Intentando un mundo al revés

Intentando un mundo al revés
Por: JAVIER CARLES

"El intento de reestructurar la ciencia o la sociedad teniendo presente algunas teorías explícitas sobre la racionalidad perturbaría el sutil equilibrio de pensamiento, emoción, imaginación y condiciones históricas en que se aplican, y daría lugar al caos, y no a la perfección".
La ciencia en una sociedad libre
Paul Feyerabend (1982)

La ciencia es uno de los tantos proyectos que los humanos hemos emprendido en el terreno del saber. Muchos son los discursos que refieren al marxismo destacándolo como una teoría científica. ¿Es realmente ciencia?(1) Negar la defensa del marxismo basada principalmente en destacar el carácter científico de su estructura conceptual y negar la concepción de la ciencia que parece venir asociada generalmente a dicha estrategia, es el objetivo del presente artículo.
¿Qué querrá decirse del marxismo al calificarlo de teoría científica? ¿La cualidad de teoría científica lo destaca de alguna manera especial? ¿Esto lo diferencia de otras teorías que podríamos denominar rivales? ¿De qué ciencia se está hablando? ¿De dónde proviene una idea de la ciencia como esta? ¿Acaso habrá todavía quienes tomen como propio lo expresado en los aburridos manuales soviéticos de filosofía?

LA CIENCIA NO EXISTE

La más paradigmática de todas las ciencias, es sin lugar a dudas la física. No en vano, usualmente, se utiliza el término metafísica para designar a aquella reflexión que se considera no científica. Por esta razón, quizás sea la propia física el mejor ejemplo que podemos utilizar, para demostrar cuán cuidadosos debemos ser al calificar las teorías que intentan explicar el mundo. Y esto, no tanto porque podamos equivocarnos al asignar un calificativo, sino más bien, porque al hacerlo, podemos estar participando de cierto autoritarismo intelectual.(2)

Dejando de lado desarrollos menos conocidos que sería imposible abarcar, podríamos afirmar que la física moderna ha brindado tres grandes teorías del universo. Ellas son: la física clásica, la relatividad general, y la mecánica cuántica.

Ahora bien, ¿cuál de ellas expresa la verdad sobre el mundo? Y más aún, ¿cómo decidir sobre la verdad o la falsedad que ellas expresan? El apoyo empírico -considerado sin problematizar su significación- no decide la cuestión en estos casos, puesto que todas ellas cuentan con él. La falta de correspondencia entre predicciones y observación tampoco lo permite, puesto que también todas ellas han fallado varias veces. Si algo parecen dibujar estos hechos, es que la idea de una ciencia única a la cual se pueda referir sin predicación alguna, resulta una quimera, incluso en el paradigmático mundo de la física.(3)

En apoyo de esta idea dos nuevos hechos prestan su respaldo. Los mismos surgen al poner en relación a la física clásica y a la relatividad general, y al hacer lo mismo con la relatividad general y la mecánica cuántica.

En el primer caso, se revela inmediatamente que dichas teorías son inconmensurables. Esto significa, en pocas palabras, que los términos de una adquieren en la otra una significación totalmente distinta de la original -si es que logran adquirir alguna. Ejemplo claro, son los conceptos de forma, masa y volumen. En la teoría newtoniana todos los objetos físicos tienen estas propiedades, las cuales se caracterizan por cambiar sólo como resultado de una interferencia física. En el mundo de la relatividad general, no existen propiedades como forma, masa y volumen, sino relaciones entre objetos, que incluso pueden cambiar sin ninguna interferencia física, si se cambia un marco de referencia por otro.

En el segundo caso, la consecuencia es mucho más crítica en relación al concepto tradicional de ciencia. Porque, al poner frente a frente a la relatividad general y a la mecánica cuántica se revela que dichas teorías son inconsistentes. Dicho en otras palabras: ambas no pueden ser correctas a la vez. El universo referido en ellas es aquel que nosotros habitamos, pero dicho universo es pensado de manera irreconciliablemente distinta. No obstante, sería bastante presuntuoso afirmar que alguna de ellas no debe ser considerada parte de la ciencia.

Esto nos introduce en un nuevo dilema. ¿Qué es lo que determina que denominemos científica a una teoría? ¿Su estructura lógica? ¿Su respaldo empírico? ¿La adhesión que la misma suscita entre la población o entre los investigadores? ¿Cuán vieja o nueva sea dicha teoría?(4) ¿O alguna otra cosa?

