Los cargos contra Julian Assange, lamentable asunto de faldas, o conspiración sórdida de la CIA
Por: Andrei Fediashin,
RIA Novosti
Julian Assange, fundador de Wikileaks, la famosa página web sobre filtraciones, recuperó su libertad bajo fianza, mientras se decide su posible extradición a Suecia, donde es reclamado por delitos sexuales, además de un posible pedido por otros motivos por parte de la justicia de Estados Unidos.
En realidad, los problemas judiciales de Assange, que por lo visto apenas comienzan, no son una sorpresa para nadie.
Era perfectamente de esperar después del tsunami que desencadenó con sus bombas filtradas que comprometieron hasta el cuello a EEUU, y terminaron salpicando a casi todo el mundo.
Después de ese tipo de relevaciones, es difícil permanecer en libertad aunque también es prematuro decir que concluyó “la cacería internacional contra Assange”, como comentó recientemente un periódico estadounidense de extrema derecha.
La verdad sea dicha, Assange se presentó en la comisaría por su propia voluntad al día siguiente de haber sido emitida la orden electrónica sobre su arresto. Sus abogados, por lo tanto, están seguros de que podrán defender a su cliente de todas las peticiones de extradición que tramiten todos los países.
Toda esta situación en torno a la detención de Assange tiene tantos detalles extraños que es imposible encontrar una explicación sin sondear asuntos tan delicados como las relaciones sexuales, en el sentido estricto de la palabra.
El asunto de Assange sólo pudo ocurrir en Suecia
Este tipo de cosas sólo pudieron ocurrir o haber sido provocadas en Suecia, país pionero en la igualdad entre los sexos, que entre otros aspectos, establece una protección legislativa extrema a los derechos de la mujer.
Igual que muchos otros elementos del sistema legal sueco, el aspecto sexual fue elevado a alturas impensables para otros países como Dinamarca, Noruega, Finlandia e Islandia y mucho menos para el resto del mundo.
El “socialismo sexual” que impera en Suecia permite a las feministas flotar en un profundo estado de éxtasis, provocando en cambio, oleadas de pánico entre los representantes del sexo opuesto.
En el lejano 1964, es decir, hace 64 años, y mucho antes que otros países europeos, los suecos adoptaron una ley que impuso severos castigos a la denominada “violación conyugal”.
La jurisprudencia sueca dispone de una lista bastante extensa de actos o tentativas de acción que pueden ser calificadas de “relaciones sexuales no consentidas”, en otras palabras, aquellas, que tienen lugar sin el consentimiento mutuo de los cónyuges y, por consiguiente, pueden ser consideradas como actos de violación.
Sin embargo, las acusaciones que actualmente se presentan contra Assange no encajan del todo en las presuntas “actuaciones masculinas indecorosas”, establecidas en la legislación sueca.
En el caso de Assange no hubo falta de consentimiento entre las partes, hecho que reconocen los tres involucrados: Assange y las dos mujeres suecas que lo denunciaron.
Y el delito que se le imputa al fundador de Wikileaks, ni siquiera se aproxima al concepto más difundido de violación.
Las denunciantes aseguran que el monstruo cibernético deliberadamente “rompió el preservativo” (declaración de una de las figurantes citadas por el periódico sueco Aftonbladet) o que simplemente olvidó usarlo, aprovechando cuando dormían.
Situación que entre otras cosas, puede ocurrir.
El asunto puede parecer hasta gracioso, pero sólo hasta el momento en sea expresado en el lenguaje jurídico.
Desde el punto de vista del derecho sueco, la acusación tiene connotaciones tan serias que casi obligan a pensar en la cárcel.
“Coacción”, “acoso sexual” y “relaciones sexuales cuando el cónyuge se encuentra en estado de somnolencia”, son delitos que en Suecia se castigan con varios años entre rejas.
Un detalle curioso es que las dos suecas se conocieron tras acudir a las comisarías de Estocolmo para pedir “consultas” sobre la manera de denunciar a Assange y saber si era posible obligarle a pasar el test del VIH.
