represores venezolanos en la marcha indígena del Tipnis (¡el masking había sido "made in Caracas", según los delirios de Cajías!). La dizque periodista finaliza menospreciando la soberanía y la política exterior de su-nuestro propio país al añadir sin rubor (y otra vez sin pruebas) que la Cancillería obedece a Hugo Chávez y que el "maltrato" a los medios de comunicación también son órdenes venezolanas. Cajías finaliza su nota con un deseo "inocente" que llama al alboroto: "cuidado que en Bolivia se despierten esos lamentables sentimientos antivenezolanos como en Libia. De "yanques go home" a "boinas rojas fuera de acá."
En un escenario de lucha de clases intenso como el que vive Bolivia, no debería sorprendernos opiniones como la de la señora Cajías. La forma mentirosa y desleal como se refiere a dicha "presencia venezolana exagerada" repele mucho.
Para no redundar en sus falaces argumentos, es bueno destacar su lógica clase mediera cargada de prejuicios y oportunismos, incapaz de ver en una acción desinteresada como la de la Fuerza Binacional que apoya en casos de desastres, reacondicionamiento vial, construcción de diques, en el caso del Beni redujo notablemente las inundaciones de poblaciones afectadas años atrás por las lluvias, acontecimientos que justifican sobradamente la presencia de estos soldados del ALBA que realizan una acción solidaria entre pueblos hermanos.
El esfuerzo de crear nuevos espacios de integración en los que prevalezcan los principios de solidaridad, complementariedad, reciprocidad, conllevan un trabajo de concertación social, política y económica muy compleja. Uno de esos intentos es precisamente el de la integración de América Latina a través de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América -Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA - TCP). Una integración no basada en la explotación y el saqueo.
En el marco de este esfuerzo, se han iniciado diferentes programas entre los que se destacan la creación de empresas Grannacionales en sectores estratégicos como el de alimentos o energía que aporten a la seguridad, soberanía alimentaria y energética, tal como manda nuestra propia Constitución. Asimismo el apoyo al desarrollo de infraestructura de caminos misiones médicas (Batallón 51), la Fuerza Binacional, programas culturales-educativos que tienen que ver con la alfabetización y la post-alfabetización, la asistencia técnica y el desarrollo de una nueva arquitectura financiera regional entre otros logros que tienen diferentes niveles de alcance y que le han permitido al país posicionarse de mejor manera en el contexto regional.
Los resultados alcanzados sobrepasan la retórica, legitima además, de nuestra revolución. Todos los indicadores económicos y sociales muestran el avance a pesar de la forma a veces caótica en la que se implementa. Pero ninguna revolución es un conjunto homogéneo como se lo concibe desde la teoría, es una construcción creativa y cotidiana, llena de contradicciones, éxitos y fracasos.
Estas clases medias conservadoras -Cajías sólo es una expresión esperpéntica y amanuense de ellas- siempre han estado coqueteando con el poder de uno u otro lado para asegurar su reproducción y sus miserias. En su tragedia siempre su paradigma ha sido Occidente, reivindicando sus orígenes perdidos que no logran reflejarse frente a un espejo, dando tumbos para agradar al que creen que será el próximo poderoso. Pero, para su pesar, los indios gobernarán por mucho tiempo contando con el apoyo fraterno y solidario de otros pueblos, de gobiernos hermanos que conforman esta avanzada emancipadora en América Latina y el Caribe. Mientras tanto, trabajamos para que pronto llegue el día en que nuestro país, en reciprocidad, comparta y entregue igual o más de lo que recibe.
* Ramiro Lizondo Díaz es Director Ejecutivo. Consejo Monetario Regional del SUCRE
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