Sean cuales sean las respuestas que demos a estas preguntas y a las preguntas planteadas más arriba, todas llevarán implícitas una concepción de la ciencia. Y esto plantea una nueva interrogante que debemos responder si queremos estar en condiciones de calificar como científicas a las teorías: ¿cuál de todas las teorías de la ciencia debemos adoptar como propia y utilizar a estos efectos, si es que debemos adoptar una?

Quienes quieran recurrir a Marx para hallarla, están perdidos. Esto se debe al simple hecho de que él sólo dedicó unas pocas líneas a este tema. Esto, exige escarbar mucho más allá de su trabajo, lo cual intentaremos de ahora en más.

UNA OPINION DE MASAS

El sentido común es un buen indicador de cuáles son las teorías de la realidad que dominan el horizonte colectivo -y que fruto de esto han pasado también a ser ideología. De hecho, en lo referente a la filosofía y a la ciencia, el sentido común puede ser considerado una suerte de museo, donde las más sofisticadas teorías aparecen expuestas con colores intensos, pero mostrando importantes signos de degradación.(5)

Alan Chalmers logra captar con sencillez este hecho, y dice al respecto:

"En la era moderna se siente un gran aprecio por la ciencia. Aparentemente existe la creencia generalizada de que hay algo especial en ella y en los métodos que utiliza. Cuando alguna afirmación, razonamiento o investigación se le denomina "científico", se pretende dar a entender que tiene algún tipo de mérito o alguna clase especial de fiabilidad."

"Una opinión de sentido común ampliamente compartida, es [que] el conocimiento científico es conocimiento probado. Las teorías científicas se derivan, de un modo riguroso, de los hechos de la experiencia [...] La ciencia es objetiva. El conocimiento científico es conocimiento fiable porque es conocimiento objetivamente probado".(6)

Ahora bien, probablemente poca incidencia en la realidad social tengan nuestras consideraciones teóricas sobre el universo y la física -entre las cuales podrían incluirse las mencionadas más arriba. Pero, no ocurre lo mismo con nuestras concepciones de la historia y del conocimiento humano. De hecho puede considerarse más que reaccionaria una concepción del marxismo que le atribuya a este carácter científico, en términos que provienen del siglo XVII y que adquirieron sofisticidad con el positivismo.

Lo reaccionario de esto no tiene que ver con lo anacrónica que pueda ser la concepción de la ciencia a la cual se hace referencia, sino más bien con que de esta forma, se avala una concepción de ella que respalda otra opinión también ampliamente aceptada: todas aquellas formas del saber distintas de la ciencia (la imaginación, la filosofía, el arte, la literatura, la religión ... ) no pueden ser consideradas como fuente de conocimientos verdaderos sobre el mundo.

La consecuencia que esta idea tiene, es sumamente clasista. Y aunque traiga una etiqueta que puede llegar a decir "marxismo", resulta más que clara su relación con el dominio: la producción de conocimientos verdaderos sobre el mundo no está al alcance de la gente común, sino que es privativa de un pequeño y particular sector de la sociedad: los científicos.(7)

TEORIAS EN CONFLICTO

En líneas generales -y dejando de lado muchos otros desarrollos- podríamos hacer referencia a tres grandes concepciones de la ciencia, y a una crítica radical de ellas. Ordenándolas según su edad y siendo flexibles al denominarlas, ellas son: la concepción inductivista, el racionalismo crítico, las revoluciones científicas, y la más joven, el anarquismo epistemológico.(8)

Para la concepción inductivista, la ciencia comienza con la observación. Utilizando a esta como base, pueden evaluarse como verdaderos o falsos todos los enunciados que construyamos acerca de cualquier situación o acontecimiento. De la misma forma, sobre la base que constituyen aquellos enunciados singulares que adquieran respaldo empírico, pueden construirse enunciados universales cuyos contenidos refieran a las propiedades o el comportamiento de cualquier aspecto del universo.(9) Estos últimos, son los enunciados que forman las leyes y las teorías científicas.

Mientras los primeros pueden ser juzgados apelando a los sentidos, los últimos adquieren validez gracias a la inducción. Se considera que cumpliendo ciertas condiciones metodológicas (las mencionadas en la nota 9) pueden alcanzarse enunciados universales, generalizando lo afirmado en forma singular en una lista finita de enunciados observacionales que hayan sido verificados empíricamente.

