El olfateador
Por: Arnulfo Poyer Márquez
El olfateador es un personaje que posee dotes naturales que le permiten enfocar o presentir una situación que precise de respuesta inmediata, partiendo de elementos suspicaces o delatores a más de las ocasiones, imperceptibles para quienes le rodean.
La alta percepción, su lectura y estrategia, es vital para el pueblo o ejército dedicado. Con distintas denominaciones en las diferentes culturas, se revela el "convenio espontáneo" sobre el sentido elegido, el olfato, proporcionando siempre cierta dosis de misterio o distinción del poseedor del influjo con su circunstancia.
En nuestras culturas ancestrales, las costumbres las copaban pocas especialidades y aunque los géneros tenían definidas sus labores, todos sabían lo concerniente de su pueblo, puesto que ese conocimiento garantizaba su perdurabilidad. Así habrá sido en las culturas euroasiáticas. Dígame: el choque de Colón con Este Mundo fue como si hubiera entrado al túnel del tiempo y topado con SUS ancestros de cuatro, cinco, ocho mil años atrás a los que conoció en directo sin satélite y hoy les tenemos terror al primigenio pragmatismo, terror a comparar nuestras vestimentas etiquetadas con sus prácticos guayucos, terror a lo que dicen terceros, desde las almas blanqueadas victoriosas en el mestizaje ya resignado, acostumbrado, dado que toda esa cultura se despide de Este Mundo sin ni siquiera haberla tratado de tu a tú.
Si lo pensarían los originarios blanqueados parlantes de lenguas originarias en regresar a tan avanzada conciencia?
Las "especialidades" en los pueblos ancestrales eran para el bien común, guerreros, cazadores, agricultores y faenas domésticas -donde se encontrarían la textilería, alfarería, cerámica-. Cada género tenía sus propias dedicaciones, aunque pese a ello, sobre las faenas generales, a toda la nación se le inculcaba sobre las plantas amigas, curanderas o alimenticias, percibir los peligros, la cacería y sus mañas, coordinar un grupo para una acción, que en su proyección serían los escogidos para desarrollarles sus capacidades y destrezas que resultarán en shamanes, jefes, constructores, y la más sutil de ellas, la del olfateador, verdadero talento para su poseedor. Un grupo organizado podrá no tener un arma, pero si se tiene a un olfateador, se posee la mejor de las armas, y no falta ninguna. Muchas veces se despliega como guerrero o cazador, siempre cazador; otras muchas de curandero, siempre sabe de hierbas. El más despierto poder sutil encarnado de un pueblo.
Su fuerza específica radica en cierto tino o despertar que transmite, un mensaje o augurio que precisa al vuelo, y, que al ponerle parangón en lo físico, su manifestación se da a través del "olor" percibido de la situación enfocada a resolver, lo que decide a veces la acción para un propósito. El olfateador no es guerrero de línea, pero es el arma fundamental de todo un ejército. Si un jefe es olfateador, su poder es más que confiable para su pueblo, es certeza del triunfo.
La denominación aunque no existía durante la colonia o en la guerra de emancipación, sí existía el oficio, perdón, el talento sobre todo para lo inmediato. Un ejemplo olvidado, diría que casi enterrado, es el de Remigio Ramos, un guerrillero barinés, enemigo acérrimo de los republicanos durante el período de guerra a muerte, y pasado a sus filas después del armisticio de 1820. Para el día de la decisiva batalla de Carabobo, el prestigio de Remigio era tal que fue nombrado el Práctico del ejército, esto es, el olfateador. Fue quien dio la pauta de abordar al ejército enemigo por su derecha a través de la Pica de La Mona que conocía. Ese fue el sendero de la victoria. Para el efecto de la liberación de Suramérica, el olfateador de Bolívar no fue otro que el mariscal Sucre. Y así como grandes victorias se deben al olfateador, la carencia de este talento es causa de desastres evitables. Olfateador y visionario el mismo Bolívar en su Carta de Jamaica, en su perspectiva de guerra que sabía, sería infructuosa la lucha si sólo se atenía a su geografía natal, en su visión de saber qué era lo que enfrentábamos, que no acabaría con triunfar sobre España. A mejor olfato, mejor visión.
