HONDURAS: FRENAR EL NEOGOLPISMO
Por: Alejandro Jasinski – Corresponsal en Buenos Aires para La Voz de Rusia.
La semana pasada advertimos la importancia de la restitución democrática en Honduras. Hace ya casi 20 días que un golpe cívico-militar detuvo y sacó del país al presidente constitucional, Manuel Zelaya, que intentaba llevar adelante un referéndum popular para reformar la Constitución Nacional.
Ahora, luego de que la primera ronda de mediación con el presidente de Costa Rica, no presentara avances concretos, el mandatario hondureño depuesto lanzó un ultimátum a los golpistas para que dejen el poder en menos de una semana.
“En virtud del incumplimiento de las resoluciones emitidas por la OEA y la ONU”, advirtió Zelaya desde Nicaragua, “damos ultimátum al régimen golpista para que a más tardar en la próxima reunión que se realizará esta semana en San José de Costa Rica, se cumplan los mandatos expresos de las organizaciones internacionales y de la constitución de Honduras”.
Es que la presencia del mandatario costarricense, Oscar Arias, en las mediaciones entre Zelaya y el movimiento golpista encabezado por Roberto Micheletti, se debe a que en Estados Unidos se consideró que la mayor intransigencia que mostró el secretario general de la Organización de Estados Americanos, José Manuel Insulza, no resultaba promisoria.
De no restituir el gobierno de facto al mando depuesto, Zelaya prometió que “se procederá con otras medidas” y advirtió que el “heroico pueblo” hondureño está dispuesto a sacar a los golpistas del poder. Hace 10 días, intentó un aterrizaje forzoso apoyado por varios mandatarios sudamericanos, pero las fuerzas armadas no le permitieron esa iniciativa.
Mientras tanto, el gobierno de facto dispuso el levantamiento del toque de queda, aunque desde diferentes organizaciones anunciaron que no darán tregua hasta que no se restituya el mandato constitucional, a pesar de los casi 1300 detenidos. Asimismo, también dispuso el reemplazo del canciller Enrique Ortez Colindres, quien se había referido al presidente estadounidense Barack Obama como “un negrito que no entiende nada de Honduras” y se invitó a los organismos internacionales de derechos humanos a visitar el país. Al tiempo que se prometió una amnistía a Zelaya si vuelve al país y se presenta ante la Justicia para enfrentar cargos por “abuso de poder”.
Es justamente el gobierno estadounidense quien podría jugar la carta más fuerte, si estuviera dispuesto a dar una señal contundente, al suspender la fundamental ayuda económica y militar al país centroamericano, para apurar la retirada golpista.
El caso hondureño es trascendental y de su feliz resolución depende el futuro de la democracia en América Latina. Como afirma el profesor Juan Gabriel Tokatlian, el golpe de estado convencional que incluye la usurpación ilegal, violenta y repentina del poder por militares es una nota del pasado. Estamos, en consecuencia, en presencia de un neogolpismo, que es encabezado por civiles y cuenta con el apoyo tácito o activo de las Fuerzas Armadas y que intenta presentar una semblanza institucional mínima para preservar las formas en pos de frenar un impasse social o político potencialmente peligroso. Hasta ahora es el primer golpe exitoso del siglo XXI en América Central. La coincidencia de voces críticas es alentadora, pero por ahora no parece alcanzar.
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