El racionalismo crítico, dibuja a la ciencia con trazos bastante diferentes. Por un lado, propone que las observaciones no adquieren significación sólo fruto del reflejo sensible, sino que dicha significación viene dada por conceptos que contextualizan dicha experiencia y la anteceden -sin los cuales la misma, no lograría adquirir sentido. En resumidas cuentas: la teoría precede a la observación. Por otro lado, abandona totalmente el proyecto de evaluar como verdaderas a las teorías y leyes científicas, por considerar que la inducción de enunciados universales a partir de una lista finita de enunciados observacionales no puede sostenerse. En pocas palabras: lo observado hasta ayer no permite prever aquello que observaremos mañana, por lo cual no constituye un sustento seguro para nuestras teorías.(10)

Para esta concepción, las teorías deben ser consideradas especulaciones provisorias. Unas suceden a otras en el intento de resolver de mejor manera los escollos que las anteriores no han logrado superar. Y se propone que si bien los enunciados observacionales no pueden servir para adjudicar verdad a las teorías, en cambio pueden servir para demostrar su falsedad. A partir de algunos enunciados observacionales, puede refutarse deductivamente aquellas teorías que incluyan enunciados universales que los contravengan. Esto, brindaría fundamento lógico al desarrollo de la ciencia. Pensada de esta forma, ella puede ser definida como una sucesión de conjeturas y refutaciones.

En clave histórica se levanta la tercera concepción de la ciencia arriba mencionada -la de las revoluciones científicas. Ella concibe a las teorías como estructuras complejas de cierto tipo. Dicha complejidad radica en considerar no sólo los aspectos metodológicos, como vimos en la concepción inductivista y en el racionalismo crítico, sino también aquellos aspectos de carácter social que determinan el desarrollo de la ciencia. Es así, que la exigencia central para cualquier teoría de ella es que resista las críticas basadas en la historia de la ciencia. Ante este tribunal es que ninguna de las dos teorías anteriormente referidas encuentran absolución.

La propuesta de Thomas Kuhn(11), distingue ciertas etapas en el desarrollo de una ciencia. Ellas son las siguientes: preciencia, ciencia normal, crisis, revolución, nueva ciencia normal, nueva crisis, etcétera, etcétera. La primera es un estado donde la actividad científica se desarrolla de manera confusa y contradictoria. La ciencia normal es el fruto de la maduración de una comunidad científica, que encuentra expresión en la adhesión de todos sus miembros a un único paradigma referencial.(12) La crisis aparece cuando la falta de adecuación entre postulados teóricos y resultados de la experiencia se escapa de las manos, y las aparentes falsaciones que la teoría enfrenta no logran conjurarse. La revolución pone fin a la crisis, promoviendo el surgimiento de un nuevo paradigma, que toma forma y logra la adhesión de la mayoría de los investigadores.

En gran medida, esta teoría propone que cada momento de los citados está llamado a cumplir una "función" en el desarrollo del conocimiento. Mientras los científicos adhieren plenamente a un paradigma, son en gran medida acríticos en relación a él, lo cual les permite desarrollar al máximo la teoría en la cual trabajan. En cambio, en los períodos de crisis, es la crítica la que domina, puesto que los datos de la experiencia son lo suficientemente adversos a la teoría como para que el centro de atención sea su estructura y no su desarrollo. Esto comporta distintas funciones: mientras lo primero permite grandes descubrimientos, lo segundo posibilita que el desarrollo de una ciencia no quede encerrado en el marco de una sola teoría a través del tiempo. En cierta forma, la ciencia contendría en sí misma los mecanismos que permiten la acumulación de trabajo dentro de cada teoría, y el salto cualitativo entre teorías sucesivas y contrapuestas.

Por último, la critica radical a las teorías de la ciencia que propone el anarquismo epistemológico(13), debe ser considerada en términos bien distintos a aquellos que hemos venido utilizando durante toda esta sección. En cierta forma, se acercan a los términos que al principio de este artículo he sugerido al plantear interrogantes sobre la ciencia y el marxismo, y particularmente, a aquellos que he utilizado para referirme al futuro del conocimiento en un mundo imaginado al revés (ver nota 7).

