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11 septiembre 2008

El temple moral de Allende


Por: Hermes H. Benítez (Edmonton, Canada)

"Es preferible morir de pie que vivir de rodillas".
Emiliano Zapata.


Han transcurrido 35 años desde aquel trágico 11 de septiembre en el que el Presidente Allende, luego de combatir por más de cuatro horas contra las abrumadoramente superiores fuerzas militares golpistas, cuando ya se le había terminado el parque, y no quedaba otra salida digna, enfrentó solo la muerte en el Salón Independencia de La Moneda, en los momentos en que su vetusto edificio era envuelto en las llamas y la humareda provocadas por la metralla, los cañonazos y el bombardeo aéreo.

Tomará aún muchos años más poder comprender en toda su magnitud los efectos y el significado moral, político e histórico de estos hechos, pero fuimos muchos los chilenos que aquella mañana, al escuchar el discurso final de Allende, y posteriormente el zumbido de los aviones y las explosiones de los rockets, comprendimos ahí mismo la grandeza y el valor de la conducta del Presidente.

No cabe duda que Allende tiene asegurado un lugar de honor en la historia de Chile y de las luchas libertarias de los pueblos del Tercer Mundo. Los valores por los que dio la vida, su sentido de la dignidad y del honor serán apreciados, celebrados y emulados mientras haya en este mundo seres humanos amantes de la virtud, la consecuencia y la justicia.

Pero, ¿en qué consistió específicamente la grandeza de Allende? Como es manifiesto, a esta pregunta puede responderse de diversas maneras, según se haga referencia a sus diferentes facetas de hombre, de político y de estadista. Pero hay una especial cualidad suya que se proyecta en cada una de sus dimensiones: nos referimos a la profunda moralidad que caracterizó siempre cada una de las grandes decisiones de su vida política.

Como lo registra su biografía, Allende, que había nacido en el seno de una familia con una larga tradición de profesionales burgueses progresistas, se hizo socialista al tomar conciencia, durante su época de estudiante, de los sufrimientos, la explotación y las postergaciones de las clases trabajadoras chilenas y latinoamericanas. Esa decisión suya se basó en un repudio moral de la desigualdad y la injusticia, que se manifestó inicialmente en él bajo la forma de un compromiso ético contraído con su padre en 1932, ante cuyo lecho de muerte juró dedicar su vida a la lucha social.

Pero es evidente que ese rechazo de las injusticias de la sociedad era sólo la expresión parcial de una profunda disposición moral que abarcaba la totalidad de su identidad de hombre y de médico. Es esta disposición constitutiva suya lo que hizo que se inclinara ya en su juventud hacia el socialismo, y que se vinculara también tempranamente a una institución iniciática como la Masonería, inspirada centralmente en los valores éticos, intelectuales y políticos de la Ilustración. Juan Gonzalo Rocha ha investigado con gran acuciosidad esta faceta de la vida de Allende, en su libro ALLENDE, Masón,(1) al tiempo que ha tratado de iluminar la relación que sus creencias masónicas guardaban con sus convicciones políticas marxistas.

Si se examina la personalidad de Allende a la luz de su decisión final, se ponen de manifiesto a lo menos tres valores característicos: su dignidad de hombre, de líder de la izquierda y de Presidente, la consecuencia entre sus ideas y convicciones, y su valentía. Conjuntamente con estos tres valores personales se destacan en él tres actitudes morales hacia los demás: la compasión por el oprimido, la tolerancia hacia las ideas y creencias ajenas, y el respeto por la vida humana.

Fue su profunda dignidad personal, lo que lo hizo elegir la muerte antes que rendirse y someterse a sus enemigos, sentimiento que se potenciaba en él en una aguda conciencia de la dignidad que conllevaba su doble condición de líder de la Izquierda y Presidente de la República. Una persona es consecuente cuando su conducta no hace sino confirmar sus creencias, palabras y promesas; Allende había dicho muchas veces, en discursos y conversaciones privadas, que sólo muerto podrían impedirle terminar su mandato, pero la coherencia entre estas palabras y su conducta el 11 de septiembre demandaba una valentía a toda prueba. Por eso, al declarar, refiriéndose a Ernesto Che Guevara, en la famosa entrevista que le hizo Regis Debray en 1971, (2) que no creía "que hubiera existido un hombre en la historia latinoamericana que hubiera demostrado tanta consecuencia en sus ideas, tanto coraje, tanto desinterés", Allende no pudo entonces sino caracterizarse a sí mismo.

De las tres referidas actitudes morales de Allende hacia los demás, la primera de ellas se manifiesta en su constante preocupación, como médico, como dirigente social y como parlamentario, por la salud, los derechos, y los intereses de las grandes mayorías postergadas. La segunda actitud moral, su sentido de la tolerancia, se expresó con gran claridad en su negativa a imponer por la fuerza su propia postura táctica a las fuerzas de la izquierda, polarizadas en un "empate catastrófico" entre ultras y moderados, como lo ha mostrado brillantemente Tomás Moulian.

En cuanto a la tercera actitud moral de Allende hacia los demás, su respeto por la vida humana, se revela en su aspiración a realizar en Chile una revolución sin sangre: pero cobra especial relieve tanto durante el Tancazo del 29 de junio como en el propio 11 de septiembre, en sus esfuerzos por proteger la vida y la integridad física de los partidarios de su gobierno, y de los trabajadores en general. Sin embargo, pocos hechos destacan mejor su profundo respeto por la vida humana que su constante vigilancia y preocupación por sus compañeros y compañeras, durante las horas más críticas de la heroica resistencia en La Moneda.

La actitud viril y digna del Presidente de no rendirse, ni entregarse vivo a sus enemigos, condenó en un mismo acto a la bancarrota moral a aquellos que se habían levantado en armas contra su gobierno. La superioridad moral de la conducta de Allende puso de manifiesto la bajeza de los motivos y la acción de sus enemigos, a los que deslegitimó para siempre, política y moralmente, ante la faz del mundo y de la historia.

¿Qué ocurrió con los valores de la dignidad, la tolerancia y el respeto por la vida humana a consecuencia del Golpe? La violenta irrupción militar en la política chilena vendría a manifestarse en la forma de una completa reversión de los valores que el Presidente Allende había encarnado y defendido con su propia vida. La dignidad del hombre y del líder-Presidente sería reemplazada por la bestialidad ignorante del dictador dotado de poderes omnímodos. La tolerancia hacia las ideas y convicciones ajenas, se convirtió, bajo la dictadura, en la más brutal persecución y represión del pensamiento de Izquierda, y de cualquier forma de disidencia, de que se tenga memoria en el país. Mientras que el respeto de Allende por la vida humana vino a encontrar su más completa negación en los asesinatos, la tortura y el desaparecimiento de miles de chilenos a lo largo de 17 años. Que cada cual saque de esto las conclusiones que sus luces y su código moral le permitan.

Notas:

1. Juan Gonzalo Rocha, ALLENDE, MASON. La visión de un profano, Santiago, Editorial Sudamericana, 2000.

2. R. Debray, CONVERSACIÓN CON ALLENDE, México, D.F., Editorial Siglo XXI, 1971.

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