Los grandes gastan mucho dinero en inducir la reducción de nuestros gastos
Por: Luis Alberto Matos
“Desde los centros de poder, siempre hubo una clara tendencia a marcar al resto de los países lo que tenían que hacer.”
Cristina Fernández de Kirchner
Ávidos de información, sobre las cumbres donde tratarían la crisis económica y los ajustes que varias naciones habían adelantado, hojeámos los diarios capitalinos y las redes noticiosas.
Sus propios titulares señalan que aquellos no predican con el ejemplo o quizás, como es ya “uso y costumbre”, nos estan recordando que somos nosotros, los de siempre, quienes tendremos que apretarnos el cinturón.
“Gobierno canadiense echa la casa por la ventana para recibir al G-8 y al G-20”; “Estos son los días más caros en la historia de Canadá” y “Una pérdida multimillonaria de tiempo” califican los 1.240 millones de dólares que allá gastaron para inducir el ahorro. ¡4.000 dólares por segundo!
Solicitudes sin recompensas
Desde antes de la cumbre, ya nos habían preparado. Sus fuentes internacionales, citadas aquí por sus escribas locales, nos adelantaron que los programas nucleares de Corea del Norte y de Irán serían temas centrales de la reunión. Algunos hasta esperaban “sanciones más duras, contra el régimen de Teherán, que las recientemente aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU”.
Pero no recibió la misma cobertura el compromiso anterior del G-8: “incrementar en los próximos cinco años, en 5.000 millones de dólares, las ayudas para mejorar la atención sanitaria a las mujeres que dan a luz en países en desarrollo”.
Para Guillaume Grosso, activista en la lucha contra la pobreza, la cumbre del G-8 fue “decepcionante” en su respuesta a los problemas de salud materna e infantil. En su criterio: “Las ayudas prometidas suman 5.000 millones de dólares, cuando se necesitarían al menos 20.000 millones”, porque “cada año, cerca de 9 millones de niños y 350.000 madres mueren por falta de acceso a atención médica”.
Sumisión ante los amos
La celebración por primera vez de forma casi paralela de las Cumbres de ambos grupos ratificó la división de competencias entre ellos. El G-8, conformado por Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Reino Unido, Italia, Rusia y Francia, se atribuyó principalmente las competencias en materia de seguridad mundial, desarrollo internacional y medio ambiente.
Por su parte el G-20, integrado por los países del G-8, más Corea del Sur, Argentina, Australia, Brasil, China, India, Indonesia, México, Arabia Saudita, Suráfrica, Turquía y la Unión Europea, es el encargado de responder a los problemas económicos mundiales.
Destaca que los “señores” del G-8 también se inmiscuyen en la economía y que los países europeos tienen un voto adicional, la Unión Europea, que por sí sóla, al estar los otros, no tiene ninguna justificación. Conviene además recordar que los países del G-20 suman el 90% de la producción, el 80% del comercio y el 75% de la población del planeta. Son además los mayores consumidores de energía, tanto fósil como alterna.
Pero los G-20 no G-8, en su casi totalidad, actuaron muy “sumisos” en las discusiones, y quizás hasta aplaudieron cuando, al tener el honor de compartir la mesa con sus “superiores directos”, advirtieron la presencia de “huéspedes honorarios” de reconocida ingerencia en nuestros asuntos económicos: el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Consejo de Estabilidad Financiera, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, la Organización Internacional del Trabajo, la Organización Mundial del Comercio y las Naciones Unidas.
Más tiempo sin empleo
La Presidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, fué la excepción en Toronto. Muy firme declaró que “Los países que tenemos memoria del desempleo no podemos aceptar el ajuste como solución a la crisis”.
En algunos países europeos se manifestaron en contra del propuesto aumento en la edad de jubilación. Duncan Smith, Ministro del Trabajo Británico, expresó en defensa de tal incremento: “Si el Reino Unido pretende tener un sistema de pensiones estable y asequible, la gente necesita trabajar más tiempo. Su trabajo duro se verá recompensado con una pensión digna, que les permitirá disfrutar de una jubilación con calidad de vida”.
Pero la vocera del Sindicato General de esa nación le respondió: “Esto demuestra que ahora tenemos un gobierno que incrementa el impuesto a los ricos, pero reduce los ingresos a los más pobres, porque el aumento de la edad de jubilación sólo ahorrará dinero si hay empleo disponible para los trabajadores de avanzada edad”. Esto en España es bastante más grave.
Neoliberalismo imperialista
La agencia internacional de noticias EFE citó a un vocero del G-20 quien declaró: “Renovamos por otros tres años, hasta el final del 2013, nuestro compromiso de no poner nuevas restricciones ni barreras a la inversión o al comercio de bienes y servicios” ¿qué tal?.
Hicieron caso omiso a diversos países, incluyendo Argentina, Brasil y México, quienes coinciden en la necesidad de reformar el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
David Cufré alertó que: “El documento de cierre de la cumbre deja sin respuesta el asunto principal: cuáles son las acciones coordinadas que deben encarar los miembros del G-20 para ordenar la situación económica y terminar con más de tres años de crisis internacional”.
Un ministro argentino, presente en Canadá, enfatizó: “Ellos nos quieren exportar la crisis a través del comercio. Presionan para que levantemos barreras para poder enviarnos sus saldos exportables. Les respondemos que tienen que priorizar la demanda interna en lugar de seguir con el ajuste y las rebajas de sueldos y jubilaciones” y agregó “En el discurso todos coinciden en que no tienen que haber reacciones proteccionistas, pero en la práctica, Europa y Estados Unidos quieren que los países más débiles abramos las aduanas para que entren sus productos, mientras ellos siguen con las fronteras cerradas a nuestras exportaciones”.
Tenemos mejores opciones
Esa combinación, “G-8/G-20”, no puede ser la solución. Estamos en presencia de la versión actualizada del imperialismo. Ante la difusión continua de datos e información, el neoliberalismo asume su formato “Siglo XXI” donde aparenta incluso defender a los necesitados, cuando realmente su mensaje es el de siempre: “¡Compra!”, traducido como “consume lo que yo vendo”.
Me dice, con voz de patrón, “Ven a mis centros comerciales y convierte lo que te pago, a cambio de tu trabajo para mí, en lo que a mí me aporte ganancias”. Y siempre con la misma excusa: “si yo crezco te doy empleo”.
Aquella vieja tonada de Merle Travis es tan vigente hoy como a finales de la llamada “II Guerra Mundial”, cuando denunció, a nombre de todos, que “Hasta mi alma se la debo a la compañía”.
No somos 8 ni 20. Somos incluso bastante más que el G-77, donde Venezuela se une a los países en desarrollo de las Naciones Unidas. Hasta somos más que los 192 que esa organización reconoce como Estados, porque somos pueblos, etnias y seres humanos, con similares necesidades, pero en condiciones únicas y exclusivas para cada grupo.
La verdadera unión y reconocimiento de todos y cada uno, como principio básico de soberanía, debe ser el inicio para cualquier acuerdo entre todos. Y hasta ahora, sólo el socialismo propone una efectiva solución para la satisfacción de las necesidades prioritarias de toda la población del planeta que habitamos.
jaquematos@cantv.net
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