Comienza la nueva guerra

Comienza la nueva guerra
Por: Andrés Pascoe Rippey


Está empezando la próxima guerra. Se gestó bajo nuestras narices, sin que nadie le prestara la más mínima atención, sin que nadie siquiera pensara en ella. Para cuando escribo esto, ya van más de mil 400 muertos en combates y bombardeos. Aún nadie parece darse cuenta. Estamos aplicando la típica: es demasiado lejos, es demasiado ajeno, son vidas que no nos importan.

Pero en el Cáucaso la sangre está corriendo.

Comenzó, como la mayor parte de las guerras, porque seguimos siendo incapaces de aceptar la diferencia. Los habitantes de Osetia, una pequeña provincia de Georgia –a su vez una ex provincia de la URSS– son étnica y culturalmente distintos a la mayoría georgiana, por lo que han pujado largamente por la independencia.

Tras el colapso de la Unión Soviética, Osetia del Sur se ha hecho cargo de sus asuntos y ha luchado por su autodeterminación. Entre 1991 y 1992 hubo un conflicto armado con Georgia y declaró su independencia, aunque ningún país la ha reconocido. Han sido años de tensiones y jaloneos políticos, agudizados tras la entrada al poder de Mijail Saakashvili, quien en campaña juró devolver a su país las regiones de Osetia del Sur y de Abjasia, otra región separatista, aumentando las tensiones.

Poco después, el gobernante les ofreció autonomía dentro del estado georgiano, pero en 2006 los osetios llevaron a cabo un referéndum no oficial para presio-
nar al gobierno, en el cual ganó la propuesta de una total independencia.

Mal vista por Rusia por ser una ex provincia rebelde y pro occidental, Georgia decidió resguardarse solicitando el abrigo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Este organismo está contemplando integrar a Georgia, lo que provocó la furia de Putin, quien está en contra a la expansión hacia el este de la OTAN.

Desde entonces, Rusia ha reforzado sus lazos con los separatistas de Abjasia y Osetia del Sur. Ahora, ha prometido defender a los habitantes de Osetia de agresiones militares. Los temibles tanques rusos han empezado a movilizarse otra vez, con todo el peso histórico sobre sus hombros.

Y, como suele suceder, las guerras entre naciones pequeñas son, en realidad, conflictos entre las grandes naciones. Estados Unidos, que ha contado con el absoluto apoyo de Georgia (esta nación fue parte de la “Alianza de los dispuestos” que apoyó a Bush en la guerra contra Irak, donde tiene dos mil soldados), no podrá dejar de lado su alianza. Georgia está en una ubicación estratégica importante –la entrada al Cáucaso asiático, nada menos– y su “lealtad” a los gringos es a toda prueba.

No me caben muchas dudas de que Georgia aspira a arrastrar a la OTAN a una situación de conflicto inminente con Moscú, para obligarlos a llamar a sus tropas de vuelta. Georgia redujo sus posibilidades de incorporarse en dicha organización tras echar abajo una serie de reformas democráticas que se esperaban, y este podría ser un último golpe desesperado para ganarse el apoyo internacional. Sin embargo, hoy en día un conflicto de gran envergadura entre las naciones occidentales de la OTAN y Rusia es casi impensable.

Pero la historia nos dice que bajar la guardia ante la gue-
rra es el más grande error que la humanidad puede cometer. Por lo pronto, los reportes de muertes ya ascienden a casi un millar y medio, cuando tropas de Georgia han tomado el control de la capital de Osetia. “Este es el tercer genocidio del pueblo oseta cometido por Georgia”, aseguró Eduard Kokoiti, líder separatista, a Interfax. Entre los muertos están 12 soldados rusos. Esas muertes son más que suficiente razón para que un gobierno declare la guerra.

Es importante señalar el maquiavielismo del gobierno de Georgia: esperó a que el mundo entero mirara, embobado, la inauguración de los Juegos Olímpicos para movilizar sus tropas y tomar el territorio de Osetia. Ellos mismos admiten que fue parte de una estrategia, para aprovechar que “todos están de vacaciones”, según se ha reportado. Rusia, por su parte, no es movida por puros buenos deseos: quiere recordarles a todas sus ex provincias quién es el jefe de la región.

Las fuerzas rusas se están acercando, en este mismo momento, a la capital de Osetia, Tsjinvali. El líder georgiano, en desesperación, acusó a Rusia de “llevar a cabo una agresión abierta sin precedentes, que supone un desafío para el mundo entero”. Y amenazó: “Si hoy no detenemos a Rusia, mañana sus tanques pueden estar en cualquier ciudad europea”.

Podemos estar asistiendo, en cámara lenta, a la próxima guerra de la década. Una guerra que, al involucrar directamente a una de las superpotencias mundiales, tendrá consecuencias sobre todos los países. Una guerra que significará la muerte de miles. Otra guerra más para nuestro historial.

Todo esto mientras el mundo mira –con ilusión y espe-
ranza– el inicio de los Juegos Olímpicos. Juegos que simbolizan la paz y los “mejores valores humanos”.

Hoy, miles de osetianos están bajo fuego. Otra vez, serán los civiles inocentes los que paguen el precio.

A veces me pregunto si, en nuestros miles de años de historia humana, hemos aprendido algo.


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About Ricardo Abud (Chamosaurio)

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