El golf, los millonarios, el bloqueo... los millones

El golf, los millonarios, el bloqueo... los millones
Turismo para millonarios: ingresos para millones
Por: Jorge Gómez Barata


Recientemente el ministro cubano de Turismo esbozó un plan para construir campos de golf que pudieran incluir residencias destinadas a la venta a extranjeros.
Lo curioso es que una operación normal para un país en el cual el turismo es la primera industria es sometida a “fuego amigo” por personas que ven en ese deporte, considerado por ellos como un pasatiempo de millonarios y en la venta de residencias, actividades con potencial ideológico como para erosionar las bases del socialismo.

Conozco a visitantes que consideran poco competitiva la oferta turística cubana, no sólo en comparación con las instalaciones similares de Estados Unidos y Europa, sino de México, República Dominicana y otros países; no obstante, según ellos, la diferencia mayor no radica en los hoteles, sino fuera de ellos.

A diferencia de otras plazas, la oferta turística cubana suele limitarse a sol y mar y los anfitriones esperan que los visitantes disfruten su estancia en enclaves formados por hoteles que en otros sitios los clientes asumen como lugares para dormir, mientras la recreación, el descanso y la diversión la realiza mediante opciones llamadas “extra hoteleras”, cuyo disfrute les permite alternar con los nacionales que, además atenderlos, interactúan con ellos.

Tales ofertas en las ciudades cubanas son prácticamente inexistentes. Por razones más o menos conocidas y porque el Estado no puede concebirlo y crearlo y dirigirlo todo, no hay en Cuba comercios con ofertas típicas, los servicios gastronómicos y los productos que disfrutan los nacionales no son actos para ofertarlos a extranjeros y las posibilidades de diversión son mínimas.

No abundan en Cuba los clubes náuticos ni hay nacionales que practiquen de modo significativo el yatismo o la pesca deportiva y, asociadas a circuitos turísticos, no existen pistas para patinaje, en hielo o cemento, no se corren caballos, perros, ni autos, no existen casinos, cruceros nacionales, no se practica la lidia de toros ni de gallos, no se juega polo, criquet, tenis, jai alai ni billar y se ejercitan poco los deportes extremos. Tampoco hay grandes parques de diversiones y las celebraciones tradicionales: navidad, semana santa, reyes magos y otras no tienen la significación a que están habituados los visitantes.

Un país donde gracias a la aplicación de avanzadas políticas sociales sus deportistas forman parte de las élites mundiales, no cuenta con ningún evento atractivo para aficionados extranjeros y, aunque fuera de sus fronteras se le reconoce como una potencia cultural, esas posibilidades no se explotan en función del turismo. Las exquisitas funciones de ballet o teatros, ni la afamada música popular cubana se ensamblan en políticas comerciales coherentes. Deben ser muy pocos los visitantes extranjeros que han pagado por ver nuestros festivales de boleros, danzones, decimas o son.

Es cierto que gracias, sobre todo al talento y la dedicación de Eusebio Leal y su competente equipo y al diseño de políticas apropiadas, que hacen de las instalaciones turísticas parte del patrimonio de la comunidad, La Habana Vieja disfruta de enorme atractivo y Varadero figura entre las mejores playas del mundo, mas ello no basta. La Habana que fuera una leyenda, afamada como la ciudad más elegante y sensual del Caribe no se termina en su casco histórico y fuera de allí, no vive momentos de esplendor.

El turismo revela con particular intensidad los límites de las políticas centralizadas y de la creencia de que la cultura y las relaciones humanas pueden ser administradas, a la vez que refleja las dificultades creadas por la vigencia de estereotipos ideológicos y las limitaciones del Estado para gestionar en solitario, sin apoyarse en la comunidad y en el imaginario colectivo, el entretenimiento, la diversión, el descanso y el placer. A ellos se añaden abusivos criterios y arbitrarias disposiciones respecto a las relaciones de nacionales con extranjeros, incluso con nacionales residentes en otros países.

Paradójicamente, en momentos en que las autoridades, presionadas por urgencias económicas, muestran cierta flexibilidad, se despojan de criterios atrasados y de prejuicio, dando pasos al encuentro de estándares económicos, culturales, comerciales de carácter más o menos universal; aparecen voces de presuntos guardianes de la fe que, sin otros argumentos que anacrónicos dogmas y frases más o menos estereotipadas, la emprenden, contra un deporte y contra toda una categoría de potenciales clientes.

