Voces de lucha o lucha de voces

Voces de lucha o lucha de voces
Por: Franco Munini


El enfrentamiento de posiciones ideológicas y políticas sigue ocupando los titulares de la prensa venezolana en todas sus formas.

Parece no entenderse que el proceso comunicacional no tiene porqué someterse a otro compromiso que no sea el de facilitar el acceso a la realidad, presentando todas sus facetas y versiones, enriqueciendo la información con los recursos necesarios para que el colectivo pueda usar ese conocimiento para guiar sus decisiones y formarse opiniones sobre la realidad sin verse entorpecido por la engorrosa labor de "desmalezar" el producto que recibe de cualquier clase de parcializaciones deshonestas o interpretaciones dirigidas a favorecer intereses sectarios, comerciales o políticos.

La base jurídica y legal que nos interesa está esbozada en los artículos 57 al 61 de la CRBV entre otros, y parcialmente reglamentada por el Código de Ética del Periodismo y la Ley de Responsabilidad Social de Radio y Televisión; aún así, debe evitarse que esas disposiciones del contrato social de convivencia se utilicen para entorpecer el acceso a la información o la libertad de expresión. Dicho de otra manera, CONATEL, la burocracia o el "honor" no pueden estar por encima del derecho colectivo e individual a informarse y opinar, y mucho menos convertirse en encubridores de maniobras antitéticas.

En ese sentido, el gremio de comunicadores, licenciados o no, colegiados o no, tiene la responsabilidad de sacar al periodismo venezolano del pantano de la confrontación continua impuesta por la SIP y secundada por el gobierno al hacerse eco de ella; si no puede o no quiere hacerlo el gremio, serán los ciudadanos los encargados de que los medios - TODOS LOS MEDIOS - permitan y estimulen la expresión de todos los ángulos y visiones sobre la realidad nacional e internacional, aún (y particularmente) aquellas que no están específicamente alineadas con alguno de los frentes en pugna.

Venezuela no puede limitarse, como ahora, a abrevar solamente en los dos paquetes informativos sesgados de VTV y Globovisión o a abstraerse con novelas, películas y cartones animados. Aún el entretenimiento debe ser educativo: esta es una necesidad coyuntural que debe dar respuestas a la realidad de un país cuya población fue alienada y deliberadamente desprovista de un sistema educativo adecuado a sus necesidades y que ahora carga sobre sus hombros el lastre social de un segmento etario que aún no ha aprendido a hacer lo que necesita hacer ni a investigar lo que necesita conocer a pesar de las misiones educacionales coyunturales (Robinson, Ribas, Sucre), cuyas buenas intenciones lidian con las imperfecciones fruto de la improvisación y el inmediatismo.

Un gremio periodístico que se divide entre un CNP de oposición y otras protoestructuras desagregadas a favor del gobierno no parece ser todavía capaz de formular propuestas comunicacionales que integren a ambas (y otras) posiciones en cada programa, noticia e información; como usuarios no podemos esperar a que ello suceda si no hacemos presión. El problema es que ya nos hemos acostumbrado a la confrontación, sin darnos cuenta de que gracias a ella es que tenemos el actual clima de hostilidad permanente. Un caldo de cultivo para una guerra civil que nadie en su sano juicio desea.

Solo a través de una expresión colectiva ponderada podremos contrarrestar los efectos de la lucha por el control de la conciencia ciudadana entre los poderes del estado, los de las corporaciones y los de otros estados. Abstraernos al nirvana de la inconsciencia o dejarnos arrinconar hacia solo dos polos posibles, como hemos permitido que suceda hasta ahora, debilita el poder real que tenemos como ciudadanos de un solo país y de un solo planeta.

En artículos anteriores sobre este tema planteaba la necesidad de tomar los espacios comunicacionales, consciente de que los poderes en pugna sólo plantean la expresión y defensa de sus respectivas posiciones y se apropian de parcelas crecientes del territorio comunicacional sin ningún reparo ético ni respeto a la posibilidad de oír las posiciones y propuestas alternativas que nacen desde el seno de la sociedad y cuya difusión es una responsabilidad inherente al papel de los comunicadores, sean o no profesionales o licenciados.

La toma de espacios comunicacionales a la que me refiero aquí no se trata de una ocupación física de instalaciones o de la lucha por la eliminación de las opiniones diferentes a las propias de cada bando. Todo lo contrario: se trata de fortalecer la demanda de más y mejor información. Se trata de la búsqueda del trasfondo real en el que suceden los acontecimientos, de la investigación sobre las razones políticas, sociales y económicas que los originan, de la sed de contextualizar apropiadamente las piezas del mosaico informativo a nuestro alcance y de hacer que ese conocimiento esté efectivamente a nuestra disposición. Se trata, en fin, de una maduración de nuestro rol como usuari@s y a la vez protagonistas de la historia de la que somos parte.

Se trata también de la forma de lograr que esa información sea accesible a todos. El primer poder es el conocimiento... pero de nada sirve si no está a la mano de todos. Las galaxias de información disponibles en internet son invisibles a la enorme mayoría de sus protagonistas. Un espectro radioeléctrico repleto de noticias baña a países enteros ignaros de su contenido. La prensa escrita no es más que papel sucio para amplios porcentajes de los continentes. Aún si la comunicación lograra llegar a todos los usuarios, seguiría siendo un ininteligible barullo, un océano de voces si no se la procesa de manera de ser usable, digerible y útil.

Es allí donde empieza el papel de los comunicadores. Allí es donde cobra valor el concepto de la honestidad intelectual, el de la ética, el del compromiso con la verdad por encima de los intereses sectarios, económicos o estatales que pueden permitirse financiar el proceso comunicacional.

¿Estamos preparados, como comunicadores o como usuarios, para vivir y luchar por esta utopía?

Franco Munini.
muninifranco@gmail.com



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