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29 octubre 2008

La recesión de la conciencia

La recesión de la conciencia
Por: Beglis Alfaro

Octubre, 2008

El director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, dijo hace poco que "el planeta está al borde de una recesión global". Un poco más cauto en sus predicciones, su par en el Banco Mundial, Robert Zoellick, también expresó algo parecido: "la desaceleración será tan acusada que se sentirá como si fuera una recesión".

Algo así como decir que la temperatura está en 6 grados, pero la sensación térmica es de 2 grados. Peor aún.

Estos malos augurios suenan extrañísimos en las bocas de estos gurúes del neoliberalismo, pero lo más sorprendente es que están referidos al tsumani financiero que nos llega desde la meca del capitalismo mundial.

En estricta macroeconomía la recesión es un período en el cual la actividad económica desciende. Y mientras más cae y más larga la crisis, se transforma en depresión. Traducido al lenguaje de los simples mortales, se trata de una fase de profunda desgracia para unos cuantos, de pérdidas de las ganancias al infinitesimal que acostumbran los dueños del capital, de temor a las inversiones, de dolores de cabeza para el sector bursátil, de seguro desempleo para muchos, y del encarecimiento de todo.

Para los economistas neoliberales se trata de la noche más negra que conocen, del fin de una ruta que los llevó al despeñadero, a una aparatosa caída que apenas está comenzando, pero en cámara lenta. "Made in USA" la actual crisis se ha convertido en el gran escándalo, en una suerte de reality show en el que cada país se pregunta cómo y cuándo jugará su papel.

Paradójicamente, a principios de 2007, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, de Naciones Unidas, confirmó que el planeta está en agonía porque la vida misma entró en recesión. Pero los gurúes neoliberales ni siquiera se dieron por aludidos. Ya no serán las hambrunas, el crecimiento exponencial de la pobreza, las guerras y la violencia desmedida. Es el declive de la biosfera, de nuestra Gaia, producto de creernos "la medida de todas las cosas", de desarrollar hasta la locura un sistema que privilegia el capital por encima de la vida, y no me refiero sólo a la vida humana. Es el inequívoco signo de la recesión de la conciencia.

Esta crisis, por tanto, está muy lejos de ser sólo una crisis económica-financiera. Y es que desde hace muchísimo tiempo la economía, al estar orientada al capital como un fin en sí mismo, se desvinculó de los asuntos humanos, y se redujo a meras fórmulas matemáticas, en las cuales lo sociopolítico, lo educativo y en general lo cultural se transformaron en simples variables tomadas como "distorsiones", los factores "no económicos", lo despreciable.

Tal es la perversión del capitalismo que varios medios de información reprodujeron el siguiente titular: "El calentamiento global abre oportunidades de negocios, según firmas de Wall Street". En síntesis: la vida como mercancía.

La dimensión de la crisis sin duda es de ruptura paradigmática. Un estruendoso quiebre de modelos, de sistemas, de epistemes, de formas de mirar el mundo y sus relaciones.

Por fortuna la recesión no es sólo un término de la economía. Desde la cosmología física, por recesión se entiende el retroceso o alejamiento que se observa en las galaxias y que revela la constante expansión del universo, del cual debemos recordar somos parte, no en sentido poético, ni sólo por ubicación espacio-temporal sino por constitución molecular.

Nos conviene entonces adoptar otro ángulo de mira. Nos conviene apostar por un disueño colectivo. "La emergencia de una nueva Utopía es la autoorganización que surge detrás de la catástrofe", expresa el científico Jorge Wagensberg. Quizá la actual recesión económica represente nuestro propio Big Bang que nos empuje de una vez por todas hacia la expansión de la conciencia, que implica una transformación de las relaciones entre los seres humanos, y entre éstos y el planeta.

beglisa@gmail.com


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