En las selvas de concreto donde se mueven verdaderas fuerzas con propósito de dominación se pelea a diente limpio la supervivencia tratando de ganar terreno donde está limpio el ser, donde aún se preserva. Nuestro espíritu alópata, citadino, europeizado, arrogante, no admite entrada de creencias que las aceptadas por nuestros criadores; muchas cabezas importantes de pueblos infinitos de sabiduría desaparecieron en "aras" de la "nueva sociedad" que devenía más vieja y enfermiza que la rozagante de Este Mundo. Hoy prácticamente extinta. Aún pueden encontrarse ciertas vertientes abiertas de las huellas que perviven, eslabón para la integridad que desesperamos. El mundo económico se adueñó de la estructura, era de esperarse. Y sobrepasó sus límites, era más que esperarse, partiendo de vertientes hamponiles que llamó "liberales", hoy más presas del pánico a su propia caída, ya en caída libre, pero por encima de todo, aún creyentes en su elección, pareciéndoles que nada puede relevarlos.
Y si, todo este lineado es para definir la sutil situación en que nos encontramos para el ejército de la Pachamama, la de olfateadotes, diría más, malísimos olfateadotes que aún no percatamos los controles a la mano, aprender a manejarlos de modo que no se nos explote y nos lleve por los cachos, por andar de metidos donde no podemos; pero buenos o malos, la situación me recuerda al pésimo pupilo que fue Carlos Castaneda para con su tutor Don Juan Matus, sí, somos malísimos aprendices. El día de fiesta nacional que en un tiempo haríamos del día en que lanzamos al satélite. No, más bien pasó como el día que los chavistas lanzaron "su" carísimo cohete. Al contrario, nos enseñaron a celebrar el día en que se fue Zutanito reclutado por la NASA, ejemplo de la cuadra, o el pueblito de donde proviene.
Sin embargo ni falta que hacen los que no se sentaron con nosotros a ver el lanzamiento del satélite, tantas veces que fueron espectadores para Cabo Cañaveral, el poder vampiresco de la mediática no sólo era partícipe de la venta de nuestros recursos sino, lo más importante, de nuestra conciencia. Por ahí todavía alardean que esos chinos no son nada socialistas; cosa extraña, no sé por entonces aún denominan a sus cohetes "Gran Caminata" en honor a la gran victoria que diera Mao (Ejército Popular de Liberación) sobre las fuerzas de Chiang Kai-Shek (Kuomintag) durante todo el año de 1949.
Bien pudiéramos aceptar que en cada uno hay un olfateador para sus propias circunstancias, pero el desenvolvimiento desde luego, traduce su capacidad o su identidad. En sentido metafórico, el olfato es el sentido rey en el combate según Napoleón. No confundir con la visualización que tiene que ver con un futuro, con mediatez, en cambio, la aparición del olfateo indica emplazamiento a una estrategia, pesa una circunstancialidad que presiona, si no obliga, selección de un camino, y es ya. Poseemos un buen olfateador en el presidente, sin dudas, pero descansa su poder en nuestras decisiones, y las nuestras deben apoyarse en nuestro poder de visualización, qué queremos para nosotros mismos, para nuestros circundantes. Y habiendo determinado esto, necesitamos desplegar nuestro poder para las acciones que sabemos van en pro de nuestra independencia y libertad absoluta, nuestro poder de olfateo. Y sí, hablo del VOTO, nuestra arma olfateadota, shamana, guerrera, sembradora, alfarera, textilera. El voto, el olfateador de la Pahamama. Ya vendrán las curas, si es que no simpatizamos con algunas vías o medidas. Confiemos en nosotros. Recordemos, ya no somos los mismos.
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