Las diferencias son muy pequeñas
Elecciones presidenciales en Estados Unidos:
Txente Rekondo
Rebelión
Mientras la mayoría de encuestas presentan un reñido panorama de cara a las elecciones presidenciales del 4 de noviembre y en Europa buena parte de la clase política considera que el candidato demócrata trae un aire fresco y de cambio, un análisis más detallado de la realidad estadounidense permite afirmar que las diferencias programáticas de ambos candidatos son muy pequeñas.
Los discursos y la propaganda tienden a presentar dos alternativas contrapuestas, dos modelos para regir los próximos años al frente de la potencia mundial más poderosa del momento. Sin embargo, más allá de los estereotipos clásicos, generalmente muy pegados a la realidad, ambos contendientes representan una clara continuidad en el rumbo que desde hace décadas mantiene Washington.
A primera vista se trata de dos personas «antagónicas». El candidato John McCain, con sus 71 años, puede convertirse en el presidente con más edad en su primer mandato, mientras que Barack Obama, con 46 años, es una joven promesa. El primero es un veterano de Vietnam, guerra durante la cual el segundo era un niño. McCain es un senador con larga experiencia en el cargo, mientras que Obama lo ha ocupado en los últimos años. Uno es blanco y el otro, negro. Sin embargo, un breve repaso a sus propuestas evidencia las similitudes de ambos en cuestiones clave.
En temas como seguridad nacional, inmigración o medio ambiente, coinciden en la base de sus argumentos. En asuntos sociales, como aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo o investigación de las células madre, coinciden también en su oposición a las dos últimas. Y sus propuestas en temas de política exterior (Irán, proliferación nuclear...) tampoco contienen grandes diferencias.
En definitiva, y a la vista de una campaña mediática que incidirá en la existencia de dos modelos contrapuestos, un analista estadounidense señalaba que «los electo- res tendrán muy poco donde escoger el próximo mes de noviembre».
De momento, más allá de los debates y encontronazos dialécticos, los candidatos demócrata y republicano afrontan a medio plazo la designación del candidato a vicepresidente, lo que en EEUU se denomina el «boleto electoral». La figura del presidente no es, en teoría ni sobre el papel, tan determinante, pero en ocasiones puede llegar a desempeñar un papel clave en la política de aquel país. En situaciones críticas, como el fallecimiento del presidente -no podemos olvidar la edad de McCain ni acontecimientos trágicos como la muerte de Kennedy-, o ante sucesos como el 11-s -cuando el vicepresidente Cheney llegó a tomar las riendas del país-, la figura del vicepresidente puede alcanzar una cierta relevancia.
No obstante, su figura se interpreta en clave electoral, en un claro intento por parte de los candidatos para hacerse con el apoyo de figuras que le pueden ayudar a debilitar los argumentos del contrario o a obtener nuevos apoyos. De ahí que las especulaciones de estos días en torno a los posibles candidatos giren en torno a esas premisas.
Círculos próximos de McCain señalan que su vicepresidente debería ser la balanza a su elevada, debería contrarrestar las suspicacias que hacia él mantienen los sectores más conservadores del Partido Republicano, o debería buscar el apoyo de las mujeres y del electorado negro, además de asegurarse el respaldo de figuras claves en estados decisivos, y, sobre todo, que suponga el equilibrio perfecto en la carrera hacia la casa Blanca.
Otro tanto se puede decir del Barack Obama. Por un lado, debe intentar recuperar la confianza y invertir el rechazo de buena parte de los que desde su propio partido han apoyado la candidatura de Hillary Clinton hasta el último momento, debe intentar atraer a los votantes republicanos descontentos con McCain y buscar presentar una batalla decisiva en estados hasta ahora republicanos, al mismo tiempo que asegura los cimientos de aquellos que le han apoyado en el pasado. Y, sobre todo, deberá ganarse la confianza de los llamados «cuellos azules», la clase media blanca que mira con recelo el acceso de un negro a la Presidencia de EEUU.
Algunos nombres que suenan para el cargo de vicepresidente junto a McCain son los de los gobernadores de Florida (Charlie Crist), Mississippi (Haley Barbour) y Carolina del Sur (Mark Sanford). También se ha apuntado la candidatura de Condoleezza Rice (mujer y negra) o, incluso, el general David Petraeus, para reforzar el discurso nacional y patriótico. Hay quien se ha atrevido a presentar la candidatura de la gobernadora de Alaska, Sarah Palin, con fama de aplicar la mano dura contra la corrupción, muy conservadora en materia política y fiscal, miembro de la todopoderosa Asociación Nacional del Rifle, antiabortista... la candidata perfecta para retener los apoyos más conservadores.
El abanico de candidatos para el «ticket presidencial» de Obama también es amplio. Algunos postulan a la recién derrotada Clinton, como base para mantener unido el partido, sin embargo otros (los mismos que hablan de la «caída de la casa Clinton») señalan que eso sería un grave error. Hay quien habla del ex candidato John Edwards (atraería a los «cuellos azules», pero no es clave en muchos estados); el senador de Virginia Jim Webb (no es muy conocido fuera de su Estado); Kathleen Sebelius, gobernadora de Kansas (con experiencia pero no más allá de Kansas), y el gobernador de Nuevo México, Hill Richardson (con fama de perdedor). También se menciona a otros gobernadores, como Ed Rendell (Pennsylvania), Ted Strickland (Ohio) o Tim Kaien (Virginia).
Los dos criterios que regirán finalmente la elección de unos u otros serán «las cualidades favorables de cada candidato y el apoyo social o geográfico que puedan conseguir». Todo ello para lograr una candidatura «equilibrada».
Los estados que la mayoría de analistas consideran claves son Virginia, Wisconsin, Nuevo Méxio, New Hampshire, Nevada, Colorado, Iowa, o los más grandes como Ohio, Michigan, Pennsylvania o Florida. Probablemente en ésos se centrará la lucha para ocupar el sillón de la Casa Blanca los próximos años.
En las próximas semanas asistiremos a una escenificación mediática sin precedentes, y sobre ella planean un sinfín de dudas. ¿Será capaz EEUU de aceptar un presidente negro?, ¿Tendrá Obama la capacidad de mantener su infraestructura y el entusiasmo que ha generado hasta noviembre? ¿Será el fin definitivo de la carrera de Hillary Clinton? o, como señalan algunos, ¿apostará bajo la mesa para que la victoria se decante del lado de McCain, segura de que éste no podrá repetir por su edad y volver a presentar su candidatura en el 2012?
La carpa electoral lleva tiempo levantada en EEUU, y cada vez queda menos para que en noviembre sea elegido el presidente número 44 del país. Mientras el espectáculo gana enteros, buena parte de los habitantes de EEUU seguirá dando la espalda a ese proceso o se les mantendrá apartados «por imperativo legal». Como dicen algunos analistas locales, ocurra lo que ocurra, el margen para los cambios es muy pequeño y como máximo supondrá cierto barniz mediático y propagandístico, sin alertar el rumbo marcado hace algunos años.
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