El planteo de Paul Feyerabend(14), tiene algunos puntos en común con el realizado por Kuhn. La clave histórica también juega un papel central en su propuesta. Su negación del inductivismo y del racionalismo crítico pasa por enfrentar sus apuestas metodológicas a la historia de la física, lo cual demuestra la total incompatibilidad que tienen con ella. A partir de esto, plantea que ningunas reglas metodológicas pueden guiar el desarrollo de la ciencia. La idea de que las teorías de la ciencia pueden reducirse a ellas, tiene al menos dos consecuencias negativas: es poco realista, porque simplifica la capacidad humana de conocer y el proceso mismo del conocimiento. Y es perniciosa, porque busca aumentar la seguridad intelectual en detrimento de nuestra íntegra humanidad.(15)

Elemento central de esta teoría anarquista de la ciencia es lo referente a la inconmensurabilidad entre teorías, cuyas consecuencias van mucho más allá de la propia ciencia. Propone que los significados y las interpretaciones que de los conceptos y las observaciones se realicen, dependerán de cada contexto teórico particular. Esto, al punto de que cuando dichos contextos sean radicalmente diferentes, no existirá posibilidad alguna de comparar las teorías que contienen, puesto que al no compartir conceptos básicos ni enunciados observacionales, no existirá posibilidad lógica de ponerlas en relación. Los términos de una no podrán traducirse a los términos de la otra, aunque ambas se refieran a la "misma" realidad(16).

Pero, la propuesta extiende la inconmensurabilidad mucho más lejos. El objetivo perseguido, consiste en denunciar el autoritarismo intelectual implícito en las teorías que dan por supuesta la superioridad de la ciencia sobre las demás formas del saber, considerando que esta superioridad es cuestionable tanto por sus fundamentos como por sus consecuencias.

En el caso de los fundamentos, cita lo referente al punto de mira desde el cual se realizan los juicios que llevan a concluir dicha superioridad, donde mayoritariamente se presupone una identidad entre racionalidad y ciencia. La historia de la física, vuelve a ser la prueba en contrario. Además de esto, plantea que no necesariamente todas las formas del conocimiento deben ajustarse a la lógica tradicional, proponiendo la existencia de racionalidades alternativas, para lo cual no sólo no recurre a ejemplos de la magia o de la religión, sino que propone como prueba algunos desarrollos de la propia mecánica cuántica.

Y en el caso de las consecuencias, propone que la institucionalización de la ciencia está profundamente reñida con la diversidad de nuestras formas de conocer y existir. Dos ejemplos sirven para explicitar esta realidad.

El hecho de que el conocimiento científico se imponga como forma superior del saber, determina -entre otras cosas- que sea impartido obligatoriamente en las escuelas. Si bien una familia puede elegir que sus hijos estudien o no religión, en cambio no puede hacer lo mismo en relación a la ciencia. La antigua relación ya disuelta entre Estado y Religión, se encuentra hoy parcialmente sustituida por la relación entre Ciencia y Estado. La superioridad de la ciencia, puede considerarse parte integrante de la ideología que domina nuestra sociedad. Sirve de prueba la propia relación de incuestionabilidad que se establece con ella, la cual es común a todo comportamiento ideológicamente justificado.

Por otro lado, esta misma institucionalización es la responsable por el abandono de múltiples proyectos culturales, cuyos potenciales alcances -en algunos casos- nunca podremos evaluar. Ejemplo claro resultan los ínfimos recursos destinados al desarrollo de medicinas alternativas a la ortodoxa, fruto de lo cual la humanidad entera es condenada al resultado de una única apuesta históricamente limitada. Claro está que existen grandes intereses económicos detrás de este tipo de elecciones, pero también y jugando el papel de cobertura en universidades y parlamentos, existen concepciones del conocimiento que legitiman dichas opciones.

En una sociedad realmente libre, todos deberían poder elegir sin coacción alguna, cuáles formas del saber quieren disfrutar y contribuir a desarrollar. La ciencia y sus diversas teorías deberían ser estudiadas como un fenómeno histórico, junto con los mitos primitivos, las distintas religiones, la metafísica y la alquimia. De esta forma, la ciencia ocuparía un adecuado lugar: ser una de las tantas exploraciones que los humanos hemos emprendido en el territorio del conocimiento.(17)

EL MARXISMO Y LA CIENCIA

Todo lo anterior sirve de contexto para intentar algunas respuestas a las interrogantes planteadas al comienzo. En seguida intentaré poner en relación al marxismo con las distintas teorías de la ciencia que he reseñado. Dicho encuentro de teorías no será exhaustivo, siendo su único objetivo el dejar planteadas algunas temáticas.

Sin lugar a dudas, el marxismo no es ciencia en los términos en que define a la ciencia el inductivismo. La relación establecida entre teoría y práctica en aquel choca frontalmente con las consideraciones del inductivismo sobre el punto. No obstante, muchos discursos parecen interpretar las cosas de otro modo. La caracterización del marxismo como ciencia, en la mayoría de los casos, parece reflejar lo referido por Chalmers en relación a la ciencia como "conocimiento probado". El concepto de Verdad que acompaña este tipo de postulados, completaría la cercanía que puede establecerse entre estos discursos y los conceptos propuestos por el inductivismo.

