Guatemala: Poderes paralelos
Ileana Alamilla
ALAI AMLATINA, 01/04/2008, Guatemala.- Los hechos recientes en el oriente del país son una alerta roja para el Gobierno que, en lugar de hacer el ridículo diciendo que ya expulsó a los narcos de Izabal, debería revisar, en su Plan de los Cien Días, si la estrategia de seguridad y de combate a estos criminales es la adecuada para la descomunal presencia que tienen en todo el país.
El territorio guatemalteco está afectado por el narco. Desde el Petén, con su intrincada selva favorable para el contrabando, el aterrizaje clandestino, la siembra y trasiego de drogas; pasando por el sur, con mares y corredores propicios para los mismos propósitos; llegando al oriente, con numerosa presencia de capos y base social que los apoya; hasta el occidente, con amplias fronteras que ofrecen condiciones para actividades ilícitas y población que también los protege.
La matanza de Zacapa (1) nos recuerda lo que ha estado sucediendo en varios estados del norte de México y confirma lo que hemos venido alertando: las fronteras se han borrado para la narcoactividad y el crimen organizado. La debilidad del Estado y la ausencia de instituciones efectivas y de autoridades confiables han beneficiado esta penetración repugnante que nos depara desgracias mayores si no se impulsan, con inteligencia, estrategias efectivas para frenar el impulso acelerado que llevan.
La corrupción derivada del ejercicio del poder político se ha convertido en un cáncer visto con naturalidad y generalmente aceptado, lo que favorece sustancialmente la acción del crimen organizado. La conformidad es tal que se argumenta que para eso trabajaron en las campañas, que tanta inversión debe ser recuperada. Lo vemos en el Legislativo y en el Ejecutivo, en el Judicial y hasta en la universidad. ¡No es posible que salarios de Q10 ó Q15 mil mensuales ameriten gastos millonarios en campañas proselitistas!
Los corruptos actúan con descaro en las instancias públicas, fijan cuotas y tarifas para realizar las labores que les corresponde hacer por ley, exigen porcentajes por asignar obras, establecen exacciones para realizar su trabajo, obvian procedimientos a quienes pagan para no pasar por las diligencias de rigor, exigen plazas y beneficios, aceptan pagos por sentencias o trámites rutinarios, ¡algunos dan hasta números de cuentas bancarias para que les hagan los depósitos!
También hay otras formas criminales de actuación: las bandas de secuestradores, de robacarros, de traficantes de personas, de madera, de combustibles, etc. Todos actúan gozando de privilegios, traficando influencias y disfrutando de impunidad.
Estos poderes paralelos están presentes en diversas esferas, con tentáculos tanto en lo público como en lo privado. Los distintos gobiernos, vulnerables en extremo y algunos comprometidos con ellos, los han cobijado con su incapacidad manifiesta, con su negligencia y tolerancia.
La narcoactividad es un fenómeno creciente en nuestro continente, con modalidades y estructuras eficaces, desafían hasta al país más poderoso del mundo. Pareciera que ya nos conformamos con que así ha sido y será, pero ¿es esta una actitud responsable y ética? ¿Acaso la indiferencia no implica complicidad?
Nota
(1) En un enfrentamiento entre narcotraficantes llevado a cabo el pasado 25 de marzo, en el balneario La Laguna, de la aldea Santa Cruz, del municipio de Río Hondo, Zacapa, murieron 11 personas. Cuatro mexicanos y dos guatemaltecos fueron detenidos para investigaciones. (NDLR)
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, es Directora de la Agencia CERIGUA.
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