El golf es un deporte con pelotas, practicado en verano y al aire libre, originario de Escocia, donde fue fundado hace seis siglos por pastores, quienes se entretenían golpeando piedras con palos tratando de dirigirlas a un sitio determinado. Con el tiempo aparecieron las reglas y los implementos, convirtiéndose en un juego y un deporte practicado en todo el mundo y que, por meritos discutibles o no, recientemente fue incluido en el programa de los juegos olímpicos.

Si bien es cierto que el golf es un deporte caro y también lo son sus instalaciones, por cierto bellas, ecológicas, en forma de bucólicos espacios rurales; también son costosos y difíciles de mantener lo estadios y las canchas, los velódromos y las piscinas. Excepto el futbol, es difícil encontrar algún deporte realmente barato.

Las velas y el canotaje, el ciclismo, la pesca submarina y el buceo, el tiro y el arco y flecha y el paracaidismo, no se caracterizan por su bajo costo. El hecho que el golf no sea practicado masivamente, no lo hace peor que la esgrima, el tenis, el billar, el nado sincronizado y otras disciplinas.

Por las características de las instalaciones y del juego mismo que no es practicado sólo por atletas sino por aficionados, entre ellos niños y niñas, jóvenes, mujeres y personas de edad avanzada, incluso por minusválidos, el golf no es un espectáculo sino una actividad apropiada para practicarla y no tanto para verla. Esas peculiaridades, unido a lo especializado de los implementos, le aporta ciertos aires de exclusividad y elegancia que mal no le sientan.

Por practicarse en sitios relativamente aislados y con cierta intimidad y requerir un esfuerzo fisco moderado, el golf es un deporte y un entretenimiento apropiado para personas que desean competir sin exponerse (porque no quieren o no pueden) a las multitudes; de ahí que sea preferido por monarcas, líderes religiosos, incluido un papa, presidentes y otras celebridades, incluyendo potentados.

Como ocurre con casi todos los deportes, el alto rendimiento y las formas reglamentarias de practicarlo conviven con modalidades populares, a veces creadas por los propios niños que juegan futbol en una calle o beisbol en un solar. En Escocia los chicos juegan golf en las calles y parques y rompen ventanas con sus pelotas y en Cuba ya existen “golfitos”

Referido al turismo, desde mi punto de vista lo que corresponde hacer a la sociedad civil, a los organismos de participación y al parlamento nacional, es legislar y establecer reglas, presionar a los rectores de esa industria para que no con una u otra medida más o menos aislada, sino toda la política de desarrollo turístico del país incluya a los nacionales.

Tal vez de acuerdo con organizaciones y gobiernos locales, algún día las instalaciones turísticas crearan opciones que permitan a los jóvenes de las localidades, agrupados en clubes, utilizar las canchas y otras instalaciones, incluso practicar en sus campos de golf.

En cuanto a las viviendas la anomalía no seria que, en concordancia con las legislaciones vigentes, se vendieran a extranjeros; lo grave es que no se realicen ofertas apropiadas a los cubanos residentes en el país o en el exterior que con su trabajo o de modos legales cuenten con los recursos necesarios para adquirirlas.

Tal vez un día la capital cubana, sin renunciar al socialismo, pueda organizar un campeonato de beisbol por invitación en el cual los Industriales de La Habana se enfrenten a los Yanquis de Nueva York, un torneo de boxeo donde nuestros campeones rivalicen con los del mundo, un festival de Salsa, Boleros o Son que atraiga a las luminarias de la música popular del mundo y la capital cubana forme parte del circuito de Fórmula Uno.

Alguna vez existió el Festival de Varadero, funcionó el Salón de Mayo; el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano es un éxito y el Festival de Cine Pobre de Gibara va camino de lograrlo. Por qué no puede el turismo sumarse a esas y otras iniciativas, aprovechando para ello la imaginación y la capacidad de gestión tanto de los artistas, intelectuales, empresarios como de cubanos de a pie.

Por otra parte: ¿De dónde sacará el Estado el dinero para financiar las políticas sociales vigentes?, ¿cómo sostener un país que importa el 40 por ciento de lo que come y en el cual los servicios de salud y educación consumen más del 40 por ciento del presupuesto nacional? No hay muchas opciones y el turismo es una de ellas. Servir con altura, eficiencia y dignidad a quienes pagan para descansar y recrearse en actividades legítimas, cultas y elegantes, sean o no millonarios, es una forma de allegar recursos para millones.

Atribuirle connotaciones ideológicas a un deporte o a una instalación y repudiar a potenciales visitantes o clientes porque son ricos y pueden contaminar ideológicamente a los cubanos es tan absurdo como pretender mantener a toda una sociedad dentro de una urna de cristal.
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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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