En este último aspecto, sólo una salvedad puede realizarse, y está vinculada a la propuesta de los paradigmas de Kuhn. En tanto cada paradigma define su propio horizonte de verdad, habría lugar para la idea del marxismo como verdad, pero siendo esta una verdad limitada a los marcos del propio paradigma que él constituye. La consecuencia que esto tendría, sería la exclusión del concepto que coloca al marxismo -en tanto ciencia- por encima o por delante de aquellas teorías que podríamos denominar rivales. Fruto de que ellas también pueden ser ciencia, aunque en términos quizás diferentes, definidos por ellas mismas o por otras teorías, el destaque del marxismo por serlo quedaría invalidado.

Quizás -y este es un terreno muy difícil- un área más de contacto entre la concepción inductivista y ciertas visiones del marxismo, se encuentre en las repetidas referencias a la práctica como criterio de verdad. Claro está que el concepto de práctica como es pensado por Marx, no es en ningún sentido empirista. La totalidad a la cual él denomina práctica refiere al accionar humano como producción o concreción, y nunca como mero hecho o acción. Muchos discursos parecen invertir los términos de la cuestión, y rebajan su consideración de la práctica al llano terreno de la evidencia empírica. En este nivel, la Verdad , enfrenta todos los problemas referidos más arriba en torno a la relación entre teorías y observación.

Más claro aún es que el marxismo no es ciencia, en los términos en que el racionalismo crítico define a la misma. De hecho, el racionalismo crítico nace teniendo por objetivo explícito demostrar que el marxismo no puede ser considerado una teoría científica. El abandono de todo intento de establecer como verdaderas a las teorías, rompe claramente con el abordaje que del tema realizan la mayoría de los autores marxistas. Y la idea de que en el mejor de los casos, lo que puede afirmarse de una teoría es que es la mejor de todas las que disponemos en un momento determinado, introduce un pragmatismo que rechinaría en los oídos de casi todos ellos.

Si tomamos en cuenta la crítica realizada por el racionalismo crítico al status teórico del marxismo, menos lugar queda para inclusión alguna de este en el terreno de la ciencia. Dicha crítica hace centro en la exigencia de que las teorías, para ser consideradas parte de la ciencia, deben poder ser falsadas. Y son muchas las elaboraciones del marxismo que no permiten dicha falsación.

Esto, no necesariamente es algo negativo. La mayoría de las teorías poseen una estructura lo suficientemente compleja como para hacer difícil la consideración de falsaciones lisas y llanas. Pero, una versión más sofisticada del racionalismo crítico, que propone evaluar la falsabilidad relativa de varias teorías enfrentadas, podría poner en problemas al marxismo. La medición del grado de falsabilidad de una teoría es también sumamente cuestionable, y debido a esto, también lo es la comparación de los grados de falsabilidad de varias teorías. No obstante, esta idea propone al marxismo un desafío digno de atención.

Las cosas mejoran un poco para el marxismo en el marco de los paradigmas y las revoluciones científicas. Lo cierto es que en los términos de Kuhn, el marxismo ya no es ciencia, pero, sí podríamos afirmar que lo fue. Esto tiene que ver con que un sector relevante de la comunidad intelectual, trabajó durante algún tiempo en el marco del marxismo, teniéndolo como paradigma referencial; y también con el hecho de que durante los últimos veinte años, el marxismo, poco a poco, ha dejado de ser matriz disciplinar para la mayoría de dicha comunidad.

El relativismo moderado propuesto por esta concepción de la ciencia, cuyo eje pasa por evaluar las distintas teorías en términos históricos y sociales, parecería ser la más próxima a la elaboración teórica de Marx. El relativismo histórico propuesto por este para aquellas categorías que determinan la realidad y su conocimiento, tiene mucho en común con la relación establecida entre ciencia y paradigmas. Esto, permite caracterizar al marxismo como teoría científica, pero, para cierto contexto hoy inexistente. No obstante, permite imaginar un tiempo futuro, donde dadas ciertas condiciones, el marxismo pueda volver a brindar las claves de la reflexión científica.

Claro está, para esto no existen garantías. Si bien nunca puede afirmarse que un teoría esté agotada, cuanto más tiempo pasa la misma sin aportar nuevas explicaciones y predicciones, más difícil le es recuperar su carácter paradigmático. Su retraso respecto a la propia realidad definida por él, y respecto a las demás teorías rivales, puede convertirse en anacronismo.

