El Washington Post da instrucciones a sus lacayos

Domingo, 21 de dicembre de 2008
El Washington Post da instrucciones a sus lacayos
Por: Gianluca Bifolchi

Rebelión
Traducido por Juan Vivanco

Cada día que pasa da nuevos motivos para dejar a un lado los escrúpulos que se pudieran tener sobre la posibilidad de que una república presidencial no ponga límites al mandato del jefe del estado (ya sea la Venezuela de Chávez o la Francia de Sarkozy) y apoyar resueltamente el proyecto de enmienda que suprimirá ―si es ratificado en referendo― el límite de dos mandatos establecido por la Constitución Bolivariana de 1999.

Justamente hoy he leído una frase muy atinada que recuerda: «Las asuntos constitucionales no son en primera instancia asuntos de derecho, sino de poder» (Ferdinand Lasalle); y la lucha de poder que se está entablando en torno al asunto de la reelección invita a olvidarse de las finuras y filigranas de la filosofía del derecho, que se parecen a la máxima evangélica de poner la otra mejilla, tan elogiada por todos como jamás puesta en práctica por nadie, empezando por los obispos.
En un editorial de hoy [19 de diciembre] el Washington Post lanza un violento ataque contra el gobierno venezolano y el proyecto de enmienda. Nada nuevo respecto de lo primero, pero es difícil no sentir repugnancia ante los argumentos esgrimidos sobre la segunda cuestión, por mucho que se trate del Washington Post. De todos los argumentos usados contra el proceso de enmienda constitucional en curso, se ha optado por dar prioridad al más rancio, al más desacreditado, al más hipócrita. Tan rancio, tan desacreditado y tan hipócrita que hasta la oposición, cazando al vuelo la ocasión que le brindaban los resultados de las elecciones del 23 de noviembre, de poder cantar victoria por su rutilante 40% frente a un miserable 60% gubernamental, decidió no usarlo. El argumento del fraude.

La frase del Post es: «Tanto la historia como los sondeos demuestran que él (Chávez) no puede ganar sin recurrir a la fuerza o al fraude».

La lección de la «historia», mencionada por el diario, es para mí una referencia completamente enigmática. En cuanto a los sondeos, todos, absolutamente todos los sondeos que conozco destacan la gran popularidad de este proyecto entre la población: ¿qué motivos hay para dudar de que el último 60% de votos a favor del gobierno no se traducirá en otros tantos «síes» a la enmienda? Ayer, precisamente, se entregaron en el parlamento 5.760.845 firmas de ciudadanos que se han manifestado a favor de la enmienda constitucional. Mira por dónde, el doble de las firmas con que en 2003 la oposición logró que se convocara del referendo revocatorio, ganado holgadamente por Chávez al año siguiente.

Pero es la mentira descarada y deliberada lo que da verdadero asco; la mentira de presentar el proceso electoral venezolano como algo notoriamente tramposo, cuando en realidad es un modelo planetario de transparencia, como han testificado ya miles de observadores internacionales que han participado en la supervisión de las elecciones más vigiladas del planeta. ¿En qué lugar queda, en comparación, la maquinaria electoral estadounidense, que tiene en su haber lacras tan escandalosas como la de las elecciones del 2000, con la eliminación del verdadero vencedor, Al Gore?

La reflexión del Post es una desconsolada consideración sobre las escasas posibilidades de éxito en el referendo que tienen los «defensores de la democracia», es decir, la oposición golpista de 2002, apoyada de inmediato por el Departamento de Estado y el gobierno español de José María Aznar. O el partido de oposición AD, suspendido de la Internacional Socialista por sabotear el trabajo de los observadores internacionales durante una consulta electoral en Venezuela.

Y todo esto cuando en el narcoprotectorado de Colombia, Álvaro Uribe, presidente en su segundo mandato gracias a enmiendas constitucionales ventajosas votadas por congresistas reos confesos de corrupción, también está tratando de introducir la institución de la reelección ilimitada.

El propósito de este editorial del Washington Post es claro: las elecciones del 23 de noviembre habían hecho que cayera peligrosamente en desuso la acusación de fraude. El periódico de los amos gringos vuelve a ponerlo taimadamente en circulación para que, apoyándose en su «prestigio», sus lacayos venezolanos recurran otra vez a él.

Fuente: http://achtungbanditen.splinder.com/


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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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