Dólares baratos deben ser sólo para necesidades básicas

Disfrazada de progreso, la fuga de divisas acecha al control
Por: Luis Alberto Matos

“Debemos observar siempre esta regla: el valor de nuestras ventas a los extranjeros, cada año, debe superar el de nuestras compras a ellos.”
Thomas Mun, El Tesoro de Inglaterra vía Comercio Exterior, 1630

Está Ud. en la cola del Banco; el único cajero, antes de ir a almorzar, anuncia a través de un empleado que funge de vigilante, asistente y entrega-planillas: “Pasan cinco más y el resto pa’después” ¡y Ud es el sexto de la cola! ¿Por qué tenía que cortar justamente allí? ¿Por qué no pasaron seis? ¿O sólo cuatro?

Similar a todas las fronteras del mundo, reales o virtuales, geográficas o literarias, artísticas o económicas, no importa donde las pongan… siempre se pudieron trazar mejor en otros sitios. Más allá, más acá, más arriba o más adelante, seguro que era mejor.

Presumen, todos de muy buena fé, muchos con conocimiento de causa y algunos tras analizar imparcialmente el problema, que debe haber un tipo de cambio menor para lo más básico y necesario, como alimentos y medicinas, y otros que incluyan progresivamente, al ascender el monto a pagar en Bs.F. por cada dólar, productos menos indispensables, cupos para viajeros, remesas para estudiantes y hasta inversionistas extranjeros en supuestos estímulos para que dejen aquí sus ganancias.
Si vás a un Centro Comercial, parecería que todo se compra con dólares paralelos; ¡perdón! con dólares permuta. El primer calificativo lo condena pero el segundo lo legaliza; a tal punto, que hasta portal de internet, correo electrónico, cuentas internacionales y marcas registradas poseen y presumen.

¿Y esto es la principal causa de la inflación? Algunos no estamos muy seguros. Un comentarista, fiel creyente del dólar flexible, escribe entre crítico y esperanzado: “Afinan otro paquete económico”.

Del espejito al blackberry
Somos un país minero. Desde siempre, las regiones que derivan su principal sustento, de la extracción de riquezas naturales del subsuelo, ostentan precios locales superiores a aquellas que viven de la agricultura, la cría o la manufactura.

El comerciante, antes viajero personal, después representante de la compañía y ahora socio de la franquicia internacional, siempre vendió caro. Elevados costos a cubrir, pero también ganancias mayores que en ningún otro lado.

Por eso, algunos comentaristas quieren convencernos con una premisa falsa: “el sector privado es el motor de la economía y el gran empleador”, para deducir que “en consecuencia, aunque el gobierno aumente el gasto público, siempre será insuficiente para apuntalar la economía” ¡Típico razonamiento neoliberal!

Agregan que “el sector privado no se reactivará mientras el gobierno y la Asamblea Nacional continúen promoviendo leyes que generan inseguridad a la inversión”.
Por supuesto, recomiendan desde dólares más baratos y subasta de divisas, hasta eliminación del control de cambio y otras acciones, precalificadas como “novedosas soluciones para la economía nacional”, que uno consigue en manuscritos del Siglo XVII.

Sector automotriz
La disminución de ensamblaje de automóviles en Venezuela, incluyendo los cierres temporales de dos plantas, son reseñados por algunos casi como una “tragedia nacional”.

Parecería que, si no compramos más carros, el desempleo superará cifras nunca antes alcanzadas, la nación se hará insolvente, tus tarjetas de crédito no serán aceptadas en ninguna parte y deambularás por las calles buscando abrigo y sostén. Un sismo, un tsunami o una inundación quizás ocuparían menos espacios.

En su criterio: “el control de divisas y los conflictos laborales atentan contra la industria automotriz venezolana”; y hasta afirman que “el robo de autos es uno de los efectos inmediatos de la crisis automotriz”.

Sin embargo y a pesar de todo ese llantén, la industria automotriz dedica seis páginas completas, a todo color y en diarios capitalinos durante el fin de semana, a publicidad de venta de automóviles. ¿Qué tal?

Inflación inducida
Incluyen a Caracas entre las ciudades más costosas: “mas cara que Londres, gracias al control cambiario”, pero se basan en precios de artículos que no son de primera necesidad.

Para validarlo, agregan “ritmo superior a la inflación en el costo de útiles escolares” y “dos años en picada acumula producción de alimentos, mientras crecen las importaciones y los precios de la comida”.

¡Todo por culpa del dólar permuta! Pero sus ventas y ganancias, confesados por varios, son superiores a nunca antes en Venezuela.

Bolívares fuertes
Ciertamente el costo del dólar paralelo pesa en la inflación, pero ¿debemos comprar ipods, lentes de lujo, cartuchos de tinta, blackberries, maquillaje y camionetotas con los dólares que se necesitan para satisfacer las agudas necesidades de quienes menos tienen?

La economía es una sóla y todo se entrelaza. Y no importa la solución que propongas, te dirán que eso que comprarán caro (no importa qué) es “un insumo importante para la manufactura”, etc etc etc, como les oigo decir, no desde hace 10 años… ¡desde mucho más!, incluso en las colas del banco, en los días previos al llamado “viernes negro”, el 18 de febrero de 1983, cuando compraron dólares bien baratos, pero luego nos vendieron todo bien caro.

No creo en múltiples precios por dólar; siempre habrá uno sólo: el más caro. ¿Verdad que sí, mercado? Si tuviera voz y fuera honesto, más probable lo primero que lo segundo, respondería afirmativamente.
jaquematos@cantv.net


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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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