EL MAS ALLA

Si bien recién he afirmado tentativamente que la propuesta de Kuhn es la que mejor encaja con la teoría de Marx, quisiera culminar este artículo defendiendo otra posición. Este aparente viraje en el cual ahora me embarco, y que para muchos resultará poco plausible, tiene por fundamento la consideración de que el marxismo es mucho más que ciencia. De hecho, pensar al marxismo sólo como ciencia -más allá de cómo definamos a esta- deja fuera algunos de sus más interesantes desarrollos.

Es en este marco, en el cual considero que la crítica de la ciencia propuesta por Paul Feyerabend, es quizás la única que se encuentra en condiciones de contener al marxismo en toda su diversidad, y en condiciones de brindar una defensa epistemológica para muchos de sus desarrollos más cuestionables y problemáticos.

Uno de los vértices más agudos del anarquismo epistemológico, refiere al único principio metodológico que según esta propuesta ha dominado el desarrollo del conocimiento. Dicho principio, puede expresarse en términos muy simples: todo sirve. Este todo sirve, que quizás moleste y mucho a los amantes de la Ciencia y la Verdad tradicionales, se encuentra en la base desde la cual quizás es posible comprender en todo su esplendor, la conexión existente entre el pensamiento de Marx, Lenin, Trotsky y Luxemburgo, y la reflexión de difícil reducción a la anterior de Korsch, Bloch, Marcuse y Habermas.

Parafraseando algunas palabras de Lenin expresadas en la "Enfermedad infantil del izquierdismo", y dando fundamento a lo anterior, Feyerabend afirma lo siguiente: "La historia en general, y la historia de las revoluciones en particular, es siempre más rica en contenido, más variada, más multilateral, más viva e ingeniosa, de lo que incluso el mejor historiador y el mejor metodólogo pueden imaginar".(18)

Esa historia general y esa historia de las revoluciones, puede ser tanto la historia de nuestra sociedad, como la historia del conocimiento. Las revoluciones conceptuales, y más aún las que intentan ser permanentes, no admiten ser encajadas en esquemas metodológicos estrechos y seguros. Si el marxismo hubiera quedado encerrado en marcos como estos, el conocimiento pensado por Ernst Bloch como anticipación de lo que todavía no es, o el papel asignado por Herbert Marcuse a la imaginación como forma de pensamiento liberada de represión, no mantendrían contacto con él.

Claro está, ni estos ejemplos, ni muchos otros desarrollos que tienen en su base al marxismo, pueden reducirse a su estructura inicial. Por suerte, no puede decirse de ellos que no sean más que la propuesta fundacional bajo nuevas formas. El intento de reducir las distintas reflexiones a lo que antes ya existía, y encontrar así, en el caso del marxismo, legitimidad para los nuevos planteos, es francamente reaccionaria. Además de contener ciertas referencias teóricas ineludiblemente marxistas, estas propuestas y muchas otras, están profundamente animadas por cierto criterio metodológico propuesto por el mismo Marx, y emparentado con el arriba citado: debemos realizar la crítica despiadada de todo lo existente, sin temer las conclusiones a que dicha crítica pueda arribar.

Pero en otro sentido quizás más importante, es que el anarquismo epistemológico contiene en buena forma al marxismo y a su crítica de lo existente. Al defender la igualdad de oportunidades y consideración para todas las formas del saber, simultáneamente expresa su respeto por los trabajadores y los campesinos, que a través de múltiples y particulares caminos se convierten diariamente en productores de conocimientos, y algunas veces, de revoluciones.

Esta reivindicación de la diversidad del saber, y la denuncia del autoritarismo intelectual implícito en aquellas concepciones que sostienen la superioridad de la ciencia sobre cualquier otra forma de conocimiento, tiene un sentido radicalmente crítico. Basta fijar la atención en aquellas zonas de nuestro continente donde la diversidad y el choque cultural se hacen presentes, para darse cuenta que la defensa de la superioridad de la ciencia sobre las demás formas del saber puede convertirse incluso en una manifestación etnocéntrica.

Llevada hasta este extremo nuestra crítica pública de la ciencia, es hora de permitir que ocupe su lugar la reflexión en voz baja. Si el marxismo es una teoría científica, no es algo que revista soberana importancia, excepto para aquellos que ven en la ciencia un conocimiento que destaca sobre los demás. Lo importante para nosotros, es que el marxismo es una gigantesca revolución conceptual, cuyos desarrollos son inmensamente humanistas y universales. Es por esta razón por lo que merece nuestro interés, y por lo cual, nos hemos propuesto combatir la reivindicación cientificista que de él muchos realizan. Aquella, que lo termina acercando al pensamiento de quienes dominan nuestra sociedad, y combaten la plena diversidad e igualdad de nuestras distintas formas de saber y existir.