Pero el fiscal del distrito encontró en los casos indicios de “violación” y presentó cargos contra Assange el pasado 20 de agosto. Sin embargo, el día 22, la Fiscalía General de Suecia anuló las acusaciones por “falta de pruebas”.
No obstante, en septiembre, el fiscal de la ciudad de Gothenburg volvió a abrir el caso contra Assange ante “la aparición de nuevas circunstancias”, a partir de nuevos testimonios.
Y así f ue como empezó todo… No queda muy claro cuáles fueron las circunstancias que motivaron al fiscal a reabrir el caso: se rumorea que hubo ciertas “razones de carácter político”…
El destino del gran “denunciante” del ciberespacio
La audiencia sobre la extradición de Assange a Suecia se reanudará a mediados de enero, y, según la legislación británica, debe concluir en el plazo de 21 días.
Los abogados del fundador de Wikileaks ya anunciaron estar dispuestos, en caso en una decisión desfavorable, apelar ante el Tribunal Superior de Londres y luego ante la Corte Suprema. De esta manera, el proceso puede dilatarse unos seis meses como mínimo.
Y no es que los abogados de Assange teman su extradición a Suecia, porque están seguros en que podrán demostrar la inconsistencia de las acusaciones ante cualquier tribunal sueco.
Ocurre sin embargo que Suecia tiene firmado con Estados Unidos un convenio de extradición con una larga lista de delitos de acuerdo con los cuales se aplica la extradición y aquí ya hay un riesgo
Mientras dure la investigación en Suecia y hasta que Assange sea absuelto o condenado, el “chico malo de Internet” debe permanecer en el país. Sin embargo, su extradición con otros cargos la puede pedir no sólo Estados Unidos, sino también cualquier país.
El asunto es que Wikileaks fastidió la vida de tantos líderes políticos, presidentes, ministros y entidades públicas que Assange ya tiene muchos enemigos.
Como por ejemplo, la Secretaria de Estado de EEUU que ya dijo que “la detención de Assange es un buena noticia”; los conservadores estadounidense afirman que el jefe de Wikileaks se merece la cárcel al cometer acciones similares a las perpetradas por Al-Qaeda o a los talibanes y en caso de no sea posible meterlo en la cárcel que se aniquile.
El ministro de Justicia de Estados Unidos anunció que se está estudiando la posibilidad de procesar a Assange basándose en la ley norteamericana de espionaje.
Sin embargo, las acciones de Julian Assange no infringen esta ley estadounidense de ninguna manera: él mismo no ha hecho nada ni en el territorio norteamericano ni contra EEUU.
Aunque los estadounidenses ya han sentado el precedente de la “persecución de los háckers”: aquellos que se infiltran en el ciberespacio de Estados Unidos pueden ser considerados como personas que delinquen en su territorio.
Por otra parte, la legislación sueca no autoriza la extradición en caso de una hipotética persecución judicial por “convicciones políticas”. La filosofía de Assange, basada en impedir que el “Tío Sam” opere con total impunidad, posiblemente podría ayudar a evitar su extradición.
En cuanto a las mujeres, que denunciaron a Assange, parece que su vida privada se convirtió en un infierno. Y aunque el juez prohibió revelar sus nombres en Suecia y en Inglaterra, Internet está lleno con los datos de ambas, sus fotos, detalles de su carrera, sus hábitos, etc.
Hasta el momento, el mundo no había conocido con tanto detalles casos de supuesta violación como el de estas mujeres suecas.
Para los aficionados a las teorías de la conspiración, la historia de Assange también tiene su atractivo.
Porque una de las denunciantes, Anna Ardin, que organizó el viaje de Assange a Suecia, durante un cierto tiempo trabajó en la Embajada de Estados Unidos en Suecia (lo cual es verdad) y sostuvo contactos con emigrantes cubanos (lo que también es verdad) vinculados con la CIA y, por lo que se deduce, que Ardin también pudo tener relaciones directas con la CIA.
Y la gente entendida en la materia concluye que la mencionada Ardin es una agente norteamericana y el caso abierto contra Assange no es nada más que una sucia provocación con trasfondo político.
Entre tanto, la red abundan consejos sobre lo que habría que hacer con las “provocadoras”, propuestas que no vale la pena comentar.
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