""Las condiciones que los hechos de la experiencia establecen para el científico, no le permiten restringirse demasiado en la construcción de su mundo conceptual, adhiriéndose estrictamente a un sistema epistemológico. Por esta razón, ante los ojos del espistemólogo sistemático debe aparecer como un oportunista sin escrúpulos..."
Albert Einstein

NOTAS
1. Algunas partes de él pueden ser consideradas ciencia. Otras, pueden llegar a convertirse en ciencia a partir de nuestros esfuerzos. Y otras, decididamente no lo son -sea cual sea nuestro concepto de ella. Pero, no creo que aquellas que lo sean o puedan llegar a serlo, lo vayan a ser en los términos tradicionales en los cuales se considera a la ciencia. La nota 3 hace explícito respecto de la física, algo en este sentido.

2. Este autoritarismo adquirió maduración cuando la ciencia fue elevada al rango de conocimiento supremo, ante el cual ninguna otra actividad intelectual o sensible podía legítimamente expresar el mínimo cuestionamiento (ver más adelante). De allí en más, las restantes formas de nuestro saber -y su diversidad- fueron consideradas momentos primitivos de nuestro conocimiento, e incluso, actividades mistificadoras del mundo real. Por último, fueron expulsadas del reino donde aún -supuestamente- habita la Verdad.

3. STEPHEN W. HAWKING, en su obra "Historia del tiempo", impresa por Alianza Editorial en 1990, expresa en términos muy elocuentes esta situación: mientras la relatividad general es ciencia de fenómenos a escala que van de unos pocos kilómetros hasta un billón de billones de kilómetros (la dimensión del universo observable), la mecánica cuántica por el contrario, es ciencia de fenómenos a escala de una billonésima de centímetro.

4. Este tema es más que interesante. ¿Cuándo puede considerarse vieja a una teoría? A ciencia cierta, nunca podemos saber cuando un programa de investigación ha dado todos los frutos que puede llegar dar. Muchos son los casos de teorías que consideradas perimidas por la mayoría de los investigadores, renacieron de sus cenizas y desde ellas se hicieron nuevos aportes. De hecho, si no pensáramos esto deberíamos abandonar el marxismo, puesto que limitados han sido sus frutos teóricos en los últimos veinte años. Este aspecto y el ejemplo recién citado, creo que pueden ser buenos disparadores de la reflexión sobre las relaciones entre nosotros, la ciencia y el marxismo.

5. Resulta muy interesante sobre este punto, la primer parte de la selección de textos publicada por Ediciones Península en el año 1970, con el título "Introducción a la filosofía de la praxis", la cual reúne trabajos de Antonio Gramsci.

6. ALAN CHALMERS, ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, Siglo XXI, Buenos Aires, 1988.

7. Quienes realmente quieran intentar un mundo al revés, deben plantearse con toda seriedad la disyuntiva que esto propone: o la sociedad que imaginamos será una sociedad donde todos cultivaremos la ciencia, para así todos poder acceder al disfrute y la producción del verdadero conocimiento (idea que –francamente– me parece espeluznante); o será una sociedad donde se reconozca plenamente la diversidad de formas en que los humanos nos lanzamos a conocer la realidad que juntos construimos, asegurando la igualdad de oportunidades para todas los proyectos que quieran emprenderse en el terreno del saber.

8. Quienes tengan conocimientos de epistemología considerarán la reseña de la presente sección como excesivamente simple. Tengan en consideración que el objetivo perseguido no es presentar la temática en toda su complejidad, sino apenas, lograr mostrar a los lectores cuán contradictorio es este terreno del conocimiento. De hecho, muchas otras propuestas deberían tomarse en consideración en una reseña que quisiera ser acabada, incluso sin pedirle profundidad a la misma.

9. Claro está, es necesario cumplir con ciertos criterios metodológicos que aseguren la relación entre unos y otros. Entre estos criterios deben destacarse los siguientes: a) el número de enunciados observacionales que servirán de base para construir enunciados universales debe ser muy grande; b) las observaciones deben realizarse en las más variadas condiciones y circunstancias; c) ningún enunciado observacional puede entrar en contradicción con aquellos de carácter universal para los cuales sirve de base.

10. Un hecho simple y cotidiano sirve para ilustrar el punto. Si uno toma en su mano una piedra, y luego la suelta, ella caerá hacia "abajo". De hecho, todo lo que cae lo hace habitualmente hacia "abajo". Inmediatamente puede parecer que ninguna teoría haya implícita en esta consideración, y que alcanza con nuestros ojos para registrar este regular acontecimiento. Creo que esto no es así. En las palabras que he utilizado se cuelan varios conceptos de corte newtoniano, cuyo contenido tiene que ver –entre otras cosas– con la admisión de un único marco referencial. Basta cambiar este marco, para que nuestras afirmaciones cotidianas sobre la caída de cosas hacia "abajo" se demuestren falsas. Por otro lado y en relación al rechazo de la inducción, nada nos garantiza que mañana las cosas caigan hacia "arriba". No es algo disparatado pensar en un tiempo futuro, donde la presencia de un campo gravitatorio muy fuerte cerca de la Tierra , podría provocar tal fenómeno –y claro está, el fin de nuestra especie.

11. THOMAS S. KUHN, La estructura de las revoluciones científicas, FCE, México, 1984.

12. Kuhn propone que un paradigma debe ser pensado como "matriz disciplinar". La misma se encuentra conformada por supuestos teóricos, leyes universales, métodos y técnicas para la labor científica.

13. Quienes se tomen en serio lo de "anarquismo epistemológico" quizás puedan equivocarse. No porque su fundador no se identifique como anarquista, que lo hace, sino porque en varios lugares ha dedicado algunas líneas a aclarar que su versión del anarquismo debe ser considerada nadaístamente. Además, en sus últimas obras, entre las cuales se encuentra aquella de donde he extraído el fragmento que pone fin al presente artículo (expresando así mi simpatía por sus ideas), toma distancia del propio “anarquismo epistemológico”. Expresa que quizás dicha propuesta fue, en su inicio, un nuevo intento por desarrollar una teoría de la ciencia, y que si en algo debemos trabajar no es en una nueva teoría de ella, sino en una crítica radical de su historia y de su lugar en la sociedad.

14. El cual puede ser visto en su evolución en las siguientes obras: PAUL K. FEYERABEND, Tratado contra el método, Tecnos, xtens, 1992 (escrita en 1978). La Ciencia en una sociedad libre, Siglo XXI, España, 1988 (también de 1978). xten a la razón, Tecnos, xtens, 1996 (de 1984). Diálogo sobre el método, Cátedra, España, 1990 (quizás de 1988). Diálogos sobre el conocimiento, Cátedra, xtens, 1991 (quizás de 1990). Y en otros trabajos sobre los cuales no dispongo xtensiónn.

15. En varias de sus obras presenta innumerables ejemplos de teorías que en su desarrollo presentaron varios problemas en relación con las metodologías de la ciencia extensiones. Sobre todo, él se preocupa por mostrar casos de teorías que resultaban refutadas a la luz de los conocimientos existentes en la época de su surgimiento, pero que, fruto de desarrollos en el instrumental, nuevas extensiones e extensión suplementarias, terminaron dominando su terreno científico extensiones.

16. Las comillas tienen que ver con el siguiente hecho: siendo exigentes, no podemos hablar efectivamente de una “misma” realidad. xt es quien describe de la mejor manera esta extensión, extensión que aquellas personas que adhieren a paradigmas distintos, en cierta forma viven en mundos diferentes.

17. Mi intención era incluir aquí una sección titulada: “Cuestiones problemáticas”. El objetivo era discutir algunos aspectos de las teorías de la ciencia hasta aquí desarrolladas, como por ejemplo: el referido al relativo valor de la evidencia empírica; las dificultades que ofrecen todas las propuestas que sostienen la correspondencia entre las extensiones teóricas y la realidad que es referida en ellas; el problema que las extensión reales plantean a la evaluación de las refutaciones en el marco del racionalismo crítico; las salidas que existen a la inconmensurabilidad, cuyo resultado puede permitir ciertas extensiones entre teorías alternativas; la extensión entorno a cómo se produce la elección de teorías por nosotros; y otros temas. Pero, la extensión del artículo (o de la revista) no lo permite.

Material de apoyo para formación de los cuadros políticos del proceso.


Agradezco como siempre a los compás la divulgación del mismos

Si mis correos no son de tu agrado, agradezco por este vía tus opiniones.

PATRIA, SOCIALISMOS O MUERTE… ESTAMOS VENCIENDO

JOSE MUÑOZ BARUTA

Jom_1960@yahoo.es


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